Capitulo 1: Aquí Quedaos.
"Y su sangre trazara el camino hacia el verdadero enemigo,
Y una nueva esperanza sera revelada"
-Pudicitiam 3:12
El hermoso día soleado en la Academia de Luna Nova indicaba de que ese no podría ser un mal día, o al menos eso se pensaba.
-¿En serio tienes que irte? —Preguntó con un semblante triste en su rostro. Andrew no lo admitió, mas se había enternecido por la actitud que había tomado su amiga. Sonrió con amabilidad y afirmó con la cabeza.
-Así es, Akko. Tengo que irme, en Rusia me necesitan, tengo más oportunidad allá. —Vio como es que la muchacha agachaba la cabeza, quizás decepcionada por la respuesta. Andrew colocó su mano derecha en el hombro izquierdo de la bruja, intentando animarla— Vamos, Akko. Al menos ya no tendrás que soportarme. Puedo enviarte cartas y mensajes desde allá.
Esto pareció afectarle un poco, mas no lo suficiente.
-¿Volverás a visitarnos? —Preguntó alzando la vista un poco. Sus miradas se cruzaron y quedaron quietas por varios segundos, ambos contemplándose mutuamente.
-Lo prometo. —Al decir esto, sintió como es que Akko se le arrojaba y lo rodeaba con sus brazos, dándole un fuerte abrazo. Esto lo tomó por sorpresa, mas inmediatamente respondió de la misma manera. Después de un largo momento de estar entrelazados, ambos se separaron.
-Cuidate. —Fue lo único que dijo Akko, esbozando una débil sonrisa.
-Tú también. —No era la única de quien iba a despedirse.
-Debo admitir que me sorprende que tomaras esta decisión, Andrew. —Diana se acercaba a él ahora. Se veía igual de seria que siempre.
-Pues, un par de brujas me enseñaron de que debía seguir mis sueños. —Ante la respuesta, Diana también mostró una pequeña sonrisa y lo rodeó con sus brazos para darle un fuerte abrazo de despedida— Voy a extrañarte.
-Yo también. —Ambos sabían de que no se verían en un largo tiempo, y de que no había forma de comunicarse con ellas desde allá.
-Joven Andrew. Tenemos que irnos. —Lo llamó el conductor desde la limusina que lo esperaba.
-Esperó encontrarlas como grandes brujas.
"Pero los humanos vendrán con mentiras,
e intentaran cegar a los puros de corazón."
-Rebel 1:10
No podía creer que habían pasado ya tres años desde la ultima vez que vio a Diana y Akko. No se imaginaba el regaño que recibiría por parte de ambas, por no haber cumplido su promesa, y nunca haberles enviado un mensaje. Para ser honesto, lo intentó muchas veces pero nunca recibía respuesta. Siempre algo sucedía, la carta se perdía, o no era aceptada por la agencia de mensajería. Llamaba a su padre para que fuera a saludarlas por él, o al menos mandara a alguien. Sabia que a él no le agradaban mucho las brujas, mas siempre decía que había mandado a alguien en su lugar, aunque jamas recibía una respuesta.
Ya quería darle la sorpresa a todos de su regreso inesperado.
Pensó en dar una parada en la ciudad para desayunar algo, había llegado muy temprano y nadie estaba enterado de su llegada de nuevo a Inglaterra. Tenía un par de recuerdos para Diana y Akko, los cuales estaba seguro de que les iba a encantar.
Escuchó que había una tienda mágica que también era una café, recordó que Akko le comentó algo así una vez.
Esperaba pasar desapercibido, usaba una camisa amarilla y unos jeans azules, ya no un traje elegante con lo cual probablemente lo reconocerían por las calles. Aunque sí atraía miradas de muchas féminas que se cruzaban con él.
Cuando llegó a la dirección indicada, solo pudo ver un establecimiento con un gran cartel que tenia una inscripción de "cerrado" encima. Al parecer, un hombre mayor que pasaba por ahí notó su sorpresa al ver la tienda clausurada.
-Disculpe, joven. —Le habló con voz amable— Esa tienda cerró el año pasado. ¿Conocia al encargado?
-No, escuche de ella y quise venir a visitarla. ¿Por que cerró?
-Según escuche, tenían problemas económicos.
Esto lo extrañó aun más. La Academia mágica de Luna Nova era una fuente de dinero para esa tienda, podrían obtener muchos objetos mágicos de ahí. ¿Consiguieron una medio alternativo?
-¿Las brujas no venían aquí?
-¿Las brujas? Ellas no vienen a la ciudad desde hace tres años. —El hombre respondió negando con la cabeza, como si estuviera decepcionado— Han cambiado su política. Ahora parece un internado. No permiten a nadie entrar ni salir, aunque sí aceptan nuevas alumnas y su única forma de comunicarse es por cartas.
Ese era el lapso de tiempo en el que estuvo ausente. Un cambio drástico se dio durante su viaje. Debía haber una causa o motivo para que esto sucediese. Quizás por eso no le eran respondidos los mensajes enviados por su padre.
Si todo esto era cierto, necesitaba verlo con sus propios ojos.
-Hola, Frank... —Después de mucho tiempo, finalmente lograba contactar con su mejor amigo. Lamentablemente, el mensaje no era instantáneo. Había sido redirigido al buzón de voz— ¿Como estas? Acabo de regresar a Inglaterra y quiero hablar contigo, en persona. Me dirijo a la Academia, y me preguntaba si me podías dar un encuentro allá. Tengo muchas cosas que contarte...
Miraba a través de la ventana del taxi al exterior, el cielo estaba nublado y gris, como si anunciara que una lluvia se iba a desatar. Fue difícil hallar a alguien que lo quisiese llevar a la Academia, al parecer, el camino hacia allá se había vuelto un poco más largo y nadie pedía un viaje hacia ahí ya.
Se cuestionaba si era buena idea haber llegado sin avisar, ¿acaso era muy repentino presentarse en la Academia sin previo aviso?
Esperaba tener aun algo de influencia para las brujas, y que le permitiesen ver a Akko y Diana. Ya pensaria en algo para ingresar.
El auto lo dejó delante de una gran puerta de madera, la cual podía verse muy sucia y descuidada. El sitio entero estaba en silencio, Andrew suponía que alguien saldría a recibirlo, recordaba como es que se alborotaban todas las brujas cada vez que iba a visitar a Diana o Akko. El sitio, aunque estaba limpio, se veía desolado, hasta las hadas no hacían acto de presencia. Ni un ruido se emitía del interior, y el bosque que rodeaba el lugar parecía haber incrementado la cantidad de arboles. El pasto se veía descuidado, como si lo hubieran dejado crecer sin control alguno.
Directamente fue a tocar a gran puerta, esperando alguna respuesta. Había dejado sus maletas en un hotel en la ciudad, no quería volver a su hogar aun, deseaba pasar desapercibido antes de volver a reencontrarse con su padre.
Pasaron los segundos, sin que nadie atendiera su llamado, estaba a punto de volver a golpearla, cuando escucho un crujido en el interior y procedió a abrirse un poco. No estaba asegurada.
Andrew dio un pequeño empujón, inspeccionando con la mirada el interior primero. No se esperaba que se encontrara tan desierto como el exterior. Completo silencio, ni siquiera el sonido de voces de las chicas que ahí habitaban. Habían dos pasillos que poda seguir: Uno lo guiaba a las habitaciones y el otro hacia el comedor. No quería ser inoportuno al ir hacia las habitaciones de las brujas, así que decidió tomar la ruta alternativa. Cerró la puerta detrás de sí y avanzó a paso ligero. Las ventanas del pasillo que tomó estaban cubiertas con un plástico gris que apenas dejaban entrar la luz del sol, todo el lugar emitía un olor a madera quemada, aunque era soportable. Seguía sin encontrarse a nadie durante el recorrido.
Podía ver que el pasillo terminaba y giraba en una esquina.
Hubiera continuado con su camino, de no ser por el sonido brusco de un metal chocando con otro. Era un ruido que retumbaba por todo el lugar cerrado gracias al eco, e incrementaba su frecuencia. En un principio, Andrew deseó acercarse al sonido, pero cuando comenzó a escuchar una respiración pesada y entrecortada de una persona, su corazón latió más rápido. Se detuvo, intentó mantenerse tranquilo y controlar su impulso de huir, quizás no era nada importante, podría tratarse de algún artilugio de las brujas. Su instinto le decía que se equivocaba.
El ruido incrementaba, parecía una maquinaria pesada.
Retrocedió un par de pasos al ver la cosa que se acababa de percatar de su presencia, o más bien, lo que parecía ser alguien que ahora era una cosa. Dos grandes piezas de metal, que parecían imitar la silueta de unas piernas de una persona con las rodillas rotas pero que aun podía andar, estaban colocadas como soporte en la parte inferior; conectadas a un par de piernas con cables, algunos incrustados con clavo. Una bruja, una pequeña bruja de pelo verde azulado, era quien parecía comandar la maquina. Su pequeño torso parecía ser suficiente para cargar una pieza metálica cuadricular que se veía muy pesada en su espalda, esta a su vez estaba extendida con lo que tenían una similitud a unos brazos gigantes de metal, muchos más largos que los de ella, acoplados a los suyos con una especie de membrana del mismo material que los cubría por completo. Tenia el cabello desarreglado y largo, dejando notar apenas una pequeña parte de su rostro, y un ojo cargado de ira que lo miraba.
Esa abominación corrió hacia él. Y el corazón de Andrew comenzó a golpearlo desde el interior, indicándole que huya. Eso hizo. Corrió lo más rápido que pudo para alejarse, podía oír los pasos de la monstruosidad a solo centímetros de él, no quería voltear, sentía que todo podía empeorar. ¿Que estaba pasando? Tenia que ser una pesadilla. ¿Que era esa cosa? Por un momento, creyó que haberla visto antes.
Estaba cerca de la salida, los sonidos metálicos aumentaban de intensidad, solo unos cuantos metros y saldría del lugar para ponerse a salvo de lo que sea que lo estuviera persiguiendo. Empujó con todas sus fuerzas la puerta y salió al exterior, cayendo pesadamente en el pasto. Esperaba recuperar algo de aire y continuar con su escape, mas cuando levantó la mirada, dejó de respirar gracias a la sorpresa que se encontró.
Figuras que parecían humanas estaban alzadas delante de él, no tan sorprendidas de verlo. Por el cielo volaban varias figuras que reconocía, emitiendo una risa diabólica y desquiciada usando las escobas para surcar el aire. Todo esto parecía ser sacado de una película de terror.
Dos personas que conoció antes se hallaban delante de él, las recordaba perfectamente, cuando parecían felices de estar vivas.
Lotte, la chica de cabello naranja, llevaba un vestido amarillo hermoso encima, el mismo que uso el día de su fiesta hace años cuando conoció a Frank, solo que ahora llevaba una mancha marrón en la falda. Los lentes que siempre uso estaban ahora quebrados, y dejaban notar sus ojos, sin pupilas. Estaba ciega. El cabello desarreglado, su aumento de estatura y desarrollo, y una marca por encima del parpado también eran notorios. Aunque su discapacidad era obvia, sus ojos parecían apuntar hacia Andrew, como si de alguna forma era capaz de verlo. Unas bolsas debajo de sus ojos parecían indicar que no había dormido bien en mucho tiempo.
Sucy, la muchacha de pelo violeta, tenia una especie de traje de cuerpo completo negro, con una capucha cubriendo su cabeza, dejando notar un rostro sonriente y un solo ojo que lo miraba con ansias y lujuria. Como si se estuviese preparando para su llegada. No era capaz de ver todo su cabello, pero seguramente había crecido, pues largos mechones se podían notar sobre su rostro. Su rostro, aunque no tenia desfiguraciones, podría considerarse que el cambio más notorio era un par de lineas perfectamente marcadas, una horizontal en medio del rostro atravesando su nariz y sus labios, y otra vertical que cruzaba por debajo de sus ojos. Cargaba una gran hoz en su mano derecha, la cual tenia una hoja oxidada y marcas de un liquido rojizo y marrón.
Y una tercera se presentó, descendiendo desde las alturas sentada en una escoba, parecía estar igual de contenta que Sucy de encontrarse a un desprotegido Andrew.
Amanda, llevaba su uniforme de brujas, sin mangas, y con una parte de la falda rota, mostrando sus piernas con cicatrices y costras que probablemente habían sido hechos a base de latigazos y algunas parecían ser quemaduras. Aparte de eso, no parecía haber muchos cambios, se había desarrollado y su cabello seguía del mismo tamaño y corte. La escoba sobre la que iba era la misma que Akko y Diana usaron para detener el misil, solo que tenia atravesada una gran espada.
Trató de ponerse de pie lo más rápido posible, pero algo lo retuvo en el suelo por la fuerza y lo obligo a besar el asfalto. Podía sentir el frío que emitía la maquina pesada que lo aplastaba. Se sacudía con fuerza pero todo era en vano, cuando volvió a levantar la vista, observó como es que la hoja de la hoz estaba a unos cuantos centímetros de su ojo, Sucy se preparaba para terminar con su vida.
-¿Quien es, Sucy? —Lotte preguntó.
-En un segundo te digo. —Respondió con frialdad la peli-morada, ya habia levantado la hoz y se alistaba para descargarla con toda su fuerza sobre Andrew.
-¡Soy...! ¡Soy yo! ¡Andrew! ¡Para! —Sucy no hizo caso al llamado del desesperado joven, Lotte no tuvo reacción alguna tras oír el nombre, la única que se vio afectada fue Amanda, pues la detuvo de un llamado.
-¡Espera, Sucy! —La hoja volvió a detenerse a centímetros del ojo de Andrew. Sucy se mostraba fastidiada ante la sonrisa de Amanda.
-Quizás sea el elegido. —Descendió aun más, seguía flotando sobre la escoba pero sus pies se hallaban ya tocando el suelo— Llevemoslo con Chariot.
Chariot, ese era el nombre de la maestra de Akko a quien admiraba desde pequeña. ¿Estaba detrás de todo esto? ¿De todo este cambio a una pesadilla?
-¡Dejenme ir! —Reclamó Andrew, aun podía oír a las brujas en el cielo riendo y burlándose, todas estaban enloquecidas. Y entonces una idea se le cruzó por la cabeza: ¿Donde estaban Diana y Akko en todo este lió? ¿Habrían enloquecido también? O quizás... les había sucedido algo peor.
Quería preguntar acerca de ellas, saber si estaba bien, y cuando estuvo a punto de abrir la boca para amenazarlas si es que les habían hecho algún daño, sintió un gran golpe en la cabeza que lo dejo inconsciente, probablemente propiciado por esa maquina que lo retenía.
Algo había sucedido, algo los cambio, ¿donde estaban las maestras para detener toda esta locura? ¿como es que nadie se habia dado cuenta hasta entonces?
Y la pregunta más importante:
¿Como podría salir de esta?
"Una estrella fugaz cayó del cielo,
y me dijo que podía
cambiar el mundo"
-Somniabunt 1:1
