I WANT YOU IN MY LIFE
Era una calurosa tarde de Agosto. Lily Evans caminaba por las calles de Londres, sin rumbo fijo. Pensaba en lo mucho que había cambiado su vida desde que una carta llegó por lechuza a su habitación la mañana de su onceavo aniversario.
Sonrió y apretó el paso. Recordó también la mañana en la que debía partir a su nuevo colegio: el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Porque Lily Evans era maga. Hija de muggles, pero maga al fin y al cabo.
Recordó como al entrar en el ruidoso Expresso dos niños maleducados de pelo revuelto y semblante travieso se habían burlado de su ahora ex-amigo y se habían reído de él. Apretó los puños al recordar a esos dos críos.
El primero, y definitivamente el que peor le caía a Lily era James Potter. A los once años era un chiquillo canijo y revoltoso que portaba unas gafas casi más grandes que él cuyos cristales reflejaban unos ojos avellanas grandes y curiosos. Poseía una nariz un poco respingona y una mata de pelo indomable de color azabache. Aparecía en todos lados con una sonrisa que iluminaba toda su cara… Pero había cambiado mucho. Si bien en lo bromista no había cambiado absolutamente nada, ahora era un rompecorazones de libro que tenía en su expediente amoroso a más de la mitad de la población femenina de Hogwarts. Desde algunos años atrás, se había vuelto aún más pesado y le pedía salir cada vez que se le presentaba una oportunidad de hacerlo alegando que estaba enamoradísimo de ella, cosa que Lily dudaba seriamente.
Lily sacudió la cabeza y frunció el ceño. No era momento de pensar en Potter.
Caminó un rato más por el centro de Londres y de repente esbozó una gran sonrisa. Se dirigió con paso ligero y decidido hacia las afueras de Londres y se detuvo a la puerta de una gran mansión. Lily soltó un silbido de admiración. No era, ni mucho menos, la primera vez que veía esa casa, pero siempre producía el mismo efecto en ella. Tenía una fachada impresionante, blanca, siempre limpia, con unos balcones grandes y majestuosos llenos de flores de colores. La mansión posee cinco pisos más la azotea. Unas largas enredaderas verdes y espesas bajaban por la pared hasta terminar en el marco de una gigantesca puerta. La puerta siempre había sido el lugar más elegante de la mansión. Hecha de plata con el marco dorado, refulgía bajo el sol como si de un diamante se tratara.
Lily se aproximó a la entrada subiendo las escaleras, sintiéndose muy pequeña en comparación con la mansión.
Me dispuse a llamar al timbre, pero antes de alzar la mano la puerta se abrió dejando paso a una cabecita enmarañada llena de rizos rubios que se abalanzó sobre ella.
- ¡Lily! ¡Te he visto llegar por la ventana de mi cuarto y he venido corriendo a recibirte! ¿Has reconsiderado mi oferta? ¿Te vas a quedar? ¡Lils! ¡Contesta! –una chica con una cara de felicidad abrumadora y con una mata de pelo rubio todo enmarañado la miraba expectante en frente suyo. Lily sonrió al comprobar que su amiga hablaba igual de rápido que antes… Y que ella seguía sin seguir su hilo de palabras al completo.
- Punto 1: ¡me alegro de verte, Lu!
Punto 2: me he ido de casa porque desde que mis padres se marcharon a Canadá Tuney está insoportable y ya no puedo más. ¿Cuándo se le ocurrió la feliz idea de casarse con ese cerdo de Vernon? En fin…
Lucy abrió la boca como si fuera a empezar a hablar otra vez pero Lily fue más rápida y le tapó la boca con la mano.
- No, Lu, ahora hablo yo.
Punto 3: Sí, si puedo y me dejas me quedo en tu casa.
Punto 4: ¡Cómo quieres que te conteste si no me dejas a hablar! – Lucy bajó los ojos, avergonzada, pero esa tranquilidad fue momentánea. En cuanto Lily e destapó la boca, sonrió y tiró de la mano de su amiga hacia el interior de su mansión.
- ¡Ven, Lils! Te he preparado una cama en mi azotea, al lado de la de Meg. Tenía el presentimiento de que ibas a venir… Meg llegará en dos minutos en el traslador del vestíbulo. Quédate aquí a esperarla, yo ahora mismo vuelvo.
Lily se derrumbó en un sillón, pensando que su amiga era un auténtico torbellino de energía.
Se abrió la puerta de la cocina dejando pasar a Lucy con un niño pequeño de unos dos años en brazos.
A Lily se le iluminó la cara.
- ¡Lucas! ¡Qué mayor estás!- el niño se soltó de los brazos de su hermana y corrió a colgarse como un monito de las piernas de Lily.
- ¡Didy! ¡Didy!- gritaba el pequeño. Ella lo aupó hasta sus brazos y le miró a la cara fijamente aparentando seriedad.
- Lily, me llamo Lily. Con L, no con D.- él se quedó mirando fijamente a Lily durante unos escasos segundos y luego la rodeó con sus bracitos regordetes.
- ¡Didy! ¡Ducy, Didy ha vuedto!- chillaba el pequeño, emocionado. Lily puso los ojos en blando y Lucy resopló.
- Nunca cambiará- dijo con voz de mártir, pero sonriendo, orgullosa de su hermanito.
- Está enorme- observó Lily.
Lucas era bastante alto para su edad, pero no pesaba demasiado. Tenía el pelo marrón oscuro y los ojos de un marrón muy claro.
Lucy sonrió maliciosamente y dijo:
- Cada vez se parece más a Potter.
Lily la fulminó con la mirada pero calló. Ella también se había fijado.
Lucas las miró con los ojos como platos y preguntó:
- ¿Quied ez Potted?
En ese momento, un traslador llegó al vestíbulo a espaldas de las chicas y Lucas.
- Potter es el mejor amigo del engreído más egocéntrico de Hogwarts- dijo una voz detrás de ellos.
- ¡Meg!- gritaron a la vez Lily y Lucy, mientras corrían a abrazar a la última componente del grupo.
- ¡Lu! ¡Lils!- las abrazó Meg. Paseó su mirada de la una a la otra y exclamó:
- Vaya, os ha tratado bien el verano…
- A ti también, Meg… ¡Vaya, que morena estás!- dijo Lucy. Meg pasó los ojos de Lucy a Lucas.
- ¡Luke!- Se puso de rodillas y dio dos palmadas.
- ¡Ven aquí, campeón!- Lucas no se hizo de rogar y saltó sobre ella con tanto ímpetu que casi tira a Meg de espaldas contra al suelo. Ésta se lo comió a besos y luego le examinó atentamente.
- Joder, ¡este niño se ha vuelto un calco de Potter! – Lily resopló y Lu soltó una carcajada.
- ¿Quied ez Potted?- repitió el niño.
- El futuro novio de Lily- respondió Lucy.
Lily se apresuró a corregirla.
- No, no es verdad. Potter es un chico malo, malo, malo.
Lu le guiñó un ojo a Meg y luego se dirigió a Lily:
- Puede que sea malo… Pero es guapo, ¿verdad Lily?- Lily enrojeció pero respondió, muy digna:
- Tiene su atractivo…- En ese momento. Lucas intervino.
- ¡Zi Potted ez guapo, yo tamen!- afirmó el niño contundentemente.
Lucy y Meg no pudieron hacer otra cosa que reírse, mientras que Lily estaba tan roja como su pelo y bajaba la cabeza intentando disimular una sonrisa. Lucas levantó la mano pidiendo permiso para hablar y las chicas callaron.
- Potted ez ed mejod amigo de adguien. ¡Do a dicho Med! ¿Quied ez?
Lily y Meg estaban tan asombradas por la perspicacia del crío que no pudieron responder.
- Le he educado para ser cotilla.- aclaró Lucy, orgullosa.
- Te felicito Lu, gran trabajo- reaccionó Meg. Luego, se giró hacia Lucas.
- ¿Quieres saber quién es su mejor amigo?- preguntó.
- Zí.
- Se llama Sirius Black. Es la persona más engreída y egocéntrica que alguna vez haya pisado Hogwarts. Se cree el centro del universo solo por su apariencia.- puso los ojos en blanco.
- ¿Cómo ez zu apadiencia?- sonrió Lucas.
Meg visualizó ante sí a un niño de once años con el pelo negro azulado, con unos ojos grises inexpresivos, con unos rasgos perfectos: angulosos pero no demasiado, pómulos altos y nariz aristocrática.
- Black es… simplemente guapo.
En ese momento, la madre de Lucy salió de la cocina irrumpiendo en el vestíbulo. Era una mujer no muy alta y un poco gruesa, con el pelo rubio oscuro y unos ojos azules que chispeaban, alegres. Llevaba puesto un delantal verde un poco manchado y el cabello estaba recogido en un gran moño.
- ¡Lily, Megan! ¡Habéis venido las dos! Bueno, id a vuestra habitación y colocad vuestro equipaje.
Meg llevaba una maletita verde pequeña… Pero Lily iba sin equipaje. Lucy lo notó.
- Lils… ¿y tu equipaje?-preguntó la misma.
Lily se retorció las manos, nerviosa.
- Bueno, la verdad… es que no tengo nada de equipaje. Mi hermana Petunia dijo que era un desperdicio tener ropa muggle para una bruja cuando se podían utilizar las túnicas… Asi que esta mañana, mientras yo llevaba mi baúl al profesor Dippet para que lo dejase en el colegio*, ella cogió mi ropa y la quemó en una hoguera…
(*En la época de Lily y James los baúles se entregaban a un profesor antes de partir al colegio)
La madre de Lucy torció el gesto.
- ¿Pero qué se ha creído esa muggle? ¡Nosotros podemos llevar la ropa que queramos! Lu, ¿por qué no te llevas mañana a Lily y a Megan de compras para que Lily se compre todo lo que haga falta?- La señora cogió la maleta de Meg.
- ¡Megan! Aquí no te cabe la ropa. Hala, trae esta birria y mañana renuevas tu vestuario con Lily.- Cogió la maleta de Meg y se la llevó a la cocina.
- No esperes volver a verla- afirmó Lucy, apoyando una mano en el hombro de su amiga.
- Vaya…- se quejó Meg.
La madre de Lu reapareció por la puerta de la cocina y cogió a Lucas.
- ¡Ah! Lucy, no te olvides de compraros algo bonito para mañana, ¿eh?
Lucy se miró los pies y fue retrocediendo hacia las escaleras.
– Eh… Venid a mi cuarto. Tengo que deciros algo.
Lily y Meg siguieron a su amiga subiendo las escaleras de la mansión hasta el ático.
El ático era casi como una guarida para las tres gyffindorianas. Las paredes estaban pintadas de rojo, y pósters gigantescos de millones de jugadores de quidditch (todos chicos) las cubrían casi por completo. En el centro había tres gigantescas camas, las tres con sábanas doradas y almohadas rojas. En la pared izquierda y debajo de una ventana había un escritorio cubierto por pilas de pergaminos escritos o pintarrajeados, de pósters que no cabían en las paredes y de plumas con sus tinteros. La ropa de Lucy, al revés que toda la habitación que se podría llamar pocilga, estaba bien ordenada en los grandes armarios que cubrían todas las paredes excepto la izquierda. El techo era una gran placa de cristal por el que se veía el cielo.
Lucy recogió sus gafas, tiradas por el suelo, y las dejó en su "ordenado" escritorio. Cada una se tumbó en su respectiva cama, y Lucy hundió la cabeza en la almohada. Lily y Meg se miraron, cautelosas.
- Lu… ¿Qué tienes que contarnos?- inquirió Meg.
Ella se levantó y se sentó en la cama y murmuró algo ininteligible.
- Más alto, Lucía.- Se impacientó Lily. Lucy tragó saliva.
- Mañana vienen a cenar los nuevos jefes de mi padre… Con sus familias.
- ¿Quiénes son los jefes de tu padre?– preguntó Meg. Lucy cerró los ojos y se tapó la cara con la almohada.
- Rolf Lupin y… Charlus Potter.- Meg contó los segundos que tardaría su amiga en reaccionar. 5, 4, 5, 2, 1…
- ¡LUCÍA MCCOY! ¿Potter? ¿Potter en tu casa? ¿Conmigo dentro? ¿No sabes que…?- los gritos histéricos de Lily fueron interrumpidos por Meg.
- Bueno, Lils, Lu no tiene la culpa… Son los jefes de su padre…- razonó ella. Lily paró de gritar y enseguida se calmó.
- Lo siento, Lu, yo…- decía, acongojada.
- No pasa nada Lils, sabemos que cuando se trata de Potter eres poco objetiva.
- Es que no lo soporto, no soporto como se burla de todas las chicas a las que les gusta, un polvo y ¡adiós!... Le odio…- decía Lily con los puños apretados.
- Bueno, por lo menos ese perro de Black no estará presente, son sólo las familias de Potter y Lupin, ¿verdad?- dijo Meg.
- Bueno… eso no es exactamente así… Black se ha fugado de su casa… Y ahora vive… con los Potter.- Meg abrió mucho los ojos y pegó un grito de frustración.
- Por Merlín, no solo hay que soportar a Potter… sino también a ese insensible de su amigo… Menuda nochecita vamos a pasar.
Las tres se quedaron pensando un rato con unas caras no muy felices… Pero de repente Lucy dio un bote sobre la cama.
- Oye… Por lo menos estará Lupin, que les parará un poco los pies, espero.- dijo.
Lily y Meg sonrieron. Eran conscientes de la debilidad de su amiga por el Merodeador de los ojos dorados.
- Claro… Lupin vendrá, ¿verdad, Lils?- dijo Meg, guiñándole un ojo a Lily.
- Es verdad... Que guapo es, ¿no, Meg?- contestó ella, siguiéndole el juego a su amiga.
- Tienes mucha razón… Y es tan amable… Creo que me gusta Lupin…- dijo Meg "soñadoramente".
Al oír ese comentario, Lucy saltó.
- ¿Qué? ¿Que tú qué? ¿A ti te…? ¡No puede ser! ¡No es verdad!- gritó ella.
- Y… ¿por qué no es verdad, eh?- preguntó Meg.
- ¡Porque a MÍ me gusta Lupin!- chilló, dándose cuenta de su error demasiado tarde. Las miró un momento y luego se echó a llorar. Lily y Meg se miraron con una mueca de comprensión, y se sentaron en la cama de su amiga. Meg la cogió y la dio la vuelta.
Tenía la cara colorada de llorar y las manos en los ojos. Lily la ayudó a incorporarse y Meg la abrazó.
- Lu… a mí no me gusta Lupin, nunca me ha gustado y nunca me gustará.
Ella subió la cabeza y murmuró:
- Ya me he dado cuenta de que habéis hecho la comedia para que confesara.- Ellas la miraron culpables pero ella les sonrió haciendo una mueca muy extraña.
- No pasa nada, ya era hora de que os lo dijera.- Lily y Meg rieron.
- Ya nos habíamos dado cuenta, Lu.- sonrió Lily.Ésta las miró atemorizada.
- ¿Tanto se nota?- preguntó. Meg negó.
- Para nada, cabeza loca. Nosotras nos hemos dado cuenta porque te conocemos demasiado…
Las tres rieron y Lily habló:
- Ya os habéis burlado de mí y de Lucy… Ahora te toca a ti- dijo señalando a Meg, acusadora.
- A ti te mola Black- afirmó Lucy.
Meg puso cara de asco e hizo como si vomitara.
- Venga, no me digas que no está bueno.- dijo Lucy.
Lily y Meg la miraron como si fuera un extraterrestre.
- ¿Pero a ti no te molaba Lupin?
- Sí, claro, pero no estoy ciega, ¿sabéis? Y sigo creyendo que a ti te gusta Black.- afirmó, cabeceando hacia Meg.
Ella se miró a su alrededor en busca de un arma y encontró una almohada. Tirándosela a Lucy, dijo:
- ¡A mí no me gusta Black!
Ella le tiró su almohada y las tres comenzaron una guerra que les sirvió para dejar de pensar en los Merodeadores.
Las tres se tiraron en sus respectivas camas y se pusieron a reír como locas. En ese momento, la señora McCoy les abrió la puerta:
- Chicas, vamos a salir en tres cuartos de hora. Veo que os lo estáis pasando muy bien, pero arreglaos un poco con la ropa de Lucía.
- ¿Mamá? ¿Arreglarnos para cenar? ¿A dónde vamos a salir?- dijo Lucy. La señora McCy bajo la voz y se acercó a ellas, susurrando:
- Los Potter y los Lupin han llegado con el señorito Black. Están instalándose en la casa. Vamos a un restaurante- Lily y Meg se miraron con cara de susto.
- No pongáis esa cara, seguro que encontráis algo que os gusta- dijo la buena señora, malinterpretando la mirada que habían cruzado Meg y Lily.
Lucy intentaba contener la risa, consiguiéndolo a duras penas.
La madre de Lucy cerró la puerta, y cuando el ruido de los tacones se extinguió y Lucy empezó a reír a carcajadas mientras que Lily y Meg la miraban furiosas.
- ¡Creí que llegaban mañana!- dijeron las dos chicas a la vez. Lucy paró de reír y las miró.
- Yo tampoco sabía que venían hoy… Me acabo de enterar… Suerte que tengo algunos vestidos elegantes.- Lily y Meg se asustaron.
- A ver qué vestido me pones, que no me fio de ti- dijo Lily.
…..
…Tres cuartos de hora más tarde…
Lily bajaba por las escaleras. Ella había sido la primera en terminar de arreglarse, y ahora Meg y Lucy estaban buscando el zapato derecho de esta última, que seguramente estaría en el lugar más estrambótico de la habitación. Meg y Lucy la habían mandado a avisar del "desastre" ocurrido con el zapato de Lucy. Encontró que no había nadie en ninguno de los pisos, pero la señora McCoy había dejado una nota en la cocina:
Lucía, Megan, Lily:
Estamos en el jardín, enseñándole al señor Potter el automóvil de mi marido, necesario para su trabajo del ministerio y que ha despertado interés en los jovencitos Remus, James y Sirius. No tardéis demasiado, se van a cansar de esperaros.
Miranda McCoy
PD: Lucía, chicas, COMPORTAROS, por favor.
Lily se encaminó hacia la entrada, nerviosa. Se paró ante el espejo del vestíbulo y estudió su reflejo:
Llevaba un vestido verde que realzaba sus ojos, largo hasta 10cm. por encima de sus rodillas, con un escote un poco pronunciado en V. Tenía mucho vuelo y brillaba al moverse. Llevaba el pelo recogido en un moño alto del que escapaban algunos mechones rebeldes rizador. Los zapatos tenían 7cm. de tacón y eran verdes con algunas flores negras de tela pegadas. Su maquillaje consistía en un poco de colorete rosa pálido, labios rosas con brillo y los ojos ligeramente ahumados. De joyería llevaba unos pendientes con dos diamantes pequeños y un collar y una pulsera a juego.
Sonrió con aprobación, respiró profundamente y giró el pomo de la puerta principal.
Cuando miró hacia la calle se encontró con los Potter, los Lupin y a los padres de Lucy con Lucas. En cambio, Potter, Black y Lupin pequeños se encontraban en el banco más cercano. Al divisarla, James se quedó embobado mirando a Lily y Sirius tuvo que darle una colleja para que reaccionara.
- Lily, estás… Deslumbrante… Yo… ¡Wow! –a Lily se le subieron los colores y agachó la cabeza.
- Madre mía, Evans, ya entiendo lo que le pasa a este chico contigo…- Lily le fulminó con una mirada.
- No te pases, Black, o te las verás conmigo.- La puerta se abrió dejando a la vista a una Meg arrolladora.
Llevaba un vestido azul oscuro que resaltaba sus ojos, que se asemejaban a un océano embravecido, remarcados por unas largas y negras pestañas. Era corto más o menos unos 15 cm. por encima de la rodilla. Se sujetaba solamente por una tira que rodeaba a Meg por el cuello. Se ajustaba hasta justo por debajo del pecho dejando mucho vuelo al vestido, que al girar se subía unos pocos cm. más de lo debido y lanzaba reflejos plateados. Le quedaba muy bien pues resaltaba el moreno de sus piernas a la perfección. Su normalmente liso pelo negro caía en perfectos tirabuzones negros por su espalda, que estaba descubierta hasta 15 cm por debajo de la nuca. Llevaba el flequillo hacia un lado, también rizado. Su maquillaje consistía en colorete color tierra, sombra de ojos plateada y labios rosa oscuro. Sus zapatos tenían 10 cm. de tacón y estaban hechos de piel sintética, con muchas tiras. Eran también color azul oscuro.
Sirius se quedó babeando, literalmente, y esta vez fue Remus el encargado de darle una colleja
- Joder Zabini, tú no tienes nada, absolutamente nada que envidiarle a Evans.- dijo Sirius cuando despertó de su trance. Le dio un codazo a Remus, y le dijo como si nadie más estuviera escuchando:
- Mira, Remus. ¿Has visto qué piernas? Que me trague la tierra si alguna vez he visto algunas mejores.- Remus simplemente suspiró y puso los ojos en blanco.
- Mira Black, no vuelvas a hablar de mí así cuando esté presente.
- Venga Zabini, no me digas que no me lo has puesto difícil. Si fueras así por Hogwarts…- Sirius soltó un silbido de admiración.
- Pues resulta que en Hogwarts tengo que llevar uniforme y no puedo ponerme esto, así que te vas a tener que aguantar, Black.
- Parad, que se os va a ir de las manos.- Aconsejó Lily. James asintió.
- Si es ella, que me calienta –se quejó Sirius, como si fuera un niño pequeño.
Meg se puso roja de rabia y caminó hacia los cuatro que estaban al pie de las escaleras. Llegó, y fue a decir algo cuando apareció Lucy a la pata coja terminando de calzarse el zapato que le faltaba.
- ¡Meg, Lils, lo he encontrado!- gritó. Se puso colorada al ver quién había en las escaleras, tropezó y cayó sobre el escalón superior de la escalera. Al ver la desastrosa caída de Lucy, Black comenzó a reírse a carcajadas ganándose un bofetón por parte de Meg, lo que le calló. Lily y James miraban estupefactos a Lucy, que se quejaba sujetándose la mano derecha.
Remus fue el primero que reaccionó y corrió escaleras arriba a ayudar a Lucy y a levantarla del suelo. Los otros cuatro chicos restantes se miraron, cómplices. Lily susurró:
- Antes de que termine el año están juntos, seguro.
Sirius intervino:
- Bah, yo creo que esta noche se lían.
James, Lily y Meg le miraron como si fuera un extraterrestre.
- Black, no todo el mundo se lía con la primera que ve, a diferencia de ti.- Le reprochó Meg.
- Pero mírales, Zabini, no seas ciega.
Remus estaba ayudando a Lucy a vendar su muñeca, los dos sentados en las escaleras.
- ¡Ay!- se quejó Lucy. Remus soltó su muñeca con rapidez.
- Lo siento, ¿te he hecho daño?- preguntó, acongojado.
- Está bien, ahora estoy mejor.
Se puso de pie seguida de Remus, y ella comenzó a bajar las escaleras con más cuidado que antes, mientras éste la observaba.
De veras estaba muy guapa esa noche.
Llevaba un vestido rojo largo hasta 5 cm. por encima de las rodillas, de satén, con un escote en forma de corazón, palabra de honor. El pelo lo llevaba liso y le caía por la espalda. Llevaba unas romanas rojas preciosas, y su maquillaje consistía en unos labios rojos muy intensos, coloretes rosas y sombra dorada.
Remus sacudió la cabeza y apretó el paso.
Lo seis se metieron en el coche seguidos de sus padres. Hubo que ponerle un encantamiento al auto para que cupiesen todos, pero al fin se instalaron cómodamente y partieron hacia el restaurante.
