Descargo: Los personajes utilizados en éste y todos mis fanfics son propiedad de su autor original, yo sólo los utilizo para dejar fluir mi imaginación. No lucro con éste escrito.
Lo normal es querer matar a todos alguna vez, lo raro es hacerlo
Kagura ama matar. Disfruta provocando que la sangre abandone a su portador, ver como se resbala serpenteando y llega al piso en forma de lluvia; mientras sus ojos vacíos ya no ven.
O directamente ya no hay ojos.
Oh, ya no están.
Sabe que hubo un inicio, pero ya no recuerda si dolía; no sabe si fue ella u otros. O quizá fue ella. Tal vez fue más de lo que podía soportar, o de lo que puede soportar.
También está segura de que podía detenerse, pero no lo hizo
Tal vez porque lo tenía todo, o porque no tenía nada.
¿Ella había tenido algo?
Le gusta recordar viejos tiempos. Vestigios de lo que fue, le recuerdan que no regresará jamás. También le gusta, de alguna retorcida forma (que ya no le parece tan retorcida), sufrir. Es su paga, su manera de eximirse, lo único que puede hacer.
De pronto se siente estúpida, ¿Qué rayos está haciendo? ¿Cómo llegó a eso? Pero suprime sus propios pensamientos, se encierra en su caja de cristal. No es la primera vez que se pregunta cosas, pero será la última.
A veces quiere volver atrás, detener el tiempo, no ver ni oír, no sentir en absoluto. Pero lo hace, porque parte de ella no quiere avanzar, no quiere ver el desastre que ha hecho ni todo lo que no ha hecho.
Con el pasar de los años todo se ha vuelto más borroso, no recuerda bien si algo cambió. Probablemente no.
Es cuando ya no puede más que todo regresa.
Recuerda que despertar cada mañana era más doloroso.
Ella fue quien se destruyó, ella. Se convirtió en una asesina a sangre fría, algo poseía su cuerpo, su sangre Yato, un demonio, necesidad, lo que sea.
El primer fue un perro.
El segundo una persona
El tercero un niño
El cuarto Shinpachi
El sexto Gintoki
De ahí en adelante se perdió. Hasta ese momento ella había intentado hacer algo, pero todo lo que la mantenía en tierra se lanzó por la borda.
El último es el que recuerda con más detalle; la sangre manchaba su cuerpo, su paraguas, el piso. Las balas que nunca llegaron a su destino aún resonaban en su memoria, el vaso de leche de fresa que Gintoki iba a tomar, el arroz que ella planeaba comer.
Ambos estaban sentados uno frente al otro, después ella sentía unas incontenibles ganas de asesinarlo. No había explicación para su comportamiento.
Detente, se dijo, es Gin-chan.
Pero fue precisamente por eso que no se detuvo.
Y ahora, sentada en medio de una cueva perdida en la nada, es que se da cuenta de que tiene más heridas de las que puede contar y de que ha perdido mucha sangre, casi como ha perdido su alma, o como perdió la capacidad de respirar risas y llorar alegrías.
Y después ella está muerta.
Planeaba que éste fanfic nunca viera la luz. Es un tema que ya he usado, a mi parecer, más veces de la que debería, pero lo amo así que no puedo no escribir sobre él.
Probablemente quedó un poco confuso, lo siento por eso.
Gracias por leer.
Osa roja
