Pasatiempos

Cualquiera que los viese, diría que intentan matarse el uno al otro, omitiendo el pequeño detalle de que están luchando con espadas de madera.

Acaban de inventarse una manera estúpida para descargar frustraciones, energía, o lo que quiera que haya en la cabeza de esos dos mamarrachos. Los acababa de conocer, y ya creía que eran dos idiotas por pelearse con unos palos de juguete.

Sin embargo, al ser nueva en estas islas, no tengo muchos más pasatiempos que verlos pelear, hacer carreras o tirarse mutuamente al agua o a la arena. Así lo hago ahora: me siento en esa palmera inclinada de la atalaya de la isla, y los observo.

En muchas ocasiones incluso tengo que hacer de árbitro.

–Preparados… listos… ¡ya! –sacudo la mano, y esos dos bobos salen como balas.

Me he fijado en la cantidad de veces en las que Sora pierde contra Riku.

Cielos, si es que me he dado cuenta de que nunca, nunca gana. Es un muchacho muy menudo, corto de estatura en diferencia a su amigo, pero nunca me creí que el físico tuviera que ver en este tipo de competencias.

Era increíble, desesperante; a cada momento que escuchaba un "te reto a una carrera/duelo/partido", me ponía de los nervios. Y pensar que el único entretenimiento en estas islas es observar cómo los niños se pican unos a otros, se apuestan golosinas, cromos o el hacerle los deberes al otro durante una semana.

¿Y las niñas? Las niñas miramos cómo ellos hacen el tonto.

Pero poco a poco creo que me iré acostumbrando. Aunque muchas veces Selphie y yo no participemos, en ocasiones ver, comentar, y animar en un partido de Blitzbol puede resultar entretenido.

E incluso contagioso.

–¡Eh, Riku! ¡Te apuesto un helado a que no metes gol desde el otro lado del campo!

Tan subido tiene el ego el chaval, que se da un golpecito en el pecho con el pulgar, mientras me reprocha que le subestimo.

Creo recordar que, en cuanto enganchó el balón, salió pitando hacia el otro extremo de la playa, peligrosamente cerca de la portería opuesta.

Ciertamente, ver cómo una ola se tragaba a Riku en el momento justo en el que iba a lanzar el balón, resultó de lo más divertido. Nunca me había dolido tanto la garganta al reír, y doy por hecho de que a los demás le ocurrió exactamente lo mismo.