D.Gray-Man
Con la pureza de la nieve
La tormenta se volvía cada vez más violenta. La nieve los golpeaba en la cara y era difícil caminar dada a cantidad que se había acumulado en el suelo. Lenalee Lee y Yuu Kanda debían de recorrer todavía unos metros más para poder llegar al hotel donde se quedarían esa noche. La Orden Oscura les había asignado una misión en ese pequeño pueblo holandés donde no había dejado de nevar por casi cinco meses. Se sospechaba que una inocencia debía estar detrás de todo aquello.
Al estar tratando de caminar a través de una capa de nieve que casi les llegaba a las rodillas, Lenalee se tropezó con su propio vestido y cayó de bruces en el suelo. Kanda se volteó en cuanto escuchó el quejido de la muchacha al caer a sus espaldas, y tomándola por el brazo derecho la ayudó a levantarse.
-Vamos, tenemos que continuar.- le dijo fríamente el exorcista mientras retomaba el paso. En otra situación Lenalee le hubiera reclamado por su actitud, pero sabía que el crudo clima estaba impacientando a su compañero y que no era bueno hacerlo enojar más. La chica trató de apresurar el paso, pero una diminuta y delgada mano tomando la manga de su vestido se lo impidieron.
Una pequeña niña rubia, con la ropa maltrecha y sucia y un rostro tan pálido como el de la misma nieve, la llamó suavemente. Al verla, la joven china no pudo moverse de su sitio, la frágil imagen de esa niña le provocó un hueco en el estómago.
-¿Quisiera comprar un fósforo?- le preguntó la niña con mirada suplicante.
-¿Fósforos?- repitió Lenalee sin salir de su asombro. ¿Aquella niña estaba en esa tormenta sólo para vender simples fósforos? Ni el fuego de todos esos fósforos podría calentar a alguien con esa nieve, ni podría iluminar un sendero con las nubes tan juntas y grises en el cielo.
-Sí, fósforos.- reafirmó la rubia. Lenalee se agachó para estar a su altura y verle bien los azules ojos que tenía, y los cuales apenas podía mantener abiertos por el frío y el sueño.
-¿No crees que mejor deberías ir a tu casa en lugar de estar aquí afuera? No hay gente pasando, nadie te va a comprar fósforos con esta tormenta.-
-Si hay nieve la gente necesita fuego, y para encenderlo necesitan fósforos.- replicó la pequeña sosteniendo la cajita de fósforos como si su vida dependiese de ello.
-¿Qué estas haciendo? Tenemos que irnos.- recriminó Kanda regresando sobre sus pasos. Recién había notado que su compañera no lo estaba siguiendo. Lenalee volteó a verlo con cierta molestia.
-Esta niña está sola en esta tormenta, creo que deberíamos llevarla con nosotros.-
-No puedo irme, debo de vender estos fósforos.- renegó la rubia –Si no lo hago, papá se molestará.-
-¿Tienes un padre?- se asombró Lenalee, Kanda también se notaba un poco sorprendido por el hecho de que una niña con familia estuviera sola en las calles y en esas condiciones. -¿Dónde está?-
-En mi casa.- respondió la inocente criatura.
-Kanda, debemos acompañarla a su casa.- dijo Lenalee como si fuera algo de vida o muerte.
-Ella puede volver sola.-
-¡Kanda! ¡Es una niña! ¿No de da…?-
-Sólo necesito que me compre un fósforo.- interrumpió la pequeña al borde de las lágrimas –Por favor.-
Lenalee miró con enfado a Kanda y tomando la mano de la niña dijo –Yo la llevaré a su casa, tú puedes irte al hotel si quieres.- dio media vuelta y le pidió a la niña que la guiara.
El japonés se quedó viéndolas unos instantes antes de soltar un "che" y seguirlas. ¿Por qué Lenalee siempre tenía que regresar a ayudar a otros cuando tenían cosas más importantes que hacer? ¿Y por qué demonios él siempre acababa siguiéndola? Era una cosa que jamás comprendería.
-¿Cómo te llamas?- le preguntó Lenalee sonriente a la niña. Sabía que Kanda las seguía y eso la hacía sentir mejor de alguna forma. El joven samurai no era una mala persona, testarudo quizás pero no malo, y él siempre la hacía sentir mejor y más segura durante los peores momentos.
-Me llamo Katrien- contestó tímidamente la pequeña.
-Que nombre tan bonito, yo me llamo Lenalee y el gruñón que está ahí atrás se llama Kanda.-
-Lenalee y Kanda…- repitió la vendedora de fósforos con la intención de memorizar aquellos nombres –Muchas gracias.-
-No hay por qué, es bueno ayudar a las personas.-
-Su novio no parece pensar igual- añadió tristemente la rubia. Lenalee se ruborizó un poco y sonrió nerviosamente.
-Él no es mi novio, es tan solo un amigo.-
-P-Perdón.- balbuceó la pequeña apenada. Parecía que rompería en llanto en cualquier momento, lo cual a Lenalee le hizo acordarse de Miranda.
-No, no llores, está bien.- trató de tranquilizar la exorcista, pero la niña se veía muy deprimida. En eso, Lenalee notó que Kanda desenfundaba su espada y daba un salto a sus espaldas para partir un akuma de nivel 1 por la mitad. El sonido de la explosión puso alerta a la china de inmediato, y se colocó de forma defensiva frente a la niña mientras activaba su inocencia.
-¡¿Qué fue eso?!- gritó horrorizada Katrien.
-Te explico luego, quédate atrás de mí y trata de ocultarte.- ordenó la mayor al tiempo que más akuma salían de los callejones del pueblo y se acercaban a ellos rodeándolos. Kanda, sin perder tiempo, se dispuso a cortar uno por uno todos los akuma que tenía a su alcance, haciendo chocar uno contra otro en ocasiones. Lenalee tomó a Katrien en brazos y saltaba de un akuma a otro pateándolos y provocándoles explotar. Los akuma disparaban proyectiles que la chica esquivaba fácilmente y el samurai partía o bloqueaba fácilmente con Mugen.
-Debemos irnos de aquí de inmediato.- dijo Kanda cuando ya ningún akuma estaba a la vista. Lenalee asintió y aún cargando a Katrien corrió en dirección a donde supuestamente estaba la casa de la niña.
-¡¿Qué está pasando?! ¡¿Qué son esas cosas?!- preguntó Katrien histérica con los ojos llenos de lágrimas y la caja de fósforos bien sostenida entre sus dedos.
-Son akumas.- respondió Kanda, quien corría tras ellas lo más rápido que podía. Las botas oscuras de Lenalee la hacían ir muy rápido aún si la chica quería ir a un paso normal.
-¿Akumas? ¡Entonces ustedes deben de ser ángeles!- exclamó la chiquilla con ingenuidad provocando que ambos exorcistas casi se tropezaran.
-No, nosotros somos exorcistas.- rió Lenalee.
-¡Ah! ¡Ahí está mi casa!- señaló Katrien apuntando a una pequeña casa de madera vieja, se veía algo de humo salir por la diminuta chimenea que tenía. A unos metros de la puerta, Lenalee dejó abajo a la niña, pero ésta al ver su casa parecía no querer moverse de su sitio y hasta temblaba un poco.
-¿Qué ocurre? ¿No quieres ir a ver a tu papá?-
-Es que… no he vendido ningún fósforo hoy, se podría enojar…-
Kanda la miró sumamente molesto, después de todo lo que Lenalee lo había hecho pasar solo para llevar a esa niña a casa… que ella no quisiera entrar a su casa era el colmo. El japonés tomó a la niña bruscamente por la muñeca y la arrastró hasta la puerta de la casa, la cual tocó impacientemente hasta que un hombre delgado y sucio la abrió. La nariz del exorcista de inmediato percibió una peste a alcohol.
-¿Qué quiere?- preguntó el hombre con un humor aparentemente igual o peor que el de Kanda y una voz ronca.
-¿Esta es su hija?- interrogó Kanda haciendo a la niña avanzar un paso al frente, Lenalee se acercó indignada y abrazó a Katrien separándola de aquellos dos.
-¡Kanda! ¡No la trates así!-
-¿Qué hizo esta mocosa?- quiso saber el hombre, miraba a Katrien de una manera muy fría y llena de furia.
-La trajimos por que estaba sola en la tormenta vendiendo fósforos.- replicó Lenalee viendo con reproche al hombre.
-¿Y? Ese es su trabajo.-
-¿Cómo que es su trabajo? ¿No debería usted de cuidar a su hija?-
-Ella tiene que trabajar para ganarse la vida. No todo es fácil en estos tiempos ¿sabe?-
-¿Envía a trabajar a su hija mientras usted se queda aquí a tomar?- cuestionó Kanda sin perder la calma.
-Sí ¿Qué tiene eso de malo?-
-¡Mucho! ¡Usted es su padre y debería cuidar de ella! ¡No enviarla a trabajar en estas condiciones!-
-¡Yo soy su padre y hago con ella lo que se me da la gana!- gritó el hombre apartando a Katrien de Lenalee y arrojándola dentro de la choza que tenían por hogar. -¡Lárguense de mi casa ahora mismo! ¡Y no vuelvan!- la puerta se cerró de golpe, ambos exorcistas se miraron uno al otro antes de que Kanda diera media vuelta dispuesto a marcharse.
-Vamos, ya perdimos mucho tiempo.-
-Pero Kanda, ella…-
-No hay nada que podamos hacer, vámonos.-
Resignada, Lenalee avanzó detrás de él echando un último vistazo a la casa de Katrien y sintiendo como la tormenta se volvía más fría.
Bueno, este es mi primer fic de D.Gray-Man, se ubica en el periodo actual del manga y es un triángulo amoroso KandaLenaleeLavi. La pequeña Katrien es creación original mía y está basada en el cuento "La Niña de los Fósforos". Espero que les guste el fic y me dejen un review con comentarios y sugerencias.
¡Gracias por leer!
