Nov, 1939

De todos los lugares que pude visitar antes de perderlo todo, siempre pensé que Ciudad República era el lugar más hermoso de todos. Sus calles llenas de vida, sus habitantes conviviendo en paz, sin juzgar a nadie. Maestros y no-maestros lográbamos mantener el perfecto equilibro en todo lo que hacíamos, nadie era más o menos, todos éramos iguales.

-¡Asami! Por favor, termina ya. Tenemos que irnos o nos descubrirán.- presionaba la chica de cabello corto y ojos verdes que no dejaba de ver de un lado a otro mientras su amiga estaba dentro de una de las fábricas que alguna vez pertenecieron a su padre.

-Un minuto más, Opal. Ya casi termino.- respondió Asami mientras guardaba en su bolso algunas piezas que habían caído de las maquinas. Echo un último vistazo al lugar donde hace un par de años se paseaba examinando la producción de Satomoviles, ejerciendo su bien ganado título en ingeniería, al lado de su padre, ahora solo servía para fabricar tanques y armas.

-¡Asami! ¡Apresúrate!- gritó Opal al ver un par de soldados pasar cerca de ellas. La ingeniero salió de la fábrica, cubrieron el agujero en la pared y salieron corriendo hasta la avenida, donde comenzaron a caminar normal pero con los nervios a flor de piel.

En la radio no se hablaba de otra cosa que no fuera el Movimiento de Unificación. La voz de Unalaq comenzó como una simple chispa que fue quemando la conciencia de miles en un muy corto periodo. Su partido fue tomando fuerza, seguidores y a mi punto de vista, locura. Gente como nosotros, sin las habilidades de dominar un elemento, nos llenábamos de inseguridad al escuchar las propuestas.

Llego un momento en que las palabras "Cambio, Fuerza y Poder" no significaban otra cosa más que miedo y odio. Mi padre siempre intentaba tranquilizarme, me decía que era imposible que Unalaq lograra salir del norte para llevar su odiosa mentalidad hacia otro lado. "Odiosa"... ¿Me convertía en alguien como él al sentir odio hacia su mentalidad? Prefería no pensar en eso, pero al ver como cada ciudad caía ante su dominio, incluso una de las más fuertes de todas, Zaofu, se entregó con tal sumisión, ofreció la fuerza militar que tanto anhelaba Unalaq.

-Señoritas, identifíquense, por favor.- dijo un soldado detrás de ellas. Opal estaba aterrada, aferrándose al brazo de Asami que la miro a los ojos y asintió, tratando de decirle que debía calmarse. Se giraron despacio y caminaron hacia el pulcro soldado, con su brillante uniforme verde oscuro. Asami odiaba ese color y sobre todo ese maldito uniforme, detestaba todo lo que tuviera que ver con los unificadores.

-No tengo todo el día, señoritas. ¿O acaso son no-maestros? Porque si es así no las veo utilizando su insignia.- dijo el soldado presionando con su dedo el lado derecho de su pecho donde deberían llevar la identificación de que no dominaban ningún elemento. Discretamente la mano izquierda la llevaron a su bolsillo, levantaron la derecha, donde colgaba un brillante brazalete de platino, y una ligera llama apareció en la palma de ambas, ardía bastante pero sus rostros no lo demostraban, ya estaban acostumbradas a eso.

-De acuerdo, pueden continuar.- dijo el soldado, girándose para ir hacia donde se encontraban los otros. Las chicas apagaron sus llamas y caminaron deprisa sin ser demasiado obvias.

La razón principal del Movimiento de Unificación era el crear un lugar mejor, eso suena muy bien, pero no lo es cuando los no-maestro son excluidos del panorama. El motivo era simple, personas como nosotros no somos dignos de vivir mejor, no tenemos poder, no somos nada más que un parásito. Sin embargo, iban a dejarnos en paz, solo viviríamos marcados, sin algunos derechos, con un límite de propiedades, etc, etc. Pero viviríamos.

Era 1938 cuando Amon, un reconocido personaje que se auto-proclamo la voz de los no maestros, decidió atacar a Unalaq y su ejército. No acabo con todo, pero si consiguió asesinar a su líder. Con lo que no contaba es que tenía un muy fuerte y terrible reemplazo, esta persona se encargó de vengar la muerte de su líder de la manera más dolorosa y despiadada que encontró, aun se cuenta toda clase de historias de cómo fueron los últimos días de Amon, jamás sabré cuál era la verdadera.

-¡Eso estuvo muy cerca! Pensé que tus brazaletes no funcionarían.- dijo Opal cuando al fin habíamos doblado en la esquina lejos de los militares y caminábamos directo a casa.

-¡Lo sé! Sí que fue suerte, pero aunque volvieran a funcionar debo revisarlos, no podemos correr el riesgo de que fallen en otra inspección.- Asami metió la llave en la cerradura y abrió la puerta a su diminuto apartamento de dos habitaciones, una pequeña cocina, el baño era igual de pequeño pero agradecía tener una tina. Un par de sofás y un comedor era todo lo que había en lo que podían llamar sala de estar. No era la mansión a la que ambas estaban acostumbradas a vivir antes de que todo esto las dejara en la ruina, pero tenían un hogar, se tenían la una a la otra y eso bastaba.

Opal fue directo a tomar un baño, necesitaba relajarse después del susto con los unificadores. Asami se sentó en el comedor a revisar los brazaletes, cargarles un poco más de gas y hacer unas pruebas. Saco las piezas que había tomado de la fábrica para buscar alguna que le fuera útil.

La ingeniero observaba la llama frente a ella, el fuego siempre le pareció fascinante. Cuando era pequeña siempre deseo ser maestra fuego, los movimientos, el calor, los colores de las llamaradas le parecían asombrosos. Al contrario de Opal, ella hubiera preferido ser maestra agua o aire, si aún existieran los maestros aire, ella siempre decía que le encantaría volar como decían las historias.

Kuvira tomó el mando del movimiento, se hacía llamar "Gran Unificadora" y logro en poco tiempo mucho más de lo que había hecho su antiguo líder. En uno año ya tenía a todo el reino tierra, el norte, el sur y parte de la nación del fuego en su poder, solo le faltaba mi querida Ciudad República.

Aún recuerdo como la ciudad fue llenándose de verde oscuro. A donde miraras encontrarías el símbolo de Kuvira, su frío rostro en toda clase de publicidad, producto o cartel en las calles. Su voz resonaba en cada estación de radio, sus magníficos desfiles, sus numerosas campañas, mi ciudad había caído en sus manos con una rapidez sorprendente y yo vivía con más miedo. Y fue peor aquella noche en que el ejército entro a la mansión, mi padre me despertó diciéndome "están aquí, ya sabes lo que tienes que hacer" no había tiempo para llorar y ni aun así pude reprimir algunos sollozos. Abrace a mis padres con fuerza antes de salir por la puerta oculta de mi habitación hacia la calle, llevaba en mi enorme bolso suficiente dinero para vivir modestamente por lo menos 5 años, algo de ropa, nada extravagante. Fotografías, dos libros, mi diario, mi pluma y las llaves del apartamento que mi padre me había conseguido por si tenía que huir. Hace un año no veo a mi padre, no sé qué ha pasado con él, solo sé que mi madre murió esa noche, los periódicos del día siguiente lo confirmaron. Aun recorro las calles buscando el rostro de mi padre, sus ojos ámbar brillantes a través de sus gafas, quisiera mostrarle que conseguí hacer funcionar los brazaletes...si tan solo lo hubiera conseguido esa noche, tal vez estaría aquí conmigo.

-Me pregunto si esto terminara algún día.- dijo Opal en un suspiro. Estaban sentadas en el sofá leyendo y disfrutando de un poco de swing en la radio, bebiendo vino barato y fumando un cigarrillo.

-No lo sé, a veces no quiero desearlo tanto porque siento que se pondrá peor. Solo quiero seguir con vida, es lo único que me importa ahora.- Asami sabía que sus palabras eran frías, sin esperanza, pero no quería mentirse, ni mentirle a su amiga.

-Supongo...aunque algo me dice que pronto estaremos mejor, puedo sentirlo.- comentó Opal con una sonrisa, bebiendo el resto de vino de su vaso. Asami pensó que sería buena idea conseguirse unas copas, pero sonrió por el comentario de Opal, su amiga siempre mantenía la esperanza, aunque de alguna forma, muy en el fondo, ella también la tenía.

NOTAS

¡Hola! Bueno aquí les tengo una nueva historia, que espero que disfruten tanto como yo cuando la escribo. Les cuento un poco: Soy fanática de la historia y sonará algo raro pero me interesan mucho las guerras. Me sé muchísimas guerras, pero mis favoritas son la primera y segunda guerra mundial y no sé ustedes pero cuando salió el libro cuatro de Legend of Korra, ver a Kuvira, su ejército, sus ideales solo pude pensar "wow, eso es tan Nazi" de alguna forma haha.

Esta idea viene golpeando en mi cabeza desde hace mucho, hice un gran esfuerzo por adaptar muchas cosas que se sobre este periodo de la historia en particular, con el mundo de Avatar. Espero que les guste, que le den una oportunidad y estoy abierta a sugerencias, ideas o lo que se les ocurra :) Gracias por haberle dado click y leer este pequeño comienzo, vienen muchas más cosas, gracias :D Nos leemos.