Atención: Esto es un Caña!EspañaxOboe!Romano

Antes de leer, para entender esta paranoia mía, es necesario saber algunas cosas.

Primero, aquí una foto de un oboe con su caña. upload . wikimedia wikipedia/commons/thumb/4/4f/Oboe_modern . jpg/280px-Oboe_ Ya sabeis, juntad espacios.

El oboe es la parte larga, negra. La caña es lo pequeñito que hay en una punta :)

En segundo lugar, las cañas no son eternas, se van cambiado y son hechas por los propias oboistas (y son un faenón, para que luego te suenen bien solo si les da la gana ¬¬)

Y en tercer lugar, entrarle agua a un instrumento, es tener agua en alguna tecla, y que suene raro, suene a agua.

Ya, si habéis aguantado, podéis disponeros a leer.


De oboes y cañas

Como todos los días, Emma se dispone a montar su queridísimo oboe, dispuesta a ensayar las lecciones.

Lovino abre los ojos al sentirse montado. Parece que va a ser otro días más de estudio normal, aburrido (cómo todo en su vida de oboe) hasta que Emma saca la caja de cañas.

—Muy bien, esta caña nueva me irá genial.

Saca dicha caña y Lovino rueda los ojos (oboísticamente), por el entusiasmo de ésta. Emma coloca la caña en el oboe, en Lovino, y ambos quedan conectados.

—¡Hola! Soy la nueva caña de Emma, mi nombre es Antonio, espero que nos llevemos bien juntos.

Y en ese momento, Lovino sabe que esa caña no le cae bien.

Pero a pesar de eso, tiene un sonido fantástico. ¿Cuánto hacía que Emma no tenía una caña tan buena? Siempre logra sacarle una sonrisa de satisfacción a la joven gracias a su buen sonido. Tal vez, y sólo tal vez, Lovino también tenga algo de celos, porque el sonido no solo depende de la caña, sino del oboe también.

Y a pesar de eso también, a pesar de ser una caña molesta y demasiado alegre, al final, Lovino le coge cariño. Porque cuando tocan algún solo juntos, y nota como la gente mira a Emma, les mira a ellos, conectados, comprende que sólo lo logra gracias a Antonio, y la caña sólo lo logra gracias a él.

Y desde el primer momento, su tudel ha encajado perfectamente en Lovino, pero no es como si al oboe le gustara eso o algo así.

Hasta que llega un día y le ve. Ojeroso, intenta conservar su alegría, pero Antonio ya no es la misma caña de antes. Ya ha sufrido varios cortes por parte de Emma, en un intento de conservarle todo el tiempo que pueda, y parecía que en cualquier momento necesitaría otro.

—Antonio, idiota, alegra la cara —le exige Lovino, viendo su estado, y oyendo el sonido que cada vez se parece menos al original.

—Lovi, creo que dentro de poco ya no serviré para nada. He visto a Emma rascar una nueva caña. No me queda mucho tiempo.

—¡No digas eso!

—No pasa nada, Lovi. Lo tengo asumido.

De repente, la compañera de atril de Emma, Elizabeta, echa el brazo hacia atrás, con la mala suerte de que golpea a Antonio, dejándole en bastante mal estado.

Elizabeta mira la caña, espantada, y Emma protesta, y sin más dilación, saca la caña del oboe. La observa un momento tristemente, y después de color una caña nueva, parte a Antonio por la mitad, para después seguir tocando.

—¡Eli! ¡Me ha entrado agua por primera vez en la vida! Y yo que creía que mi oboe era tan raro que nunca tenía agua…

Lo que Emma no sabe, es que Lovino estaba llorando por primera vez por una caña, una caña llamada Antonio que se había sabido ganar su corazón sacándole de esa vida monótona y aburrida de oboe.