El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como todos los símbolos y elementos relacionados, son propiedad de Warner Bros., 2000. Esto es hecho sin fines de lucro.


Nota de autora: ¡Hola, mundo! Después de un tiempo he vuelto por aquí con una nueva historia. Como los últimos tres años me dediqué a escribir un fic más bien reflexivo y dramático, mi mente necesitaba algo más ligero y con mucho humor. Durante un buen tiempo he querido adentrarme en un tipo de historia que tenga los elementos de mis series de comedia favoritas (Friends, How I Met Your Mother, Sex and the City, entre otras) y luego de mucho trabajo éste es el resultado.

Estoy un poco nerviosa porque es primera vez que escribo un fic que transcurre en universo altero (UA o AU, como se abreviaría en inglés) y para peor, que la historia se desarrolle en Londres y que sea creíble que los personajes vivan allí. Esto ha requerido varias horas de lectura sobre los barrios, bares, vida nocturna, universidades, lugares de trabajo e historia de la ciudad misma. Sin embargo, estoy satisfecha con el trabajo y espero que les sea de su agrado.

Algunos detalles que mencionaré ahora para que así luego lean de corrido el capítulo:

-El título está en francés y significa "Mi año con doce estrellas". En los siguientes capítulos se entenderá la razón del título (y el Summary) y su importancia.

-Cada capítulo tiene el nombre de una película, aunque modificado. Si me conocen, saben que soy una cinéfila y como este fic será en esencia una comedia romántica, quise hacer homenaje al cine. Cada película que inspira el título del capítulo da una idea de su contenido.

-Quiero agradecer a sara_f_black por betear el capítulo. Como siempre, me salvó de varios dedazos y frases extrañas (es curioso que en tu cabeza lo que escribes tiene mucho sentido, pero tus dedos teclean ideas sin darles final).

-Y finalmente, encontrarán una sorpresa con los personajes de este fic. Si han leído "La reina de las manzanas" y "De opciones y oportunidades", pues entenderán a qué me refiero ;)

Eso sería todo por ahora. Espero que les guste y obviamente quiero saber sus opiniones en un review.

¡Saludos y hasta la siguiente entrega!


Mon année avec douze étoiles

Número I:

"El Diablo Desviste a la Moda"

"Anorexia nerviosa es una enfermedad caracterizada por un desorden alimenticio…".

-Rose –la cabeza de Zoe se asomó por encima de la mampara que separaba sus cubículos.

"… donde la persona tiene miedo a ganar peso, por lo que…"

-Rose.

-¿Mmm? –preguntó sin quitar la vista del monitor. Sus manos se movían frenéticamente sobre las letras del teclado, haciendo un repiqueteo que cualquier persona asociaría con el ambiente de una aburrida oficina de trabajo-. ¿Mmm? –repitió al notar que no le volvían a hablar.

-¿Estás copiando un artículo de Wikipedia?

-¡Mierda! –saltó la pelirroja, volteando la cabeza tan fuerte que le dio un tirón en un músculo que unía el cuello con el hombro. Aparentemente Zoe había ganado poderes de la teletransportación y en menos de un segundo estaba tras ella, observándola con una expresión que no sabía si interpretarla como de reproche, asombro, o diversión. O las tres. Usualmente solía causar esas tres reacciones en su compañera de trabajo-. ¿Qué quieres? Tengo que entregar esto antes del mediodía o volveré a tener problemas con Slughorn.

-Necesito saber si te gustan estas ilustraciones para tu reportaje –en sus manos tenía una tableta y la pantalla la tenía volteada hacia Rose.

En ella habían dibujos de niñas con un tema bastante obvio: todas tenían una fijación por su figura. Una estaba sobre una balanza, otra se miraba a un espejo, y otra elegía beber agua en vez de desayunar. Las niñas se veían tristes, frágiles y delgadas. Con un asentimiento de cabeza, la pelirroja aprobó los bocetos.

Zoe era realmente talentosa. Sólo le bastaba con leer una vez un escrito y podía crear las imágenes perfectas para acompañarlo. Había comenzado dibujando para grandes editoriales de revistas y tiras cómicas luego de retirarse de la universidad en segundo año, y después de ahorrar un poco de dinero y armarse de contactos, recién este año podría cumplir su sueño: ilustrar cuentos de niños. Tenía planeado comprar con su hermano una editorial que se declararía en bancarrota, donde se dedicarían a reeditar cuentos infantiles y ayudar a nuevos autores a publicar sus historias. Si no fuera porque estaba tan feliz por dedicarse a lo que realmente quería, Rose se lanzaría al suelo y le suplicaría para que se quedara. Probablemente nadie más que ella la molestaría sólo para entregarle el escrito y revisar los dibujos, sin meter sus narices durante todo el proceso de escritura de un artículo.

Antes de Zoe, había tenido que trabajar con tres ilustradores. Uno de ellos había sido un imbécil llamado Roger que se creía al nivel de Picasso y trataba de añadir "un concepto distintivo" a sus dibujos. Era tan insufrible que después de un mes soportándolo, Rose y los demás periodistas pidieron a su jefa que lo despidieran porque era evidente que sus expectativas laborales distaban mucho del trabajo que requería hacer en la revista (si un triángulo rojo simbolizaba de algún modo la historia de la pobreza y hambruna en algunas regiones de África, por favor que alguien se lo dijera para que así todos pudieran disculparse con Roger por ser un artista innovador y talentoso). Luego de él, vinieron otros dos igual o aún más inútiles. No la dejaban tranquila, preguntando cada detalle de los artículos y pidiéndole opinión hasta del ángulo en que los rostros de las personas debían tener.

Cuando la jefa de la sección de Reportajes y Cultura le presentó a Zoe luego que la tercera ilustradora saliera del edificio chillando que esperaba que el apocalipsis zombi comenzara en aquel lugar para que todos sufrieran un trágico final, Rose empezó a creer que las palabras de la chica habían sido una premonición al apocalipsis: ¿Qué rayos hacía una joven de pelo fucsia, ropa desgastada y con ese aire de punk roñoso de los años 90' y una de sus orejas completamente perforada? No es que la discriminara o algo así, ya que se veía como una chica con mucho estilo y genial; pero para una revista de modas y actualidad, su personalidad no era precisamente usual.

Luego de ver su portafolio, una colección de dibujos con trazos delicados y colores pasteles, la pelirroja simplemente le dijo que le enviaría por correo electrónico a mediados de mes el tema de su artículo y no quería que le hiciera preguntas idiotas. Básicamente, le había dicho que no metiera su nariz donde no la llamaban. Zoe simplemente asintió, guardando la carpeta con sus trabajos en una mochila que parecía tener desde que era estudiante de la secundaria y se fue a sentar al cubículo que le habían asignado, junto a Rose.

-Mantén el patrón de colores fríos. Haré una nota a Slughorn para que los detalles de la página donde esté el reportaje también sea en esos tonos –dijo volteando la cabeza y preparándose para seguir trabajando. Notó que la sombra de la chica seguía extendiéndose sobre el monitor del computador. Dio un suspiro antes de girar lentamente el asiento con los pies, hasta quedar frente a ella-. ¿Ahora qué ocurre?

-¿De verdad estás copiando una página de Wikipedia?

-No –Zoe alzó una ceja inmediatamente al escuchar su respuesta-. ¿Qué? ¿Acaso no me crees?

Generalmente no metía sus narices, pero desde hacía un tiempo habían comenzado a hablar sobre su vida fuera del ámbito laboral (y por lo mismo ahora sabía sus planes de los cuentos infantiles) y ahora ambas se lanzaban bromas, almorzaban juntas y cuando una iba a buscar café a la máquina expendedora, le preguntaba a la otra si quería también uno para traerle.

Maldita sea, no debería haber hecho amigas en la maldita oficina.

-Ya, está bien –se alzó de hombros-. Sólo lo estoy adaptando.

-¿Sí? –se acercó hasta el escritorio, colocando una mano sobre el ratón. Rose por un momento deseó derramarle café a la pantalla del computador o chillar para detenerla, pero simplemente se limitó a cerrar los ojos-. Oh, vaya. Qué extraño que sea casi textual lo que dice Wikipedia y tu reportaje.

-Sólo lo adapté, ¿vale?

-Rose –dijo entonando largamente el "se" de su nombre.

-¿Qué? –la imitó moviendo la cabeza, tratando de quitarle peso al tema de conversación.

-Slughorn ya habló contigo sobre esto –se enderezó, mirando hacia todos lados. La pelirroja volteó los ojos, preguntándose por qué se preocupaba ahora de que alguien las fuera a escuchar cuando casi había gritado a los cuatro vientos que estaba copiando algo de Internet-. Es decir, no de esto, pero ya sabes a lo que me refiero. Debes entregar mejor contenido.

Sin ser diseñador o fotógrafo, Horace Slughorn era uno de los hombres más poderosos del mundo de la moda al ser el primer y único editor en jefe de 'Glamour'. Desde finales de la década de los cincuenta había comenzado a dirigir una de las revistas inglesas que se transformaría en la más vendida de Europa. Su editorial de cada mes junto con su sección "Los preferidos de Horace" eran las secciones más populares de la revista. Generalmente los artículos que el hombre mencionaba en la página, rápidamente se agotaban a los pocos días del lanzamiento del nuevo número de la revista y por ende, las empresas de alta costura, vestimenta, cosméticos, y otros le enviaban regalos a modo de agradecimiento por su preferencia. Aparecía en televisión, libros, revistas, periódicos y eventos sociales. Su palabra era ley en este mundo.

Por lo mismo, siempre estaba preocupado de renovar el contenido y mantener la calidad de la revista. En las últimas reuniones, el hombre había mostrado un poco de preocupación por la sección de Cultura, especialmente por los reportajes. Las últimas encuestas del sitio de Internet mostraban un descontento por parte de las lectoras en el contenido de esta sección. Obviamente el jefe de Rose había dicho que la culpable de todo era ella, ya que el muy imbécil no quería perder el bono de fin de año de la empresa, y Slughorn la había tenido una hora encerrada en su oficina repitiéndole que debía hacer reportajes más apasionados, más interesantes y de mayor calidad.

-En vez de hablar de la hambruna en África, estoy escribiendo del hambre que nuestras queridas lectoras van a entender -explicó resueltamente, quitándole el ratón de la mano-. No veo nada malo con lo que estoy haciendo.

-Pero… No, no –movió la cabeza negativamente y sonrió-. No malgastaré mi tiempo en disuadirte. Tan sólo termínalo a tiempo.

-Sé lo que hago, Zoe. Por algo llevo aquí más de tres años.

-Vale, vale –regresó a su cubículo, musitando algo que Rose no alcanzó a entender.

La verdad era un milagro que llevara tres años en esta condenada revista. Una compañera de la universidad la había recomendado cuando supo que todavía no encontraba trabajo. Había estudiado Lengua Inglesa en la Universidad de Londres y luego de escribir la tesis (en un tema demasiado complicado e inútil que no merecía ser mencionado), se había encontrado que debería al menos estudiar cinco años más para tener en grado de doctora para conseguir trabajo como académico de una universidad, que hasta los puestos como profesora de secundaria estaban ocupados, y que muchos trabajos pedían a una periodista o blogger. Es decir, el mundo era una mierda para haber estudiado Shakespeare, Austen y todos estos autores geniales. Un blogger era lo mismo que un maldito periodista.

Cuando su compañera la vio fingiendo estar extremadamente feliz por su forzado período sabático mientras tenían un incómodo encuentro en una cafetería del centro, le dijo que enviara su currículum a tal correo electrónico y que ella podía recomendarla para un trabajo genial. Sí, un lugar donde se hablaba de chismes de celebridades, la última Semana de la Moda en París, modelos, labiales y perfumes, y ropa. De la maldita ropa que podían definirte como persona, o así había escuchado muchas veces decir a las personas de este lugar. Había terminado enviando sus datos a 'Glamour' y aparentemente Horace Slughorn debía jubilarse con urgencia, puesto la había contratado para iniciar la renovada sección de Reportajes y Cultura. Al anciano se le iba la olla si creía que ella estaba capacitada para escribir de temas culturales e interesantes que despertara el interés de las lectoras.

Después de tres números donde había escrito buenísimos reportajes, Rose desistió. Vamos, ¿qué mierda les iba a importar la guerra de Medio Oriente, los problemas políticos entre Venezuela y Estados Unidos, o las nuevas líneas de investigación para tratar el cáncer? Si no tenían un maldito test del tipo "¿Tu novio te ama o sólo pasa el rato contigo?", nada de lo que escribiera llamaría su atención. Nadie en la maldita oficina la felicitaba por su trabajo (no como al maldito de Matthew Zyner, el niñito estrella de la revista) y no recibía retroalimentación por parte de las lectoras. La casilla del correo electrónico sólo tenía mensajes que recibía por parte de su jefe, el ilustrador de turno o cadenas imbéciles reenviadas por colegas. Comenzó a escribir su artículo mensual dos días antes de la fecha límite, sin preocuparse de que el resultado fuera un asco. ¿A quién le importaba, si nadie la leía? Era casi digno de celebrar que recién después de tres años el editor en jefe se hubiera dado cuenta de cuán malo era su rendimiento. Si no fuera porque Slughorn jamás despedía a alguien, habría tratado de hacer algo para mejorar. Especialmente cuando la revista había sido comprada por un conglomerado del los medios de información del continente. Más que el nombre del dueño había cambiado, las cosas seguían relativamente iguales. Los jefes de cada sección eran los mimos, la línea editorial tenía el rumbo que Slughorn deseaba y… habían transcurrido dos meses, y todavía seguía con el mismo cargo y cheque a final de mes. ¿Para qué se iba a esforzar?

Luego de terminar el reportaje, preguntó a Zoe si había enviado las ilustraciones al editor ("Sí, Rose. Las envié cuando las aprobaste") y mandó también su escrito vía e-mail.

-Genial –estiró los brazos hacia adelante, sintiendo que los músculos de la espalda se lo agradecían.

Tomó el teléfono celular que estaba junto a la impresora y notó que tenía un mensaje de Whatsapp desde antes de las diez de la mañana. Al ver de quién era no se preocupó por responder con tanta demora.

Batichico: ¿A qué hora hay que estar en el bar?

Yo: Cuando los gayos canten al alba…

Yo: ¡A la hora de siempre, Mark! ¿Para qué preguntas estupideces?

Colocó su celular en modo normal, sin que estuviera en silencio o sin vibrador, para evitar el perder llamadas y mensajes (principalmente de su padre, que siempre se imaginaba lo peor cuando no contestaba), y un ruido le informó que le habían respondido. Al volver a la conversación con su amigo, no pudo evitar reír:

Batichico: Me has contagiado la estupidez.

Probablemente no había una conversación entre ellos que no tenía algún insulto. Mark, Kate y ella expresaban su amor con palabras hirientes. Mientras más pesados eran con los otros, más amigos eran. Al menos con eso solían excusarse cuando las bromas alcanzaban niveles realmente dolorosos.

Yo: Bueno, al menos espero que justamente este día no seas un imbécil. Kate y el mundo te lo agradecerán.

Batichico: ¡Ja! No negaste que eres estúpida.

Batichico: ¿Pero qué puede salir mal?

Yo: Se trata de mi primo y Kate. Todo puede salir mal.

Batichico: Uy, qué pesimista.

Yo: Uy, qué maduro.

Batichico: Soy Maduro… Mark Maduro… Jajaja.

Rose insertó y envió el emoticón de un grillo a modo de respuesta.

Si comparaba el nivel de insultos que usaba con sus mejores amigos, Mark y ella eran muchísimo más hirientes que los de Kate y ella o Kate y Mark. Había sido así desde sus días en la secundaria. Con Kate podía mantener conversaciones civilizadas y con expresiones cursis cuando la situación lo ameritaba, pero con Mark siempre había sido distinto. Su amistad era tan disfuncional que apenas sabían cuál era su relación porque una vez uno escuchó por parte del amigo de la amigo de un primo que el otro había dicho que era su amigo. Nunca se habían dicho un "te quiero", un "qué pena tu vida" reemplazaba a un "felicidades", y se molestaban cuando el otro estaba de mal humor, para hacerlo enojar más.

Batichico: No tienes sentido del humor. Obviamente serás una vieja llena de gatos si sigues así.

Yo: Al menos sería feliz, ya que eres alérgico a los gatos y no tendría que verte el resto de mi vida.

Batichico: Vale, te dejo, amable pelirroja. Debo terminar un experimento. Nos vemos más tarde y espero que tengas un pésimo día.

Yo: Espero que todo te haya salido mal. ¡Nos vemos!

Obviamente había momentos en los que se sentía orgullosa de su amigo (aunque con comentarios como el que acababa de hacer, la hacían replantearse a quiénes dejaba entrar en su círculo de confianza), pero se los hacía saber de manera especial. No era éste el caso cuando se trataba de Kate. Era capaz de contratar a personas para colocarse a bailar y cantar en la calle como hacían en los musicales con tal de celebrar con su amiga.

Aquel día sería uno muy especial. Después de años saliendo, Albus por fin le pediría matrimonio a Kate. Luego de graduarse de la escuela, Rose se fue a vivir al departamento de soltera de tía Ginny en Londres, donde viviría con sus primos James y Albus. James, el mayor, ya vivía en la ciudad desde el año anterior Londres y tendría que recibirlos para que comenzaran la universidad. Una semana después que Albus se asentara en la guarida, como solía llamarla James, la pelirroja se mudó y le pidió ayuda a su mejor amiga para ordenar todo en su nuevo cuarto. En cuanto Kate había puesto un pie en el lugar, Rose supo que Albus se había enamorado de ella. No olvidaría la expresión en la cara de su primo. Era como si estuvieran viendo una película romántica y el cielo se hubiera abierto, dejando que el sol le iluminara el cuerpo y una música de violines sonara de fondo. A los pocos meses se hicieron amigos (de esos que se toman de las manos y llaman al otro antes que a cualquier persona cuando tienen una noticia buena o malo), al año estaban saliendo y durante los últimos nueve años eran el significado de la palabra amor en la mente de Rose.

No es que necesitaran reafirmar su relación con un papel ante el estado y el mundo, pero Albus era un eterno romántico que siempre se refería a Kate como su "futura esposa" y ya era hora que lo cumpliera. Todos los amigos estaban aburridos de sus referencias a sus futuros hijos, futuro automóvil, futura casa, y futura vida. Ambos se amaban, Kate había contado a Mark y Rose que ya habían hablado el tema seriamente con Albus y estaban de acuerdo en formalizar, y obviamente tenían a la dama de honor perfecta para la boda (obviamente el honor sería para la mejor amiga y prima de la pareja), por lo que fue un alivio cuando el joven confesó que quería pedirle matrimonio a su novia, y lo haría con un anillo y de rodillas en el suelo, como en las películas que a Kate le gustaban.

Aquel día su primo le pediría matrimonio a su mejor amiga y Rose podría celebrar ser la dama de honor. Sería una noche excelente.

Luego de la corta conversación con Mark, el día de Rose fue relativamente normal: almorzó con Zoe y se quejó de cuán corto era el descanso desde que la revista había sido comprada por un conglomerado del mundo de la prensa, regresó a la oficina, revisó Facebook, y se dedicó a mejorar su puntaje en Buscaminas.

Cuando los bostezos comenzaron a llenar el tiempo, vio que todavía faltaban tres horas para salir de la oficina. Qué daría por beber una cerveza helada, una de las artesanales que tenían exclusivamente en el bar al que regularmente iba con sus amigos. Al menos así podría soportar mejor lo que quedaba de tiempo hasta presenciar la petición de matrimonio más esperada de los últimos años.

-Señorita Weasley.

Era ella.

-Eh, ¿sí? –se irguió en su asiento y su mirada se posó en la mujer que poseía tan horrorosa voz: la señora Pince. La secretaria del editor en jefe era la reencarnación de todos los íconos malvados del mundo en una sola persona. Tenía la costumbre hablar en persona con los trabajadores y no llamar por el anexo del teléfono o por e-mail como las personas normales, respingar la nariz como si nadie tuviera higiene personal, y ocupar un acento estirado tan falso, que daban ganas de gritarle que no necesitaba disfrazar su origen nortino fingiendo ser la Reina de Inglaterra-, ¿cómo está?

-Bien, gracias –le ofreció una sonrisa tan falsa, que por un momento Rose creyó que se trataba de una imitación del Guasón, uno de los villanos de Batman-. ¿Está muy ocupada?

Siempre le preguntaba lo mismo, con aquella voz llena de cinismo y diversión. Desde que fue contratada la trataba como si no mereciera su puesto, cuestionándose si estaba muy ocupada para llenar unos estúpidos papeles del seguro laboral, o confirmar su asistencia a una reunión con Slughorn y editores de la revista. Podría hacer un video viral de diez minutos con todas las veces que le ha preguntado aquello constatando el constante suplicio que esta mujer le causaba. Era probablemente la mujer más detestable del planeta.

Los ojos de Rose se movieron hacia el monitor, donde había marcado una de las diez últimas bombas que restaban para ganar la partida.

-Eh, ¿un poco? –siguió jugando, disfrutando de la insatisfacción de la señora por su respuesta. Por primera vez sí estaba haciendo algo (aunque fuera jugar) y podía restregárselo en su cara-. ¿Por qué?

-Necesito que me acompañe arriba.

-Vaya, esto me puede tomar un rato –movió los ojos desde la mujer a la pantalla del computador, volviendo a Pince. Habiendo memorizado la disposición de las casillas del juego, movió el ratón haciendo click-. ¿De verdad es muy urgente? De verdad creo que…

Un sonido de una bomba, específicamente el de una mina, explotando zumbó desde los parlantes de su computador.

No sería una exageración decir que desde todos los cubículos se asomaron cabezas, buscando a la persona que idiotamente jugaba Buscaminas con los parlantes encendidos y a un volumen alto. Rose captó por el rabillo de su ojo que Zoe negaba con la cabeza, sabiendo que sus años de suerte sin ser despedida por su terrible trabajo podrían llegar a su fin.

Con la garganta apretada y los deseos de caminar hacia el final del pasillo, abrir la ventana y lanzarse hacia la calle, su boca pronunció la expresión más corta y llena de honestidad de su vida entera:

-Mierda.

-Ya que terminó su partida de Buscaminas, creo que ya está libre, ¿verdad? –una gran sonrisa apareció en el rostro de Pince.

La pelirroja asintió, deseando que el apocalipsis zombi comenzara ahora mismo para huir de la vergüenza de su vida.


-Desde que te conocí supe que serías la persona con la querría construir un hogar, una familia, y un futuro juntos. No creo que lo nuestro haya sido amor a primera vista. Para mí, fue amor a primera conversación. Eras… Eres –el joven se corrigió rápidamente-, genial. Ya hablamos de casarnos y sé que también quieres dar este paso. Sin embargo, quiero hacer este gesto y pedirte de este modo que construyamos una vida juntos –con las manos temblorosas, Albus sacó una caja aterciopelada de color azul oscuro. La giró varias veces, evidentemente nervioso. Finalmente la abrió, mostrando el anillo en su interior-. ¿Desearías casarte conmigo?

-Por supuesto que sí –dijo Scorpius con una voz casi inexpresiva.

-¿Eso es todo? –preguntó Lily, observando a los chicos con evidente desaprobación-. ¿Ni siquiera un abrazo por aquella bella y cursi petición de matrimonio?

Ambos rodaron los ojos, y finalmente Scorpius abrió los brazos y se colocó de puntillas, para poder abrazar a su amigo que estaba al otro lado de la barra del bar.

-¡Vivan los novios! –exclamó la chica, aplaudiendo.

-¿Qué tal estuvo? –preguntó Albus, liberándose del abrazo del rubio. La caja la cerró y la guardó en el bolsillo interior de su chaqueta-. ¿No hice el ridículo, verdad? ¿Fue corta y llena de emoción?

-Si me gustaran los hombres, y no odiara las cursilerías y no fueras mi hermano, me habría encantado.
-Gracias, Lily –el rostro y tono que usaba el chico claramente no decía lo mismo-. El que tengas tantos reparos me hace sentir mejor –tomó la botella de cerveza que tenía al frente y le dio un gran sorbo.

-Estuvo bien –Scorpius sonrió, sacando un tazón de una estantería bajo la barra, y lo colocó junto al joven. Luego caminó hacia un mueble donde estaban los paquetes con la comida como maní, papas fritas, y otras cosas del estilo que usaban en el bar para colocar como regalo a los clientes. Lo que Albus menos necesitaba era estar borracho aquella noche, por lo que no podía dejar que siguiera bebiendo con el estómago vacío. Abrió un paquete de frutos secos y lo vació en el pocillo-. Sabes muy bien que no importa lo que digas. Kate va a aceptar.

Albus había pedido permiso para salir un poco antes del trabajo para llegar al bar y poder prepararse mentalmente para este acontecimiento. Los nervios eran algo que los demás le preguntaban y él no conocía. Al menos no hasta antes de ese momento, puesto que había sido la digna personificación de la calma cuando habló con su novia de años la posibilidad de casarse y al comprar el anillo la semana pasada. Pero al despertar hoy día, lo supo: estaba enormemente nervioso. En la mañana se le había caído el cepillo de dientes al inodoro; tuvo que recalcular tres veces una planilla de gastos, por lo que tuvo que almorzar un emparedado y café de la máquina expendedora de la oficina mientras arreglaba los cálculos, y cuando se vio caminando en West Harrow supo que en el metro había caminado a cualquier lugar y tomó el tren equivocado.

Después de contestar a un mensaje de texto de su hermana que le preguntaba a qué hora comenzaría la fiesta de compromiso y que ella lo llamara alarmada al saber de su patético día, llegó finalmente al bar de Scorpius para preparar todo. Y por preparar todo, debía entenderse que su amigo ya había hablado con sus empleados para que la comida, bebidas y música estuvieran listas y tenía que soportar ser usado por Lily como un ejercicio de relajación.

-¿Y para mí? –preguntó la pelirroja, haciendo un leve puchero. Scorpius había movido el pocillo a una distancia a la que Lily no pudiera alcanzar-. Oh, vamos. Eres su mejor amigo. Tu deber es ayudarlo.

-Albus me pidió matrimonio cuatro veces –respondió acusadoramente.

-Es un honor que hayan pedido tu mano en matrimonio tantas veces. No sé por qué te quejas.

-Y te serviste un vaso de Bourbon cuando fui a la cocina –colocó encima de la mesa una caja que tenía el sello cuidadosamente roto, para que no fuera evidente que estaba abierto-. Son doce libras.

-¿Ni siquiera un descuento por ser la hermana de tu amigo? ¿O por ser un día tan especial? –el rubio enarcó una ceja, extendiendo la mano para recibir el dinero. Lily tomó de mala gana su cartera y lo miró con odio mientras buscaba en ella-. Eres detestable, Scorpius –declaró cuando le dio los billetes.

-Muchas gracias, distinguida clienta.

Poco después que Lily dejara de reclamar por la estafa del dueño del local al no apoyar la felicidad de su amigo y que Albus desistiera de pedir otra cerveza, Mark y Kate llegaron al bar. Saludaron a Lily con sorpresa, ya que la chica no solía compartir con ellos regularmente. Era obvio, debido a que no tenía la misma edad que ellos y sería un poco extraño reunirse tanto con los amigos de su hermano mayor. De todos modos, su presencia siempre era bien recibida porque se llevaba muy bien con todos, como quedaba demostrada cada fiesta de cumpleaños u ocasión en la que compartían.

A la pregunta de su cuñada por saber qué hacía en el lugar, la pelirroja se rió:

-Mi hermanito me extrañaba –se balanceó en el asiento, quedando cerca para poder pasar uno de sus brazos alrededor de los hombros del joven. Albus le dio una mirada cautelosa, suplicándole que no hiciera tan evidente que estaba aquí porque era una ocasión especial-. En realidad, no. Como no fue a ver a tío Percy para su cumpleaños en el fin de semana, necesitaba reunirme con él para contarle las nuevas noticias familiares.

-Sí, me dio un poco de pena no poder ir –admitió Kate-. No quiero que tu familia piense que Albus privilegia una familia por sobre otra.

-Es más importante ver a los suegros –le restó importancia Lily. Soltó a su hermano y se puso de pie, mirándolos a ambos-. Además que si hubieran ido no podría con apreciar con detalle la cara que pondrán cuando sepan que Molly está embarazada.

-¿Qué? ¿En serio? –Albus la miró escéptico.

-¿Ésa no es la prima que es muy vieja y que ya debería ser abuela?

-Mark –dijo Kate, ganándose un golpe en el hombro a modo de castigo mientras que Lily sólo rodó los ojos por su desubicada intervención-. ¡Me alegro tanto! ¿Por cuántos años había tratado de quedar embarazada?

-Cinco o seis, creo.

-Seis –corrigió Albus a su hermana-. Es un milagro.

-Eh, perdón –un hombre de mediana edad estaba de pie junto a ellos. Ninguno se había dado cuenta que ya eran más de las siete y el bar se estaba llenando de universitarios y oficinistas deseosos por terminar el día con un par de tragos-. ¿Podrían moverse, por favor? –pidió sin mucha cortesía, prácticamente empujándolos.

Haciéndole un gesto de despedida a Scorpius, que miraba la escena con la preocupación típica del dueño del local desde el otro lado de la barra, el grupo se fue a sentar a la mesa que estaba especialmente reservada para ellos.

No fue una sorpresa para nadie cuando Scorpius les contó que había comprado una tienda en Soho, en Picadillus Circus; uno de los sectores más importantes de entretenimiento de la ciudad. A pesar de no trabajar activamente en los negocios familiares, conservaba acciones y asesoraba algunas empresas, por lo que tenía el dinero suficiente para vivir cómodamente sin tener que tener un trabajo de tiempo completo. Había dejado su posición como CEO de una compañía familiar para abrir su propio negocio, uno perteneciente a dos rubros muy distintos al que los Malfoy manejaban: la alimentación y entretención. Con su pequeña fortuna compró la tienda y después de meses pensando cuál sería la mejor opción, se decidió por abrir un bar y luego de un año, invitó a sus amigos a la inauguración de La Estación King Cross.

El bar era de dos pisos: en la planta inferior estaba la gran barra donde se veía una pared llena de licores de distintos colores y tipos, y junto a ella la caja donde usualmente Melissa, una recién graduada de la universidad que trataba de pagar la deuda del préstamo para pagar sus estudios, peleaba con los meseros cuando le traían los distintos pedidos de las mesas y debía ingresarlos al sistema de órdenes del computador. Aparentemente la tecnología y ella no se llevaban bien. Se debía bajar una pequeña escalinata para llegar al sector donde había mesas y sillones, dispuestas a una distancia suficiente para permitir que las personas pudieran moverse sin problemas cuando el local estaba atiborrado de personas. El segundo piso tenía muchos más sillones que mesas, obviamente invitando a los clientes a quedarse más tiempo para conversar con sus amigos. Todo estaba decorado con un estilo de estación de trenes, las paredes eran de ladrillos y colgaban letreros que Scorpius había mandado a hacer para que fueran réplicas de los que se veían en las estaciones del metro.

Rápidamente el bar comenzó a ganar un público habitual y se convirtió en un lugar de paso para los turistas, por lo que todos los días se llenaba, siendo los viernes y sábados días imposibles de encontrar lugar. Después que Rose se hiciera pasar por mesera en varias ocasiones para informar a los clientes que la sección del fondo, junto a la ventana y con los sillones más cómodos estaba reservada, Scorpius había accedido reservarla siempre cuando lo llamaran para decirle que irían al bar. Lo último sucedía tres veces a la semana, como mínimo, así que permanentemente aquel sector tenía un letrero que rezaba con grandes letras rojas: RESERVADO.

-¿Y cómo has estado, Lily?

-Bien hasta que hablé contigo, Mark –la pelirroja sonrió, disfrutando sus palabras. Antes no podía entender cómo Kate y Rose podían ser amigas de un idiota como él, pero debía admitir que era hasta terapéutico tratarlo mal. Las malditas doce libras del Bourbon habían quedado en el olvido-. ¿Sigues acostándote con todo Londres?

-Por supuesto. Mi estudio social de las mujeres londinenses sigue en pie –comentó orgulloso, sacándole una risa a la pelirroja. Kate, que hablaba con Albus todavía del embarazo de su prima Molly, escuchó esta parte de su conversación y se limitó a rodar los ojos-. ¿Te siguen interesando las mujeres?

-Como siempre. Asumo que nunca dejaremos de tener en común nuestro interés por las mujeres.

-Me perturban –declaró Albus, mirándolos consternado. Kate lanzó una risita por su expresión-. ¿Por qué siempre que ves a mi hermana debes cerciorándote que siga siendo lesbiana? Y tú –señaló a la pelirroja-, ¿por qué le sigues el juego?

Scorpius llegó acompañado de uno de los meseros con un gran jarrón de cerveza negra, seis vasos y una bandeja con una fuente de papas fritas. No necesitó preguntar qué estaba ocurriendo, era usual que Albus no se sentía cómodo por las conversaciones de Mark y Lily, y comenzara a defender a su hermanita. La necesidad de protegerla había generado horas de diversión, donde Mark, Rose, Scorpius e incluso los amigos de Lily cuando estaban presentes, se turnaban para molestar a la chica esperando la reacción de furia de Albus.

-Porque es divertido –se hundió de hombros, pestañeando inocentemente.

-Lily. No, no es divertido –Mark iba a intervenir y Albus lo calló con un golpe en la mesa-. Tú cállate. Deberías agradecer que no tengas la posibilidad de convertirte en mi cuñado.

-¿Tu cuñado? –preguntó, casi derramando la cerveza que se servía en su vaso.

-Oh, por favor, no –Lily se puso de pie-. En el caso que me gustaran los hombres, creo que me acostaría una o dos veces con Mark y nada más.

-Exactamente –asintió rápidamente el moreno. Scorpius comenzó a contar lentamente mientras Kate evitaba lanzar una carcajada. De repente, el cuello del joven se movió tan rápido que era un milagro que no se lo rompiera-. ¡¿Qué?! ¿Acostarte con él?

-Voy al baño –anunció la chica, pegándole unas palmaditas en la espalda a su hermano-. Cálmate. Era una simple broma. Scorpius sería mi tipo –dijo antes de alejarse.

Una vez que Lily preguntara a uno de los meseros si el baño seguía estando donde siempre y se fuera, Scorpius se sentó en el espacio junto a Mark y ambos comenzaron a llamar a Albus "cuñado".

-¿Por qué soy amigo de personas como ellos? –se preguntó, llevándose las manos a la cara.

-Me puedo hacer responsable por Mark –Kate le dio un corto beso en una de sus manos y la tomó, haciendo que el joven la mirara-, pero Scorpius fue tu amigo primero.

-¿Acaso te avergüenzas de mí, cuñado?

-¿Por qué mierda te comportas así cuando estás con él? –señaló con la barbilla al moreno.

-Porque tengo una personalidad atractiva, cuñado.

-Kate, haz algo. Detenlos.

-Vale –le ofreció una sonrisa conciliadora antes de girarse a enfrentarlos-. No traten así a su cuñado, sean más respetuosos.

-¡Kate!

La broma del cuñado duró un poco más hasta que llegó a su fin cuando una gran cartera de cuero café cayó en la mesa, llamando la atención del grupo.

Sin siquiera saludar a alguien, Rose tomó el jarrón de cerveza que estaba sobre la mesa y vertió parte de su contenido en el vaso más cercano, sin siquiera notar o importarle que ya había sido usado por Scorpius. Se llevó el vaso a la boca y bebió rápidamente, volteándolo por completo en segundos.

-¿Por qué no llevamos a Rose a Alemania, a uno de los festivales de cerveza, y la ocupamos para ganar concursos? –preguntó Mark, observando cómo se servía otro vaso.

-Creo que sería tráfico humano… Además, nos pedirían irnos del país. Arruinaríamos el negocio de las cervecerías si Rose se acaba todos sus productos –comentó Albus, ganándose un codazo por parte de su novia.

-Hola, Rose. Me gustan tus modales –tomando el servilletero, la muchacha le tendió un par de servilletas a la joven para que se limpiara-. Sobre todo tu puntualidad y preocupación por la vida de tus amigos.

-Perdón –dijo finalmente la recién llegada, limpiándose la boca con una de las servilletas que le había pasado Kate-. Tuve un día de mierda. Literalmente de mierda –suspiró, cerrando los ojos momentáneamente. Su mente no dejaba de pensar en el maldito momento en que piso la oficina del editor en jefe aquella tarde. Se sentó en el sillón que estaba desocupado, quedando como cabecera de mesa-. Me pasó algo horrible.

Había una nota de real frustración y cansancio en su voz, por lo que todos se miraron preocupados.

Con un tono levemente optimista, Kate fue la primera en hablar:

-¿Quieres que adivinemos? –Rose abrió los ojos y la miró, haciendo un puchero. Asintió lentamente-. Eh, ¿llegaste tarde con el café de tu jefa?

-¿Pisaste una feca de perro y dejaste tu oficina con un olor horrible?

-No –respondió a la primera pregunta y miró a Albus con asco-. Retiro lo de literalmente de mierda.

Mark chasqueó la lengua y dijo con emoción:

-Por fin te diste cuenta que Batman es el mejor superhéroe de todos los tiempos y que Marvel quiso copiar su éxito con la imitación barata de Iron Man.

En cuanto había una oportunidad disponible, el moreno siempre debía comentar sobre lo genial que era Batman por sobre Iron Man. La rivalidad que tenían por ambos superhéroes era altamente conocida, especialmente porque era uno de los temas obligados de conversación cuando estaban en la etapa post-felicidad y pre-depresión de las borracheras. Mark era un ferviente fanático de DC Comics y Rose adoraba Marvel, así que sus peleas tenían temporadas peligrosas, como cuando se estrenaba una nueva película de un superhéroe o era la época de la London Comic Con.

-Horrible, Mark –si a Albus lo miró con asco, a su amigo fue con absoluto desprecio-. No que tuve un aneurisma o un lavado de cerebro.

-¡Ya sé! –su primo golpeó la mesa con emoción mientras se ajustaba las gafas redondas-. Bloquearon los juegos de los computadores de tu oficina.

-No –contestó no muy convencida-. Aunque lo más probable es que esa vieja bruja lo haga pronto.

-¿Vieja bruja? –preguntaron el par de novios y futuros esposos al unísono.

-Desde que la revista fue adquirida por un nuevo conglomerado todo ha cambiado. Ya no hay máquinas de dulces –Kate le preguntó si alguna vez habían tenido una-, no hay bonos por ventas –Mark se rió, diciéndole que eso era una gran mentira-. Ya, vale. Nunca hemos tenido eso, pero quería añadirle dramatismo a mi historia –se justificó-. La hora de almuerzo es de una hora y no tres. Y no podré jugar Buscaminas nunca más -añadió, como si fuera el asunto de más relevancia.

-La única que se tomaba tres horas para almorzar eras tú, Rose –sentenció duramente Kate.

-Lo peor, es que cambiaron al editor en jefe.

Al entrar a la oficina más grande de la revista, Rose debió haber sabido que este era uno de sus días finales en el lugar. La cara de un niño abriendo los regalos de navidad que la vieja de Pince tenía al verla cerrar la puerta era una advertencia de su fatal destino. Y si eso no hubiera sido suficiente, cuando vio que el asiento de Slughorn estaba siendo ocupado por una mujer desconocida debió haberlo sabido.

Horace Slughorn avanzó hasta ella con su usual simpatía, preguntándole qué tal todo y si tenía listo su reportaje para la edición de mayo. Después de un corto intercambio de palabras, el hombre presentó a quien sería su sucesora: Minerva McGonagall. El nombre le resultó levemente familiar y Rose recordó que había escuchado a las personas de la sección de Modas de la revista hablar de ella como si fuera una de las diosas del estilo y alta costura en Inglaterra. Había sido una de las primeras diseñadoras mujeres que ganó fama mundial con sus vestidos para actrices hollywoodenses en las premiaciones y de las primeras en tener una pasarela propia en la Semana de la Moda de París, Milán y Nueva York. Era uno de los pesos pesados en el mundo de la moda y ciertamente calzaría a la perfección con la línea editorial de la revista.

Con el obligado respeto, Rose la saludó y pronto la conversación se dirigió a contar las razones por la cual Slughorn se retiraría. Estaba cansado y quería dedicar sus días a vivir en Essex, disfrutando de la tranquilidad de la playa. Sentía que su amor por la moda y por transmitir la magia de ésta al mundo no era tan apasionante como antes, no cuando le costaba levantarse en las mañanas y debía depender de una infinidad de pastillas para resistir a una vida relativamente ajetreada. Había buscado a su sucesora durante largo tiempo, y ahora se sentía feliz de poder dejar 'Glamour' en tan buenas manos. Durante la semana haría el anuncio tanto al personal como a la prensa para que McGonagall asumiera aquel mismo viernes su cargo y él pudiera jubilarse.

El gesto de invitarla a contárselo personalmente y presentarle a la nueva editora en jefe, fue realmente enternecedor. Era un muy buena persona y Rose se sentía agradecida por saberse apta para recibir tal atención del hombre. Aunque no podía dejar de sentirse extrañada, ya que no era la periodista estrella de la revista. Probablemente era la peor de todos. ¿Por qué le tenía tan buena estima cuando era obvio que no hacía y no quería hacer un buen trabajo?

Salió de la oficina junto con su próxima nueva jefa, ya que la mujer tenía agendada una reunión, y fue entonces cuando la maldición de Roger cayó sobre ella. El apocalipsis zombi no venía en forma de cadáveres que caminaran deseando comer cerebros, sino que tenía un gran y temeroso representante: Minerva McGonagall.

-La muy maldita criticó mi ética y capacidad laboral –declaró con acidez-. ¡Me dijo si mi puesto estuviera vacío habrían miles de aplicantes mucho más capacitados para el trabajo que yo!

-Eso es duro –admitió Albus.

-¿Específicamente te dijo el porqué de sus críticas? –preguntó Kate, incapaz de cerrar la boca de la sorpresa.

-Sí –la pelirroja soltó una pequeña risa nerviosa-. Dijo que la sección de Reportajes y Cultura era la peor evaluada por las lectoras. Las crónicas y reportajes eran aburridos, y por eso nadie se sentía motivado a leerlas –había comenzado a doblar una de las servilletas compulsivamente, hasta que finalmente la rompió-. Estoy tan enojada –volvió a llenar el vaso de cerveza, bajo la atenta mirada de sus amigos. Su rabia era tan grande que se imaginó a McGonagall frente a ella. Oh, esa maldita vieja sabría que nadie la llamaría incapaz-. ¿Perdón, mala imitación de Meryl Streep en "El diablo viste a la moda"? Mis artículos son perfectos. El problema es que están en una porquería de revista donde la moda, los chismes de celebridades, y los malditos tests de tipo "¿Cómo retener a tu hombre de forma cien por ciento machista e imbécil?" son las cosas que las imbéciles quieren leer –dio un gran sorbo a la bebida, sintiéndose levemente más calmada al sentir el sabor amargo de la cebada llenar su boca-. No es mi culpa que asuntos como la bulimia, los problemas políticos en medio oriente, y la hambruna en África no sean relevantes para mujeres que creen que gastar mil libras en una cartera cuando no tienen ni dinero para comprar papel higiénico en sus casas sea normal.

-Me encantaría grabar esto –comentó Mark, sacando su iPhone. Scorpius le lanzó una mirada desaprobatoria mientras Kate estiró el brazo sobre la mesa para quitárselo-. Mañana aparecería en las noticias matinales como uno de los videos de Youtube más vistos del día.

-Sería mejor si la grabáramos cuando te da uno de estos discursos de odio a ti –la propuesta de su amiga no le gustó para nada, puesto que la sonrisa en la cara del joven desapareció-. Estoy segura que sería interesante ver a todas las mujeres con las que te has acostado alinearse frente a tu departamento para pegarte en las bolas por ser un imbécil.

-Kate, qué mala amiga eres. Deberíamos apoyar a Rose en este terrible momento laboral de su vida –dijo dramáticamente Mark antes de voltear el rostro-. Pelirroja, ¿pero qué pasó? ¿No te despidió, verdad?

Hasta cierto punto habría sido mejor que la hubieran despedido. Podría ser libre de ir a un lugar tan tóxico como 'Glamour'. Sin Slughorn, el mejor (y más despistado) jefe del mundo, sólo quedaba Zoe como la única persona levemente tolerable en la revista. Llevándose su taza de café, el único objeto personal que dejaba en la oficina, tendría la oportunidad de buscar un trabajo que realmente le gustara. Quizás no encontrara nada en un periódico, estación de radio o televisión, pero podría probar con algo. ¿Un blog, tal vez? Incluso se atrevía a postular para ser la periodista de una idiotez, como una municipalidad, redactando noticias sosas sobre competencia de jardinería y por cuánto tiempo la compañía de agua cortaría el servicio para arreglar las cañerías del distrito. Eso era muchísimo más productivo que perder el tiempo tratando de generar interés por temas relevantes para la sociedad para mujeres que sólo pensaban en ropa, maquillaje y en las calorías de su almuerzo.

Sin embargo, la suerte no estaba de su lado. Oh, no. McGonagall le había dicho que debía mejorar, que debía demostrar que el lugar que ocupaba se lo merecía. Esperaba ver que su rendimiento fuera positivo, para que así la visión de Slughorn para 'Glamour' por fin se concretara de buena manera.

-Bueno, no es tan complicado –la consoló su primo, en un tono demasiado optimista para su gusto-. Con una idea fresca y original todo estará solucionado.

-¡Pero si siempre he escrito artículos de temas relevantes!

-Scorpius, dale más cerveza –le pidió Mark, señalando el vaso vacío de la joven. Silenciosamente, el rubio le obedeció-. Vale, gracias. Rosie, bebe, ¿sí? –con la mano hizo un gesto que la invitaba a consumir la bebida. Con o sin el joven instigándola, Rose dio un largo trago-. Mira, pelirroja, el problema es que no es que sean relevantes. Obviamente lo son. Pero quizás deberías escribir de algo más… novedoso para captar la atención de las lectoras.

-¿Perdón? –bajó el vaso y lo dejó con fuerza sobre la mesa, causando que Albus saltara en su asiento-. Ni siquiera lees la revista, Mark. Vamos, Kate, dile que cierre el pico… ¿Kate? –preguntó, al notar que la joven no saltaba a defenderla como solía hacerlo.

En sólo contadas ocasiones su mejor amiga coloca una cara de inocencia para cubrir su deslealtad. Todas eran situaciones serias, relacionadas a temas familiares y en donde analíticamente Rose sabía que tenía la culpa y pensaba idioteces, pero que no podía evitar actuar de un modo que Kate desaprobaba. Estaba acostumbrada a ello, a que en asuntos familiares tuvieran diferencias en cómo tratar a los padres, pero, ¿en esto? ¿En su propia tragedia laboral su amiga no la apoyaba?

-Estoy un poco de acuerdo con él –dijo lentamente, consciente que sus palabras no eran bienvenidas-. ¿Hambruna en África? No digo que no sea importante, pero todos lo saben –hizo una pausa, tratando de analizar si debía continuar o detenerse. Rose no iba a atacarla, o al menos no parecía querer hacerlo, por lo que prosiguió:-. Ni siquiera colocas instituciones a las que uno podría ayudar con dinero o que llamen a voluntariados para cooperar en la misma región.

-Vaya, gracias. ¿Para qué están las amigas, no? –dio un sorbo a su cerveza y desvió la mirada a su primo-. Obviamente no voy a pedir tu opinión, porque debes tener la misma que la de tu novia.

-Si te sirve de algo, siempre leo tus artículos. Kate siempre les pega un post-it para que pueda leerlos cuando voy al baño.

-Genial –terminó su cuarto vaso de cerveza en menos de media hora-. Me tienen en el baño y me leen cuando cagas –dijo ácidamente, volteándose por primera vez hacia la persona a su izquierda-. ¿No tienes más cerveza, Scorpius? No, ¿para qué te molesto? Seré original y yo misma iré a buscarla –se colocó de pie, haciendo una torpe reverencia a modo de despedida-. De paso me conseguiré nuevos amigos en el camino.

-¡Amén por eso!

Lily finalmente había regresado del baño y colocó uno su brazo derecho sobre el hombro izquierdo de Rose, en una pose que ocupaban muchas modelos para posar en pareja. Si no fuera por los altos tacos que la más joven usaba, le sería imposible alcanzar a apoyarse con tanta facilidad en el hombro de Rose.

Tenían un leve aire familiar, pero nadie solía pensar que tenían parentesco. Tenían la misma forma almendrada de ojos y la nariz respingada, pero Lily era bajada y menuda, la forma de su rostro era fina y alargada, tenía ojos cafés y el rostro lleno de pecas; mientras que Rose podría pasar por una modelo genuina debido a su altura si no fuera porque su cuerpo era más bien curvo ("No tengo ningún interés en ser talla 8. 14 es un número excelente" solía decir cuando alguien le preguntaba si tenía problemas por trabajar en una revista de modas y no tener la figura de una modelo), la forma de su rostro era ovalada, casi redonda, sus ojos eran de un color celeste y su tez estaba libre de las pecas Weasley. Incluso la tonalidad pelirroja de sus cabellos era distinta, puesto que el de Lily era un rojo furioso mientras que el de Rose era más apagado, más parecido al café que al rojo. A pesar de eso, de todos modos igual resaltaba por sus rizos que orgullosamente usaba sin alisarlos a menudo. Siempre llamaban la atención, aún más cuando estaban juntas. Parte de la belleza de ambas residía en sus inusuales cabelleras.

Albus notó que un grupo de jóvenes, de alrededor unos veinticinco años, se quedaron mirando a las chicas, sobre todo el trasero de Lily. ¿Por qué rayos las mujeres debían ocupar unos jeans tan apretados hoy en día? Se irguió en su asiento, e hizo un gesto con la mano, llamando la atención de los chicos para darles una merecida mirada de deja-de-mirar-a-mi-hermanita.

-Albus, ¿cuál es tu problema, eh? –Lily torció los ojos-. Volviendo al tema. Uno es tu primo y la otra es la novia de tu primo, lo cual las hace casi familia. Otro es amigo de tu primo – señaló a Scorpius-. Lo que nos deja a Mark como la única persona en tu círculo de confianza con el que no tienes ninguna relación de tipo sanguínea.

-Este día no fue horrible. ¡Mi vida es horrible! –exclamó Rose, enfilando hacia el otro extremo del lugar donde estaba la barra.

-¿De qué me perdí? –inquirió la joven, sentándose junto a su hermano. Comió una de las pocas papas fritas que quedaban y aprobó la salsa agridulce que Scorpius había traído con ellas-. ¿Qué le ocurre? No la había visto tan enojada desde que se estrenó la película 'Los Cuatro Fantásticos' o los Chudley Cannons perdieron el campeonato el año pasado.

-No es Marvel o fútbol –respondió Kate, sirviéndose su primer vaso de cerveza en la noche-. Tu prima está enojada porque aparentemente no le pagan para jugar Buscaminas en el trabajo.

-Todavía no puedo creer que no la despidan.

-Tal vez pronto lo hagan –dijo Albus, pensativo.

-¿Te imaginas a pelirroja sin trabajo? –Mark negó con la cabeza y alzó las manos al cielo-. Dios, no permitas que su nivel de antipatía aumente a niveles infinitos y nos haga la vida imposible.

-Hey, Batichico. Sonríe para la cámara.

-¿Qué? –miró a Kate, que sostenía su iPhone para grabarlo. Todos rieron por su reacción desesperada-. ¡Borra eso inmediatamente!

La velada continuó, y una vez que Scorpius le diera a Rose una de las especialidades del bar, la cerveza King Cross, que él mismo hacía como parte de la carta especial de tragos, la pelirroja volvió a un estado menos amargado y todos pudieron compartir como siempre hacían. Hablaron de temas importantes e irrelevantes al mismo tiempo, siempre terminando en buscar algún modo de molestar a Albus por querer proteger a Lily como si fuera su padre.

Después que tuvieran otra ronda de cervezas, papas fritas y una tabla llena de quesos importados de Francia (cortesía del dueño, ya que ninguno tenía el dinero suficiente para costear el valor de la demostración de quesos), con distintas excusas cada uno fue retirándose del lugar. Scorpius regresó a la barra, acudiendo a la ayuda del cantinero que realmente necesitaba ayuda con todos los pedidos; Rose se fue cuando Albus y Kate se dieron un beso, excusándose con que debía ir al baño a vomitar porque aquellas muestras de afecto le daban nauseas; Mark al poco rato se fue al baño y luego Lily lo siguió, diciendo que odiaba ir tanto al baño cuando bebía.

-Hacen una linda pareja –comentó Lily, llegando a la barra y mirando hacia el punto donde su hermano y Kate conversaban inclinados el uno hacia el otro, en una pose muy íntima-. Nueve años juntos.

Rose había conseguido un asiento y volteó, observándolos por un momento. Cuando supo que estaban juntos siempre supo que terminarían inmediatamente o durarían una eternidad. Los conocía muy bien para saber que ellos no serían una de esas parejas con relaciones tormentosas, que rompían y regresaban en tan sólo horas. Por suerte habían seguido la segunda opción, porque habría sido horrible tener que vivir con su primo y el ex de su mejor amiga. Significaría tener cumpleaños incómodos, historias levemente modificadas para tratar de evitar mencionar a uno frente al otro, etc. Su existencia no sería tan feliz como hasta entonces. No que fuera perfecta, ya que de repente debía soportar comentarios que Kate hacía sobre su primo que no quería escuchar porque Albus era su maldito primo, no cualquier hombre del mundo, pero esos momentos no se igualaban a tener que convivir con dos personas que se odiaban por el resto de la vida.

Con un asentimiento, Rose le dio una copa de jugo de mando para brindar por la felicidad del futuro matrimonio.

-¿Jugo? –inquirió Lily, observando el contenido de la copa-. ¿Se te acabó el alcohol, Scorpius?

El rubio la ignoró, y recibió un puñado de listas con pedidos de una mesera.

-Es martes. Si llego con resaca al trabajo, me matan –explicó Rose, con la mirada perdida en su copa vacía-. O me despiden.

-No seas tan fatalista –notó que la pareja que estaba sentada junto a ellos se iba y movió una de las sillas vacías, para sentarse junto a su prima-. Si te esfuerzas, todo saldrá bien.

-Eso espero –suspiró, notoriamente incómoda por tener que hablar nuevamente de su día de mierda-. ¿Cómo va todo en la defensoría? ¿Cuántas vidas has salvado en este mes?

-No salvo vidas –rió, dejando la copa sobre la barra. Se cruzó de piernas y observó sus tacos negros-. Va bien… Hay muchos casos y pocos abogados, pero hacemos lo que podemos.

-Te ves cansada –observó con detenimiento las ojeras disimuladas bajo capas de corrector y base.

-El miércoles tengo juicio. Podré dormir cuando termine –respondió, con una amplia sonrisa. Rose admiraba a su prima. Debía ser difícil dedicarse a ser una defensora pública. Trabajaba para defender a los posibles ladrones, estafadores, violadores y otros acusados por el sistema. Desde pequeña había sido así, prefería defender antes que atacar a alguien, y por lo mismo nunca pensó siquiera en postular para ser fiscal cuando ingresó a la escuela de derecho. A pesar de verse cansada en los días de semana, Rose podía notar que se sentía satisfecha por lo que hacía para ganarse la vida-. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo estás del corazón?

-¿Por qué todo el mundo debe preguntarme eso? –se quejó, causando la risa de la chica.

-Porque nunca tuve la oportunidad de hablar contigo el fin de semana pasado –era cierto. En el cumpleaños de tío Percy, Rose se había dedicado a discutir sobre quién ganaría la copa europea de fútbol con su papá, el abuelo, y tío Charlie-. Así que debo hacerte las preguntas de rigor.

-Disfruto de mi soltería.

-A este paso, la disfrutarás eternamente –Mark llegó a su lado y tomó su copa, oliendo el contenido de su interior-. ¿Ley seca, pelirroja?

-¿No quieres ir a ver si está lloviendo en la esquina, Batichico?

-Tan adorable –le pellizcó una mejilla.

-Tan idiota –lo apartó de un manotazo y le quitó su copa-. ¿Y tú, Lily? ¿Sigues con Claire?

La chica, que hasta ese momento había puesto su atención en la música ambiental del bar (una de The Killers), parpadeó varias veces antes de responder, evidentemente descolocada por la pregunta.

-Claro –asintió, sonriendo-. ¿Por?

-Porque tú sabes que serías más feliz con alguien como yo, querida Lily –Mark levantó las cejas, sugestivamente.

-Preferiría tragar ácido, sinceramente.

-No, nada –miró nuevamente a la pareja al fondo del bar. Albus se había separado un poco de Kate y le hablaba de algo muy importante, puesto que estaba rígido como si no pudiera mover el cuerpo-. Hablé con James y me dijo que tenías problemas con Claire.

-Problemas típicos de pareja, pero nada grave.

-Siempre estaré aquí para consolarte, querida Li-

-Me alegro de saber que sea así –con un rápido movimiento, la pelirroja le tapó la boca a su amigo. Mark la miró molesto-. Ambas también hacen buena pareja y…

Antes que pudiera añadir algo más, fue interrumpida por Scorpius que preguntó si no habían notado lo que estaba pasando. Y con ello, seis pares de ojos se enfocaron en el novio que luchaba por abrir una pequeña caja, pero sus dos manos izquierdas se lo impedían.

-Vale, esto es malditamente adorable –comentó Rose, sonriendo.

-Sí –dijo Mark-. Mira a Kate. Nunca la había visto tan feliz.

-¿Qué es esto? –Lily los miró, asombrada-. ¿Hay momentos donde están de acuerdo en algo?

-Sí, a veces –respondieron al unísono, colocando más atención a la escena que se desarrollaba en el fondo del bar.

Parecían estar viendo una escena de una película: El espacio estaba envuelto por una de las canciones favoritas de Kate ("Green Eyes" de Coldplay, cortesía del planeador de propuestas matrimoniales, Scorpius Malfoy), el joven de cabello negro y lentes redondos había colocado una rodilla en el suelo mientras tenía una pequeña caja entre sus temblorosas manos, evidentemente con un anillo en su interior. Y cuando la voz de Chris Martin cantó "And, honey, you should know That I could never go on without you" al mismo tiempo que la guitarra se lanzaba para tener su merecido solo, la joven de largo cabello castaño oscuro se movió hasta el extremo del sillón donde estaba sentada, para así abrazar al hombre y asentir antes de darle un beso en los labios.

Rose se puso de pie y dio un paso cuando alguien la tomó por el brazo, obligándola a regresar a su asiento.

-Dales un momento de privacidad, por favor.

-Somos sus amigos –se justificó, mirando a Mark como si hablara estupideces-. ¡Tenemos que celebrar juntos!

-¿Quieres ir a meter tus narices a la propuesta de matrimonio de tu primo y su novia? ¿Al de tu mejor amiga y su novio? –Mark rodó los ojos y alzó las manos al cielo, nuevamente haciendo su gesto dramático de conversación con Dios-. Creo que ya sabemos con seguridad que serás la vieja de los gatos.

-Uh, eres tan desagradable.

-Hagamos un brindis nosotros y luego vamos a acompañarlos a celebrar –propuso Lily, divertida por la necesidad casi patológica de su prima por estar con la pareja. Era obvio que era muy dependiente de sus amigos-. ¿Sí, Scorpius? ¿O nos vas a cobrar doce libras por una maldita copa de champaña?

Ignorando el resentido comentario, el joven desapareció por unos instantes tras la puerta que llevaba a la cocina, y regresó con una cubeta de acero que tenía una botella de champaña y hielo. Mark sacó las copas que se encontraban guardadas en los usuales carriles sobre la barra, que las sostenían desde la base y las dejaban boca abajo.

Con la experiencia que solamente alguien que servía habitualmente tragos, Scorpius destapó la botella sin que la espuma se rebalsara o el corcho saliera despedido a cualquier dirección. Llenó rápidamente cada una de las copas.

-Son doce libras para ti.

-Ja, ja, ja. Muy gracioso –Lily prácticamente le quitó la copa que tenía en las manos-. Bien, quiero que hagamos un brindis por la felicidad de Albus y Lily.

-Para que tengan muchísima felicidad juntos –dijo Scorpius, notoriamente incómodo por verse obligado a hablar.

-Para que tengan hijos preciosos que quieran a tía Rose –alzó Rose su copa.

-Hago un brindis por los gatos de Rose –antes que la susodicha pudiera reclamar, extendió el brazo para que las cuatro copas se encontrarán con un tintineo agudo en el aire-. ¡Salud!


Cuando Horace Slughorn anunció su renuncia el día miércoles fue como si la oficina hubiera entrado en caos. Probablemente no habría sido tan dramático si no hubiera sido porque se convocó una conferencia de prensa donde los periodistas de diversos medios del espectáculo y la moda despertaron el terror de los trabajadores de 'Glamour'. El fundador y editor en jefe renunciaba luego que la revista fuera adquirida por un gran conglomerado, y ahora quedaría en su lugar una de las mujeres que si bien causaba admiración dentro del mundo de los diseñadores, también daba miedo. Minerva McGonagall no sonreía, no se molestaba en mirar a los periodistas ni tampoco agradecía las educadas felicitaciones de los presentes en el salón del edificio donde se llevó a cabo la conferencia. Habían cambiado de un jefe amable, alegre e inofensivo… a la representación de la amargura en tan sólo un día.

Aquella tarde, luego que Slughorn había invitado a todos sus empleados a almorzar en uno de los restaurantes del barrio, Rose presencio un escenario nada agradable: las personas de la sección de Moda prácticamente estallaron en lágrimas como si alguien hubiera fallecido y anduvieron emitiendo pesimistas palabras mientras se desplazaban por todos los pisos de la revista, los de Tendencias llegaron tarde a entrevistar a la actriz que estaría en la portada del siguiente número y al regresar de la locación no encontraron nada mejor que culpar a una de las secretarias por no preocuparse de tenerles un buen transporte para llegar a la hora (cuando ellos se habían demorado en salir por lamentarse con sus compañeros del alma, los de Modas), y los de la parte Miscelánea se habían reunido para conversar la posibilidad de un drástico cambio en la editorial de la revista, comentando que quizás disminuirían su participación de diez a tan sólo tres páginas (lo cual sería bueno, los árboles no deberían gastar sus hojas en hacer hojas para Horóscopos y tests idiotas). Los únicos calmados, y se notaba por la serenidad que reinaba en aquel punto de la oficina, era los que pertenecían a la sección de Reportajes y Cultura.

-Obviamente no nos debería molestar en nada –dijo Katherine, la editora de la sección. La mujer se había separado del grupo de editores que caminaban junto a Slughorn mientras volvían desde el restaurante, para así acercarse a sus empleados directos-. En la reunión que sostuvimos con el gerente general de los nuevos dueños, aseguraron su interés por mantener ésta área intacta en 'Glamour' –tenía una pequeña sonrisa, como si no quisiera ser grosera por sentir tal tranquilidad en un momento donde deberían mostrarse tristes-, así que les ruego que sigan trabajando como siempre. Esto no nos puede afectar, ¿entendido? –sus ojos se detuvieron un instante sobre la cara de Rose y bufó, antes de apresurar el paso para regresar con el resto de editores.

Todos estaban sentados en sus cubículos, terminando los últimos retoques de sus trabajos… todos menos Rose, que mientras miraba de vez en cuando el espectáculo de las personas de otras secciones, se preguntaba qué rayos ocurriría con ella.

Había abierto un documento Word hacía dos horas y todavía la maldita hoja estaba en blanco. Ni siquiera la flecha de "retroceder" estaba de color azul, puesto que no había escrito nada como para recuperarlo de haber borrado. La maldita línea negra parpadeaba sobre la hoja virtual, burlándose de ella. ¿Desde cuándo no tenía ninguna idea de qué escribir? No lo recordaba. Incluso cuando comenzaba a redactar los ensayos para la universidad escribía algo, aunque siempre terminara eliminándolo por ser un conjunto de ideas horrendo. No tenía un camino, pero sí una vaga idea del concepto de su escrito. Siempre sabía lo que quería escribir y ahora no tenía absolutamente nada.

Si la despidieran probablemente armarían una fiesta en la oficina. Katherine bailaría encima de su escritorio, celebrando que por fin no tendría que soportar sus artículos dañando la sección (como le gustaba quejarse en las reuniones) y los demás aplaudirían, la señora Pince comenzaría a correr de la emoción y McGonagall llamaría inmediatamente a uno de los encargados del sitio web para que colgaran un aviso anunciando que se había abierto una vacante de empleo.

-¿Rose?

-¿Eh? –levantó la cabeza, aturdida por el movimiento.

-¿No te vas a ir?

Las luces estaban encendidas, signo inequívoco que el enorme sol de verano se estaba escondiendo en el horizonte. La mayoría de cubículos estaban desocupados, y los que todavía tenían a sus ocupantes, estaban llenos de papeles, tazas de café, y pocillos con frutas o pequeñas bolsas de galletas, para los desafiantes que no seguían la moda de comer mil calorías al día. Eran las siete de la tarde y por primera vez Rose se veía tan tarde en la revista.

-Sí, claro –cerró el archivo de Word y se preparo para ir.

-¿Estás bien? –preguntó Zoe, mirándola de reojo mientras caminaban hacia los elevadores-. Has estado inusualmente calmada.

-Estoy desintoxicándome de los juegos –mintió, rehuyendo mirarla. Se preguntaba cómo podría pagar el arriendo del departamento, sabiendo que en pocos sitios ganaría un sueldo decente como el de 'Glamour' que le permitiría costear un lugar en el barrio de Fitzrovia. Probablemente tendría que iniciar una actividad ilegal, como vender drogas o prostituirse, ya que no tenía la crueldad suficiente para ser asesina a sueldo-. Me tiene un poco afectada.

-Por supuesto –rió la chica, presionando el botón con una flecha hacia abajo-. Quizás existan competencias de juegos -las puertas del elevador se abrieron y ambas entraron-. Ya sabes, podrías ganarte la vida como una gamer. Una gamer de Buscaminas, Angry Birds, Candy Crush.

Rose suspiró ante su comentario y simplemente presionó el número uno de los paneles de botones, deseando con todas su alma llegar lo más pronto a casa. Lo único que quería era seguir sufriendo la inminente llegada del desempleo en la comodidad de su sillón, teniendo como única compañía un trago de alcohol lo suficientemente fuerte para lograr conciliar el sueño en algún punto de la noche.

Las puertas se cerraron lentamente y el número sobre éstas comenzó a bajar de valor, mientras la pelirroja recordaba que no había nada más que cerveza y vodka barato en el refrigerador del departamento. Su trago por excelencia para los momentos de desesperación existenciales eran los mojitos, y la única vez que había tratado de probar uno preparado en casa, había terminado vomitando al instante (aparentemente Kate no tenía ninguna habilidad culinaria); por lo que sólo le quedaba la opción de ir a un bar o restaurante.

-¿Quieres ir a beber algo? –preguntó sintiéndose extraña. Zoe alzó una ceja, observándola como si tuviera dos cabezas. Rose Weasley no solía ser del tipo sociable que invitaba a una colega a tomar algo después de las horas de trabajo-. Sería patético ir sola –se excusó rápidamente, sabiendo que sus palabras eran honestas y que probablemente no las diría si hubiera alguien más con ellas dentro de la caja llena de espejos.

Tal vez por la sorpresa, la curiosidad o por simple amabilidad, la joven de cabello fucsia aceptó y se dirigieron a Charlotte's, un bar que estaba a dos calles del edificio.

La velada comenzó un tanto extraña, cayendo en silencios extensos mientras esperaban que el mesero llegara con sus pedidos, un mojito para Rose y un Tom Collins para Zoe; pero una vez que sus vasos estaban casi vacíos, ambas se reían hasta tener lágrimas en los ojos.

-¡No te miento, Rose! No paraba de gritarme que era una imbécil, pero no podía estar más contenta. Le había dado su merecido –Rose se encontró disfrutando de las historias amorosas de Zoe. Había tenido relaciones normales, pero su último novio resultó ser un idiota monumental que se merecía una patada en el culo. Siempre le había sorprendido cuán común era que mujeres con excelente personalidad y capacidades laborales terminaban estando con imbéciles de primera clase. Era una de las partes desagradables de la ley de la atracción de opuestos. Daba pena ver a sus amigas o conocidas sucumbir ante relaciones poco sanas, que sólo causaban problemas a sus vidas-. Sé que es uno de los momentos más épicos de mi vida.

-Veamos, los momentos épicos en la vida son: dejar de vivir con los padres; graduarte, si es que fuiste a la universidad…

-Enamorarte –añadió Zoe y sonrió-, y desenamorarte.

-Oh, qué poético –la pelirroja rió-. ¡Ah, ya sé! Tu primera resaca… ¡Hey! –alguien la había empujado.

-¡Lo siento!

Era un joven alto y de cabello medianamente corto, de color castaño. Vestía traje, pero no traía el vestón y las mangas de la camisa las tenía arremangadas, obviamente debido al calor. Parecía ser un oficinista, tal como la mayoría de personas que se encontraban en el lugar.

La pelirroja hizo un gesto con la mano para restarle importancia, a pesar que su mirada no decía lo mismo.

-Gracias –dijo secamente luego que el joven la ayudara a recuperar el equilibrio.

-Una duda, ¿qué bebes?

¿Por qué mierda nos sentamos en la barra?

-Un mojito.

-¿Debería pedir eso o un corto de tequila? –preguntó más bien para sí mismo que para Rose, moviendo su mirada entre el vaso casi vacío de la chica y la exposición de diversos tipos de licores tras la barra.

-¿Por qué no ambos? –inquirió Rose, arqueando las cejas-. Qué imbécil –musitó girándose hacia Zoe.

-Me pregunto si no hay nadie a quien no odies –se burló su compañera de trabajo.

-No es que odie a todo el mundo –explicó lentamente, haciendo una pausa para terminar el mojito. Cerró momentáneamente los ojos, disfrutando su sabor-. Simplemente estoy rodeada de gente odiable.

-Bueno, hay gente realmente detestable –se alzó de hombros, también terminando su Tom Collins.

Conversaron un poco más antes que Rose detuviera a uno de los cantineros, que se desplazaba buscando algo, para hacer otra ronda de pedidos. Mientras Zoe miraba la carta indecisa, la pelirroja pidió un daiquirí y dio una rápida mirada al bar.

Charlotte's estaba casi lleno. Divisó algunas personas de la revista en el fondo, de Miscelánea; y otras personas que había visto entrar o salir del edificio. 'Glamour' ocupaba cinco de los treinta pisos del edificio de oficinas, donde también había estudios de abogados, publicidad y empresas pequeñas. Nunca había cruzado palabra con ellos, pero los reconocía porque los había visto algunas veces en los elevadores o haciendo fila para entrar por los torniquetes del vestíbulo de entrada. No le resultaba raro ver tantas caras conocidas y que pocas de ellas fueran de la revista. Los imbéciles de 'Glamour' solían ir a lugares más exclusivos que a los locales que quedaban cerca de la oficina.

Sus ojos se encontraron con el joven que la había empujado hacía unos momentos. Estaba sentado en uno de los sillones de en medio del lugar, charlando animadamente con un gran grupo de personas. Casi inmediatamente la miró, como si se supiera observado, y alzó sus manos: tenía un mojito y un corto de tequila en cada mano.

Rose contuvo una pequeña risa. ¿De verdad le había hecho caso?

-¿Hace cuánto no sales con nadie? –preguntó la joven de cabello fucsia, notando su intercambio visual.

-Hace algún tiempo –respondió después de meditar qué contestaría y finalmente cediendo a la verdad. Se acomodó en su asiento, apoyando los codos sobre la barra y dejando descansar el lado derecho de su cabeza sobre la mano del mismo lado-. Tuve una relación seria en la universidad, pero en general no tengo novio. Prefiero estar con alguien para pasar un buen rato. No sé si me entiendes.

-Claro que sí –Zoe sonrió y miró hacia un punto al lado izquierdo de la pelirroja, probablemente donde estaba el joven-. A lo que me refiero es hace cuánto tiempo no pasas un buen rato. Ya sabes, quizás necesites ayuda para tu rehabilitación de Candy Crush en el trabajo.

No había salido con nadie en alrededor un año. De hecho, la última vez que había tenido esta conversación había sido con Mark y su amigo decidió llamarla monja por no haber tenido sexo durante el último año y medio meses, ofreciéndose a publicar un aviso por pretendientes en el periódico. Obviamente había sido una idiota por confesarse con el hombre más promiscuo de Inglaterra, pero debía aceptar que su amigo tenía un poco de razón: en vez de dedicarse a conocer gente, vivía cómodamente jugando en el trabajo, quejándose de todo con los amigos de siempre y tomando cervezas en La Estación King Cross. No creía en el príncipe azul ni en que dos personas tuvieran un final feliz, esas estupideces eran para Kate, pero no tenía siquiera un maldito pasatiempo como para decir que no importaba que no conociera a nadie, porque al menos invertía su tiempo en algo valioso que la apasionaba.

Volvió a mirar hacia el centro del local, estudiando cuidadosamente al joven de pelo castaño. Probablemente tenía treinta y algo, casi su edad. Su cuerpo era delgado, pero no lo suficiente como para generar preguntas de una supuesta anorexia. No era feo… De hecho, al ver que las venas se marcaban tenuemente en sus brazos, Rose pensó que era bastante atractivo. Al menos con un mojito lo era (con sus amigos solían medir el atractivo de una persona basándose en cuántos tragos debían beber para llevárselos a la cama).

-Sí, puede ser –dijo al mismo tiempo que los ojos del joven se encontraban con los de ella. Sintió que sus mejillas le ardían y Rose volteó hacia la barra. El cantinero apareció con sus pedidos-. Puede ser –repitió tomando el vaso de daiquirí y con una sonrisa, bebió de él.


Iban cuatro horas de trabajo y el jueves parecía seguir siendo tan improductivo como el día anterior. A este paso, escribiría el reportaje que le permitiría quedarse en la revista en unos tres años. Gracias a Dios le quedaba un mes para la siguiente entrega, sino tendría que pensar realmente en cuánto debería cobrar por sus servicios como prostituta de la alta elite londinense.

Después de cuatro tazas de café, tres paquetes de galletas de chocolate y dos tazas de té, la pelirroja fue prácticamente corriendo al baño. La cafeína y comida parecían no despertar su inspiración más que su vejiga e intestinos. Era la quinta vez que iba al baño durante la mañana.

Mientras se bajaba las bragas dentro de uno de los cubículos del baño, pensó amargamente que su cerebro se había secado en 'Glamour'. No había otra opción. Antes no era un prodigio ni la próxima ganadora de un Pulitzer, pero sí tenía algo que contar e ideas que escribir. ¿Cómo era posible que lo único que pudiera escribir en una maldita hoja de Word fuera su propio nombre?

Repitiéndose mentalmente que debía resistir a la tentación de revisar Wikipedia, terminó de orinar y se arregló para salir mientras el sonido del contenido del sanitario siendo succionado resonaba en el lugar.

Luego de lavarse las manos y caminar hacia el ruidoso aparato que lanzaba aire caliente para secárselas, Rose se miró al espejo, arreglándose algunos rizos que querían escapar de su moño. Se distrajo momentáneamente cuando entraron tres chicas, conversando chillonamente. Las miró por el reflejo del espejo, preguntándose cómo era que idiotas como ellas, que a sus ojos únicamente servían para ocupar espacio y oxígeno del planeta, tenían un trabajo asegurado y ella no.

Su vida había tomado un giro desde lo aburrido a lo horroroso: tenía como editora en jefe a la versión maléfica de Meryl Streep en 'El diablo viste a la moda' (y eso que Streep interpretaba a una mujer detestable en la película), quedaría desempleada en junio, y ayer había tenido que gastar sesenta libras en un taxi para regresar a su departamento. Ahora sólo quedaba el apocalipsis zombi para finiquitar su mala racha.

-Rose Weasley.

Volvió a mirarlas a través del reflejo del espejo, encontrándose con las tres jóvenes ahora rodeándola. Probablemente eran de la sección de Modas, pensó debido a sus ropas estrafalarias. Una de ellas traía una lata de Coca-Cola Zero, quizás acompañaba a sus amigas, lo cual era poco higiénico porque comer o beber algo en el baño era asqueroso.

Sumamente confundida, se giró y preguntó a la que estaba más cerca de ella, una rubia de baja estatura y con un cortísimo vestido verde, qué deseaban.

La boca de la rubia se abrió rápidamente:

-¡¿Acaso puedes caminar tan feliz por la oficina sabiendo que te acostaste con mi novio?!

Dio un paso hacia atrás, sintiendo que la parte baja de su espalda chocaba con el extenso lavamanos. Miró a las tres chicas, confirmando que las tres la miraban como si hubiera escupido sus caros (e incómodos) tacones.

-¿Novio? –preguntó, conteniendo una risa nerviosa-. ¿Acostarme con quién?

-¿Con quién? –sus palabras la enfurecieron aún más-. ¡Con mi novio! ¡Phil!

-¿Eh? ¿Phil? –arqueó las cejas y de repente recordó la noche anterior-. ¿Phil Smith?

Luego de terminar el daiquirí y pedir otro mojito, Rose decidió que quería acostarse con el joven castaño. Es por ello que cuando volvió al bar para pedir una ronda de tragos para el grupo con el que estaba sentado, no dudó en hacer un comentario sobre haberle hecho caso en lo del mojito y el tequila. Fue una frase estúpida y poco graciosa, pero rompió el hielo y ambos empezaron a conversar.

Con el paso de la noche, Zoe y los compañeros de trabajo de Phil Smith, así se llamaba el hombre, se fueron y quedaron ellos intercambiando sosas anécdotas de la juventud. Realmente no le ponía atención a lo que hablaba, sino que se limitaba a mirar sus brazos. Había algo extrañamente masculino en la forma de las venas marcándose bajo la piel de los brazos de los hombres. Siempre le habían gustado y era algo en lo que siempre se fijaba cuando se sentía atraída por alguien.

Las intenciones de Rose eran bastante evidentes: había propuesto la idea de mover los asientos de la barra para quedar más cerca, prácticamente no le había quitado los ojos de encima, y se desabotonó un poco al blusa, aprovechando de inclinarse levemente para exponer más piel de su escote y sonreír como si lo que dijera realmente le resultara divertido. Luego de cerciorarse que fuera soltero, inició la parte final de su típica rutina de conquista. Ésta consistía en hacer un comentario casual de cuán tarde era para que el hombre la invitara a seguir bebiendo, proponiendo que fueran a su casa porque obviamente era más cómodo que el lugar de turno (nótese la descarada ironía).

Phil la invitó a su departamento, explicando que quedaba a pocas calles de Charlotte's y no les tomaría mucho llegar.

Luego todo sucedió como de rutina: pagaron, se fueron del bar, caminaron rápidamente (a veces se transportaban en el auto del hombre o en taxi), y una vez que llegaron a su casa, iban directamente al trago fuerte de la invitación.

El castaño se inclinó para iniciar un apasionado beso y Rose concedió, dejando que la cartera cayera al suelo y así con los brazos por sobre los hombros lo atrajo hacia sí misma para profundizar el acto.

Comenzaron a moverse torpemente, siendo el dueño del lugar el guía, hacia lo que parecía ser la sala de estar. No sabía bien. La luz del vestíbulo de entrada era muy tenue.

Al mismo tiempo que caminaban, Rose comenzó a desabrocharle la camisa, deseosa que llegaran a un sillón y pudieran tocarse más cómodamente.

-Yo… -Rose tragó saliva y se obligó a ordenar sus pensamientos. Tenía a una novia y a dos amigas enfurecidas, por lo que no podía darse el lujo de rememorar su noche de mierda-. ¿Eres su novia? Él me dijo que no tenía una.

-¿Sí? Mira, maldita zorra, nadie y repito, nadie –gesticuló exageradamente-, se mete con mi novio.

-Eh, ¿está bien? –alzó las manos en muestra de derrota. ¿Por qué rayos tenía tanta mala suerte y debía haberse encontrado con un imbécil mentiroso ayer?-. Disculpa, no tenía idea que estaba con alguien... Y menos contigo, compañera de trabajo a la que no conozco –sonrió, tratando de hacerle notar que le interesaba muchísimo este tema. A la gente siempre le gustaba cuando le otorgaban el cien por ciento de atención a sus dramas.

-Sarah –dijo una de sus amigas.

-Sarah. Lo siento, Sarah. No sabía que estaba contigo.

-¿Y qué? –se cruzó de brazos, en un obvio intento de darse una apariencia más amenazadora de la que realmente daba con su pequeña estatura y delicadas facciones-. ¿Si fuera el novio de otra, daría lo mismo que te lo follaras?

Después de quitarle la camisa, él se sentó en un mueble que luego Rose reconoció al encender las luces de la sala como un moderno sillón del cuero blanco. Ella empezó a deshacerse de la blusa y su pantalón con las manos temblorosas, ansiosas por continuar. Tan sólo con su ropa interior, la joven se colocó encima de Phil, una pierna a cada lado de su cuerpo, y se inclinó para besarlo cuando sintió un enorme ronquido a modo de respuesta.

¿Follarlo? El muy imbécil se había quedado dormido. Había terminado tomando un taxi desde El Monumento hasta su departamento, enfureciéndose por el hecho de haber pagado sesenta libras al taxista, todo por un encuentro con un idiota que no tenía alta resistencia alcohólica y había terminado roncando cuando iban a tener sexo. Esta historia sacaría carcajadas a sus amigos si la supieran.

Rose negó rápidamente con la cabeza:

-No, claro que no. ¡No pasó nada entre nosotros!

Declarar que nada había ocurrido cuando de hecho sí pasó algo entre una persona comprometida y alguien que sólo quería pasarlo bien durante una noche, era un gran error. Tal vez Rose debería haber especificado que nada de lo que la novia se temía.

-¿Nada? –su voz tembló antes de chillar en un timbre tan alto que pareció haber sido un milagro que el espejo del baño no se rompiera:-. ¿NADA?

-Es verdad que... fuimos a su departamento, pero él se quedó dormido –dijo atropelladamente, observando como la expresión asesina de la rubia, y el de sus amigas, no mutaba a nada parecido a la comprensión. Un escalofrío recorrió su cuerpo y tuvo la certeza que este encuentro no terminaría amigablemente-. ¡Se quedó dormido! –añadió casi con desesperación. Una de las amigas lanzó una carcajada, aparentemente divertida por sus intentos de defenderse-. En serio. No alcanzó a ocurrir nada más. Él se durmió y yo me fui.

-No me importa –sentenció levantando una de sus manos, pidiéndole que se callara. Le ofreció una enorme sonrisa que se parecía a la de una asesina en serie que se veía descubierta por sus cercanos en las películas de terror-. Me importa un carajo, ¿sabes por qué? –con una rapidez sorprendente, o simplemente Rose estaba en un estado de colapso emocional, la rubia le quitó la lata de gaseosa a la chica de la derecha y se colocó de puntillas, derramando el contenido de ésta sobre la cabeza de la pelirroja

La gaseosa se deslizó entre sus rizos, difundiendo rápidamente entre la cara y la blusa que vestía. Cerró los ojos, sintiendo que el burbujeo en la piel cubierta por la tela del sostén no era sólo por el dióxido de carbono de de la Coca-Cola Zero, sino que era su rabia aumentando a niveles estratosféricos.

-Porque estoy segura que no volverás a meterte con un hombre comprometido –no la vio, ya que se estaba limpiando con las manos la bebida de los ojos, pero sintió un ruido metálico a la lejanía y supuso que había lanzado la lata dentro el basurero-. Vamos, tenemos reunión en cinco minutos y no podemos llegar tarde por una zorra de última clase.

Los tacones resonaron en los azulejos de la habitación, dejando su eco como señal de que el trío de adorables y respetuosas jóvenes trabajadoras se habían ido.

Abriendo lentamente los ojos, Rose bajó la cabeza para mirarse: Vestía ropa oscura, por lo que la bebida no se notaba, pero sentía la piel húmeda y pegajosa. Separó un poco las piernas para comprobar sus sospechas de cuánto había ayudado la gravedad al líquido y casi al instante gimió de rabia.

Genial, tengo Coca-Cola Zero en mi maldita vagina.

Con cuidado de pisar uno de los charcos de bebida en el suelo, se giró hacia el espejo de manera instintiva. Necesitaba una vista panorámica de su ridícula apariencia para terminar de hacer un estudio de daños.

Dando una larga mirada a su reflejo, sólo pudo concluir que su vida ahora sí era oficialmente una mierda.

Caminó hacia la pared donde estaba uno de los aparatos que entregaban toallas adsorbentes para secarse las manos, y movió energéticamente la palanca, sacando más de un metro de papel para lanzarse a la tarea de limpiarse la cara y el pelo. Y obviamente sus partes íntimas.

¿Por qué rayos tenía tanta mala suerte? ¿Por qué el imbécil de Phil Smith le había mentido? ¿Cómo la maldita Sarah sabía lo de anoche? ¿Qué lograban ese trío de locas con amenazarla en el baño? ¿Y acaso tenían cinco años para verter bebida sobre ella a modo de venganza?

De repente, se escuchó el sonido del sanitario descargando su contenido resonaba en la habitación y Rose alzó la mirada, asustada y deseando que fuera su imaginación jugándole una mala broma. Nadie podía haber presenciado aquel momento tan patético de su vida. Nadie... ¿Verdad?

La puerta de un cubículo de abrió, y de ella emergió una estilizada y arrugada figura.

-Señorita Weasley.

Minerva McGonagall la miraba bajo sus lentes de medialuna como si fuera un pedazo de mierda en el suelo. Y no es que antes la hubiera mirado distinto, ya que se estaba acostumbrando a ser el blanco del desagrado de la nueva editora en jefe, pero que estuviera en aquel preciso lugar e instante cuando la habían acusado de acostarse con el novio de una compañera de oficina (a la cual ni conocía y con el cual no alcanzó tener sexo, cabe destacar) y podía afirmar que la felicidad de la que hablaba Coca-Cola al promocionar sus bebidas no era más que una vil mentira.

Caminó hasta el sector de los lavabos y accionó uno con una mano mientras con la otra sacaba jabón líquido del dispensador.

-El lunes tendremos nuestra primera reunión.

Rose abrió la boca varias veces, sin saber qué decir. Después de un esfuerzo mental, recordó que se refería a la primera reunión que tendría la revista bajo su mando. Hablarían del resultado final del número de junio y prepararían el número del siguiente mes. Era una reunión usual entre todos los editores y personal de cada sección, pero ésta vez sería importante porque la vieja bruja sería la jefa. Si no fuera por ello, probablemente la joven buscaría una excusa dentro de su lista para ausentarse. Odiaba estar encerrada cuatro horas presenciando una discusión de cuál era el mejor color de las letras del título de la revista para que combinaran con el vestido de la celebridad de turno en la portada.

-Estoy al tanto de ello –dijo con voz temblorosa, sabiendo que en pocos segundos la palabra "¡Despedida!" haría su aparición y no podría reclamar por ello.

-Me alegro de ello –masajeó minuciosamente sus dedos, haciendo espuma con el jabón. Después de un rato las lavó y finalmente cerró el grifo-. Es por ello que espero recibir el lunes su nuevo reportaje.

-¿Nuevo? –frunció el ceño, repitiendo lo que había dicho para cerciorarse que no había escuchado mal-. Ya entregué mi artículo, además… -arqueó una ceja, observando fijamente el rostro de la mujer reflejado en el extenso espejo-. La fecha límite es hoy.

Por primera vez vio que una sonrisa se esbozó en los delgados labios de la mujer.

-Aquel bodrio sobre la bulimia y anorexia no podría ser peor que lo que escribiría mi ex marido –comentó casi en tono risueño, caminando hacia el lado de Rose, para sacar un pedazo de toalla adsorbente de la máquina pegada en la pared.

McGonagall había tenido tres matrimonios, todos siendo altamente publicitados tanto en sus inicios como en los finales. El primer marido se había divorciado de ella para casarse con una chica siete años más joven y el segundo había fallecido. Por los medios de comunicación no se veía que la hubiera afectado mucho, ya que había ganado una suculenta suma de dinero con cada regreso a la soltería. Se decía que su imperio de la moda había crecido gracias a los matrimonios fallidos de la dueña. Con el que menos había hecho crecer su fortuna era con el divorcio del tercer marido, debido a que la negociación de repartición de bienes estaba detenida de manera indefinida.

-Su ex marido está en coma –declaró con confusión.

-Exactamente –asintió, secándose las manos y arrugando el pedazo de papel húmedo para botarlo en el basurero. Giró un poco el cuerpo para mirarse al espejo y comenzó a arreglarse los pliegues de la ropa, pero sus ojos estaban puestos sobre Rose-. Si el viernes no me entrega un reportaje que esté a la altura de ser publicado por esta revista, entonces debería estar preparada para ordenar las chucherías de su escritorio, y ayudar a reducir la cifra de desempleados aptos y capaces del país –volteó el rostro hacia la pelirroja y le ofreció la sonrisa más condescendiente del mundo-. Espero ver su e-mail el lunes a primera hora. Adiós, señorita, Weasley.

No, no, no, no, no.

La observó dirigirse hacia la salida, colocando cada pie arriba del otro sobre una imaginaria línea recta, algo que sólo había visto a las modelos hacer en las pasarelas.

-Oh –la mujer se detuvo y la miró por encima del hombro-. Espero que mientras piensa en su nuevo artículo, se abstenga de acostarse con los novios de sus colegas. El drama de oficina ciertamente quita seriedad al trabajo, ¿no lo cree?

Después de ver que desaparecía tras la puerta, Rose suspiró profundamente antes de dejar apoyar su peso en el lavabo.

El menos de sus problemas era el lidiar con un trío de psicópatas en el trabajo o tener Coca-Cola Zero en la vagina, sino que el lunes quedaría oficialmente como una maldita desempleada.