Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me corresponden, puesto que pertenecen a Hiro Mashima. Esta historia está hecha sin fines lucrativos.

N/A: pues aquí vengo de nuevo a la carga.

Reconozco que esta idea lleva rondándome la cabeza toda la mañana, así que necesitaba sacarla o terminaría volviéndome loca (si, más de lo que estoy, ¿vale?). Luego al final os explico un poco más. Os dejo leer a gusto.

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Our Seven Sins

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Prólogo.

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Gray empujó las puertas del gremio con desgana. El ambiente brumoso y turbio que sobrevolaba en el ambiente no le sorprendió en lo más mínimo. Suspiró, y se dirigió con pasos tranquilos a la barra, en donde una distraída Mira limpiaba unos cuantos vasos con un trapo. Una vez frente a ella, tomó asiento en uno de los altos taburetes. Pidió una jarra de cerveza, obteniendo una pequeña sonrisa por parte de la joven de cabellos albinos. Cuando la tuvo entre sus manos, dio un pequeño trago. No levantó la vista de la cerveza.

—¿Cómo sigue?

La sonrisa de Mira murió lentamente. Cogió otro vaso, y se dispuso a limpiarlo sin prestar realmente atención a la tarea. —Continúa igual —su dulce voz surgió rota.

Gray jugueteó con la jarra entre sus manos. —¿Él sigue sin querer hablar?

Mira suspiró, y se limitó a asentir con la cabeza. —El Maestro ha decidido mantenerle cautivo en uno de los calabozos. Mañana vendrá finalmente el Consejo para ponerle bajo su custodia.

El usuario de creación de hielo chasqueó la boca en desacuerdo. —No deberíamos entregarlo —apretó la jarra en su mano—. No aún —masculló.

Mira paró de limpiar el cristal. —No desea colaborar, Gray. El Maestro Makarov, e incluso Laxus, han intentado que coopere, y no lo han conseguido. Se defiende con el hecho de que no podemos hacerle daño. No, hasta que se dictamine sentencia por parte del Consejo.

—Esos malditos idiotas no harán nada —masculló, furioso—. Se limitarán a encerrarle en una de las celdas más profundas, y tirarán la llave. Y mientras eso pasa, corremos el riesgo de que un miembro de nuestra familia no vuelva a despertar —estrelló un puño contra la barra.

Mira suspiró de nuevo, como si hubiese tenido que repetir las mismas palabras doscientas veces para intentar convencerse incluso a sí misma. —Debemos confiar en que eso no ocurra —musitó con la boca pequeña—. Porlyusica-san, Levy y Wendy, continúan investigando acerca de los posibles efectos colaterales. Están probando distintos tratamientos para comprobar si despierta. Recuerda que ella se encuentra en una especie de sueño. Es su cabeza la que no quiere despertar. Físicamente, está sana. Herida, pero sana.

Gray se levantó de golpe del taburete, como espoleado por la fuerza de un caballo. —Nos estamos quedando sin tiempo, ¡con gente como él solo funcionan los golpes! —exclamó fuera de sí— ¿¡dónde demonios está el maldito cerebro de lava!?

La joven camarera aguantó el arranque del usuario de creación de hielo con una entereza inaudita. Sabia de sobra que el muchacho no se encontraba del todo en sus cabales en aquel momento. Igual que todos los demás, a decir verdad. —Con Lucy. No se ha movido de allí desde que llegasteis, lo sabes, Gray.

Gray se dejó caer sobre el taburete, y enterró las manos entre sus cabellos. —¿Qué hago? —su voz surgió entre susurros— ¿Qué puedo hacer, Mira? Hemos pasado por demasiadas cosas como para esto. Tiene que ser una puta broma de mal gusto…

Mira posó una mano sobre el hombro del chico, intentando confortarle de algún modo. —Ahora debemos confiar en ella. Es muy valiente, y su determinación siempre ha sido inaudita. Tú lo sabes. Además, Natsu no dejará que ella se vaya así como así. Necesito que consigas convencerlo de que coma algo, podría enfermar él también. Eres el único al que escuchará, Gray.

Gray asintió levemente con la cabeza. Con lentitud se puso en pie. Sentía la mirada apesadumbrada de los demás miembros de su gremio clavada en su nuca. Abandonó el salón y se dirigió hacia la enfermería. Abatido, caminó por los solitarios pasillos de piedra. Una vez llegó al umbral de la enfermería, pudo escuchar los resquicios de la voz del tragafuegos. Llevaba hablando a la usuaria de magia estelar casi dos días seguidos. Según había comentado Porlyusica, eso era bueno para ella, puesto que la familiaridad de su voz podría ayudarla a despertar. Y Natsu, desde entonces, no había hecho otra cosa. Esbozó una media sonrisa agria. El idiota no tenia limites; para él siempre era o todo o nada. Se pasó una mano por el rostro. Ni siquiera quería imaginar el hecho de que Lucy terminara por no despertar. Temía, en cierto modo, la reacción del tragafuegos. Era algo en lo que ni siquiera se atrevía a pensar. Le aterrorizaba.

La simple idea le agitó al punto de la turbación. Con la respiración entrecortada, encerró las manos en puños. Iba a hacer algo mejor por él. Decidido, dio media vuelta en un giro apresurado. Cuando llegó al final del pasillo, dobló por la derecha, y bajó las escaleras. Las antorchas se mantenían encendidas. Una vez estuvo frente a la puerta, inspiró profundamente para calmar parte de sus nervios y su propia ansiedad. Nadie tenía porqué enterarse de su pequeña visita casual… ¿verdad? Total, a excepción del Maestro y Laxus, habían prohibido a todos los demás acercarse a los calabozos. En cierto modo, entendía la restricción. Ese maldito bastardo debería dar gracias de continuar vivo. Así que si no era por las buenas… tendría que ser por las no tan buenas.

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—Eh, tú, despierta.

Abrió un ojo. No porque el imbécil se lo pidiera, sino porque, en cierto modo, estaba aburrido. Hacia un rato que el viejo se había marchado por donde había venido. Otra vez. Seguro que en un rato volvía de nuevo. Era inútil. No soltaría la lengua. Y eso que era un viejo persistente, no se cansaba. ¿Qué culpa tenia él de que la muy imbécil se pusiera en medio? Ninguna en absoluto. El únicamente había ejercido su derecho a defenderse. Ese grupito de niñatos había ido a por él a causa de la recompensa sobre su cabeza. Bien, pues esa, sería la única recompensa que recibirían. Lástima que ese cabrón con la magia de hielo le hubiese dejado inconsciente y arrastrado a ese maldito gremio. Llevaba encerrado dos días, y por lo que sabía, en el momento en el que el Consejo se había enterado de su captura, había solicitado su custodia. Esbozó una sonrisa, aunque le faltaran la mitad de los dientes.

—Menuda manera de tratar a los invitados —su voz gutural le raspó la garganta—. Vuestro gremio deja mucho que desear.

Se rió. Aunque le cabreaba que el tipo de hielo le hubiese pillado con la guardia baja, tenía la extraña impresión de que alguien le observaba. Alguien… distinto. Era raro. Sabía que él, era el único encerrado allí abajo. Pero a ratos… era como una sensación ardiente que le quemaba la piel. Agitó la cabeza. Puede que fuera el propio cansancio. Estar a base de agua y un cuscurro de pan no era demasiado que dijésemos.

El chico se encogió de hombros. Con parsimonia, enganchó un pequeño taburete y lo arrastró, provocando un chirrido que retumbó por las paredes. Lo colocó frente a las rejas, y se sentó frente a él, dejando la espalda contra la pared.

—¿Eres tú el que ha decidido probar ahora conmigo? —su risa deshilachada perforó los oídos de Gray— Lo lamento, pierdes el tiempo. ¿Crees que me preocupa lo que la ocurra? Yo que tú, de lo que me preocuparía es del hecho de despedirme de ella.

Contra todo pronóstico, el joven sentado frente a él no hizo amago de enfadarse. Su sonrisa murió en su boca. Eso no lo esperaba.

—Lo cierto es que he bajado porque me duele la cabeza. Aquí, se está tranquilo. Puedo pensar con más claridad. Tenía el cerebro embotado desde hace un par de días y es una sensación molesta, ¿sabes?

Él volvió a intentarlo. —¿Intentas colarme el truco de ser amable? Vamos… estabas haciéndolo muy bien. No lo jodas ahora, niñato. ¿Por qué no me sueltas, y así me demuestras lo mucho que quieres ser mi amigo?

Gray se mantuvo impasible. —No tengo ningún interés en tener amigos como tú. Lo cierto es que el concepto «amigo» todavía me resulta un poco difuso. Lo conozco, pero no estoy seguro de haber llegado a comprenderlo del todo. Puedo ponerte un ejemplo, si quieres.

El prisionero arqueó una ceja, escéptico del todo. ¿El crio se había vuelto loco? ¿Tan enamorado estaría de esa chica rubia que había perdido el tornillo que le quedaba, tal vez? Miró al muchacho con sospecha. No parecía que estuviese mintiendo. Y luego el loco era él…

Al final, no le otorgó ninguna respuesta, dándole a entender como que le daba lo mismo. ¡Le importaba una mierda lo que el niñato quisiera decirle! No era asunto suyo, pero al menos estaría entretenido. ¿A quién coño le importaba? Unas cuantas horas más, y estaría bajo la protección del Consejo. Tenía jugosa información con la que jugar como testigo protegido. Jamás podrían llegar a ponerle un dedo encima.

—Conozco a alguien —Gray estiró las piernas, y se guardó las manos en los bolsillos de su pantalón—. Es molesto. Su risa, me resulta completamente irritante, por ejemplo —comenzó con molestia.

El prisionero no respondió.

—No somos amigos. La mayor parte del tiempo no es capaz de hacer otra cosa que estupideces. Incluso sus ideas son necedades. No entiende el concepto «seriedad» —masculló entre dientes—. Una vez, tuvo que dormir al raso durante casi dos semanas, porque el muy idiota quemó su equipo de acampar a causa de un estornudo. Ese tipo de cosas, me irritan.

El prisionero continuó en silencio. De alguna manera extraña, la historia de aquel muchacho empezaba a captar su atención.

—Es incapaz de tomarse nada en serio. Tampoco se puede mantener con él una conversación civilizada sin terminar a golpes —continuó, empezando a desquiciarse—, y mucho menos puedes contar con él esperando sensatez por su parte. Me pone de los putos nervios —apretó los dientes, al punto de hacerlos rechinar.

El prisionero arqueó las cejas, estupefacto. Joder, ese tipo de hielo lucía capaz de cargarse al tipo en cualquier momento.

—No obstante —Gray inspiró con sutilidad, intentando tranquilizarse—, hubo una vez en que ocurrió una cosa curiosa: su propio hermano intentó matarle.

El prisionero apenas parpadeó, absorto. Un momento, ¿su hermano? ¿Su propio hermano? ¿Qué puto problema tenía esa familia?

—Él se defendió, claro, aunque he de reconocer que en un principio no quiso hacerlo. No se sentía capaz de hacer daño a su propio hermano, aunque él si tuviese intenciones de acabar con él. Tarado… —siseó por lo bajini—. Entonces, algo ocurrió. Un error de cálculo, un descuido, y alguien recibió el golpe.

El prisionero tragó en seco.

—Es un disparate, lo sé. Su capacidad mágica es absurda en comparación de otros que yo me sé. Yo, sin ir más lejos. Ni siquiera tiene fuerza física pero… lo hizo. Ella, se puso en medio. Y recibió el golpe a propósito.

Comenzaba a tener un mal presentimiento.

—En aquel momento, algo en él cambió. Creo que… —titubeó— a día de hoy, coloquialmente se dice «se le fue la pinza». ¿Sabes qué ocurrió? —Gray se inclinó hacia delante, dejando el rostro a un palmo de las rejas— Que redujo a su hermano prácticamente a cenizas.

Un sudor frió comenzó a recorrerle la sien.

Gray esperó unos segundos, y volvió a incorporar la espalda. A continuación, se encogió de hombros. —Al final, ella consiguió una bonita cicatriz en el hombro derecho, por intentar detener que siguiera reduciendo a su hermano a pedazos. Es curioso el mundo en el que vivimos… —divagó al aire.

Violentos temblores comenzaron a hacer mella en él.

—Es curioso —Gray le miró de reojo, y continuó hablando a susurros—. Me preguntó qué hará contigo el muy idiota… en el caso de que ella no despierte.

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—Probad con la turnera diffusa¹.

Levy pegó un respingo, y se dio la vuelta. Porlyusica y Wendy levantaron la vista de los libros, estupefactas. El usuario de creación de hielo se mantenía bajo el umbral de la puerta de la biblioteca del gremio.

—¿Cómo dices? —preguntó la anciana.

El rostro de Gray se mantuvo mortalmente serio. —Damiana —aclaró—, probad con la damiana. Ha dicho que es de las pocas plantas con las que él probaría a intentarlo.

Las tres mujeres se miraron entre sí. Cuando Levy volvió a mirar a Gray para preguntarle al respecto, él ya se había marchado en dirección a la enfermería. Tenía que pelearse con cierto idiota para que fuera a comer algo.

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¹Turnera diffusa: también conocida como damiana, hierba de la pastora, oreganillo, o pastorcilla, es una planta que crece en terrenos áridos de América tropical. Pequeño arbusto y de flores pequeñas de color amarillo. Posee propiedades estimulantes, actúa sobre los centros nerviosos y espinales, y también es un potente antidepresivo.

N/A: sin lugar a dudas.

Bravo, Gray. Es de los personajes con los que más disfruto escribiendo. Me encanta. Su personalidad es impresionantemente enrevesada, lo que me supone constantes retos.

Bien. Os traigo una historia corta. Siete capítulos más, puesto que esto es el prólogo. Siete capítulos; uno por cada pecado capital. Vosotros decidís si queréis que los escriba desde el punto de vista de Natsu, o por el contrario, desde el punto de vista de Lucy. La línea argumental se mantiene, así que las listas están abiertas.

Primer pecado: orgullo.

¿Qué me decís, Natsu o Lucy?

Nindë