Resumen: Victor siempre ha sido dramático para todo. No puede evitarlo. Por lo que evitar la boda de su mejor amigo no podía ser diferente.
Declaración:
Yuri! On ice pertenece a Mitsurō Kubo.
La idea de este fanfic pertenece a Alma Barrera.
Relaciones Homosexuales.
Crush Homosexuales.
Este fanfic participó para el 1er concurso de San Valentin del Reino Victuuri
Me opongo!
.
.
.
...
La habitación era tan blanca que su nerviosismo no disminuyó en lo más mínimo. Mientras uno de los oficiales le escoltaba de la celda en la que había pasado la noche hacia aquel lugar, Victor no evitó sentirse como un criminal. Como los que veía en las series de televisión cuando no había algo mejor que ver. Aquel hombre parecía ser el único que hablaba inglés fluidamente. Su japonés no era malo, pero agradeció el poder hablar en un idioma que tenía mucho más dominio.
–Por acá –Le dijo él, ganándose junto a la puerta y esperando que Victor avanzara. El peliplateado le miró con duda por unos segundos, sin embargo avanzó. ¿Qué otra opción le quedaba? Había cuatro luces en el techo que le cegaron un poco. En el centro de la habitación pudo ver una mesa con dos sillas; una frente a la otra. Hizo una mueca; ¿Realmente había sido demasiado como para un interrogatorio? ¿Así es como actuaba la ley japonesa?. –Asiento –Inquirió el hombre, cerrando la puerta detrás de él. Victor se volteó con duda, observando el rictus serio del policía. Era mejor hacer lo que le decían, pensó. El maldito de Chris no había respondido su celular y no tenía otra llamada como para contactar a su abogado. Victor eligió la silla que daba la espalda a un espejo que se encontraba contra una de las paredes. Sabía, por las películas policiales, que aquello era una ventana donde más policías podían observarlo. Y no deseaba verse en aquel momento.
De seguro estaría horrendo y eso no mejoraría su humor.
–Fue arrestado por robar en una licorería y provocar una pelea –Dijo el hombre, posterior a sentarse en la otra silla y abrir la carpeta que traía en las manos. Victor hizo una mueca.
–¡Es un malentendido! –Exclamó, angustiado. El hombre levantó la mirada hacia él, sin inmutarse en lo más mínimo.
–¿Cuántas veces ha visitado Hasetsu? –
–uhm…¿Tres veces? –Respondió Victor, ladeando la cabeza. ¿Porqué preguntaría eso?. El policía asintió al escucharle.
–…Conversamos con el dueño de la licorería –Siguió hablando el hombre –Y Oda-san afirma que usted suele ser cliente asiduo del local. Por lo cual no presentará cargos siempre y cuando pague por lo que bebió–
–¡Insisto, es un malentendido! –Se quejó él –Nunca pretendí irme del local sin pagar. ¡Nunca lo habría hecho si no hubiese tenido motivos! –Victor comenzaba a preguntarse si pasaría todo el día en ese lugar. ¡Hoy era el día, maldita sea! ¡Tenía que salir de ahí cuanto antes y detener esa maldita boda!
–Por otro lado…el hombre al que usted golpeó presentó cargos… –Victor abrió la boca de la sorpresa, apoyando ambas manos en la mesa. ¿Qué? No podía ser. ¡Él no había hecho nada más que defenderse! –…Pero para su suerte, hubo testigos en la escena que afirmaron que usted no propició la pelea, si no él. ¿Podría darme su declaración? –Preguntó. Victor suspiró.
–¿Tengo qué? –Preguntó, haciendo una mueca. Si había testigos… ¿No que no podía salir libre? No podía dejar de pensar que con cada minuto que pasaba aquí, era un minuto que perdía. Y un minuto menos para evitar la boda, raptarse al novio y ser felices para siempre. El hombre asintió al escuchar su pregunta.
–Nos gustaría corroborar los hechos, de ser posible –
–Bien, pero da para largo ¿Sabe? –Insistió él. El hombre hizo un gesto de sin importancia –Bien, conocí a Yuuri…–
.
.
–¿Por qué tengo que ir yo? –Preguntó Victor. Christophe, su mejor amigo y compañero de habitación le había arrastrado hacia la ceremonia de bienvenida. Si bien Victor era una persona bastante sociable, no era de asistir a celebraciones que no tenían que ver con la facultad de negocios –La suya propia–, o la de leyes –porque ahí estudiaba Chris–. Pero parecía bastante probable que Christophe se hubiese interesado en alguna persona y sólo le hubiese arrastrado para hacerle compañía.
–Porque eres mi mejor amigo –Respondió éste, como si fuera lo más obvio del mundo. Victor hizo una mueca, pero se dejó arrastrar. El Diag se encontraba tan repleto de gente que no entendía cómo tantas personas podían caer en una sala de clases. Caminando hacia el Haven Hall junto a la masa de estudiantes que eran guiados por alumnos de cursos mayores, ambos le hicieron gestos de saludo a algunos de sus compañeros y conocidos. Victor se preguntó cuánto tiempo le tomaría a Chris aproximarse a su próxima conquista para él hacer una salida estratégica. ¡Lo único que aspiraba aquel día era en ver una película y dormir el resto del día!
–¿En quién estás interesado? –Preguntó Víctor, después de hacerle un gesto de saludo a un par de chicas que no recordaba conocer de la nada. Ambas mujeres se acercaron hacia ellos para intentar hacer conversación, pero iban tan apurados que las esquivaron con éxito –¿Quiénes son ellas de todas formas? –
–Tus compañeras de clase. ¿No recuerdas que aquella es amiga de Mary? –
–¿Mary qué? –Preguntó este. Chris soltó un suspiro y le hizo gestos para que subieran la escalinata. Victor le siguió.
–Salí con Mary el año pasado. También es tu compañera de carrera –El ruso hizo un gesto de sin importancia. Conocía bastante poco a sus compañeros de generación y de todas formas no estaba interesado en conocerles más allá de lo indispensable. Chris, por el contrario, conocía –O había salido– con bastantes personas en la universidad como para saber todo de casi todos. Mila le había preguntado alguna vez si eran ganas de conocer gente o porque simplemente no hallaba a la persona adecuada. Su amigo, por supuesto, había respondido que ambas. –No es un alumno en particular… –
–¿¡Un profesor?! –Preguntó, abriendo la boca. Christophe le guiñó el ojo antes de comenzar a subir las escaleras del Angel Hall. Había tal marea de gente –principalmente recién llegados– que era bastante fácil perderse si eras una persona de poca estatura. Mientras Christophe les dirigía hasta la parte posterior del anfiteatro Victor se preguntó qué tan interesante podía ser un profesor para llamar la atención de su amigo. O porqué nunca se lo había dicho. ¿Sería joven, nuevo? ¿O siempre había estado ahí y simplemente le había llamado la atención? Se sentaron en la última fila justo al lado del pasillo de entrada. –¿Cuándo comenzó esto? –Preguntó, observando la marea de alumnos entusiastas ingresar y tratar de ocupar los primeros asientos. Rodó los ojos. Insensatos. Les tomaría medio semestre aterrizar, sabía él. Siempre pasaba.
–Lo conocí en el vuelo hacia acá –Murmuró su amigo. Victor alzó una ceja, curioso. No era algo que solía ocurrir. Al menos a él nunca le había llamado la atención la gente de la primera clase o la de la ejecutiva. Todos aburridos hombres de negocios. –Es del departamento de Ingeniería. Hayama Masumi dijo que se llamaba–
–¿Japonés? –Chris negó con la cabeza.
–Sólo de padre. Es de suiza también –Era una curiosa coincidencia. Y era hasta raro el hecho de que Chris supiera tanto de una persona en tan poco tiempo. Si se había esforzado tanto por saber de alguien es que realmente le pareció más que interesante. Su amigo comenzó a darle detalles de aquella reunión a medida que los estudiantes que entraban al anfiteatro fueron cada vez menos y las conversaciones comenzaron a volverse cuchicheos. Victor a penas escuchó, pendiente de su celular.
Por eso no le escuchó inmediatamente.
–Disculpa… –
Victor no prestó atención hasta que escuchó aquello por segunda vez. Alzó la vista, curioso, hacia la fuente de aquella tímida voz. Automáticamente su sonrisa se convirtió en una casual, sonrisa que duró los escasos segundos que le tomó a sus ojos llegar hacia el rostro de aquel chico. Y…
.
.
–¡Fue amor a primera vista! –Exclamó, llevando una mano hacia su pecho. El hombre le dirigió una mirada curiosa, carraspeando un poco, intentando llamar su atención. Carraspeo que no sirvió de nada, dado que el peliplateado simplemente siguió hablando.
.
.
Victor olvidó como se llamaba. Lo que estaba haciendo ahí. Quienes eran sus padres. Sus ojos se posaron en aquellos ojos chocolate detrás de unos lentes azules durante lo que parecieron horas. Aquellos ojos que le recordaron al chocolate caliente que su nona le hacía cada vez que visitaba su casa. No eran completamente cacao, pero si un dulce chocolate con leche en una mañana nevada.
El chico pareció examinarle de la misma forma, avergonzándose cuando el carraspeo de su amigo les trajo a ambos de vuelta al planeta tierra.
–Uhm… yo…–
–Soy Victor –Dijo, automáticamente. Escuchó una risita a su espalda, pero la ignoró por completo. El adorable desconocido tenía el cabello negro azabache que le daba el aspecto de brevemente desaliñado. Parecía suave al tacto. Victor se preguntó si su cabello era tan suave como parecía.
–Victor –Repitió él. Sus mejillas avergonzadas sólo aumentaban su índice de adorabilidad. –Me preguntaba si esos asientos estaban… desocupados –Dijo finalmente. Victor hizo un esfuerzo y dejó de mirarle para posar la vista en los asientos a su lado. Había algunos intercalados a lo largo de la fila, pero junto a él estaban los únicos dos sin nadie más alrededor.
–¡Por supuesto que no, úsalos como prefieras!… ehm–
–Yuuri –
–Yuuri –Repitió él, sonriendo genuinamente. Parecía un poco pasado de peso, ahora que lo miraba bien. Pero aquello parecía agregar puntos a su dulzura. Victor pensó en un Maccaron. O en un cerdito bebé. Yuuri se sentó junto a él, removiéndose un poco. Era tímido, ahora que lo pensaba un poco. Quizá le había costado lo suyo hablarle.
–Soy Chris, aunque nadie me lo haya preguntado –Intervino su amigo, de pronto. Victor rodó los ojos, volteando la mirada hacia él. Intercambiaron una mirada rápida. Sospechó que Chris iba a atosigarlo a preguntas cuando menos lo esperase.
–L-lo siento mucho –Se disculpó el chico –Soy Katsuki Yuuri. Mucho gusto –
–Christophe Giacometti, dulzura –Saludó su amigo, guiñándole un ojo y pasando un brazo por encima del hombro de él. Victor frunció el entrecejo. ¿Porqué había podido saludar a Chris con tanta soltura y a Victor apenas le había hablado? ¿Quizá no le parecía atractivo? –Y este hombre guapo que te mira como si quisiera comerte, es Victor Nikiforov–
–¡Chris! –Se quejó él, avergonzado. Y justo antes de que Victor siquiera quisiera disculparse por el atrevimiento de su tonto amigo, apareció uno de los amigos de Yuuri que después conocería como Phichit Chulanot.
.
.
–Pero francamente –admitió Victor en la comisaría, moviendo sus manos con frenesí, el policía aún intentando llamar su atención –No me interesaba en lo más mínimo. ¡Sólo quería la atención de mi Yuuri! Aunque gracias a él conseguí su número y su Instagram! –Y recordaba que había sido muy feliz por ello. Y se había dedicado el resto de la tarde, a mostrarle a Makkachin a su futuro otro padre. Y a espiarle por redes sociales. –Pero en un comienzo pensaba que lo había forzado a dármelo–
.
.
Había pasado una semana y Victor no sabía cómo entablar conversación con él. Había averiguado, por Chris, que el chico estaba en Ingeniería Informática y que practicaba patinaje artístico en sus ratos libres. Yuuri no solía subir muchas fotos a sus redes sociales, pero si había sido etiquetado muchas veces por Chulanot. Y le había dado like a un par de fotos suyas.
–¿Porqué no me hablará? –Le había preguntado a Makkachin esa tarde. Su caniche de dos años ladeó la cabeza y le miró interrogante. Victor le miró con cara de pena y logró que el perro pusiera sus patitas en sus piernas para que él le abrazara. Victor olió el aroma del champú de bebé que había comprado sólo para su can y se sintió mejor. –Quizás no le gustan los chicos… o no piensa que soy atractivo –Es verdad que debió iniciar una conversación en vez de esperar que él le escribiera. El chico había actuado un poco tímido desde el comienzo y ni siquiera recordaba que le mirase a la cara durante tanto tiempo como en aquel primer encuentro. Posibilidades, posibilidades. Era tan difícil…
–Uhm ¿V-Victor? –Escuchó, haciéndole soltar a su perro y alzar la mirada. Aquel parque quedaba a una cuadra de su departamento y parecía un lugar propicio para sacar a pasear a su amistoso caniche. También solía intercambiar información sobre crianza de animales con la gente asidua al lugar y una que otra fan que le reconocía. Pero Victor sintió que aquel día, al menos, había tenido suerte.
–Oh ¡Yuuri! ¿Estás haciendo ejercicio? –Preguntó, aunque rascándose la cabeza al notar que aquello había sido una pregunta tonta. Se rió de puro nerviosismo, pero el japonés asintió con tranquilidad. –¿Y vienes todos los días? –Insistió, antes de darse cuenta de su atrevimiento. ¡No le conocía de nada! ¿Cómo iba y le preguntaba algo como eso? Se aterró de sólo pensar que Yuuri lo considerase un acosador. Aunque lo hubiese espiado en redes sociales para saber algo de él. –Oh, lo siento. Olvida lo que…–
–Uhm sí. Me gusta patinar, así que… –admitió el chico. Victor pudo ver las mejillas del japonés tornarse de un bonito rojo y estuvo seguro de que las suyas se encontraban de la misma manera. Se produjo un ambiente incómodo durante unos segundos que fue roto por los ladridos de su caniche. Makkachin puso sus patas en las caderas de Yuuri mientras movía la cola y ladraba pidiendo atención. El japonés automáticamente comenzó a acariciar a su peludo amigo –¿Él es… tuyo? –Preguntó. Victor asintió con entusiasmo.
–¡Es Makkachin! –Sintió un poco de tristeza al notar que Yuuri no había averiguado nada sobre él. Pero no todas las personas eran como Victor, adictas a las redes sociales.
–Es muy lindo –comentó él. Victor sintió como su estómago se llenaba de mariposas al ver al chico que le interesaba –aún era pronto para decir que le gustaba– acercarse a su otro mejor amigo. ¡Y Makkachin le aceptaba!. Si bien sintió un poco de envidia que el caniche pudiera acercarse a Yuuri con tanta familiaridad en tan poco tiempo, también entendió que debía ser paciente si quería lograr algo. El qué, lo sabría pronto. –Y uhm… ¿Vienes a menudo? –Victor asintió.
–¡Es una dulce coincidencia! –Aunque nunca lo había visto antes. Aunque, con lo despistado que era, tampoco lo hubiese notado. El chico aprovechó que el caniche se había bajado de él para sentarse al lado de Víctor y tomar un poco de agua. Parecía que llevaba un rato corriendo. –Y… ¿Eres profesional? Yo nunca he podido mantenerme en pie cuando he patinado –admitió. Lo había intentado, muchas veces. Pero solía ser tan despistado que simplemente lo había dejado después de los primeros moretones. Y había estado más interesado por aprender a tocar el violín que en algún deporte en específico.
–Más o menos… ¿En serio? Porque pareces bastante…–
–¿Bastante? –
–Ya sabes. Atlético –admitió, avergonzándose otra vez. Victor sonrió, enternecido. Que le mirara de arriba hacia abajo significaba que no estaba del todo perdido y quizás si estaba un poco interesado. Victor pudo perdonarle que no intentara saber de él en redes sociales.
–Sólo genética –replicó con indiferencia –Pero…siempre quise aprender, aunque nunca he tenido la paciencia para ello–
–Si quieres… puedo enseñarte –ofreció. Y si sus mejillas no estaban rojas, se habían enrojecido aún más ante esa pregunta. Rápidamente levantó las manos en un gesto de disculpa –¡Lo siento! Entiendo si tú…–
–Me encantaría, Yuuri –Le interrumpió, viendo una oportunidad. El japonés le dio una sonrisa nerviosa, pero alentadora, y Victor no dudó en establecer conversación durante horas y horas. Esa tarde, Yuuri no terminó de entrenar. Pero si habían quedado para patinar al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente de eso. Y entonces, efectivamente, había entendido que el japonés no era asiduo a redes sociales. Pero en cambio no tenía problemas en conversar por teléfono durante horas, y ceder en sacarse fotografías con él de vez en cuando.
Y así… habían pasado tres años.
.
.
–Y tengo un montón de fotografías –le dijo Victor –Navidades, año nuevo… ¡Incluso un San Valentín! –exclamó, no evitando sonreír al recordar aquella vez en la que le había convencido de ir a una cafetería, con la excusa de huir de sus compañeras. Aquello había sido una media verdad y media mentira, por supuesto. Porque podía fácilmente haberse sacado a esas chicas de encima, pero Chris le dijo que era una buena excusa para marcar territorio y obtener una cita sin serlo. Y aquel había sido un día adorable donde habían sacado a pasear a su caniche y luego, la cita más perfecta que hubiese tenido en su vida. Aunque no hubiese habido ni besos ni declaraciones de amor.
No, eso no importaba.
Había sido el comienzo de una serie de salidas donde había tenido a Yuuri para él sólo. Y habían sido unos dos años adorables, a pesar de que muchas veces estuvo a punto de decir algo, sobre todo en aquellos momentos donde hubiese ansiado algo más que sorprenderle con un abrazo de vez en cuando. Había caído fácilmente enamorado al darse cuenta que no sólo era de apariencia adorable. Yuuri era… perfecto. No había otra palabra. Su timidez, inseguridad y su inicial reacio al tacto del resto sólo lo hacía más perfecto. Porque era cálido, empático y paciente. –Fue inevitable –dijo finalmente, perdido en sus pensamientos más felices. Porque a pesar de que se graduó y se mudó a Rusia por un tiempo, Yuuri no dejó de hablarle. Seguían hablando y habían cambiado sus reuniones por mensajes de Line.
–Uhm… Entonces ¿Por qué no te confesaste? –Preguntó el policía. Victor le miró con sorpresa, percatándose por primera vez que estaba participando en la conversación. Quizá le había dejado explayarse a gusto. Victor se encogió de hombros.
–Porque era…es demasiado preciado para mí –admitió, no sin sentir vergüenza. Y un poco de impotencia –Amo demasiado a Yuuri como para hacerlo infeliz. Y pensé… –dudó un momento–…que eso sólo lo pondría incómodo. Verás, Yuuri es tímido y sentía que iba a forzarlo a algo que no quería –Y no quería alejarse de él. No habría soportado una negativa de su parte. Y obtener una negativa significaría que su amistad terminaría. Y amaba tanto a Yuuri como había apreciado su amistad. Algo que ahora mismo, le parecía tonto y egoísta de su parte, cuando planeaba irrumpir en la boda sin importarle nada. –Y quizá habríamos seguido así, si no hubiese recibido la invitación –
.
.
Sus manos temblaron automáticamente cuando abrió el sobre. El papel tenía una textura dura, rugosa. El sobre tenía su nombre; estaba casi seguro de que era la letra de Yuuri. Aquello no ayudó en absolutamente nada a calmar sus nervios. Tuvo que armarse de valor para poder abrirlo sin que se le cayera al suelo, sospechando lo peor. Eran Kanjis, pero pudo identificar claramente la palabra "Boda".
¿Boda?
¿De quién?
Sus ojos se deslizaron rápidamente hacia abajo. No supo quién era el primer nombre que apareció por más que intentó recordar sus lecciones de japonés. Pero el segundo…
Se tapó la boca, de la impresión. Más que nada para evitar gritar y que todo el edificio se percatara de su congoja.
Victor dejó caer la nota al piso porque no podía, no podía creer lo que sus ojos veían. Aquel Kanji lo conocía perfectamente. Casi de memoria. Lo había memorizado la primera vez que fue a Yu-topia, con la esperanza de conocer más de la vida de Yuuri en Japón e intentar saber si había un hueco en su vida para él.
Porque en aquel papel…
En aquel papel, estaba el apellido Katsuki.
.
.
–No creo haber llorado tanto en mi vida, hasta ese momento –admitió, apesadumbrado. Se estiró un poco, intentando encontrar una posición cómoda en esa tiesa silla. La habitación blanca comenzaba a deprimirle; o tal vez era el recuerdo de aquel momento que aún no había superado. Recordaba haberse aislado durante dos días completos, en su departamento. Ignorando las llamadas y los mensajes de su familia y Yuuri.
–Señor Nikiforov –Le interrumpió el policía. Una vez más. Victor alzó el rostro hacia él, curioso. –Lamento que haya pasado un mal momento, pero…–
–Oh, no se preocupe. Ya está en el pasado –Insistió él. Tuvo que superarlo, prácticamente a la fuerza. O no habría tenido el valor para viajar hacia acá, con la resolución de detener la boda.
–Sí, sin embargo…–
–El caso, el caso. Lo sé –Le interrumpió Victor. El hombre soltó un suspiro –Al final, hice lo único que podía hacer para dejar de estar deprimido… –
.
.
Sólo se había levantado de la cama para alimentar a Makkachin y para buscar algo para no morir de hambre. Estaba consciente de que no podía vivir así; aislado de todo y todos, por recibir una invitación que podía haber sucedido en cualquier momento. Pero la pena, la congoja era tan grande que no pudo hacer otra cosa. Había llorado hasta que sus ojos se irritaron, se había lamentado una y otra vez por no haber confesado sus sentimientos. De pronto había tenido tanto que lamentarse, tantas situaciones que podía haber aprovechado. Pero le había amado lo suficiente como para entender que Yuuri era tímido. Que su relación era frágil. Que era tan perfecta, como estaba, que había hecho de todo por no romperla. Aunque él hubiese querido más, todo. Y ahora…
Ahora no tenía nada.
Y su pobre Makkachin… su compañero, que le había acompañado como su fiel psicólogo y guardián. Había llorado con él y no se había quejado cuando su pelaje se había mojado debido a sus lágrimas.
Como pudo, se levantó y buscó el computador, buscando a la única persona que no era Yuuri que podía entenderlo.
–¿Qué pasa? Has estado desaparecido –Escuchó al otro lado de la pantalla. Eran las nueve de la mañana en aquel momento, en Detroit. Fue una suerte el encontrar a Chris despierto y desocupado. Pero por la camisa que traía puesta seguramente se iría nuevamente a trabajar. Su amigo le miró a travez de la pantalla durante unos momentos para fruncir el entrecejo y cambiar su expresión alegre a una completamente preocupada –¿Estás bien? Pareces… –El suizo cerró la boca unos segundos –No te ves bien–
–Se va a casar, Chris –Dijo al final. No pudiendo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. La boca de su amigo se abrió debido al shock, que le duró al menos diez segundos.
–Mentira. Victor, Yuuri está…–
–Me llegó la invitación –Inquirió éste, mirando hacia el pasillo. Donde seguramente aquel papel maldito seguía estando ahí. En la entrada de su departamento –Decía Katsuki, Chris. Y Yuuri había estado hablando los últimos días de algo que me había enviado. Y parecía emocionado… –
–¿No es de Detroit, verdad? –Victor se encogió de hombros. No sabía. Durante esos dos días, no sabía nada.
–No sé… es japonés. No recuerdo que me haya hablado de otra persona–
–¿No recuerdas porque no lo hizo, o porque simplemente lo olvidaste? –
–No sé, Chris. N-no sé –Jadeó, comenzando a llorar otra vez. Victor no tenía ni la menor idea cómo podía seguir teniendo lágrimas, pero ahí estaban. Chris le dejó llorar durante los primeros minutos, en los que Makkachin corrió a la cama desde la sala y de un salto se acercó a él. El ruso automáticamente le abrasó y enterró su rostro en el mullido cabello de su amigo.
–Escucha, Victor. ¿Estás seguro de que no se trata de un error? –Preguntó su amigo. Victor negó con la cabeza. Chris soltó un suspiro y le miró con algo que parecía sospecha –Porque Yuuri… bueno, él te miraba con la misma cara de tonto enamorado que tú lo veías a él. Es extraño que de la noche a la mañana haya decidido a casarse con alguien más si durante años…–
–T-tal vez se aburrió de mí –Aventuró él. Al menos ya no lloraba.
–No lo creo ¿No llevan hablando un año completo a pesar de que te graduaste y te fuiste de ahí? –
–S-si, pero…–
–Y le escribes por Line todos los días… –Corroboró el suizo.
–S-si…–
–¿No te parece algo raro que alguien que sea sólo un amigo, te preste tanta atención? –Preguntó finalmente. Victor asintió, aunque se veía un poco indeciso. Porque su Yuuri era un hombre realmente amable. ¿Y si simplemente había sido pena?
Pero…
Él y Christophe eran mejores amigos. Y no hablaban más que una vez en la semana, para ponerse al día. Entre semana si salía algo interesante que contar. Aunque la vida de Victor en el último año se había reducido a la empresa familiar y a lo que Yuuri le contaba.
–Victor… –Tanteó Chris después de un rato. Sumido en sus pensamientos, el ruso ni siquiera se había dado cuenta que había dejado de hablar. Victor prestó atención a la pantalla. –¿Y si vas a detener esa boda? –
.
.
–Entonces vine acá en el primer vuelo, cuando la fecha se acercó –Admitió el peliplateado, sonriendo a pesar de su seriedad. Porque a pesar de todo, no había salido como lo había planeado. Pero acá estaba… aún dispuesto. Aunque Yuuri le había dicho que lo dejara en paz. –No sólo, sin embargo… no habría podido hacerlo si Chris no me hubiese acompañado –Y bien que le había costado lo suyo el convencerlo.
–¿Y dónde está él en estos momentos? –Victor se encogió de hombros.
–No contestó mi llamado –Admitió él. Pero lo más probable era que su amigo había intentado seguir con su plan o había conseguido enrollarse con alguna de las primas del novio.
No le habría sorprendido nada…
.
.
Decidieron llegar un día antes. Principalmente porque fuera de los lugares más típicos de Tokyo, Chris nunca había visto nada más. Así que después de primero e ir a dejar sus bolsos a un hotel cercano al aeropuerto internacional de Tokyo se dedicaron a Turistear. El plan era simple, en realidad.
–¿Se lo dirás a penas lo veas? –Preguntó Chris, sorprendido. Victor sonrió, asintiendo e intentando no derramar el helado que había comprado. Había un club nocturno a 3 calles que Christophe quería conocer y Victor había estado de acuerdo. Siempre y cuando sólo tomaran una copa. No quería ver a Yuuri mañana con resaca. Aquello no le ayudaría en nada.
–¿Sugieres otra cosa? –El suizo comenzó a pensar, mientras trataba de lamer el helado que se caía del cono y se ganaba una mirada lujuriosa de un par de chicos que pasaron por su lado. Victor rodó los ojos. Ni siquiera se esforzó por recordarle a su amigo que se encontraban en un estado crítico –Victor y su pobre problema– dejándole guiñar el ojo y sonreírle a aquellos chicos a gustos antes de arrastrarlo otra vez. De vez en cuando olvidaba que Chris podía ser tan olvidadizo como él frente a algo que le interesaba. Y su amigo era coqueto por naturaleza.
–Bueno… si. ¿Tienes alguna fotografía del novio? –Preguntó con curiosidad. El ruso arrugó el entrecejo.
–Por supuesto que no. ¡Es mi rival! ¡Me quitó a mi Yuuri! –Se quejó. Chris rodó los ojos.
–Bien… creo que lo tengo. ¿Sabes que Yuuri es un poco celoso, cierto? –
–¿Lo es? –Preguntó con asombro. Era la primera vez que lo escuchaba. Su amigo soltó un suspiro y le dio un par de palmaditas en la espalda.
–Con razón esto está pasando… –Negó con la cabeza, como si Victor se tratara de un niño. El ruso frunció el entrecejo –¡Lo es! ¿Por qué crees que dejé de abrazarte frente a él? ¡Me hubiese matado si hubiese podido! –
–¡Pero somos mejores amigos! –Replicó el ruso, sorprendido –¡Sería incesto! ¡Qué asco!–
–Parece que él no lo cree así. Y no lo culpo ¿Sabes? Porque soy sensual –Chris le guiñó el ojo. Aquello sólo produjo que Victor rodara los ojos. Algo que hizo al suizo reír. Doblaron la calle esquivando a un ciclista en lo que el celular de Victor le indicaba que se encontraba la entrada del famoso club nocturno. La única referencia que tenían era la que Google Maps les daba, que eran dos fotos de la estancia y una del edificio. Esperaba no fuera decepcionante –En fin. ¿Qué crees que haría si… yo coqueteara con el novio? –
–¿Harías eso por mi? –
–Bueno… De eso se trata la amistad ¿Cierto? –
.
.
–¿Y funcionó? –Preguntó el policía. Ahora no escondía su curiosidad. Victor se encogió de hombros.
–De que le coqueteó, le coqueteó. Pero… No exactamente –Aunque Yuuri si había estado enfadado. Y algo ausente con él. Y todo había partido al día siguiente.
.
.
Al final, Chris se había quedado hasta el día siguiente. Victor ni siquiera le preguntó cuando llegó al otro día cuando le vio aparecer con una clara expresión de saciedad que ya le conocía. Años viviendo con él. Mientras Christophe se bañaba y tarareaba la canción de turno, Victor se encargó de guardar la ropa que olía claramente a tabaco y alcohol. Y a algo más, que no quiso siquiera pensar en lo que era. Al menos había tenido el tino de traerse el abrigo del suizo, que se había salvado de eso. Habría sido terrible si se juntaran con Yuuri y el único abrigo de Chris hubiese olido a tabaco, sexo y alcohol.
Chris aún se encontraba en la ducha cuando tocaron la puerta de la habitación. Y Victor, con la cama aún deshecha, con su maleta recién cerrada y con el cabello mojado fue a abrirla.
Y lo primero que vio fue a su Yuuri… su hermoso Yuuri… junto a un tipo más alto que él.
La sonrisa genuina de Victor al ver al japonés se fue transformando en una completamente nerviosa. No pudo evitar despegar la mirada de sus ojos chocolate favoritos para posarla en aquel… sujeto que había tenido el atrevimiento de acompañarlo.
Era casi tan alto como él, con el cabello castaño y con una sonrisa amable. Tenía los ojos más oscuros que su Yuuri y parecía… bueno, corriente. Cuerpo delgado, pero no excesivamente atlético. Victor frunció el entrecejo. Aquel sujeto parecía completamente normal, nada extraordinario. ¿¡Pero cómo, cómo había podido arrebatarle al japonés?!
Mentiría si se había sentido insultado por el gusto de Yuuri.
–Victor –Murmuró el japonés, obligándole a centrar la mirada en él. Porque si Yuuri llamaba, él siempre contestaría. Los ojos de Yuuri brillaban con felicidad genuina y Victor no pudo evitar sentirse acongojado por ello. Acongojado y aturdido por la belleza natural que el japonés irradiaba. Como si el tiempo que hubiesen pasado lejos del otro no hubiese existido. Victor hizo lo mejor que pudo por ocultar sus sentimientos y sonreírle de vuelta. No fue una sonrisa real, sin embargo. No podía serlo. Y Yuuri pareció darse cuenta, al mirarle con preocupación –¿Estás bien?–
–¿Yo? Eh…si ¿Por qué no lo estaría? –Preguntó él, sonriéndole nerviosamente. Y decidió dar un paso adelante y estrechar al japonés en un abrazo, porque no importaba si el hombre iba a casarse, Victor no podía contenerse de tocarle. Aunque fuese una de las últimas veces, si el plan no funcionaba. El cuerpo del japonés pareció recibirle sin tenciones, e incluso pudo sentir contra su cuello un suspiro complacido, lo que le hizo preguntarse si realmente era verdad. Pero fue una mirada de soslayo para ver la sonrisa de amabilidad del sujeto… lo que le hizo recordar la maldita invitación y que su burbuja de felicidad se rompiera instantáneamente. El hombre, al ver que Víctor le había mirado, se volteó hacia él e hizo una reverencia.
–Soy Kurosawa Daichi. Es un gusto conocerte –
–Uhm… soy Victor –Saludó, negándose a soltar a Yuuri. Alzó una de sus manos hacia él, sin embargo. Una declaración de guerra. Ignorante de sus intenciones, el hombre estrechó su mano.
–Te vi en uno de los conciertos que hiciste en Japón. Realmente soy un fan de tu música. Fue una lástima que te retiraras –Victor no supo que contestar. ¿Qué le decías a un hombre que iba a quitarte al amor de tu vida? ¿Al hombre que no te había dejado dormir durante días y que le guardabas todo el rencor del mundo? Soltó a Yuuri un momento, rascándose la nuca con nerviosismo. No iba a explicarle sus razones, razones que sólo conocían sus padres, Yuuri y Chris.
–Uhm… bueno. Tenía cosas que… –
–¿Victor, quien es? –Escuchó a su espalda. Vió a Yuuri dar un respingo de la sorpresa, mirando con curiosidad hacia su espalda. Victor se volteó hacia Chris, quien por fin había salido de la ducha, con nada más que una toalla entorno a su cintura.
–¿Chris? –Preguntó el japonés, claramente sorprendido. Paseó su mirada entre Víctor hacia él, como si no pudiera creerlo.
–Espero no les moleste… –Murmuró Victor, sonriéndole a ambos. Christophe se acercó hacia ellos, con una mirada analítica que el ruso conocía demasiado bien. Estaba escaneando al novio. –La invitación no decía que debía venir sólo, así que…–
–Oh, no hay problema –Intervino el novio. Su voz era grave. Y parecía un poco avergonzado por el estado de desnudez de su mejor amigo. Chris puso una mano encima de su hombro, mirando con curiosidad al japonés. Si bien pudo ver a Yuuri tensarse levemente, Victor ni siquiera preguntó. Yuuri era tímido, después de todo.
–Soy Christophe Giacometti –Sonrió éste, haciéndolo a un lado para deslizar su mano coquetamente por el brazo del novio, antes de alzar su mano y dejar un beso en su nudillo –Espero sinceramente que estos días sean… divertidos para todos –Estaba usando su voz seductora al máximo. Victor pudo ver la mirada abochornada en el novio y no pudo evitar sentirse un poco victorioso al notar que no le era indiferente.
Claro, hasta que Yuuri actuó.
–¡L-los esperamos afuera! –Exclamó el japonés, jalando al novio con el otro brazo, no antes de echarle una mirada herida a Victor que no entendió, antes de darle la espalda y empujarle hacia el ascensor.
.
.
–¡Después de eso fui ignorado! ¡Todo el camino! –Admitió el peliplateado. Se llevó las manos a la cara, dejándolas ahí un momento. Intentado evitar recordar el cómo se había sentido. Si bien Chris se lo había tomado con gracia y le había afirmado que era la reacción que esperaban, él no se lo creyó del todo. ¿Cómo podía, si Yuuri no se le había acercado ni una vez? Ni siquiera le había mirado directamente durante el camino hacia el tren y menos cuando se subieron en él. Había sido tanta la congoja, que ni siquiera había revisado sus redes sociales. Yuuri le había hablado con normalidad, si, pero no había ningún atisbo de calidez ni familiaridad en su tono y expresión. Incluso podría haber afirmado que parecía estresado en su presencia.
–Quizás se sintió amenazado… por tu amigo –Aventuró el policía. Victor arrugó el entrecejo, pensándolo un poco. El policía carraspeó suavemente, pareciendo avergonzado por dejarse llevar –Bueno… y con respecto al caso –
–Ah sí. El caso –Replicó Victor de mala gana –¿Está seguro que no quiere un vaso de agua? Ese carraspeo no puede ser bueno… –El policía suspiró y dejó la habitación unos minutos para volver con dos tazas de café en lo que el ruso aprovechaba de estirarse. Victor le sonrió con agradecimiento, sobre todo cuando el primer sorbo le calentó automáticamente el cuerpo. No se había percatado de que quería tanto un café hasta que lo tuvo en las manos. –¿Dónde íbamos? ¡Ah sí! Yuuri me ignoró incluso frente a sus padres. ¡Nos dejó solos con Hiroko! Ahora que lo pienso, parecía un poco deprimido… –Si lo pensaba un poco, los hombros caídos del japonés debieron ser una señal. Pero había estado tan concentrado en su propio dolor, que había ignorado todas las señales. Como las miradas heridas que le enviaba de vez en cuando y que Victor había confundido con molestas por Chris coqueteando abiertamente con el novio. –Bueno… eso fue… malo. Y tuvimos que compartir habitación –
–¿Y eso le enojó? –
–No tengo idea. Pero ya me estaba ignorando olímpicamente ¿Así que cómo iba a darme cuenta? Incluso fue bastante cortante en la cena familiar –Donde el novio había insistido en que él tocara el violín en su recepción de matrimonio. Victor, visiblemente nervioso no había sabido cómo responder. ¡Porque en un principio ni siquiera quería que esa boda se hiciera!
