Notas: Two-shot inspirado en la Eurocopa 2012. Los países forman parte del equipo como un jugador más.
Partido actual: Alemania contra Holanda
Nombres humanos. Jan Van Santen para Holanda. Dennis Andersen para Dinamarca
Disclaimer: Axis Power Hetalia pertenece a Hidekaz Himaruya.
El pitido final del partido le cayó como un jarro de agua fría.
Resoplando, cansado y abatido, Holanda se detuvo a media carrera, mientras el pecho le subía y le bajaba perdiendo aliento. A su alrededor, varios de sus jugadores maldijeron y se llevaron las manos a la cabeza, dándose palmadas unos a otros, consolándose. Él gruñó por lo bajo. Otra vez. Había perdido otra vez.
Y con eso desperdiciaba la oportunidad de continuar la Eurocopa.
El primer partido del grupo lo había jugado contra Dinamarca, el cual, sorprendentemente, consiguió ganarle, algo que nunca había hecho que él recordase. No se lo había reprochado, (¿cómo hacerlo?), porque realmente se lo había pasado bien. Le había sentado mal, por supuesto, pero todas las pérdidas las acusaba de esa forma, a nadie le gustaba perder.
Aunque ahora, habiendo perdido contra Alemania y sabiendo que ya no habría más juego para él, se sentía hundido y derrotado.
Siguiendo al equipo hasta los vestuarios, Holanda se detuvo en el pasillo mientras los jugadores entraban, tras oír que Alemania le llamaba. Se volvió hacia él con el ceño ligeramente fruncido. Alemania no era de los que se regodeaban en una victoria pero aún así estaba molesto.
—Eh, has jugado bien —oyó que decía, grave, mientras le colocaba la mano en el hombro, como signo amistoso y fraternal.
—Si hubiera jugado bien, no habría perdido —replicó Holanda, desviando la vista, pero correspondió al gesto de la misma forma, palmeándole el hombro.
—No siempre se gana, Jan —Alemania suspiró, apartándose.
Holanda lo miró, directo y franco y se encogió de hombros.
—No, claro que no —dijo, antes de hacerle una seña con la cabeza—. Anda, ve a celebrarlo, tienes a los hinchas descontrolados.
—Eso es culpa de Prusia —Alemania hizo una mueca de severo disgusto pero suspiró—. Ya nos veremos, ¿eh?
—Sí, otra vez será —Holanda asintió.
Ambos sonrieron de lado por un momento y se giraron casi a la vez para marcharse, uno a festejar y el otro a soportarlo.
Holanda caminó por todo lo largo del pasillo y se metió al vestuario, en donde el resto de su equipo estaba cambiándose de ropa, saliendo de las ducha o comentando las jugadas. Se respiraba un ánimo muy bajo. El entrenador estaba bastante disgustado y, mientras alzaba la voz arengando el discurso de rigor para que aquello no se volviese a repetir, Holanda pasó de largo y se metió en la última de las duchas, lejos. El eco de las voces quedó ahogado y velado por el sonido del agua cayendo sobre su cuerpo, mientras se quitaba de encima todo el sudor, el barro y la rabia.
Allí, de pie bajo el chorro caliente, envuelto en vapor, desnudo y silencioso, se puso a pensar. En el partido, lo que había hecho bien y mal, lo que no y lo que podría. Pensó en Alemania, en Dinamarca y Portugal. Salvo Alemania, que iba primero de grupo, tanto Portugal como Dinamarca estaban mano a mano y con él fuera, sólo uno de los dos podía pasar como segundo de grupo. Quedaba que Alemania y Dinamarca se enfrentasen y que él lo hiciese contra Portugal.
Suspiró, casi gruñendo. No, Dinamarca no lo iba a tener fácil. Si quería pasar tenía que empatar a Alemania al menos y que Portugal perdiese en su último partido.
Pensando en eso se le ocurrió que, bueno, tal vez…
Tal vez pudiera hacer algo.
Dinamarca estaba preocupado. Holanda no había salido todavía del recinto y no quería pensar que era por sentirse demasiado deprimido como para hacerlo. Había visto el partido y la derrota de Holanda, sintiéndose también mal por él. Con ese partido perdido, Holanda ya podía irse a casa. Le sabía amargo porque en cierta forma creía que era por su culpa. Vamos, él no era muy bueno jugando al fútbol, a saber cómo había conseguido ganarle. No se merecía estar allí todavía en tanto que Holanda sí.
No era justo.
Y al ver que todavía no salía, había ido a buscarlo, metiéndose en el pasillo que conducía a los vestuarios asignados a los holandeses. Llevaba esperando en la puerta quince minutos, sin saber si debía entrar o esperar. Estaba entre angustiado e impaciente, mientras caminaba en círculos por el pasillo.
Estaba por tomar el pomo y abrir la puerta cuando esta misma se abrió de golpe, haciendo que se sorprendiera y echara para atrás. La figura de Holanda traspasó el umbral y se quedó parado, desconcertado de encontrarlo ahí. Estuvieron unos segundos en silencio, mirándose sin comprender.
—¿Denemarken? ¿Qué haces aquí? —preguntó Holanda, cerrando la puerta ya duchado y vestido de calle, con el pelo lacio.
Dinamarca entreabrió los labios y desvió la vista, encogiéndose de hombros después.
—Estaba preocupado, no te vi salir y… pensé que… —levantó los ojos hacia él, sincero—. Pero si quieres estar solo lo entiendo.
Aunque él había perdido su partido también, no estaba fuera del campeonato aún y sabía que a Holanda le dolía perder, mucho además. Lo había visto en el Mundial y lo veía ahora porque por más serio que quisiera mostrarse Holanda, Dinamarca podía ver el dolor en sus ojos verdes.
Holanda suspiró y se acercó un poquito, alzando la mano para apretar su brazo, suave y con cariño.
—No seas tonto —murmuró, porque en el fondo no quería eso—. No quiero estar solo, eso sería peor —sonrió flojo, de lado—. Y tú tampoco deberías estarlo.
Se estaba refiriendo a su partido perdido también pero no lo mencionó expresamente. Subió los dedos, acariciando su brazo, con lentitud, desviando la vista hacia abajo. Dinamarca continuó mirándolo, callado, triste por él también.
—Lo siento —susurró, de forma dócil. Holanda negó.
—No es culpa tuya, a veces pasa. Y es sólo un juego, no me voy a morir por eso —se encogió levemente de hombros y lo miró, deslizando los ojos por su rostro. Se mantuvo un momento en silencio, como si pensara, hasta que habló de nuevo—. Sabes, he estado pensando antes…
Dinamarca ladeó la cabeza, curioso. El miedo que le había estado estrangulando, pensando en que Holanda tal vez le culparía de todo se había esfumado.
—… nos queda un encuentro a cada uno —continuó explicando Holanda—. Alemania es el primero de grupo y lo más probable es que te gane —no iba a darle falsas esperanzas, era la verdad. Alemania era muy bueno—, Portugal ha perdido y ganado un partido, igual que tú —Holanda aspiró aire hondamente y suspiró—. Y yo estoy fuera -no realmente pero tenía muy pocas posibilidades comparadas con las de los demás-. Así que pensé que si pudieras al menos empatar con Alemania y yo ganase el partido que me queda contra Portugal, tú…
Dinamarca contuvo el aliento y abrió ligeramente los ojos de más, comprendiendo qué era lo que le estaba queriendo decir. Holanda quería ganar contra Portugal no por al menos curarse un poco el orgullo, si no para hacerle pasar a él. Si Portugal perdía y él empataba con Alemania, sería el segundo del grupo y pasaría a la segunda fase. Dinamarca no era todo lo bueno que podría ser en fútbol y su afición había esperado no pasar de la primera ronda, como pasaba siempre en los campeonatos.
Pero Holanda era capaz de darlo todo contra Portugal sólo por él, para hacerle ganar el segundo puesto, aun cuando él no tenía por qué esforzarse en un partido que no le iba a reportar mucho. Iba a hacerlo sólo por él
Por él.
—Jan… —musitó, entre emocionado y no sabía si feliz, agradecido o… no, no lo sabía.
Le echó los brazos al cuello, alzándose un poco, haciendo que se agachara al mismo tiempo para besarle, de manera lenta, profunda y emocionada. Holanda, que por una vez no lo había visto venir, tardó un segundo de más en devolverle el beso. Pero al final lo hizo, rodeándole con los brazos, estrechándolo contra su cuerpo, convirtiendo la pena en fuego y la tristeza en vapor.
¿Cuánto hacía que no se besaban así?
Días. La Eurocopa no les dejaba mucho tiempo para estar juntos y muchas noches, tanto el uno como el otro, echaban de menos el calor y la agradable sensación de dormir junto al cuerpo de aquel a quien querías con todas tus fuerzas.
Eso no era ningún secreto, todos lo sabían. Holanda y Dinamarca habían estado juntos, codo con codo como amigos desde hacía siglos, aliados, ayudándose en los malos momentos, en las guerras, disfrutando de los días de sol y las tarde de bicis y cerveza, pasando noches enteras despiertos, borrachos, hablando de todo y de nada, mirando estrellas o consolándose mutuamente por cosas que habían perdido y no iban a volver.
Era un vínculo tan fuerte que había terminado por transformarse en amor. Uno fuerte y poderoso, sincero, amable y pasional y que no se podía romper.
Holanda se separó de él un poquito, acariciándole el pelo mientras le miraba de cerca de los ojos. Esos ojos azules e intensos que podían hacerle perder la cabeza.
—Te quiero —oyó susurrar por lo bajo a Dinamarca.
Holanda sonrió suave, le dejó un beso en la frente y se inclinó sobre él un poco, para hablarle al oído. Dinamarca le acarició la nuca, oyendo su voz. Entonces se detuvo, entreabriendo los labios, aguantando el aliento y sintiéndose enrojecer por segundos, mientras oía todas y cada una de las cosas sucias que Holanda pensaba hacerle esa noche y que le estaba enumerando con un murmullo. Pero no se quejó ni protestó diciendo que estaba cansado y que él debería descansar también.
Después de todo necesitaban consuelo, ¿no?
