Weno, akí os dejo mi nueva historia!!!
Espero que os guste. Y ahora advertencias, es un Draco / Harry, aunque al principio no lo parezca. Los personajes no son míos, aunque eso ya es puramente obvio. Y... no se q más, sólo que gracias por leer.
Prólogo
Miró a aquel sitio tan conocido para él. La amplia extensión de hierba, verde vivo, ornada con pequeñas flores blancas, y en el centro, una pequeña elevación con un enorme cerezo que se agitaba apaciblemente bajo una brisa suave, permanentemente en flor. Desde que llegó a ese sitio por primera vez, no había cambiado nada, seguía igual, parecía que el tiempo no le afectaba para nada. Se sentó bajo el cerezo y apoyó la cabeza en el enorme tronco, esperando.
No tuvo que esperar mucho, pasados unos instantes, o minutos, no sabía como medir el tiempo en aquel lugar, apareció ella. Subió la colina y se sentó junto a él, tan bella como había sido siempre, y mirándole fijamente con unos ojos que parecían tener la noche estrellada en su interior, le abrazó.
Él se dejó abrazar, se dejó consolar, y por primera vez desde que pasó aquel suceso terrible hace relativamente poco, lloró, lloró desconsolado. Ella entendió, siempre lo hacía, había estado con él siempre, desde que tenía uso de memoria. Ella estuvo con él, dándole fuerzas, curándole de sus heridas después de todas sus aventuras. Le dio energía para salir del coma tras luchar con Voldemort siendo tan sólo un crío de once años, estuvo con él cuando todos los demás, excepto su amiga castaña creían que era un mago negro, le terminó de curar la herida ocasionada por un basilisco. Le escuchó cuando le contó cuanto echaba de menos a Sirius después de haberle liberado, ella fue su sostén para no caer cuando Cedric murió, ella fue quién le dio fuerzas para enfrentarse a un dragón y a un sinfín de criaturas más en el torneo del año anterior. Y finalmente, fue ella quién estuvo allí para recoger sus pedazos cuando Sirius murió.
Jamás se habían visto fuera de aquel lugar, pero se conocían de toda la vida. Apenas cuando eran chicos de cinco años, se encontraron por primera vez allí, y desde entonces, Harry había ganado una hermana, una amiga, una confidente… Y ahora veía la honda preocupación que había ocasionado a la joven junto a él.
Gracias.
Sabes que no tienes que dármelas – dijo ella con su voz suave y cristalina.
Sí, pero eres la única que consigue aliviarme un poco, los demás no paran de intentar hacerme olvidar… Eres la única que me comprende en estos momentos.
Rirry – dijo ella, utilizando el mote cariñoso que le habían puesto – recuerdas la promesa que hicimos? Siempre aquí para el otro. No te dejaré solo, lo prometo.
Gracias, Lise – ella sólo le abrazó con más fuerza – Por lo menos ahora estoy con los Dursley, supongo que aquí podré tener un poco de paz.
Se fuerte, Harry.
Lo seré.
Y allí se quedaron ambos, abrazados bajo su árbol, contemplando aquel extraño cielo en el que siempre brillaba un atardecer.
Harry despertó con una sonrisa triste en los labios, si algo agradecía en su vida, era haber tenido a Lise siempre allí para él. Recordó cuando había comenzado todo, cuando era un crío y se quedó dormido llorando en su alacena dado que Dudley y sus amigos le habían estado persiguiendo todo el día. Apareció de repente en aquel pacífico lugar y fue allí donde se encontró a Lise, tan despistada como él en aquel extraño sueño. Al despertar pensó que había sido solo eso, un sueño, pero el sueño se repitió todas las noches, a veces más tiempo, a veces menos tiempo, pero ambos chicos empezaron a hablar, a conocerse, y llegaron a quererse con verdaderos hermanos. Para Harry aquello era una constante en su vida, algo que le impidió volverse loco cuando un gigante fue a la cabaña en medio del mar a la que habían llegado sus tíos y le dijo que era un mago. Lise también era maga, y desde entonces habían estado practicando en sus sueños, hablando de dudas, encontrando nuevos hechizos. Lise le había dado respuesta a todo lo que en el colegio le habían intentado esconder.
Metiéndose bajo la ducha, Harry sintió el mismo temor que siempre se adueñaba de él, de que Lise fuese una invención de su mente, que no fuese real. Y como siempre, se regañó a sí mismo, pues no había forma de que su mente hubiese creado a alguien tan complejo y tan completo como Lise, y además, todas las cosas que sabía, todo lo que le había enseñado, lo había buscado luego, y se había dado cuenta e que era completamente cierto. Cuando ella le había dicho que sabía hacer magia sin varita, y había conseguido convencerle para enseñársela, en tercer año, él tuvo serias dudas de si intentarlo o no. Y finalmente lo hizo, practicó lo que le había enseñado en la cámara de los secretos, tras haberla limpiado y haber quitado el basilisco de en medio, dejándolo encerrado en un bloque de hielo a lo largo de la pared. Y ante su asombro, descubrió que todo le salía el doble de potente que en el sueño.
Suspiró, dirigiéndose a la cocina. Desde la muerte de Sirius, no sabía si era por la ridícula advertencia de Ojoloco, o por que su tía le había visto deprimido, los Dursley le ignoraban, y hacían como si no estuviera. Eso a él le favorecía, así se dedicaba a leerse todos los libros de años anteriores, repasando todo para prepararse mejor. Si debía matar a Voldemort, debía de estar bien entrenado, o no lo conseguiría.
Y así pasó todo Julio, con Harry sumido en una especie de apatía, sólo concentrado en sus libros. En los únicos momentos en los que lograba salir era cuando estaba con Lise. Y así, llegó su cumpleaños, sin haber recibido una sola carta. Y aunque le advirtieron que la última semana de Agosto la pasaría en Grimmauld Place, y que este lugar le había sido legado en herencia por Sirius, al igual que gran parte de la fortuna de la familia Black, hubo algo en su cumpleaños que le cambió por completo.
Lise, creo que puedo escuchar los pensamientos de los demás.
