Ante todo debo decir que estos personajes no me pertencen, ya sabemos todos a quien pertenecen, una gran escritora, es decir J.K Rowling. El unico personaje que me pertenece es Jess. Un beso a todos ya disfrutar.

CAPITULO I

Un chico alto, con el pelo largo y moreno corría por el camino que llevaba a la fuente cargando con un bulto negro mucho más grande que él. Era un cuerpo. Jess se pregunto como podía un chico cargar un cuerpo así de grande con tanta facilidad.

Estaba recostada en un banco y vio al chico pasar, parecía cansado y llevaba en su mano un palito de madera. ¡Era un mago!.

Un grupo de cinco personas se paro cerca de ella, iban vestidos de negro, no pudo verles la cara.

Jess se estaba enfadando, ¿por qué montaban tanto jaleo a esas horas? Desde luego los magos nunca fueron muy considerados con los demás.

-Ha cogido este camino, ¡venga el amo quiere al chico vivo, pero al otro lo vamos a dejar mas que seco!

-Si no lo esta ya, le di de lleno, que pena que no fuera un Avada Kedabra.

Los siguieron corriendo en la misma dirección que había cogido el chico.

¡Que le importaba a ella que le pasara al chico! Cerro los ojos y trato de dormir otra vez, al poco escucho una explosión.

¡Ahora si que estaba cabreada! O hacía algo o no le iban a dejar dormir en toda la noche.

Se levanto, saco su varita y tomo la misma dirección que los demás hombres,

Cuando llego se encontró al chico con una mirada fría y amenazante, tenia los ojos verdes. La varita en su mano, echaba chispas con fuerza. El chico era un gran mago, pero aún no controlaba bien toda su energía. El chico estaba protegiendo a una persona inconsciente vestido de negro. Jess se escondió entre los arbusto.

-Venga, chico. Ríndete, apártate, acabamos con él y luego nos acompañas.

-Nunca dejare que le toquéis un pelo, escoria. Y tampoco voy a ir con vosotros, decir a vuestro amo que ya no soy un niño, que ahora es cuando debe temerme.

-¡Vaya humos tiene el chico! ¡Y se cree un gran mago!.-Un hombre vestido de negro se reía provocando que el chico lo mirara con más odio.

-¡Desmaius!

Lo que Jess vio en ese momento fue caer a dos hombres antes de que ninguno de los cinco hombres pudiera a reaccionar. El chico se defendía muy bien, pero no tenía mucha posibilidad de moverse, quería proteger al hombre que tenia detrás de él y eso le estaba creando problemas.

Jess se cansó de tanto alboroto y salió de su escondite, ayudando al chico en la batalla, dos hombres cayeron quedando solo uno, el cual al verse en desventaja desapreció.

-Cobarde...

Jess miro al chico, este había corrido en dirección de su compañero, el cual seguía inconsciente.

Se acerco, miro el cuerpo del hombre y sintio una punzada de dolor en la sien, tenía varías heridas, pero lo que preocupo a Jess fue la del costado, no era profunda, pero podía haber daños interiores.

-Debes llevarlo a San musgo.

-No puedo, allí estaría en más peligro. Mis compañeros me encontraran pronto, solo debo quedarme en un sitio fijo. –El chico miro a su alrededor- Pero no aquí.

Jess lo miro fijamente, era joven, aparentaba 20 años, su expresión y su mirada era lo que indicaban, pero su rostro daba a entender que aún no había salido de la pubertad.

-O lo llevas a un hospital o lo único que encontraran tus compañeros será a un moribundo en los mejores de los casos.

-Ya te he dicho que allí no podemos ir.

Jess sonrió, el chico tenia mucho genio. Lo miro a la cara y sintiendo una punzada de rabia Jess se encogió de hombros, tarde o temprano deberia volver a ese mundo, de todas formas ¿No había vuelto a Londres para volver a ver a sus amigos?

-Ven, te ayudare, yo lo sanare.

-¿Sabes como curar estas heridas?

-Si, fue medimaga, venga te llevare a un sitio seguro.

Los llevo fuera del jardín, allí cogieron un callejón, cuando llegaron al final del callejón, Jess abrió la puerta, pasaron entre un grupo de personas que dormían en el suelo. El chico miraba con desconfianza todo el lugar. Jess no lo culpo, esa era una casa de ocupas. Vivia de esa forma desde hacia muchos años, era la mejor forma de separarse de ese mundo.

Llegaron a una habitación, cerro la puerta. La habitación estaba sucia y solo tenia una cama, pero por lo menos era lo único que tenia en ese momento. El chico dejo al hombre en la cama. Miro la habitación con su mirada fría.

-Es tuya.

-No, es de un amigo, él es un ocupa, me deja entrar cuando hace frío, pero ahora esta de viaje.

-Y los de abajo.

-Son mis amigos, no nos molestaran.

-¿Tus amigos?

-En la calle, o nos ayudamos mutuamente o nos morimos todos, aunque no debes fiarte nunca de nadie.

Mientras Jess empezaba a romper las ropas del hombre para curarle las heridas, saco de su bolsa unas cuantas pociones que tenia guardadas, ya no vivía con la magia pero su varita y ciertas pociones nunca las dejaba a un lado.

El chico se había sentado en suelo, parecía cansado, aun sujetaba con fuerza la varita. Trato de relajarlo.

-¿cómo te llamas?

Él chico pareció dudar antes de contestar.

-Ronald...Ronald Mcwhite.

-Muy bien Ronald, se pondrá bien, solo esta inconsciente, tiene heridas feas. Su cuerpo ha sido muy maltratado. Solo necesita reposo. Mañana podrá levantarse, aunque se cansara rápidamente durante unos días-El chico afirmo con la cabeza, parecía que le habían quitado un peso de encima- ¿Es tu padre?

El chico miro al hombre con preocupación, parecía volver a dudar.

-Si, lo es.

Jess sonrió para si, ni se llamaba Mcwhite, ni ese era su padre.

-No te pareces mucho a él, debes ser una copia exacta de tu madre.

El chico sonrió por primera vez, tenia una sonrisa triste.

-¿Por qué os atacaban esos hombres?

El chico la miro con frialdad y sorpresa.

-¿Eran mortifagos? ¿Pensaba que el ministerio habia terminado con ellos?

-Lo eran.

-¿Por qué os atacaban?

-No nos atacaban, jugabamos.

El chico sonrió ligeramente con ironia. Estaba claro que el chico no queria hablar, tenia el pelo largo hasta los hombros y el flequillo le tapaba casi los ojos, pero aun asi dejaban ver el brillo de estos. Jess siguió currando las heridas del hombre quien le resultaba vagamente familiar. Cuando termino de curarlo miro al chico, seguia sujetando su varita con fuerza y estaba atento a cualquier ruido.

-Descansa, te lo mereces. Mañana tu padre estará mucho mejor.

Jess se acostó en un rincón y miro como el chico mantenía los ojos abiertos, cogía la varita con más fuerza. Antes de dormirse, Jess pensó que ese día había vuelto a la vida, se había roto la rutina, ¿pero porque habia aún mortifagos sueltos? Ya le pregunataria a Albus. El siempre sabía, aunque estaba segura que primero le reñiria por haber desaparecido durante 15 años sin haber dicho nada.