Caminaba por las calles de esa gran ciudad con el corazón deshecho, sin esperanzas, sin fijarse por dónde iba y tropezándose con la gente.
"Después de hoy no lo veré nunca más. Desapareceré de su vida, dónde nunca debí estar y nunca más me entrometeré en su mundo." Esos eran los pensamientos que llenaban su cabeza al tiempo que se alejaba para nunca volver del lugar dónde tantas veces había compartido con él. Había soportado tres años de amor no correspondido fingiendo estar a su lado por los mismos propósitos de él, "liberar estrés" principalmente y ahora tras todo ese tiempo, al fin todo había terminado. Él iba a casarse.
Dobló en una abandonada y sucia esquina sólo para encontrarse frente a un antro con parpadeantes y chillonas luminarias dónde, supuso, se reuniría gente de la peor calaña posible. Pero nada de eso le importó y sin pensarlo dos veces se adentró en el local dónde pronto se perdió en la ensordecedora música. Aquello era justamente lo que necesitaba, un ambiente cargado de ruido y personas desconocidas que le incitara a no pensar y abandonarse a la noche.
Se dirigió a la barra dónde, tras pedir un vaso de whisky en las rocas, se dedicó a observar a los demás clientes. Así pasaron varios minutos hasta que un joven apuesto que aparentaba unos 25 años se le acercó preguntándole si quería pasar un rato con él. Aceptó de inmediato. Esa noche debía olvidar.
Salieron y caminaron las heladas y húmedas calles hasta llegar a un hotelucho de mala muerte dónde, sin pensarlo mucho, se adentró para compartir una noche sin compromiso y con la única esperanza de una mañana nuevamente en soledad.
Semanas pasaron y casualmente se encontraba al joven cada viernes en el mismo antro… Esa noche en el hotel se repetía y sin saber cómo se halló deseando que nunca terminara, que esos encuentros se prolongaran infinitamente, que el viernes llegara lo más deprisa posible, pero no era capaz de decírselo a su compañero por miedo a que acabara, a no volverlo a ver…
