Universo: Ninguno.
Spoilers: Ninguno.
Advertencias: Ninguna.
Nota adicional: Es un fic de instituto/preparatoria, pero no en el universo de la 'Clase 3-Z de Ginpachi-sensei'. Además, yo trato de evitar los honoríficos japoneses tanto como me es castellanamente posible.
UNA NARIZ ROTA DUELE MENOS QUE UN CORAZÓN ROTO
[Multichapter]
Página 1:
Ser diferente no te hace especial. Ser especial te hace especial.
Ella entró al aula sin una advertencia, como una carta de amor en tu taquilla un lunes por la mañana o, mejor aún, como Hijikata convirtiéndose en intolerante a la mayonesa. Su rostro estaba serio y sereno, como si ser transferida en pleno noviembre, justo en época de exámenes, no representara una novedad para ella. Como si las miradas de veinte desconocidos encima suyo, esperando que cometiera el más mínimo error para burlarse tan fuerte y tan ruidoso que dejaría una huella imborrable en su autoestima, significara menos para ella que el canto de un pájaro en su lista de cosas memorables sobre ese día.
Así pues, la estudiante transferida anunció su nombre (Kagura Yato) y reclamó un asiento. Era como si el mundo le perteneciera.
Nadie pareció prestarle más atención a la nueva luego de diez minutos. No había mucho para ver. No que valiera la pena en una buena manera de todos modos. Su baja estatura, sus gafas redondas y sus pantalones deportivos bajo la falda del uniforme eran un método eficaz para repeler las hormonas masculinas.
Como una mujer, la tal Kagura era un cero a la izquierda.
Sin embargo, debido a una segunda naturaleza curiosa poco usual en él, Okita Sougo le dedicó una mirada prolongada más allá de los primeros diez minutos desde su presentación. Era como si algo hubiese hecho click en su cerebro y él estuviera buscando la causa en ella; una explicación para entender por qué, de alguna forma, sentía en sus entrañas que ella era especial y no terrible.
A los quince minutos de observación, Sougo la vio sacar su caja de almuerzo de su mochila y comenzar a comer. A los dieciocho minutos ella había terminado hasta con el último solitario grano de arroz de su bento. A los treinta y cinco escuchó el estómago de la chica gruñir de hambre nuevamente. A los cuarenta y uno la vio quitarse las gafas para poder ver correctamente lo que estaba en la pizarra cuando le hicieron una pregunta; y a los cincuenta y tres minutos desde su llegada, la encontró escarbándose la nariz con el dedo meñique. A las dos horas, la chica nueva dormía sobre la paleta de su pupitre, con un camino de baba saliendo desde la comisura de sus labios.
El registro minucioso de acciones de Kagura Yato había sido cesado luego de que el profesor Ginpachi la despertara con un golpe en la nuca luego de menos de diez minutos de siesta. Después de eso, la chica se pasó el resto del día mirando hacia el frente, casi sin parpadear y sin generar ninguna clase de ruido, con la mirada perdida. Cualquiera diría que había ganado la habilidad de dormir con los ojos abiertos, pero era obvio para Okita que ella pensaba en otras cosas (comida) mientras fingía que las clases le parecían interesantes.
Sougo se preguntó vagamente qué comería la chica a la hora del almuerzo, cuando ya había engullido toda cosa comestible de su pequeña mochila. Seguro sólo guardaba dentro su caja del almuerzo y un solo cuaderno. Incluso decir que llevaba un cuaderno entre sus cosas era muy osado, Sougo no la había visto anotar ni una sola palabra desde que había llegado.
La respuesta sobre el almuerzo de la chica llegó en el mismo segundo en el que la campana anunciando el receso sonó: Kagura desapareció de su asiento, rápida como un auto Fórmula 1, en dirección a la cafetería. Los tablones de su falda se levantaron con la velocidad y cualquiera que la hubiera visto habría comprendido por qué la nueva usaba pantalones bajo la falda. Okita la siguió hasta la cafetería, no porque le interesara realmente vigilarla en todo momento, sino porque él también necesitaba comprar un poco de pan. Bueno, necesitaba amenazar a alguien para que entrara a la fila y le comprara el pan. Usualmente era Yamazaki.
Cuando puso un pie en la cafetería, escuchó las ruidosas órdenes de su nueva compañera claras como el sonido emitido de un home theater entre el barullo de pedidos de otras personas. A pesar de sólo haberla escuchado en una sola ocasión, pudo reconocer su acento chino y eso le sorprendió. Minutos después, ella pasó a su lado, sin dirigirle una sola mirada, con las manos llenas de paquetes. Todos la veían pasar con extrañeza, preguntándose por qué una chica bajita y delgada necesitaba once paquetes diferentes de pan para su almuerzo. Nadie creía que podría comerse semejante cantidad de carbohidratos por sí misma en los quince minutos que restaban del descanso. Nadie excepto Okita, que al haberla estado observando tenía la certeza de que quince minutos eran mucho tiempo para ese monstruo de la comida.
Ni entre el cambio de profesores ni durante la hora de estudio libre (en la que nadie nunca estudiaba) Sougo vio a Kagura entablar conversación con alguien. Ella se limitó a estar callada en su asiento, con una expresión que relataba un aburrimiento mortal. No parecía que hacer amigos la preocupara, como no parecían importarle ninguna de las lecciones de sus profesores durante todo el día. Sin embargo, cuando un grupo de chicas se acercó a su alrededor intentando averiguar algo sobre ella, Kagura fue amigable y servicial, no la amargada repelente que Sougo casi esperaba que fuera.
Cuando el día finalizó, la china aquella tenía tres amigas (de las cuales Sougo desconocía su nombre) y un pretendiente. O eso parecía. Shimura Shinpachi había estado esperándola en su taquilla, que casualmente estaba a un lado de la de Sougo.
Pese a que de alguna forma le intrigaba la relación entre Shimura y la nueva, Sougo no se detuvo de forma obvia en su casillero y siguió de largo, pensando que un sólo vistazo más a aquella chica lo pondría en la línea de acosadores en la que Kondo le llevaba la delantera a todos.
Okita no se enteró en toda la semana si la estudiante transferida y el hermano menor de la dueña de los suspiros de su querido amigo Kondo estaban de verdad saliendo, aunque de alguna manera, en un resquicio de su mente, concluyó que sí lo hacían. De cualquier forma, él no estaba interesado en ella, pues, pese a ser diferente del resto de las chicas, no le resultaba especial como su primera impresión versaba.
A pesar de la conclusión de Sougo de que ser glotona y vulgar no la convertían en alguien digno de dedicarle su atención, se encontró a sí mismo mirándola de vez en cuando, ampliando el archivo que su cerebro inconscientemente había reservado sólo para ella. Con el paso de las semanas, incluso la manera en que ella sostenía su lápiz le era familiar.
Todo eso sin haberle hablado siquiera una sola vez.
Sobre eso, Okita era demasiado superior como para fantasear con la primera frase que cruzaría con ella o lo que ella le diría a cambio. Él prefería imaginar la muerte perfecta para Hijikata y planear sus siguientes bromas a sus amigos con la salsa Tabasco que tomaría prestada de su hermana mayor.
Las vacaciones de invierno se acercaban cuando tuvieron su primer intercambio de palabras. Estaban en educación física, los chicos jugaban vóleibol y las chicas baloncesto; él había lanzado la pelota con mucha fuerza, dispuesto a matar a alguien, y ella se había cruzado en su trayectoria. Aunque no había sido su intención romperle la nariz con la pelota (al menos no a ella), Okita a penas y lo lamentaba. Las clases de educación física siempre eran como un campo de batalla, por lo que sangrar y romperse un hueso o un cartílago no debería ser una novedad para nadie.
Frente a la visión de la sangre corriendo como un grifo abierto de la nariz de su compañera, todas las chicas de la clase gritaron escandalizadas mientras que los chicos veían pasmados a la muchacha de cabellos naranjas levantarse del suelo. Kagura se limpió la sangre que corría hasta su barbilla con la manga de la sudadera y preguntó con voz grave:
—¿Quién fue?
Sougo se enfrentó a ella con la mirada estoica, se encogió de hombros y le respondió despreocupadamente:
—Oi, eso está mal. La nariz que quería romper era la de Hijikata.
—¡¿Pero qué dices, bastardo?! —despotricó el recientemente implicado Toushiro Hijikata, quien sólo se había salvado del balonazo mortal porque se había agachado a recoger un sobre individual de mayonesa que se le había caído al suelo.
—Deberías disculparte con ella, Hijikata. Le has roto la nariz.
—Tú no le temes a nada, ¿verdad, Sougo? —desafió su compañero con una mirada retadora.
Pero Sougo no estaba prestándole más atención a Hijikata, sino que miraba cómo Kagura se quitaba la sudadera y la utilizaba como compresa para su nariz. La chica no parecía adolorida ni a punto de querer llorar. Estaba tan calmada como un experimentado jugador de ajedrez, sopesando su siguiente movimiento.
De un segundo a otro, los ojos de la fémina se llenaron de fuego. Recogió la pelota de baloncesto que estaba persiguiendo antes de que el balón blanco se estrellara contra su cara y con una sola mano, la lanzó con una fuerza descomunal hacia la cara de Okita. Él a penas y tuvo tiempo de reaccionar antes de escuchar el crack característico de algo rompiéndose con el impacto.
—Oye, me equivoqué. Yo también quería romperle la nariz a Hijikata —sonrió Kagura con desdén, todavía sujetando la sudadera contra su nariz. Cerca de ella, Toushiro se quejó sobre por qué ahora la estudiante transferida estaba tras su vida también—. Consigue una disculpa de él-aru.
La chica desapareció con pasos dignos por la puerta del gimnasio, alegando que iría a la enfermería. Mientras, Sougo sostuvo su sangrante nariz y por serendipia descubrió qué era aquello que había visto en ella el primer día y su cerebro mismo intuyó que, más que diferente, la volvía especial: ella era la primera chica... No, ella era la primera persona que le había hecho sangrar.
La primera y la última, por supuesto. Él no dejaría que eso volviera a pasar.
Okita juró venganza en nombre del dolor de su nariz rota antes de desmayarse por pérdida de sangre.
Despertó una hora más tarde en una cama de la enfermería con la nariz enyesada. A su lado, una voz terriblemente familiar cantaba la canción de un programa infantil de la década pasada. A Sougo se le revolvió el contenido del estómago. Era malo que una chiquilla lo hubiera dejado inconsciente, pero era todavía peor despertar de la inconsciencia para que la primera persona que vieras fuera la misma que había tratado de volarte la cabeza con una pelota de básquetbol.
—Cantas de mierda.
Kagura se calló al instante sólo para lanzarle una mirada fulminante al perpetrador del primer crimen cometido en el gimnasio.
—¿Quieres matarme con una mirada? Creo que puedes hacer algo mejor que eso.
—Oh, cállate, bastardo. Si mi perfecta nariz queda chueca o abultada, yo misma me voy a encargar de convertirte en pariente de Voldemort-aru.
Sougo supo que la amenaza de la chica no era en vano, pero no se dejó amedrentar. Él no se amedrentaba por nada. Mucho menos por una chica que utilizaba lentes aun cuando su vista era perfecta.
—¿Qué pasa con ese 'aru'? —ignoró Sougo su amenaza—. ¿Es que eres china, China?
Kagura bufó y se negó a contestarle. Sougo tomó eso como vía libre para llamarle China por el resto de la eternidad. Segundos después, el profesor Ginpachi entró a la enfermería, con su engañosa paleta de caramelo humeando como de costumbre. Se acercó a la cama de Kagura y se sentó en el colchón.
—¡Hey, me hundes!
—Sí, sí. ¿Qué te pasó? ¿Estás haciendo el tonto para no ir a clase?
—No es eso. ¡Ése bastardo me rompió la nariz-aru!
Ginpachi siguió con la mirada la dirección que el dedo acusatorio de la niña marcaba y clavó su vista de pescado muerto en Sougo, que fingió inmediata agonía para provocar más problemas que lástima.
—¿Y tú por qué estás aquí? Si le rompiste la nariz, deberías estar en detención.
—Ese monstruo chino rompió mi nariz.
—Oi, oi. Denme un descanso. ¿Quién le rompió la nariz a quién? Necesito un nombre para poder llenar correctamente este reporte.
—Él rompió mi nariz primero.
—Fue un accidente. Yo no quería romper su nariz. Quería romper la de Hijikata.
—Eso significa que igual querías romper una nariz, ¿no es cierto, Souichiro?
—Es Sougo.
—¿Ves? Pon su nombre en el reporte, Gin.
—Profesor Ginpachi para ti, niña —corrigió el maestro golpeando a su alumna con un periódico que estaba a la mano—. Supongo que tendré que llamar a tu hermana, Souichiro.
—No me importaría si la llamaras por romper la nariz de Hijikata, pero haberle roto la nariz a esta mocosa es un legítimo accidente. No estoy dispuesto a molestarla por un asunto trivial como éste. Y es Sougo.
—¿A quién le llamas asunto trivial, eh, mocoso?
—Además —continuó ignorándola—, ¿quién va a responder por mi nariz rota? No soy el único al que puedes villanizar aquí.
—¡Yo sólo hice lo que me dijiste, Gin! ¿Recuerdas? Si alguien me hace daño, debo regresárselo el doble de fuerte-aru.
Ginpachi se sobó el puente de la nariz con exasperación.
—¿Entonces tú le rompiste la nariz a Souichiro a propósito?
—¡Sí!
El profesor volvió a golpear a su alumna, que se quejó inmediatamente por el maltrato.
—¿Por qué sólo me golpeas a mí? ¡Soy una paciente!
—¿Y tú por qué tenías que causar problemas tan rápido? A penas llevas un mes aquí.
—Exijo un castigo ejemplar para la china —dijo Sougo, sonriendo con malicia hacia Kagura—. Como detención todas las vacaciones de invierno.
—¡Oye!
—Entonces está decidido: detención a los dos toda la semana de vacaciones.
—¡Pero Gin! ¡Yo no hice nada malo! ¡Sólo hice lo que tú me dijiste-aru!
—Hey, yo soy el agredido aquí —protestó también Okita, tan indignado como Kagura.
—¿Prefieren que llame a sus tutores para ver quién es el agredido?
Sougo pensó en su hermana mayor, de salud inestable y siempre trabajando por él. Se mordió la mejilla, dubitativo, y casi se atraganta con sus palabras al ceder.
—Me quedo con la detención.
—Yo también-aru.
Ginpachi suspiró, revolvió los cabellos de Kagura y se levantó para irse.
—Oiga, profesor —lo detuvo Sougo a último momento—. ¿Y quién se supone que va a vigilarnos en detención? Nadie viene a la escuela durante las vacaciones navideñas a parte del velador. Y dudo mucho que sea ético aplicar un castigo durante la noche. ¿Va a venir usted?
El maestro reaccionó ante el razonamiento de su alumno y, tras una pausa de varios segundos, se giró lentamente, con una sonrisa inestable en sus labios.
—¿Qué les parece si terminamos este asunto como un doble accidente y pasamos todos felices las vacaciones de invierno en nuestras casas?
Kagura lanzó su almohada directo a la cara del profesor. Si hubiera sido un balón y no un objeto relleno de plumas, esa sería la segunda nariz que la chica hubiera roto ese día.
Sougo deseó que eso también hubiera sido un balón.
[FINAL DE LA PÁGINA 1]
[Notas y aclaraciones]
Nunca nadie me va a creer si les digo que la idea inicial de esto era un oneshot ultrafluffoso (la palabra no existe, para lo que me importa) con toda una vida escolar de Okita observando a Kagura hasta que finalmente nace l'amore y bla bla blá. De hecho, se puede notar que eso era en un inicio hasta el momento en que Okita se desmaya y pasamos radicalmente de la narración pura y dura a un montón de diálogos sin sentido. Y así iba yo, hasta que llegué a las diez mil palabras y dije: mierda, esto no tiene final. Y decidí dividir este monstruo en monstruos más pequeños (lol).
Bueno, ya da igual, espero que les haya gustado, se reciben reviews, y nos leemos hasta la próxima entrega, porque, recuerden, este fic está clasificado amistad/romance (en ese orden) y hasta ahora no hay ni amistad ni romance entre nuestros protagonistas.
Una cosa más antes de irme: ¡MAÑANA ES MI CUARTO ANIVERSARIO! ¡VIVA YO! *se escuchan grillos*. La verdad es que eso es algo que a nadie le importa, ni siquiera a mí, pero ya van a ser 4 años desde que subí mi primera mierdecilla en fanfiction y, aunque hay un 98 % de probabilidades de que no haga nada mañana, al menos quiero conmemorarme a mí misma hoy, así que felicítenme, aunque, en realidad, ustedes no son, ni de cerca, el fandom que debería felicitarme porque no llevamos ni un mes conociéndonos.
Me disculpo por la nota de autor más larga que mi lista de metas en la vida y nos leemos después… en caso de que decidan regresar a este fic, sino, addio senza rancor!
¡Besos embarrados de Nutella para todos!
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