Para HJ y ER.
Porque las promesas se deben cumplir;
aunque tarden muchos años en lograrse.
"To carve out dials quaintly, point by point,
Thereby to see the minutes how they run,
How many make the hour full complete,
How many hours brings about the day,
How many days will finish up the year,
How many years a mortal man may live."
William Shakespeare. Enrique VI (Acto II, Escena V).
Disclaimer: Esta historia es un fanfiction de la serie Harry Potter no creado por el autor original de la historia, JK Rowling ni bajo sus auspicios. Todos aquellos casos en los que se usen los "Derechos de Autor", los mismos son y seguirán siendo propiedad de la Sra. Rowling. Por la presente su autor renuncia a cualquier interés de dichos Derechos de Propiedad.
PRÓLOGO
Llevaban días cavando sin descanso. Rodeados por una profunda oscuridad únicamente rota por la luz intermitente que salía de sus picos. En realidad nunca habían sido suyos, sino que se los habían entregado en cuanto llegaron a la cueva. Resultaban desconcertantes tan extrañas herramientas, puesto que no solamente pesaban menos que cualquier otra herramienta que hubiesen utilizado, sino que además les proporcionaba toda la luminosidad necesaria para trabajar sin descanso.
El señor John y el señor Taylor eran mineros experimentados venidos a menos; por ello cuando un par de misteriosos individuos los reclutaron para realizar un trabajo de excavación, a cambio de una suculenta compensación económica, pensaron que sus problemas económicos habrían terminado para siempre. Lo que nunca imaginaron es que esto tan sólo sería el inicio de unos problemas mayores. Para empezar sus reclutadores habían resultado ser de lo más extraños. No sólo vestían como unos locos y utilizaban un lenguaje ridículo he inventado, sino que además sus peticiones eran totalmente descabelladas.
—Estoy inquieto John. Estos tipos están totalmente locos.
—Sigue picando. Sus instrucciones son claras —contestó su compañero.
—¿Claras? Sí que son claras, pero son ridículas.
—Te he dicho que sigas picando.
El señor Taylor se detuvo y miro la silueta de su compañero con los ojos entrecerrados.
—¿Seguir picando? ¿Acaso estás tan loco como ellos? Sabes que es imposible que encontremos lo que nos han pedido. Por todos los cielos, esto es una cueva. ¿Cómo vamos a encontrar un maldito cuadro en este lugar?
—Nuestras instrucciones son claras. Eso está aquí y debemos picar hasta que lo encontremos. Y no hay más que hablar.
—¿Acaso me estás escuchando? Estamos buscando un cuadro en una cueva ¡UNA CUEVA! Dime qué sentido tiene.
—El sentido que le dan las varias miles de libras que nos pagaran.
—Eso es otro asunto. ¿Quién nos asegura que esos individuos tan extraños nos van a pagar?
—¿Quieres callarte? —señaló el señor John—. Me estoy cansando de que repitas tantas veces lo mismo. ¿Cómo crees que no nos van a pagar? Ellos trabajan para la nobleza.
—¡Bah!, ¿para la nobleza? Yo nunca he escuchado hablar de ese Lord Volde... no sé qué. ¿Y si es una broma o un truco?
El señor John reanudo su trabajo ignorando los alegatos del señor Taylor.
—¿Quieres hacer el favor de callarte y regresar al trabajo?
Cuando el señor John golpeó la roca un ruido hueco se escuchó en la cueva.
—¿Pero que...? —señaló el señor John— ¡Ayúdame Taylor! Saca la pequeña pala, creo que encontré algo.
Con mucho cuidado el par de individuos comenzaron a retirar las capas de la pared que sonaban huecas. Después de unos minutos un bloque de lodo seco cayó a un lado revelando un enorme cuadro.
—¿Pero qué…? —dijo el señor Taylor con los ojos desorbitados.
—Ja, ja —rio el señor John—; te lo dije. Los nobles hacen cosas raras, pero no pierden el tiempo con juegos.
El señor Taylor acercó la luz emitida por el pico a la pintura y dijo: —Esto parece el retrato de un individuo. Bastante mal encarado y desagradable, si me lo preguntas.
El señor John dio media vuelta dirigiéndose a la salida y gritando. —¡Señor Rowle, Madame Lestrange, lo hemos encontrado! Necesitamos ayuda para sacarlo.
—Nada de ayudas —respondió una voz sería desde la entrada—. Se les contrató para que terminarán el trabajo ustedes solos, así que háganlo y tengan mucho cuidado.
—Odio a esta gente —respondió por lo bajo el señor Taylor—. Se creen mejores que nosotros. Entiendo que no supieran cavar, pero es que ni siquiera se han dignado entrar en la cueva.
—Tendremos que sacarlo solos —dijo el señor John resoplando—. Vamos, cuánto antes lo saquemos antes nos pagarán y podremos ir a celebrarlo. ¡Qué ganas tengo de tomarme esa pinta de cerveza!
Con mucho esfuerzo la pareja de mineros consiguió cargar y mover el pesado cuadro fuera de la mina. En el exterior el sol había caído y la oscuridad envolvía todo. Un par de individuos aguardaban en los límites de la caverna impacientes.
Cuando el señor Taylor y el señor John lograrlo alcanzar el exterior y depositaron el pesado cuadro en el suelo un par de agitadas manos los empujaron alejándolos del mismo. Los dos señores observaban desconcertados e indignados a sus patrones, quienes ignorándolos se mostraban bastante inquietos y excitados.
—¿Es este Rowle? —preguntó impaciente Bellatrix.
Thorfinn Rowle miró detenidamente el cuadro de arriba abajo mientras lo rodeaba. —Es tal como el señor oscuro lo describió —añadió con una voz lenta y rasposa, e introduciendo la mano en su túnica extrajo su varita, mientras susurraba una serie de frases ininteligibles. El cuadro comenzó a emitir un ligero zumbido y un resplandor sobrenatural lo rodeó.
El señor Taylor miraba con los ojos desorbitados el actuar del sujeto. Sin darse cuenta había caído al suelo y se arrastraba de espaldas tratando de alejarse de él. Con un movimiento espasmódico enfocó su vista en el señor John, quien permanecía de pie, totalmente pálido y con el rostro desencajado. Parecía petrificado mientras miraba el espectáculo ante sus ojos.
—¡Este es el cuadro! —exclamó Rowle con un tinte de emoción en su voz.— Bellatrix haz el favor de llamar al señor tenebroso.
—¿Estás completamente seguro? —respondió la mujer temerosa—. Sabes que no podemos equivocarnos.
—No hay ninguna duda. Esto es lo que está buscando el señor oscuro.
Con una sonrisa desquiciada Bellatrix levantó su manga izquierda y tocó, con la punta de su varita, la Marca Tenebrosa.
Tan sólo habían transcurridos unos segundos cuando un fuerte ruido resonó en el lugar. Ante los cuatro individuos presentes se materializó la silueta de Lord Voldemort. En su rostro pálido se dibujaba una mueca de fastidio que resultaba totalmente atemorizante. Lentamente giró su cabeza en todas direcciones haciéndose una idea del sitio y la situación en la que se encontraba. Posó su mirada brevemente en los dos muggles que lo miraban con el rostro desencajado, y finalmente se dirigió al par de mortífagos arrastrando las palabras con un dejo de desprecio en la voz.
—¿Para qué me has llamado Bellatrix?
—Lo encontramos mi señor —añadió Rowle adelantándose a Bellatrix, mientras inclinaba lentamente la cabeza—. Hemos hallado lo que nos pidió.
Lord Voldemort clavó su vista en el cuadro que flotaba sobre el suelo. Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo mientras sonreía. Lentamente se acercó al cuadro y con su mano izquierda lo tocó. Sus yemas recorrieron el lienzo con una delicadeza llamativa mientras cerraba los ojos con deleite. Por primera vez en toda su vida Bellatrix Lestrange y Thorfinn Rowle miraban con escepticismo el deleite casi humano de su señor. De pronto Lord Voldemort se alejó un metro del cuadro y abriendo los brazos, como si se dispusiera abrazar a alguien, comenzó a emitir unos silbidos y sonidos extraños. Cuando calló el silencio en el sitio se hizo absoluto. Un silencio expectante… mordiente…temible.
El cuadro representaba una habitación oscura con una larga mesa de trabajo, un mapa de Europa se encontraba colgado en la pared, y en un lado de la mesa posaba autoritariamente un hombre calvo, de rasgos simiescos y con una barba fina y bastante larga, vestido totalmente de negro con un colgante sobre su cuellos y varios anillos en sus manos. Con pausa el extraño personaje giró su cabeza y clavando sus ojos en Voldemort comenzó a hablar en pársel.
—¿Quién osa dirigirse a mí incordiando mi descanso?
—Mi nombre es Lord Voldemort, soy un heredero de tu estirpe mágica. He dedicado mi vida para la consecución de tu legado. Estudié en el colegio que formaste hace milenios. Descubrí tus secretos más ocultos liberando a la bestia que residía en la cámara de los secretos. Ahora lucho por el control absoluto de la Comunidad Mágica y el sometimiento de los muggles. Soy el verdadero y único heredero de Salazar Slytherin.
Slytherin miraba a Voldemort con el ceño fruncido mientras tocaba su larga barba con su mano derecha. —Es posible que vos seáis heredero mío, no cualquier mago tiene el pársel entre sus habilidades comunicativas. ¿Qué queréis de mí?
—Sabes perfectamente lo que quiero. El gran Salazar Slytherin desarrolló un plan para obtener el máximo poder. He venido para que se lo des a tu legítimo descendiente. He venido por el plan sterkte.
—Ja, ja —Slytherin comenzó a reírse mientras en su rostro se formaba una sonrisa lobuna—. ¿El plan sterkte?, ¿acaso sois un insensato? ¿Pensáis que voy a entregaros el trabajo de mi vida simplemente porque lo solicitéis?
—Salazar Slytherin, hace muchos años que tu persona abandonó este mundo sin materializar tu sueño. Ahora el único que puede hacerlo realidad soy yo. Soy tu descendiente y me he preparado durante muchos años para conseguir el verdadero poder. No dudes y entrégame el plan sterkte.
—Sólo un verdadero descendiente mío sería tan bocazas y atrevido, más sin embargo vuestra merced debe de ser consciente que una simple petición no es suficiente para conseguir tan cuantioso botín —agregó Slytherin con una nota de cansancio.
—Por supuesto que soy consciente. Sabía de antemano que mi estimado antepasado solicitaría un, digamos, regalo de bienvenida —dijo Voldemort mientras sonreía abiertamente divertido estirando su mano y señalando al señor Taylor y al señor John—. Aquí los tiene: dos muggles preparados para ofrecer el pago solicitado.
El fundador miró con desprecio al par de muggles mientras sonreía ligeramente.
—Esa escoria bastara para lograrlo —concluyó emitiendo un suspiro.
Lord Voldemort giró su cuerpo y señalando al señor Taylor y al señor John les gritó: —¡Ustedes dos, incorpórense y acérquense!
—¿Cómo se atreve? —dijo el señor John con una nota de valor impropia de él—. No entiendo que está ocurriendo, ni quién es usted, y mucho menos porque está emitiendo esos sonidos tan raros y desagradables, pero me temo que no es el comportamiento que esperamos de su parte… ¿señor?
—¡Maldito muggle! —gritó furibunda Bellatrix—. ¿Cómo te atreves a hablare de esa forma al gran señor oscuro?
—Tranquila Bellatrix —dijo Voldemort modulando su voz—. Es normal que se comporte de esta manera si antes no nos han presentado. Mi nombre es Lord Voldemort.
—¿Es usted milord? —suspiró aliviado el señor John—. Perdone mi desconfianza pero este trabajo ha sido bastante extraño y desconcertante. Al parecer está usted conforme con nuestra labor —dijo mirando fugazmente el cuadro—, por lo que le agradecería que se cubrieran nuestros honorarios para podernos marchar.
—¿Marchar? Me temo que no puedo permitir que hagan eso todavía —Voldemort arrastraba cada una de las sílabas con una parsimonia peligrosa—, antes quiero que ambos se acerquen y toquen este cuadro.
—¿Milord? No entiendo el objeto de este accionar. Nuestra labor ha concluido y sinceramente nos gustaría que nos permitiese retirarnos.
Lord Voldemort realizó un movimiento con su varita en dirección de la pareja de muggles, quienes comenzaron a moverse como si fuesen simples marionetas.
—¡He dicho que toquen el cuadro! —añadió con rabia—. Los gritos de terror que comenzaban a salir de las bocas del señor Taylor y del señor John fueron rápidamente acallados con otro movimiento de varita. Finalmente el par de muggles se pararon enfrente del cuadro y pausadamente lo tocaron.
La pintura del cuadro comenzó a deslizarse a través de sus dedos cubriendo todo su cuerpo. Aunque no podían emitir ningún sonido, la pareja de muggles mostraba el terror extremo que sentían a través de las expresiones de su rostro. Finalmente, cuando habían sido cubiertos por la pintura, una estela plateada apareció alrededor de ellos y los introdujo sin reparo en el cuadro.
El señor John y el señor Taylor aterrizaron con un sonoro golpe en suelo. Poco a poco notaron que la opresión de cuerdas invisibles que los ataban había desaparecido, por lo que pudieron incorporarse sin problema. Al girar la cabeza observaron a Lord Voldemort que los observaba como si se encontrase del otro lado de una ventana.
—¿Dónde estamos John? —preguntó un señor Taylor aterrorizado.
—No… no lo sé —respondió el señor John quien giraba su cabeza de un lado a otro.
Una silueta se colocó enfrente de ellos, imponente como un Titán, mirándolos con desprecio. —Inmunda escoria muggle —dijo Salazar Slytherin—. Vuestra presencia inunda de repugnancia estos aposentos. Vuestro destino tiene un único camino —su sonrisa se ensanchó mientras decía—: sufrir y morir. ¡Crucio!
Los gritos de dolor resonaban más allá de las paredes del cuadro, llegando incluso a oídos de los tres magos que observaban el espectáculo. Lord Voldemort miraba fijamente con los brazos cruzados como su antepasado torturaba hasta la locura a la pareja de muggles. Miraba impertérrito el transcurrir de los minutos que se hicieron horas. Escuchaba los gritos de dolor y súplicas que poco a poco se iban apagando. Por otra parte Rowle y Lestrange se mostraban divertidos ante el espectáculo, aunque bastante desconcertados. Durante sus años de estudiante en Hogwarts habían visto infinidad de retratos de Salazar Slytherin, pero nunca nada parecido. Su señor se comunicaba directamente con el fundador, y aunque ignoraban el rumbo de la conversación puesto que se había desarrollado en pársel, podían disfrutar del espectáculo de ver sufrir a esa pareja tan desagradable de muggles.
De pronto los gritos y súplicas pararon. El señor Taylor y el señor John, arrodillados y cubiertos de sudor temblaban sin control, hasta que una luz verde choco contra sus pechos y ambos se desplomaron al suelo con los ojos vacíos mirando sin mirar a su verdugo.
Salazar Slytherin guardó su varita y les dio la espalda mientras se acercaba a un pequeño cofre de madera negra. Con mucho cuidado lo tomó entre sus manos y lo acercó a su boca mientras susurraba algo. El cofre se abrió completamente escupiendo un pergamino de su interior. Slytherin tomo el pergamino, y tras depositar el cofre en el suelo, se giró en dirección a Lord Voldemort.
—La ofrenda ha sido realizada —dijo con parsimonia—. Por mi nombre cumpliré con vuestra petición, así que Lord Voldemort le hago entrega del plan sterkte. Úselo sabiamente y cumpla su destino.
Lord Voldemort estiró la mano y tomó el pergamino con una enorme sonrisa en su rostro.
—Así lo haré... Salazar Slytherin el más grande de los cuatro —dijo mientras abría el pergamino con emoción—, así lo haré.
