ºDISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son de la propiedad de Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su temática son míos. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.
ºSUMMARY: Las amigas de Kagome la habían obligado a visitar un "pet shop" cuando malinterpretaron una situación, creyendo que la colegiala tenía un nuevo compañero canino. Pero por culpa de Inuyasha ahora tendrían que atravesar toda la ciudad ¡Convertidos en perros! ¿Lo peor? Kagome estaba en celo.
Una aventura de… ¿Perros?
I. Búsqueda.
Olisqueó el aire una vez más y movió sus orejitas intentando localizar la voz de la joven, pero solo escuchaba los pitidos de las carrozas de acero y el bullicio de la gente. Encontrarla le resultada, hasta cierto punto, doloroso.
Había cruzado el pozo con la intención de llevarse a esa chiquilla a rastras a su época, llevaba exactamente tres horas de retraso y no pensaba esperarla un solo minuto más. No contaba con que la colegiala se hubiera ido de compras, según su madre. Le ofreció quedarse a esperarla, inclusive puso carne en el asador para hacer más amena la espera. Pero no, eso solo era una estrategia para mantenerlo tranquilo mientras que la chica se iba de paseo por toda la ciudad. Bueno, tal vez estaba exagerando, pero estaba seguro de que Kagome no estaba cerca, de lo contrario su aroma sería más fresco, en cambio se extinguía otro poco con cada segundo que pasaba.
Pegó su nariz a la calle al percibir el olor a cuero de sus zapatos, intentó aislar su aroma del resto de las personas, una tarea realmente difícil. Usó su as bajo la manga al inhalar con un poco más de fuerza, dando con el blanco: Una hembra en celo había pasado por ese lugar hace menos de una hora. Sonrió con suficiencia, finalmente el rastro se volvía más nítido.
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—Tengo problemas con un perro en casa —había susurrado para ella misma mientras dejaba caer su cabeza sobre el pupitre.
No contaba con que sus amigas la escucharan y malinterpretaran todo. Claro que si hubiera aclarado la situación no habrían dejado de interrogarla y no estaba de humor para andar diciendo el por qué trataba de perro a Inuyasha, un apodo que usaba en secreto para referirse a él cuando estaba de muy mal humor. Probablemente ellas creerían que el apodo se debía a la posición sexual y no a la raza del hanyou, de ser así entonces no la dejarían en paz hasta que les contase con lujo de detalles algo que, claramente, no pasó.
Al parecer habían entendido que ella tenía una nueva mascota, un perro para ser exactos. Y trataron de convencerla de visitar un local a las afueras de la ciudad que vendía kits para perros o gatos a muy buen precio, tenía una amplia gama de desparasitantes y alimentos. La acompañaron a la estación de tren y no pararon hasta verla pagar un boleto de ida y vuelta.
Suspiró. ¿Qué más daba? No tenía nada que perder. Tal vez podía aprovechar para comprarle un nuevo plato a Buyo, el suyo tenía demasiadas manchas de óxido y los dibujos de patitas ya no se notaban.
Finalmente entró en aquella pequeña y casi escondida tienda. Tenía puertas verdes y una apariencia bastante descuidada, de no ser por el enorme cartel que decía "Estamos guau-biertos" jamás se habría imaginado que estaba en el lugar correcto. Miró en todas las direcciones, aún estaba a tiempo de arrepentirse, pero una mujer dentro le hizo señas invitándola a pasar. Apretó los puños y se adentró al lugar.
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Tuvo que atravesar caminos de roca llenos de carrozas de acero que no paraban de hacer ruido para que se alejara. ¿Quiénes se creían?
En un momento vio una carroza que destacaba de entre las demás por sus colores y el cartel que decía "taxi" le indicó que esa sería su salvación. Una vez había visto a la madre de Kagome tomar uno igualito para ir al hospital por una revisión. Dentro había dos hombres, uno al frente y el otro detrás. Pero donde cabían dos, cabían tres, ¿No? Esperó a que se acercara lo suficiente y saltó al techo de aquel extraño transporte. Se acomodó y dejó que la brisa diera de lleno en su rostro.
—Llévame con Kagome —ordenó con aire solemne, esperando que el chófer lo hubiera escuchado.
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La señora la recibió con amabilidad mientras esperaba a que ella se decidiera a comprar algo. Su plan había sido entrar, comprar el plato, pagar e irse. Pero no se esperaba ver solo accesorios para perros, al parecer sus amigas se habían confundido y no vendía nada que tuviera que ver con gatos. Miraba las estanterías y rincones del local, no había nada que le llamara realmente la atención. Se detuvo a mirar un pequeño conjunto de marinerito, era realmente diminuto y los detalles eran delicados.
—Buyo se vería tan bien con esto —bromeó. Tal vez por el talle pudiera irle, esperaba que sí.
—¿Buyo es tu perro? —preguntó la dueña del local.
—No, es mi gat... —pero no llegó a terminar la frase cuando la anciana le quitó la ropita de las manos.
—Entonces no. Esto es para perros y solo debe ser usado por perros —finalizó mientras volvía a colgar el traje en los percheros— ¿Alguna otra cosa?
¿Qué iba a decirle? Ella solo vino por culpa de sus amigas y no tenía un perro al que comprarle algo. No es como si pudiera comprarle un collar anti-pulgas a Inuyasha.
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El camino hasta allí había sido largo y duro. Tuvo que bajarse de aquel extraño transporte en cuanto notó que se desviaba demasiado del olor de Kagome. Estaba atardeciendo y no tenía tiempo que perder. Luego de correr entre los tejados de aquellas cabañas tan altas y tomar esa especie de ciempiés gigante que la colegiala llamaba "metro" pudo encontrarla. Estaba en un barrio bastante desolado y sucio, el olor a humedad y basura era extremadamente desagradable. ¿Qué hacía ella en un lugar así?
Estaba fuera de un "pet shop", ¿Qué mierda era eso? Desde fuera podía oler a los perros que estaban enjaulados. Miró los cristales intentando divisar a la chica, dentro había una gran cantidad de cuencos con estampados estúpidos, sogas y juguetes con forma de hueso. Kagome los miraba bastante aburrida mientras que una señora le hablaba.
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Le parecía ridículo que esa mujer estuviera tan obsesionada con los perros. No había peceras, areneros, aves o conejos. Únicamente perros y los accesorios para ellos. ¡Inclusive el baño estaba señalizado con una perra sentada y un perro que alzaba la pata!
—¿Buscas un compañero? —llevaba cerca de veinte minutos en el local y la chica no parecía dispuesta a decidirse. Así que optó por ayudarla.
—No, yo...
—¿Tal vez una estatuilla de madera con forma de pug? —la depositó en sus manos para que la examinara— También tengo de pastores alemanes y rottweiler, si te interesa.
—No gracias, no es eso lo que yo…
—¿Una correa con estampados de huesitos? Estas vienen reforzadas por si tienes un perro grande y que no obedece.
Una gotita se escurrió por su sien. ¿Cómo decirle que no tenía lo que ella necesitaba? Además debía irse rápido, oscurecía y su madre debía estar preocupada. Se escuchó un ligero tintineo en el lugar y ambas mujeres voltearon hacia la puerta.
—¡Kagome! —interrumpió mientras entraba estrepitosamente en la tienda— ¿Qué demonios estabas haciendo? —Kagome parpadeó graciosamente, ¡Había olvidado que tenía que volver esa misma tarde!— Debemos volver y tú solo te entretienes con cosas bobas.
—¡No son cosas bobas! —respondió saliendo de su estupor— Solo estaba...
—¿Estabas "qué"? —la vio dejar una estatuilla en una mesa y colocar los brazos en jarra, estaban por discutir y él lo sabía. Estaba preparado para lo que sea que fuera a decirle, pero la mujer se interpuso entre ellos. No había dejado de mirarlo desde que entraron.
—Ya veo, tienes un pequeño problema niña —respondió ignorándolo completamente—. Creo que tengo lo que necesitas...
—¿Qué? —olvidó su enfado momentáneamente mientras era arrastrada de la mano por la señora.
—Sígueme.
—No, Kagome, nos vamos en este instante.
—Pero...
—Pero nada. ¿En serio vas a creerle a esta vieja charlatana?
—¡Inuyasha!
—Solo mira sus arrugas, hasta parece sapo. Tal vez si te da una de esas cosas raras te pongas igual de fea, quiero decir, más fea de lo que ya estás.
—Inuyasha —retó—, no seas grosero y discúlpate inmediatamente.
—No lo haré.
—¡Discúlpate!
—¡Qué no! —nuevamente la mujer se interpuso entre ambos sin soltar la mano de Kagome— ¿Qué hace?
—No te preocupes jovencita, no sería la primera vez que se burlan de mi edad. Eso no me afecta, en serio, todo está…
—Mire señora, a nosotros no nos importa si está bien o no —interrumpió Inuyasha claramente molesto—. Solo quiero llevármela de este mugroso lugar que apesta a perro. Así que suéltela y nos vamos —apartó rudamente a Kagome de la anciana y se dio media vuelta mientras la arrastraba con él—. Quédese con sus ridículas estatuas, tal vez algún día sus arrugas se parezcan a ese horrible perro —Dios, ¡La figura del perro que Kagome sostenía era horrenda!
Estaban a escasos metros de llegar a la puerta, Kagome se resistía clavando los pies en la tierra y tirando para el lado opuesto. Quería disculparse, lo que dijo Inuyasha no había estado bien y podía jurar que apenas salieran de la tienda -luego de dar las correspondientes disculpas- lo sentaría hasta el mismísimo infierno. Pero no se esperaba que la puerta fuera cerrada estrepitosamente, la puerta se trabó sola impidiéndoles irse y la luz se apagó.
Lo siguiente que escuchó fue el sonoro aullido de los perros enjaulados y pasos acercándose.
Continuará…
Sé que debería estar actualizando mi otro fic (de todas formas ayer hice casi dos mil palabras del capítulo diecinueve), ¡Pero no pude resistirme a escribir un fic con esta temática! Hay muy pocos :c
Es mi primer long-fic de 2019, espero que les guste aunque no será muy largo (no llegará a los diez capítulos), mañana subiré el siguiente capítulo ¡Comenten!
¿Qué creen que pasará?
3.1.19
