Woa! Años sin publicar nada aquí y seguiría así de no ser por una conversación con mi beia amiga Yazz y las imágenes especiales de soldaditos sobre esta preciosa ship, que si bien me había llamado la atención, no fue sino hasta que otra amiga me habló un poco más a fondo de ellos que realmente me interesó. Lo que hablamos Yazz y yo lo tomé como un reto y tomando en cuenta que ahora tengo tiempo libre, ps... aquí está el resultado.

En fin, oficialmente es la primera vez que escribo algo con temática 'shaoi' y de personajes que apenas si conozco pero bueeeno, a ver qué pasa (creo que debí empezar con un JayDick que conozco más pero ya qué)

Advertencias. Les juro de todo corazón que estoy haciendo un esfuerzo sobre humano para no salirme de las personalidades de los personajes pero si por ahí leen que me estoy tomando muchas libertades, ps... me avisan y lo corregimos n.n

Disclaimer: Ninguno de los personajes que aquí describo me pertenecen, sino Bakugou sería el prota :3


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Capítulo 1. El preludio al caos

Confusión.

Le tomó varios segundos que la vista se le aclarara después de abrir los ojos. Su cuerpo le pesaba y sentía como si se encontrara en el más extraño de los sueños. No sentía sus brazos o las piernas, era como si estuviera flotando en la nada, sumergido en un extraño mundo onírico que no lograba comprender. Poco a poco todo a su alrededor comenzó a tomar forma despejándose la neblina que cubría su visión. Estaba recostado en la cama de una pequeña habitación sin saber cómo había llegado hasta allí, aunque no pasaría mucho tiempo para que se diera una idea de lo sucedido, pues los recuerdos llegaron a su cabeza dándole las respuestas que tanto ansiaba.

Se encontraba en el campo de batalla con arma en mano defendiéndose de los enemigos que rodeaban el fuerte. La adrenalina recorría su cuerpo y mantenía todos sus sentidos alerta. Sus oídos ya se habían acostumbrado a los disparos de ambos bandos y casi podía vislumbrar a la muerte saltar de un campo a otro sin discriminar a nadie, le bastaba con acercarse lo suficiente y darles el beso fatal para robar el alma de aquellos condenados. Su respiración era acelerada, había entrenado varios años para esto pero fue en ese momento en que se dio cuenta de que nunca se está completamente preparado del todo para hacerle frente a aquel ente, rezaba para que ese juez y verdugo no le dirigiera esos ojos sin vida y se lo llevara como a los otros. Le bastó estar al borde de la muerte para apreciar la vida más que nunca, pocos lo entenderían a menos que su vida pendiera de un hilo como ahora lo estaba la suya.

Miró a su alrededor, el capitán Aizawa-san gritaba las órdenes que sus compañeros no titubeaban en acatar, todos parecían sentir el mismo miedo que él, no obstante, ninguno se dejaba llevar por sus emociones. Jiro-chan y Tsuyu-chan obedecían las órdenes desde el flanco derecho mientras Iida-kun y Yaoyorozu-chan se mantenían cerca del capitán discutiendo las estrategias de combate. Junto a él su mejor amigo, ese rubio escandaloso y egocentrista que parecía disfrutar su trabajo más que nadie, no había quién pudiera acercarse si quiera a la barraca en donde ellos se encontraban y alegaba al pequeño consejo de guerra por rodear al enemigo y encararlo; se veía muy confiado y se alegraba de estar a su lado, por alguna razón ese muchacho lograba contagiarle su determinación y el miedo que sentía, se convertía en seguridad, sabiendo de antemano que podrían salir con vida de este ataque pues la necesidad de proteger a su gente de los invasores era apremiante para todos.

Segundos después, la ley de Murphy hizo su efecto y uno de los peores temores del muchacho se hizo realidad. Cerca de donde él y su compañero se encontraban un objeto aterrizó, ninguno tardó en reconocer la forma de la granada de fragmentación que había caído a escaso un metro de ellos, tardó algunas milésimas de segundo en reaccionar pero el tirón del rubio fue suficiente como para sacarlo de su estupor. Corrieron como alma que lleva el diablo pero el estallido lo desorientó. El sonido había sido tan abrumador que lo hizo vacilar, sintió como si le hubieran perforado los tímpanos y aunque el dolor le pareció insoportable, no lo fue tanto como aquello que le golpeó en la cabeza.

En ese momento, la vista se le oscureció y lo último que alcanzó a distinguir fue la voz de Bakugou gritando su nombre, algo extraño tomando en cuenta que nunca antes había escuchado a su amigo pronunciarlo.

Automáticamente su mano se fue a la frente tratando de comprobar aquel recuerdo que aunque borroso, le bastó para darse una idea de lo que ahora estaba viviendo. Al sentir el vendaje en torno a su cabeza no lo pensó dos veces y se sentó en el colchón de aquella cutre habitación tratando de descubrir lo que había pasado después de perder el conocimiento. No tardaría mucho en saberlo pues en la puerta se encontraba el rubio con los brazos cruzados mirando hacia el pasillo, bañado por la delicada luz de la vela que le daba un extraño aire etéreo― ¿en dónde estamos? ―le preguntó tan pronto percibió su presencia, la cabeza le daba vueltas y un molesto sonido dentro de sus oídos no le permitía aclarar del todo sus ideas.

―Fuimos emboscados ―respondió el rubio sin mirarlo siquiera― fuiste golpeado por un fragmento de la granada que nos lanzaron, fue una suerte que se hubiera tratado de un simple rebote porque de lo contrario, ya no estarías con vida ahora ―un escalofrío recorrió la espalda del muchacho y tragó saliva. Bakugou suspiró cansado y finalmente se acercó a la cama, no es que aquella vieja habitación poseyera demasiadas cosas, apenas si contaba con lo necesario para que pudieran pasar la noche como la cama en la que el pelirrojo yacía recostado, un escritorio enmohecido y un armario destruido― no sé en dónde se encuentren los demás pero debemos reagruparnos.

Arrastró las últimas palabras con asco y desdén, el joven conocía demasiado bien a su amigo como para saber que lo que menos le gustaba a ese orgulloso chico era admitir que debía trabajar en equipo. No pudo contenerse y sonrió por ello pues también sabía que él era capaz de sacrificar su ego por un bien mayor, y defender a su gente definitivamente superaba cualquier cosa.

―En un momento estaré listo ―le dijo el pelirrojo tratando de incorporarse pero su compañero lo detuvo. Confundido, el muchacho lo miró interrogante con sus grandes ojos carmesí― ¿Q-qué sucede? ―lo cuestionó con temor, sabía muy bien que ese chico tenía un temperamento de los mil demonios y lo que menos quería ahora que le dolía la cabeza era que comenzara a gritar ya que esto precisamente parecía ser su deporte favorito.

―¡¿Qué no es obvio?! ―exclamó el chico, fue tonto creer que lo que menos deseaba que hiciera, no sucedería― ¡estás herido y no puedes salir así! ―refunfuñó mientras lo empujaba de nuevo a la cama, ocultando su preocupación detrás de una máscara de ira. El muchacho lo observó anonadado ante aquella infantil rabieta y sonrió casi al instante, sabía muy bien que su amigo jamás admitiría sus sentimientos abiertamente, por eso le alegraban esos pequeños lapsus en que dejaba relucir un poquito de la bondad que sabía que abundaba en él.

―Si nos quedamos aquí seremos un blanco fácil ―tentó a la suerte el pelirrojo, por alguna retorcida razón le parecía divertido sacar al rubio de sus casillas, además, su propio ego le exigía sentir de nuevo la preocupación del muchacho.

―No nos encontrarán ―respondió el rubio tomando asiento en la cama― es un pueblo fantasma que se encuentra a tres kilómetros del frente de guerra ―se detuvo un momento y Eijiro casi pudo ver un halo terrorífico envolviendo el cuerpo de su amigo― y todos los que se atrevieron a seguirme ahora están muertos ―rió diabólicamente luego de su última declarativa y su compañero tragó saliva pensando en la suerte que tenía por estar en su mismo bando.

Kirishima no pudo apartar la mirada del chico, realmente era bueno en lo que hacía y por muy maníaco que a veces pudiera parecer, sabía muy bien que no se trataba sino de una falsa careta que solo servía para ocultar su verdadera esencia. Detalle que por cierto lograba confundir a los demás, incluso al mismo Midoriya-kun quien lo conocía desde la infancia. Pero por alguna razón él había logrado ver más allá de esa fachada, después de un tiempo de haberlo conocido comenzó a entenderlo y ahora se jactaba de que podía leerlo como si de un libro se tratase. Aunque ese chico lo quisiera, jamás podría engañarlo y extrañamente esa verdad le daba cierta satisfacción. Un peso extra en sus piernas -justo debajo de sus rodillas- lo sacó de sus cavilaciones y no tardó en ver al muchacho recostado en ellas con los brazos detrás la cabeza y la vista fija en el techo.

Sumidos en un apacible silencio, Kirishima no tuvo el valor de romperlo con más preguntas y se dejó llevar por el momento mientras imaginaba el cielo estrellado detrás de las gruesas cortinas oscuras. Tal parecía que Bakugou había pensado en todo para que no los descubrieran― ¿cómo te sientes? ―le preguntó éste con indiferencia, como quien busca sacar plática preguntando por el clima.

―Mejor ―afirmó el pelirrojo mostrándole una enorme sonrisa agradecido de pensar que su amigo había recorrido tres kilómetros cargando su peso y peleando contra el enemigo con tal de ponerlo a salvo. El semblante serio del otro no le dijo mucho pero aun así, logró percibir –aunque fuera por un instante– sus labios surcados en una leve sonrisa de alivio. No podía negarlo ya a estas alturas, por mucho que se lo hubiera dicho una y otra vez, Katsuki Bakugou no le pasaba tan desapercibido, al menos no de la forma en que él se había dicho en los últimos ocho meses. Al principio lo creyó su mejor amigo, luego su amistad llegó a ser más fraternal convirtiéndose en un hermano para él, pero de un tiempo a la fecha, las cosas se habían vuelto diferentes y extrañas.

Como una quinceañera, no podía definirlo de otra forma, su corazón latía desbocado al sentir su cercanía y últimamente le resultaba casi imposible evitar que la sangre llegara a su cara cada vez que el rubio se dirigía a él, había ocasiones en que simplemente se perdía por completo observando sus movimientos y no era sino hasta que el revuelo en su estómago lo sacaba de su ensimismamiento que apartaba la vista de su torneada musculatura. No era normal eso que sentía, al menos no para un hombre, un hombre muy macho y heterosexual como lo era él, de eso estaba casi seguro.

A medida que había pasado el tiempo, el sentimiento que albergaba por ese chico se hacía más fuerte y con la misma intensidad que crecía, el pobre Kirishima se veía obligado a reprimirlo, tanto por Bakugou, por su amistad y por él mismo. Por obvias razones estaba confundido, hasta antes de entrar a la academia militar solo las mujeres le habían atraído de manera romántica, incluso llegó a tener un par de novias en la escuela, por eso no se explicaba el porqué de este cambio tan drástico ¿acaso habría sido por estar rodeado de hombres solamente? Definitivamente no se trataba de eso, Yaoyorozu-chan, Uraraka-chan y otras chicas compartieron clases con él, entonces… ¡¿por qué precisamente debía ser Bakugou y no alguna de ellas?! Al tanto estaba de que cualquiera de sus compañeras eran extremadamente hermosas y todas le parecían realmente lindas como para que su estúpido corazón terminara sintiendo cosas nada varoniles por un hombre… y no de un hombre cualquiera, sino del chico con el peor temperamento del regimiento. Estaba seguro de que ya podría darse por muerto si le hacía alguna insinuación rara al explosivo muchacho.

―Iré a hacer guardia ―comentó el joven de rojizos cabellos mientras sacaba sus pies del aprisionamiento del peso del otro, buscando una manera de alejarse cuanto antes de ese lugar, tratando de apartar sus pensamientos del rubio y ansiando poner distancia antes de hacer algo de lo que más tarde se fuese a arrepentir. Su compañero lo sujetó de la camisa de resaque negra que llevaba puesta impidiéndole continuar, Kirishima se mordió el labio con sus grandes colmillos, frenando el repentino deseo de abalanzarse sobre él y besarlo el resto de la noche, dando rienda suelta a sus más bajas pasiones.

―¡Debes descansar! ―espetó Bakugou y Kirishima pudo percibir en su tono, que su mandíbula estaba tan tensa como cuando se molestaba. Giró un poco el torso, lo suficiente para poder fijar sus rubíes en los de su interlocutor. Fueron unos segundos los que permaneció dubitativo mientras una batalla campal se libraba en su interior, por una parte la razón ahogaba aquellas palabras que exigían por salir; por otra, su corazón se resistía y trataba de tomar el control de su cuerpo para rebelarle la realidad.

―Solo echaré un vistazo afuera, después de todo no podemos confiarnos estando en medio de una guerra ―se justificó al fin, al menos había salido airoso de esta batalla interna― de cualquier forma debo ir al baño ―agregó y sonrió sin mirarlo ahora a la cara, creyendo que bastaba cualquier nimiedad para que sus impulsos transgredieran su amistad.

Bakugou respondió con un gruñido y antes de marcharse de la habitación, Eijiro lo vio acomodarse donde antes se encontrara recostado él. El baño estaba a la izquierda y pese al deplorable estado de la vivienda, aún contaba con los servicios básicos como agua, electricidad y gas. Suspirando hondo se sujetó del lavamanos para no caer desfallecido, estaba exhausto, quizás por la batalla que habían librado al frente. Se miró al espejo, cada vez le resultaba más difícil contener sus estúpidos arrebatos de adolescente enamorada. Se mojó la cara con agua fría y se negó a volver a la habitación en un buen rato. Tiempo que decidió utilizar para comer una sopa enlatada que encontró en una de las alacenas de la cocina.

Una vez saciado su apetito, se dirigió a la ventana para cerciorarse de que efectivamente no hubiera enemigos siguiéndoles el rastro, y mientras escrutaba tranquilo detrás de las roídas cortinas con las luces apagadas -pues a pesar de que la casa aún contaba con electricidad no podían darse el lujo de iluminar la vivienda por seguridad propia- se dio cuenta de que seguramente quienes habitaron en ese pueblo debieron ser evacuados apresuradamente pues sus vestigios todavía permanecían como fantasmas de lo que una vez fuera el diario vivir en ese lugar. Desde donde se encontraba alcanzó a distinguir ropa olvidada en los tendederos, puertas semi abiertas, juguetes olvidados en las calles, entre muchas más cosas que ahora solo eran un recuerdo taciturno. Un cuadro deprimente que le hizo sentirse orgulloso de estar entre las filas de las tropas para evitar que más gente tuviese que sufrir.

Estuvo un par de horas observando aquella ciudad hechizada por el horror, sumido en la miseria de vivir en una época de guerra. Poco entendía de política pero tenía claro que los verdaderos perpetradores de aquel mal nunca se enfrentaban en batalla, simplemente se limitaban a dar órdenes desde arriba y terminaban siendo los inocentes quienes pagaban el precio de las decisiones de los verdaderos villanos. Para él no había buenos o malos, solo diferencias de opinión y avaricia de poder.

Caminó con paso lento de regreso a la habitación sintiendo que el tétrico rechinido de los peldaños de las escaleras hacía juego con el aire tenebroso que se respiraba entre las penumbras del lugar, absorto en su propia ansiedad por llegar a la planta alta y cerciorarse de que su amigo se encontraba con bien. Como lo imaginó, la vela que iluminaba la habitación estaba un poco más consumida que cuando la dejó, supo entonces que quizás le quedaba poco más de una hora de vida pero no le importó pues su atención se centró en la cama, donde el joven que lo volvía loco por mil y un motivos dormitaba con el brazo derecho cubriendo sus ojos. Lo contempló algunos minutos desde donde se encontraba, lo poco que lograba distinguir de su rostro se veía relajado, una expresión que difícilmente mostraba estando consciente. La sangre subió a sus mejillas al percatarse de lo atractivo que lo encontraba acunado en los brazos de Morfeo, iluminado por la tenue luz de la vela. Dio algunos pasos hacia el frente, le quitó las botas y reacomodó la postura del rubio con parsimonia, teniendo el cuidado suficiente de no despertarlo.

El calor invadió su cuerpo y en su fuero interno deseó poder pasar más noches junto a aquella persona que le maravillaba tanto como le intrigaba, claro, sin las restricciones del temor a perderlo todo si se atrevía a sincerarse con él, imaginó un mundo en que podría entrar a la habitación y encontrarlo de la misma manera pero a diferencia de su realidad, él lo aceptaría felizmente, siendo capaz de corresponder sus sentimientos y hacerlo parte de su sueño...

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Antes que nada, muchas gracias a aquellos valientes que llegaron hasta el final! Oficialmente esto sería un fic de un solo capítulo pero no quedé conforme y me puse a escribir un segundo cap solo que ahora estoy muy triste porque con el final de Voltron me quedé sin serie para seguir y tampoco estoy de humor para continuar escribiendo. Pero no se preocupen, espero poder traerlo dentro de quince días.

PD. Se nota que soy pésima poniendo títulos?

Dudas, preguntas, sugerencias, amenazas de muerte o cualquier comentario siempre son bienvenidos *-^