EL PRINCIPE MESTIZO
Harry estaba cansado. Fatigado de vivir ocultándose de todos, hastiado de estar solo, harto de fingir ser lo que no era. Muy cansado realmente. Con pasos lentos y desganados, Harry subió las escaleras hacia su pequeña buhardilla, llevando consigo la bolsa de la compra. Su casa estaba en el Londres muggle, en el barrio de Queens Park, con vistas al parque.
Tras pelearse un rato con las llaves, aunque hubiera podido abrir con magia, por fin, logró abrir la puerta y entró en su modesta vivienda. Aunque no era gran cosa, al Griffindor reamente le gustaba su casa. Con mucho esfuerzo, el joven había convertido el viejo desván casi inhabitable, en un lugar acogedor y cálido para vivir.
Años atrás, algún mago debió de haber vivido en aquel lugar, o al menos eso parecía, ya que la chimenea, el único lujo de aquel sitio, aun estaba conectada a la red Fluu. Y eso fue lo que le decidió a comprarlo.
Usando la magia y su trabajo personal, transformó el lugar, que recordaba más a un almacén en desuso, en un acogedor pisito de soltero. Un amplio salón, una cocina aceptable, un baño totalmente equipado y un dormitorio para él y otro algo más pequeño para invitados fueron el resultado. Sin embargo, lo mejor de la vivienda muggle era su amplia terraza, que le permitía disfrutar del aire libre en soledad, contemplando el parque..
Harry dejó la cena sobre la encimera y se metió en la ducha, agotado, dejando caer el agua caliente por sus músculos tensos y doloridos, después de un duro día. Su trabajo como entrenador de defensa personal era gratificante, relativamente fácil, y le mantenía en plena forma. Además, el continuo ejercicio le liberaba del estrés que las circunstancias de su vida le originaban, y le permitía el libre acceso al resto de las instalaciones del Club Deportivo muggle en que trabajaba. El club estaba en uno de los barrios más bonitos de Londres, Hampstead.
Su contacto con el mundo mágico se había reducido al mínimo. Era más fácil así. Recibía el periódico cada mañana, y las ocasionales cartas de sus amigos. Les visitaba en la Madriguera cuando no le era posible eludir la invitación. Cualquier cosa que necesitaba del mundo mágico, la ordenaba por catalogo y la recibía por lechuza, y hacia más de 5 años, desde el final de la batalla, que Harry no se aventuraba públicamente en el Callejón Diagón, sin contar sus periódicas reuniones mensuales en el Departamento de Criaturas Mágicas.
O al menos, eso pensaba todo el mundo. Porque a veces, la nostalgia era tan fuerte, que el moreno no podía hacer una pequeña escapada. Sin embargo, el Griffindor nunca había sido visto en público de nuevo, porque usaba su famosa capa de invisibilidad o su forma de animago, sin registrar y desconocida para todos.
Aunque algo llamativa, Harry había logrado aplicarle un Glamour, disfrazándola y haciendo posible caminar entre los muggles sin atraer demasiada atención, haciéndose más pequeño y vulgar, de manera que parecía un mestizo de Alaskan Malamute y Siberian Husky. Su forma natural era un cruce entre un Lobo del Mackenzie (Canis lupus occidentalis) y un perro de trineo Alaskan Malamute. Con un peso de unos 70 kg, Harry era un animal formidable, de gran resistencia, veloz y con buena masa muscular. Harry adoraba la sensación de libertad que sentía al correr a toda la velocidad que permitían sus fuertes patas o cazando alguna presa.
Su pelaje era denso, suave y totalmente negro, salvo por una quebrada línea blanca que partiendo de su frente recorría todo su hocico hasta desaparecer cerca de su húmeda trufa y las punta de la cola. El interior de sus orejas era blanquecino, y su borde, esta perfilado ligeramente en blanco. Sus ojos eran de un raro azul verdoso, y cuando el sol los iluminaba intensamente, recordaban enormemente a sus propios ojos de color esmeralda.
Pero Harry estaba solo, mantenía una barrera entre él y el resto del mundo y no dejaba que nuda ni nadie la travesara. Su corazón estaba cada vez más roto, pero al menos, su vida era tranquila y sosegada. Oh, sí, no era raro que algún chico se aproximara a él en el Club, y si el moreno estaba de humor y lo encontraba aceptable, se daban un apresurado refregón en las duchas, la sauna o los vestuarios. Siempre en un lugar público, y dejando claro que eso era todo lo que estaba dispuesto a ofrecer, sin involucrarse sentimentalmente, ni repetir más de un par de veces, su corazón helado en su interior.
Después de cenar temprano, Harry decidió que esa noche quería dar un paseo por el mundo mágico. Sacando su capa, salió a la terraza y se desapareció. El familiar contorno de las casas de Hogsmeade le llenó de sensaciones y doblando con cuidado su capa, la guardó en sus ropas y cambió a su forma canina.
Era fácil vagabundear por la calles bajo ese disfraz, manteniéndose oculto entre las sombras, sabiendo que los demás le veían mucho más pequeño de lo que era en realidad, un simple perro mestizo. Pegado a las paredes, como un oscuro fantasma, silencioso. Estaba rondando la puerta trasera de las Tres Escobas, olfateando los aromas que emanaban del lugar, cuando una voz extrañamente familiar le sorprendió:
-Vaya, que tenemos aquí! ¿Estás perdido?
Harry retrocedió, maldiciéndose internamente por su descuido, había estado tan concentrado en los olores y sonidos procedentes del local, que había ignorado prestar atención a sus espaldas. Había retrocedido rápidamente hacia las sombras más densas, escondiéndose, pero la figura se acercó aun más hacia él, bloqueando casi la salida del callejón.
Había reconocido la voz…pero el salvaje olor le hizo tensarse, lo sentidos de repente alertas y los músculos listos para la acción. No había esperado encontrar a ninguna criatura en aquel lugar y menos…el olor era algo extraño, pero inconfundible. Algo no cuadraba, no era posible…Solo el brillo de sus ojos y su silueta borrosa, eran visibles en la oscuridad del callejón, poco iluminado y el canido mestizo retrocedió aun más.
Draco Malfoy se aproximó un poco más, tendiendo una mano pálida y elegante hacia él, mientras su voz susurraba con un tono increíblemente cálido, que le hizo preguntarse si realmente aquella era la voz de Draco.
-Vamos, ven aquí. Ven aquí, cachorro.
Harry gruño amenazadoramente, descubriendo sus colmillos, que brillaron en la oscuridad. Por un instante, el moreno pensó en deshacer el glamour y dejar ver toda la potencia de sus 70 kg de puro músculo, pero eso le expondría aun más. Dejó que su pelaje se erizase, intentando intimidar al otro mago, aunque sin verdadera intención de dañarlo. Después de todo, el olor de Draco era realmente interesante… Pero el rubio tan solo dejo escapar una suave risa, y mantuvo su posición, sin miedo alguno. Se inclinó ligeramente hacia él sonriente y murmuró:
-Oh! Aun eres mejor de lo que creía! No te ofendas, cachorro, pero no creo que vayas a lastimarme. Y yo no tengo intención de marcarme sin conocerte.
Harry dejó de gruñir poco a poco, intrigado y aspirando una y otra vez su olor. Draco estaba cubierto por una capa, y aguardaba pacientemente en el suelo embarrado del callejón. Su pelaje aun estaba erizado, y sus orejas plegadas levemente contra el cráneo, denotando su nerviosismo e indecisión. El joven mago siguió hablando con él, suavemente, con una voz increíblemente relajante y tranquilizadora. Su olor era…salvaje, diferente, y al mismo tiempo, familiar y agradable. Podía percibir en él, el aroma que asociaba con Malfoy, mezclado con…era realmente increíble. Retirando la capucha, el rubio murmuró:
-Vamos Cachorro, dentro podemos cenar y se está bien. Prometo que cuidaré de ti. Vamos, ven conmigo.
Harry agitó tentativamente la cola. Nunca nadie le había hablado así, y olfateó una vez más el intrigante aroma de Draco. Avanzó un paso y Draco retrocedió un poco, dándole espacio, y Harry le escucho contener la respiración por un momento, cuando la tenue luz del lejano farol cayó sobre él. Los ojos del rubio se dilataron de sorpresa y Harry olió la excitación que fluía mezclada en sus venas con un cierto deseo.
-¡Oh Merlín! Eres…¡Eres perfecto!
La voz sonaba llena de emociones contenidas, y era agradable y aterciopelada, increíblemente cálida. El Slytherin cayó de rodillas frente a él, tendiendo su mano hacia su cabeza con lentitud. Harry agitó levemente la cola, mientras la respiración de Draco se hacía cada vez más agitada, confundiendo a Harry. Las yemas de los dedos rozaron el pelaje de su cuello y se enterraron suavemente en él. Draco se estremeció y sus ojos grises relucieron en la penumbra con placer, brillantes como esferas de plata líquida.
Su otra mano se aferró a él y Harry se abandonó a la suave caricia detrás de sus sensibles orejas y su cola se agitó, satisfecha. Las caricias y los murmullos de Draco alabándole se prolongaron durante un rato, hasta que el joven Slytherin suspiró y mirándole intensamente, volvió a susurrar con adoración y vehemencia:
-Te he encontrado Cachorro. Después de tanto tiempo, te he encostrado…ven conmigo, Cachorro.
Cuando el rubio retrocedió un paso, Harry pudo apreciar que Malfoy estaba más pálido y delgado que nunca, ojeroso, casi enfermizo, como si las preocupaciones le abrumaran, pero sus ojos relucían enfebrecidos y su olor era…tentador, salvajemente tentador… Harry dudó un momento, el joven parecía un tanto fuera de sí, mientras Draco le miraba, expectante, la tensión irradiando de él, pendiente de su respuesta.
Y Harry le siguió, la curiosidad superando al recelo, mientras se maldecía a sí mismo por dejarse llevar, intoxicado por el agresivo aroma del otro joven. Sus impulsos le llevaron a seguir al otro, extrañado por su actitud, al que nunca hubiera imaginado rescatando mascotas perdidas.
Caminando pegado a sus talones, Harry se colocó bajo la pequeña mesa que el joven ocupó en uno de los rincones de la concurrida taberna. Era viernes, y casi todas las mesas estaban ocupadas, por lo que taras esquivar un mar de piernas, por fin, la camarera les tomó nota. Mejor dicho, tomó nota a Draco. Porque nadie le había prestado mucha atención al perro que trotaba en silencio detrás de él. Draco ordenó dos raciones de cordero al horno y una cerveza de mantequilla. Con su varita, conjuró un bol de gua y lo puso a su alcance, junto a sus pies, ofreciéndoselo con un gesto, y Harry bebió agradecido. El ambiente del local era ruidoso, abrumador, lleno de olores y sonidos, además de algo caluroso para su denso pelaje. Jadeó levemente para refrescarse y Malfoy le acarició levemente la cabeza y suspirando, Harry dejó descansar su cabeza sobre la rodilla de rubio. Este redobló sus mimos, acariciando sus orejas.
La comida llegó y el Slytherin depositó su plato en el suelo, después de trocéalo y retirar los huesos, susurrando con cariño:
-Aquí tienes, Cachorro. Disfrútala
Con curiosidad, Harry olfateó la comida y después de ver que el Slytherin comenzaba por fin su propia cena, se relamió y atacó el delicioso cordero.
Harry había terminado y estaba sentado, agitando suavemente la cola mientras Draco continuaba comiendo con lentitud. Por alguna extraña razón, estar allí, rodeado de otros magos, y en la compañía de Draco era agradablemente relajante. De repente un súbito dolor le hizo saltar y emitir un agudo lamento, revolviéndose. La camarera, que acababa de pisarle el rabo con sus tacones, dejó caer la bandeja llena de copas, y el suelo se cubrió de punzantes trozos de cristal, mientras la voz del Slytherin dejaba escapar un grito de sorpresa.
Cuando las afiladas astillas se clavaron inmisericordes en sus patas, Harry dejó escapar un pequeño gemido de dolor y se quedó inmóvil, temblando, mientras la sangre se mezclaba a las bebidas derramadas. Draco gritó enfurecido a la camarera:
-¡Mire lo que ha hecho! ¡Está herido!
Con gesto decidido, el rubio lo levantó entre sus brazos, sosteniéndole contra su pecho con ternura, mientras la sangre manchaba sus ropas ya mojadas por las bebidas derramadas, terminando de arruinarlas. Harry notó el acelerado palpitar del corazón de Draco y el pánico de este. Con firmeza, el rubio se abrió paso hasta una de las habitaciones del establecimiento, mientras l azorada camarera se deshacía en disculpas y les dejaba finalmente a solas.
Draco le tumbó delicadamente sobre el diván, frente al fuego, aun envuelto en su cálida capa de viaje. Harry se quedó quieto, sus patas delanteras lastimadas por los cristales, mientras el rubio sacaba uno a uno los pedazos de vidrio, con infinita paciencia y tras aplicarle un ligero hechizo anestésico. Finalmente satisfecho, uso otro para dejarlas limpias y comenzó a cerrarlas con su varita. Aun dolían y Harry se dejó consolar por las caricias de Draco, mientras este murmuraba suaves palabras de consuelo a su inmóvil forma, haciéndole cerrar los ojos.
-No puedo perderte Cachorro…tengo que protegerte…
Con un gesto inesperado, el rubio colocó una fina cadena con un Colgate en torno a su cuello y Harry sintió la magia activarse a su contacto. Se irguió repentinamente, abriendo los ojos con sorpresa. Una de su zarpas enganchó el metal, pero este no cedió y Harry gruño erizando el pelaje del lomo, y enseñando los dientes a Draco, que le miraba con ojos decididos, aunque algo extraviados.
-Lo siento Cachorro, pero después de tanto tiempo… no puedo volver a perderte.
Sus palabras eran extrañas, como si Draco supiese que él no era realmente un animal, aunque el Griffindor estaba seguro de que sus hechizos de ocultación le habían protegido igual que siempre. Tanteó de nuevo la magia de la gargantilla y descubrió además de numerosos hechizos protectores, una localizador. Furioso, saltó al pecho del rubio arañándole y derribándole al suelo desde el sofá. Sus dientes se cerraron amenazadoramente sobre la garganta de Draco, que increíblemente permaneció casi impasible, estoico ante su ataque, aunque su ropa y su piel se desgarraron bajo sus zarpazos.
Con fuerza insospechada, Draco cogió al enfurecido animal del pelaje del cuello y tiró de él, alejándole. Con un esfuerzo más, se incorporó mientras Harry se revolvía, seriamente tentado de deshacer sus disfraces, darle su merecido al rubio y borrar su memoria después. Pese a todo, desecho la idea, y trató de morderle, de arañarle, sujeto por aquella mano férrea. El rubio dejó unas monedas en la mesa, y cogiendo su arruinada capa murmuro:
-Lo siento Cachorro. Lo siento mucho…pero tengo que protegerte.
Y desapareció con Harry sujeto entre sus brazos.
