Holaa! Aquí vengo con una nueva propuesta Delena Sé que he dejado bastante olvidadas mis historias, pero de a poco voy acomodando horarios y volviendo al ruedo. Mientras tanto, tengo esta historia nueva, que planeo no cuente con muchos capis como las otras. Surgió de un sueño de última hora, ya saben, esos sueños buenísimos que nos vienen cuando ya casi tenemos que despertar. Grr, y resulta que me levanté ese día y no pude hacer otra cosa más que ponerme a escribir la idea y este primer capi antes de que se me olvidara todo. El título refleja claramente la relación de los personajes, pero lo elegí básicamente por la canción del mismo nombre, de Jack Savoretti & Sienna Miller. Simplemente me encanta
Ya, no hablo más y las dejo con el capi :)
Disclaimer: Los personajes pertenecen a la fabulosa de L.J. Smith y al canal CW. La trama es de mi autoría.
HATE AND LOVE
Capítulo 1
A tres meses de la muerte de sus padres en un accidente de coche, el auto en el que Elena viajaba estacionó en la entrada a una imponente mansión. Inmediatamente, un hombre de tez morena se acercó y le abrió la puerta.
– Bienvenida a la mansión Salvatore, señorita Elena.
– Gracias – dijo ella amablemente y con una sonrisa, al tiempo que descendía, su bolso colgado al hombro.
Nomás poner un pie en el porche, la recibió una mujer enfundada en un pantalón de vestir color crema y blusa marrón. Era Amelie, la señora de la casa, quien la atrajo y la abrazó con fuerza y cariño.
– ¡Elena! Cuánto me alegra que vengas a pasar las vacaciones con nosotros. Giuseppe estará eufórico con tu llegada. ¿Cómo ha ido el viaje?… Espera, entremos y despertaré a Damon – hablaba rápido, visiblemente ansiosa.
Cuando se separó, Elena sonrió.
– ¿Podría hacerlo yo? Es que quiero sorprenderlo.
– Mira que puede ponerse gruñón, se ha ido a dormir tarde anoche. Pero como tú prefieras, linda. Entonces haré que lleven el equipaje a tu habitación. Déjame el bolso, por favor.
Elena se lo tendió y subió la extensa escalera con una sonrisa maliciosa en el rostro. Vaya sorpresa se llevaría Damon al verla a las nueve de la mañana en su casa. Ella ya gozaba previamente con su reacción.
Se metió sigilosamente al cuarto del moreno y lo observó desde el marco de la puerta. Estaba tumbado boca abajo en el centro de la amplia cama, cubierto hasta la cintura con una fina sábana blanca y nada en su torso. Las cortinas blancas de la ventana se hallaban ligeramente corridas, dando paso a un pequeño rayo de sol que impactaba directamente en él. "Tan malditamente sexy", pensó Elena, pero la imagen no la apartó de su propósito. Observó que había un vaso lleno de agua encima de la mesita de noche y la sonrisa se le ensanchó. Lo tomó sin hacer ruido y, parada junto a la cara de Damon, inclinó apenas el vaso y el agua comenzó a caer de a poco, salpicándole.
Damon frunció la nariz y se pasó perezosamente una mano por el rostro, como si eso pudiera detener lo que le molestaba. Elena apretó sus labios entre sí para no reír y volcó finalmente todo el contenido del vaso encima de Damon.
– ¿Qué demonios…? – empezó a decir él, sentándose velozmente en la cama. Elena estalló en una carcajada y Damon la miró asombrado con cara de "¿Y tú de dónde has salido?".
– ¡Buen día! – exclamó ella, retrocediendo al saber que Damon no se quedaría sin su venganza. Tarde o temprano la cobraría, mejor tarde. Elena le lanzó un beso volador y se fue por la puerta antes de que él saliera de su estupefacción.
– ¿Ha despertado? – quiso saber Amelie cuando Elena apareció en la cocina.
– Oh sí, lo ha hecho – respondió ella, divertida, y se sentó en un taburete delante de la isla.
– ¿Segura? Damon tiene la manía de mentir y dormirse de nuevo cuando no tiene que trabajar.
– Segurísima, no podrá volverse a dormir ahora – Elena expuso sus perfectos dientes en una sonrisa.
– Eso espero – Amelie rió suavemente ante la actitud alegre de la muchacha –. Tendrán que desayunar juntos. Giuseppe se ha ido al trabajo y yo tengo que salir a hacer unas compras a la ciudad. Pero he pensado que Damon podría enseñarte los campos en cuanto terminen. El día está muy lindo para un paseo hoy.
¿Damon? ¿Campos? ¿Tiempo compartido? No, eso no estaba bien. Elena hizo una mueca, pero Amelie no le llevó la corriente. La extraña relación de odio entre Damon y Elena no era cosa nueva para ella. Posó las manos en el mármol de la isla y se inclinó hacia Elena.
– Él es duro, pero te ha extrañado. Dale una oportunidad, sé buena – susurró y le guiñó un ojo.
Pronto, Elena estuvo sola en la cocina, y el cierre de la puerta de roble indicó que Amelie se había ido. ¿Damon extrañándola? Quiso echarse a reír allí mismo, qué buen chiste.
El desayuno americano que yacía sobre la isla le hizo rugir el estómago, y recordó que no había probado bocado desde el almuerzo del día anterior. Acercó hacia ella un plato blanco de porcelana y se sirvió unos panecillos que, a simple vista, parecían exquisitos.
– Esos son míos – murmuró Damon en su espalda, peligrosamente cerca. Elena dio un brinco en su asiento y él rodeó la isla y se sentó frente a ella, en otro taburete. Apoyó el antebrazo en la mesa y robó uno de los panecillos del plato de Elena.
– No tienen tu nombre – la muchacha le dio un golpecito en la mano, pero Damon se llevó igualmente lo que quería.
– Así que, ¿qué haces tú aquí?
– Tu madre me invitó a pasar las vacaciones con ustedes, ¿algún problema?
– Ninguno – hizo una mueca de desinterés, tirando las comisuras de los labios hacia abajo, y la miró fijamente –. Qué extraño que hayas aceptado, sabiendo que estaría yo.
– ¿No pensabas irte? ¡Oh, qué desilusión! – dijo Elena con exagerado desánimo y Damon rió, contagiándola solo un poco. La respuesta era obvia.
– Lamento decepcionarte, pero llegué hace dos días, y no me iré a otra parte.
Elena se apresuró a coger el último panecillo antes que Damon.
– ¿Por qué nunca te he visto en New York? – cuestionó con una ceja alzada y le dio un mordisco al pan. Ella vivía en la Gran Manzana. Damon, también.
– Yo sí te he visto. En el Central Park, hace dos semanas, te encontraste a hacer picnic con Katherine. Por cierto, ¿tu prima ardiente vendrá este verano? – la intensidad de su mirada caló a la morena. Un sentimiento de fastidio la embargó y sacudió la cabeza.
– Será mi turno de decepcionarte, ella no estará por aquí – respondió con los dientes casi apretados. El atisbo de molestia bastó para conformar a Damon. Él lo sabía, Elena seguía siendo la misma.
– Dime que me odias – dijo despreocupadamente, y bebió su café.
– Te odio.
– Dime que me amas.
– Te odio. Amelie quiere que me acompañes a dar un recorrido – la expresión de disgusto de Elena era comprable. Damon soltó una risotada y ella terminó por mirarle peor.
– Me daré una ducha y salimos – informó, poniéndose de pie –. No hagas tonterías – dijo con su índice indicándola a ella.
Elena esperó a que se dejaran de oír los pasos del muchacho y sacó una fuente de panecillos del horno. Tomó tres de ellos y salió al jardín a respirar aire fresco. Eso era verdadero aire fresco. Hacía tiempo que no abandonaba la gran ciudad de New York, muy bonita pero infestada de gente y movimiento en las carreteras. La paz de Mystic Falls, no se comparaba con nada.
Mientras comía uno de sus panecillos, pensó que tal vez no había sido tan mala la idea de pasar un tiempo en la mansión Salvatore. Bueno, a excepción de Damon, que él sí era una idea mala y nociva para ella.
Se habían conocido cuando sus padres se reencontraron y retomaron la amistad perdida de tantos años. Ellos eran pequeños y, ya desde el primer día –en el que Damon manchó deliberadamente su osito de peluche con rotulador negro–, ella le odió. Los años fueron pasando y esas inocentes maldades continuaron, ya no tan inocentes. En una de ellas le arrancó páginas de un libro preciadísimo y Elena estuvo a punto de arrojarlo a las mismísimas Cataratas del Niágara. Por supuesto que la morena comenzó a devolverle los favores y, en poco tiempo, las maldades sin sentido ni razón fueron mutuas. Ninguno de los dos sabía por qué las hacía. Lo cierto era que crecieron y, estando juntos, seguían teniendo algunas actitudes de niños, pero así se divertían. Y Elena a veces también odiaba eso, el perfil infantil que Damon la hacía adoptar.
Una mano se posó extendida en medio de su espalda y la empujó hacia adelante.
– Puedo caminar sola – protestó, pero Damon no hizo caso –. Es increíble que todavía conserves esta antigüedad – murmuró con desdén al verse frente al Camaro azul de Damon.
– Si este auto hablara… ¿Qué diría de ti, Elena? Apuesto a que no saldrías muy bien parada, ¿cierto?
La morena puso los ojos en blanco y, a regañadientes, abrió la puerta del copiloto. Como ella creía, compartir tiempo con Damon sería una auténtica tortura, pero necesitaba un coche para moverse por los campos y no era conveniente ir sola después de tanto tiempo alejada del lugar.
– ¡Elena! – la aludida abrió grande los ojos, sonrió y se volteó para encontrarse con quien esperaba.
Bueeno, ahora que terminó, qué les parece? Vale la pena que la continúe? Espero sus comentarios y ojalá ls haya gustado mi nueva idea :)
Nos leemos, que empiecen excelente el viernes!
