El mundo de hoy
Hessefan
Disclaimer: No, evidentemente Shingeki no Kyojin no es de mi autoría. Todo de Hajime-sempai.
Prompt: 003. Patines rotos [Fandom Insano] (desde ya que en este caso es "EMT roto" XD)
Advertencias: BL, Eren/Rivaille/Eren, M muy M (igual, advertiré en las notas cuando llegue el momento). En el primer capítulo hay ooc adrede, o no es ooc, pero podría decirse que exagero algunas cualidades de los personajes con la clara intención de hacerlo. Tengan presente eso, que es PARODIA. Va sin beta: ¡TEMAN! Bueno, no, pero agradecería que me avisen si ven errores porque yo sola no puedo con todo *drama queen*.
Notas: Intenté hacer una parodia, pero fallé y resultó ser un híbrido. Tiene toques de romance y se me escapó un poco el drama, porque es inevitable obviar la tragedia con este manga (sí, por mucho que quise tomármelo a la ligera para escribir el fic y reírme un poco de los personajes). Se podría decir que no hay spoilers, porque me sitúo en un momento indeterminado y no hago menciones a sucesos que todavía no se vieron en el animé (o bien son delirios míos).
Capítulo 1: "Solo concéntrate en la pasta dental".
¿Por qué a él tenía que pasarle eso? ¿Por qué tenía que ser él quien acabara junto a ese grupo de anormales? Habiendo tanta gente un poco más sensata en un mundo tan alienante.
Hubiera preferido quedarse solo, a merced de los titanes y en campo abierto, antes que padecerlos a ellos en la aparente seguridad que les otorgaba la derruida infraestructura.
Observó al grupo con ecuanimidad; parecían tan ajenos a su presencia que decidió, primero, poner un poco de orden. No podría tocar los puntos más relevantes si se empecinaban en seguir con lo mismo.
—Sasha, deja de robar comida, todos podemos verte. Jean, deja de mirarle el culo a Ackerman, Ackerman… —suspiró, frotándose la sien—, contrólese por favor, necesitamos a Jean vivo para escapar de esta situación.
Sin embargo los tres continuaron ignorando a la autoridad presente, prologando los reclamos, quejas y lamentos. Se dio por vencido y miró al único que le prestaba atención.
—Armin, ¿dónde está Eren?
—Cumpliendo la orden que le dio, señor.
—Ve a buscarlo.
—Enseguida.
Mientras los esperaba, Rivaille se las ingenió para contener esa irrefrenable sed de sangre. Cualquiera que lo viera diría que el Sargento estaba tranquilo, como siempre; pero lo suyo en ese momento no era serenidad, sino más bien resignación.
Trataba de sosegar a ese titán interno que todos llevamos dentro por el bien del grupo. Si no los mataba era en parte porque no correspondía y en parte porque necesitaba de un equipo para salir con vida, o para echarle la culpa a otro en caso de que algo saliera muy mal.
—Bien, estamos todos, esta es la situación —reiteró cuando los otros dos volvieron. Rivaille no reveló nada nuevo, pero por la expresión de Sasha, había sido prudente empezar por las obviedades—: nos hemos dividido del grupo, afuera es un hervidero de titanes y ni con Mikasa en el equipo podremos reducir el número de ellos considerablemente como para plantear una huida razonable. —Gracias al dios-titán, al menos se consolaba con tenerla a ella allí; no mucho después se arrepentiría de esa ponderación precipitada.
—¿Y yo? —Eren saltó detrás del grupo con una mano estirada al cielo—Yo podría convertirme en titán y…
—Matarnos a todos —completó Rivaille sin remordimientos. Luego lo señaló con el dedo—, te recuerdo la última vez que te convertiste en titán: saliste corriendo como un loco —y pese a su tamaño le había costado encontrarlo, sentado a los pies de un río.
—Joder, que hizo un desastre —murmuró Jean mirando a Eren con fastidio.
Lo recordaría hasta el último día de su vida. Incluso, cuando estuviera siendo masticado por la boca de un titán, ese sería su postrero pensamiento. Nunca había sudado tanto en su corta vida.
—Tuvimos que atravesar la muralla María para darte alcance. No —enfatizó Rivaille con un tono monocorde y soporífero que, de todos modos por serlo, no causaba menos intimidación—, no estoy en condiciones de salir corriendo detrás de ti como una novia, que te quede claro.
La risilla de Sasha no pasó desapercibida.
—Novia —murmuró con regocijo.
—¿Qué le causa tanta gracia, Braus? Estamos en una situación que no amerita su felicidad.
—Señor, si me permite —Armin acababa de elaborar un plan en su cabeza.
—No —le cortó en seco—. Es por eso que debemos esperar a que el grupo vuelva a buscarnos.
—¿Lo harán?
Rivaille carraspeó antes de responder la pregunta de Jean.
—Estando Eren, Mikasa y yo aquí, mandarán a medio pueblo a buscarnos. No habrá anciano lo suficientemente viejo o niño lo suficientemente joven como para no estar en las filas de la Legión.
Jean gruñó algo inentendible, se cruzó de brazos y miró hacia un costado, asqueado por tanto envanecimiento.
—Oh, sí —murmuró con suavidad ante la expresión saturada del soldado. Lo suyo no era presunción, era objetividad—, agradezcan haberse distanciado del grupo con nosotros.
No hacía falta decirlo, pero si allí no estarían ellos tres, los otros desdichados podían darse por muertos. Rivaille no se enorgullecía ante la idea de que los altos mandos enviasen un batallón completo a morir al campo de batalla por culpa de seis imbéciles que habían hecho mal su trabajo, pero se lo figuraba.
—Señor… —Armin hizo un segundo intento.
—A ver qué tiene para decirnos el señor sabelotodo. —Rivaille fue condescendiente.
—¿Y si esperamos a que baje un poco el sol? Los titanes son más inactivos durante la noche. No estamos muy lejos del punto de encuentro, con caballos podríamos llegar en un par de horas. Deberíamos aprovechar la poca luz diurna que nos queda al atardecer.
Rivaille pestañeó, fastidiado por no haberlo pensado antes. Su plan consistía en valerse de su status para esperar en la comodidad de ese castillo a que fueran a buscarlos.
No porque le importase salvarse el pellejo -que sí, le importaba-, ni tampoco pretendía mandar a tantos hombres al muere tan solo por ellos, pero su deber primordial era cuidar a Eren. Por eso no podía permitirse tomar medidas muy alocadas sin tener en cuenta primero su seguridad.
—¿Tenemos caballos? —preguntó el Sargento— ¿Cuántos?
—¡Cinco, señor! —respondió Sasha— Según mis cálculos uno de nosotros estaría sin caballo.
Rivaille alzó una ceja sin dejar de mirarla con leve desconcierto.
—La felicito Braus, por lo que veo aprobó matemáticas en la academia.
No subestimaba su inteligencia: la joven había demostrado en muchas ocasiones tener más luces que muchos de sus compañeros a la hora de matar titanes. Su cerebro era todo un caso para la ciencia.
Tomó aire y miró al grupo en general.
—Bien, es un poco difícil escapar en un caballo cuando este debe llevar demasiado peso, pero veo factible el que uno cargue con un compañero.
—Si me disculpa, señor —habló Mikasa con falsa solemnidad—, el caballo que falta es el de usted, así que propongo armar una asamblea para decidir su destino. Yo opino que, como responsable directo del grupo, debería volver caminando al punto de encuentro.
—¡Mikasa! —Eren la miró con espanto por la sádica propuesta.
—Pero como soy yo el que da las órdenes, ordeno que sea Ackerman la que vuelva caminando hasta el punto de encuentro. Con los ojos vendados y de espalda.
—Y-Yo puedo llevarla —dijo Armin con desesperación.
—Yo también —se apuró a decir Jean.
—Oh, y a ti te encantaría llevarla —le soltó a Jean con infinita y lacerante seriedad.
Durante unos breves segundos no se escuchó ni el zumbido de una mosca ni el masticar de un titán, al menos hasta que Rivaille volvió a tomar la palabra.
—Estamos cansados, heridos y hambrientos. Hemos estado días bajo una situación de estrés. Levante la mano el que se sienta capaz de tomar un caballo en este momento y huir. —Nadie la levantó, tal como sospechó—. Entonces aprovechemos que los titanes parecen no saber que estamos aquí y descansemos. Tenemos dos opciones: podemos esperar a que el grupo de rescate venga por nosotros o bien dormir unas horas para recuperar energías e intentar llegar al punto de encuentro antes del amanecer.
Su mirada se posó en el muchacho por el que debía velar.
Fue instintivo: Eren dio un respingo hacia atrás volviendo en sí de sus ensoñaciones. Como si temiera ser atrapado cometiendo alguna falta.
Santo cielo, no iba a retarlo ni mucho menos a matarlo… salvo que le diera motivos para querer arrancarle un brazo.
—Eren, ¿la tarea que te encomendé?
—He logrado terminar de limpiar el excusado, señor.
—¡Señor! —Sasha levantó la mano— ¡¿Cómo haremos con la comida?! ¡No tenemos suficiente víveres para todos!
—¿Cómo que no tenemos suficientes víveres, Sasha? —preguntó Armin con timidez. La chica tenía una sonrisa de absoluta satisfacción en la boca cubierta de migas.
—¿Te comiste todo en el tiempo que el Sargento estuvo hablando? —Jean la miraba debatiéndose entre el asco y la franca admiración.
—Por lo pronto —dijo Rivaille hablándole a todos, pero mirándola fijo a ella— aten a Braus; será tratada como un titán. Hay que terminar de inspeccionar el lugar. Lo haré personalmente, ustedes pónganse a limpiar. Cuando regrese quiero ver todo reluciente.
—No tenemos con qué limpiar —se quejó Mikasa— ni tampoco la necesidad.
—Por la salud física y mental de todos haré de cuenta que no oí ese comentario —Rivaille se separó del grupo con la profunda necesidad de hacerlo, pero antes de atravesar la puerta los amenazó de una manera muy sutil—: Si no hay agua usen saliva.
—Pero señor… —musitó Armin con cortedad, deteniendo su huida— la saliva contiene demasiados microbios.
Rivaille lo consideró, no es que alguien como él hubiera dejado de lado ese gran detalle.
—… es una manera de decir que se las ingenien como sea —aclaró entre dientes y dio la vuelta para irse de una bendita vez.
La fortaleza era chica comparándola con la gran mayoría, pero esa primera impresión se debía a que la mitad del edificio estaba derrumbado a causa de la actividad de los titanes, y por ello gran parte de él era inutilizable.
Bajó las escaleras notando que por el precario estado del mismo dormir allí sería un peligro. No tenían, tampoco, demasiadas opciones. Llegó a una de las habitaciones donde no había un techo que lo amparase y tocó la pared más cercana, distinguiendo una gran grieta desde los cimientos hasta los límites.
—Hay probabilidad de derrumbe —dijo para sí, chistando luego: con suerte se libraba de ellos y de una manera natural, sin necesidad de experimentar demasiada culpa.
—¿A quién le hablas? —Eren apareció por detrás, hablándole de manera informal.
En ese último tiempo, cuando se quedaban a solas, osaba dirigirse a él como a un camarada más. Por algún motivo Rivaille no podía reprocharle tanto atrevimiento, quizás porque en el fondo el cambio le agradaba.
—¿Qué haces tú aquí?
—Te seguí.
—De eso me doy cuenta —lo miró entre ojos, más de lo habitual—, ¿por qué no estás limpiando?
—Yo ya limpié el excusado —rezongó apocado.
—Bueno, pero el castillo es grande.
—No vamos a usarlo todo, además tú lo dijiste —reprochó golpeteando con los nudillos la pared agrietada—, solo podemos utilizar uno de los cuartos porque está que se cae.
Dicho y hecho, como si hubiera invocado la fatalidad, oyeron un gruñido que parecía provenir de la tierra, se oía muy parecido al sonido de los pies del titán triturando árboles. Fue un segundo lo que le tomó reaccionar: Rivaille aferró la chaqueta de Eren para arrastrarlo y sacarlo del peligro, pero la pared era muy alta y antes de que pudieran advertirlo, estaban siendo sepultados por escombros.
El derrumbe fue parcial, porque de haberse caído la pared entera no estarían ahí para contarlo.
—¿Estás bien? —preguntó Eren con el cuerpo del sargento entre las piernas. Recibió un golpe en el hombro como respuesta.
Pese a la mirada acusadora, ambos sabían que un simple golpeteo no podría haber ocasionado tal desgracia, así que Rivaille dejó el regaño de lado para comprobar con pesar que ese derrumbe había causado un efecto dominó.
Una de las paredes cayó como si se tratara de una cortina, revelando el exterior repleto de titanes.
—¡Maldición, los caballos se asustaron y están huyendo! —Rivaille se puso de pie de un salto.
—¡La comida! —se escuchó el grito desesperado de Braus.
No solo la comida se iba con ellos, pensó Rivaille, también la posibilidad de regresar al punto de encuentro… y todos sus enseres de aseo personal.
—Es mi responsabilidad, yo iré a buscarlos —dijo Eren.
—No —Rivaille le puso una mano en el pecho, deteniendo la marcha—, la pared se cayó sola.
Lo tomó del cuello de la camisa y lo arrastró con sigilo hasta el interior del castillo.
Cubiertos de polvo y con trozos de pared en el cabello, se aparecieron ante el grupo. Ellos ya habían oído el estruendo y visto a los caballos huir; desde esa altura tenían un mejor panorama del exterior.
—Desde aquí los veo —dijo Sasha mirando a través de los prismáticos—, se internaron en el bosque.
—¿Tú no deberías estar atada?
—Pero ya no hay nada para comer, señor —habló Armin, tratando de defenderla—, así que no lo veíamos necesario.
Rivaille lo miró con hastío. Si en cuatro horas no alimentaban a Braus corrían el riesgo de ser asesinados.
—Tú serás el primero en morir, te aviso. No pienso sacrificarme para alimentarlos a ustedes —se acercó a Sasha y le quitó los prismáticos para contemplar el panorama—Joder, no están tan lejos, pero esos bastardos siguen ahí.
—Parece que los titanes ahora sí nos están buscando —murmuró Mikasa—; deben oler a Eren, apesta a titán.
—Hay que ir tras los caballos —dijo Rivaille con firmeza—, la pasta dental era nueva.
—¿Qué? —preguntaron a coro, creyeron haber oído mal.
—Iré yo —continuó el Sargento— ¿quién me acompaña? Son dos los caballos que se fueron. Puedo volver con ambos, pero si regresamos montando será más rápido y seguro.
Se vio en la necesidad de justificarse, pues no preguntaba si lo acompañaban porque tuviera miedo, como la risita de Sasha parecía indicar. Lo suyo era practicidad.
—No, Eren, tú no irás —y esperó, para recibir a cambio silencio—, bien… ¿qué es esto, un grupo de cobardes?
—Usted nos dio una orden, señor —habló Mikasa con tono monocorde—, y estamos en ello.
—Ahora se acuerdan de ser obedientes —masculló viendo como Jean tomaba una lata para llenarla con agua y empezar a limpiar—, qué oportuno.
—S-Señor…
—Te he dicho que no, Eren —se quejó, quitándose de malos modos la mano que le había puesto sobre el hombro con el fin de hacerlo voltear—, controla tus ansias de matar titanes.
De ser así la situación, iría solo; podía ir primero por un caballo y luego por el otro, no necesitaba a ese rejunte de soldados inexpertos con un pie más cerca de la tumba. Preparó el equipo y salió del cuarto, tomando la escalera de piedra para internarse en el bosque.
No tardó en advertir que Eren lo seguía de nuevo.
—Te he dicho…
—Haremos más rápido —le interrumpió vacilante, no era fácil contradecir a Rivaille, incluso midiendo unos centímetros más o siendo un titán. Se necesitaba kilos de coraje y litros de testosterona—. Si vamos los dos, regresaremos con los caballos eludiendo a los titanes; si vas solo…
—Ok, pero si mueres será tu culpa, ¿está claro?
—No moriré —sonrió apenas. Había sobrevivido. Y no era fácil sobrevivir a lo que las malas lenguas llamaban "la furia enana".
Contrario a lo juzgado por el vilipendiado, Eren lo veía poético al mote venenoso, porque podía compararlo con las estrellas.
"Estrella enana: fría y estable, mantenida por la repulsión debido al principio de exclusión entre electrones".
Frío, estable, repulsivo. Exclusión y electrón… una magnífica forma de describirlo, sin dudas.
Y cuando Rivaille explotaba era como un gran Big Bang.
La vez que se animó a compartir dichas apreciaciones, el sargento le arrancó una pierna para después empezar a llamarlo con nombre de mujer.
Desde entonces el soldado decidió reprimir su lado bucólico… o lado femenino, según Rivaille.
Lamento mucho no incluir a otros personajes, pero tengo en mente darles más lugar a futuro (especialmente a Christa). Espero que les haya gustado. Si la musa y la fuerza me acompañan, estaré trayendo el segundo muy pronto.
¡Muchas gracias por leer!
06 de julio de 2013
Merlo Sur, Buenos Aries, Argentina.
