Disclaimer: this one isn't even funny.


La casa de campo de Hungría era enorme: contaba con dos pisos de amplias ventanas, las del piso de abajo a los lados de la gran puerta de roble y las de arriba rodeando a un balcón con una silla y una sombrilla. La gran cantidad de ventadas le daban un aspecto moderno a pesar de la decoración rústica y la vegetación que crecía al rededor de la entrada y esquinas. Un camino de piedra se dirigía a la puerta de entrada y al patio, que, por lo que podía ver Rumanía, estaba repleto de árboles y arbustos con flores, y creyó ver también una piscina.

Por qué querría vivir sola en un lugar tan grande, cuestionó el rumano. Le tendría que preguntar a Elizaveta en algún momento.

Cuando estaba a punto de tocar el timbre al lado de la puerta, esta se abrió súbitamente, haciendo que Rumanía se alejara con una exclamación.

—¡Oye! No te asustes, soy solo yodijo Hungría con una sonrisa que intentaba parecer apenada. Rumanía no la creyó ni por un segundo. —Vamos, pasa.

La puerta se dirigía directamente a una sala de estar con varios sillones de color bordó y una mesita caoba en el medio, con una bandeja con trozos de torta y un juego de té. El cuarto estaba además equipado con una estufa en una pared y varios cuadros de artistas húngaros.

—Siéntate, serviré el té. —indicó Hungría, mientras Rumanía hacía lo que ella le dijo.

Será mejor no crear un conflicto tan pronto, pensó.

Cuando Hungría terminó de servir el té y se sentó, el rumano se aclaró la garganta:

—Dec-díme, ¿por qué me invitaste a tu casa? Es decir, es algo raro teniendo en cuenta nuestra relación. —Se chocó los cinco mentalmente, no había sonado demasiado como una perra engreída y no había demostrado que era un argentino en el interior.

—Bueno, para arreglarla. —Hungría rió, una risa muy falsa. Como las de sus isópodos...espera, ¿ella no tiene isópodos?

—Hungría-

—Dime Elizaveta.

—De acuerdo. —No le digas que suena sexual— Elizaveta, ¿Australia nunca te regaló una pecera llena de isópodos?

—Sí, pero los mantengo en la habitación de huéspedes. Me ponen nerviosa.

Entonces no lo odiaba porque Australia claramente lo prefería a él antes que a ella. Probablemente sea algún conflicto histórico que la autora no buscó. Aunque capaz que lo odiaba porque, aunque tuviera isópodos propios, él tenía más.

Eso es mentira, Rumanía.

¿Cómo podes saber, Rumanía?

Soy el más sabio.

Mentira, yo soy el más sabio.

Callate, Rumanía.

Callate vos, Rumanía.

Callense los dos, ¿qué hago? Me está mirando raro. Como si supiera que estoy hablando conmigo mismo.

No me preguntes a mí, preguntale a Rumanía.

Pero los tres somos Rumanía.

Entonces no sé. Adiós.

Rumanía (el de verdad) suspiró.

—¿Estás bien?

—Eh sí, perdón, me re colgué.

—¿Sabés que me cuelga? Esssssta.

—Pero sos muje-

—ESSSSSSTA.

—Eliz-

—EEEeEeEESSsSSssSSTaAAa

—¿Vos también sos argentina?

—Sí. ¿Sabés quién más es argentina? Essssssstaaaaaaaaaaaaaaaaa

—Sí ya entendí pará, ¿me llamaste sólo para esto?

—ESTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA sí, perdón, jeje.

Y Rumanía explotó. De nuevo. Fin.


Advertencia: más argentinos, más OoC, más riesgo de secuelas. Cualquier queja la mandan a Calle Falsa 1234, Mogadiscio, Somalia.