» Back:

» Pumpkin (mi esposa), esto es para ti, darling x) Porque te lo había prometido y tardé. So, sorry. */* Espero que te guste.


I Don't Care

«Sólo yo, sólo yo por hoy

Respírame, bébeme, quiébrame, pero sólo a mi»

Lo empuja.

Debería ser sorprendente, ¿no? Que una chica tan pequeña pueda mover con esas manitas delicadas a un chico de piel oscura y ojos ardientes. Sólo que sí, que puede. Y después lo muerde, le lame el cuello y deja que su cuerpo frío se pegue al de él. Lo está torturando y lo sabe; lo disfruta. Él, de una manera retorcida, también. Un beso, de esos húmedos que comparten, sin respirar porque aún no se aguantan. Despacio, despacio y muy lento, con las manos colándose bajo la ropa y las mentiras jugando con su cabello.

Se quema, se quema y es como estar en el infierno, lo que probablemente sea una buena definición porque en tanto tiempo, tiene tantos pecados en su colección. Sabe que Jacob se congela, que la está odiando, y lo hace también. No es tan importante. A ninguno de los dos les interesa, quizás a ella menos que a él.

Está mal y lo saben, le da un sentido interesante a las escapadas de noche. Otro beso más, la ropa de ella hace un sonido seco al rasgarse. No se queja, como lo haría con Jasper. En cambio, entierra los dedos en el pecho de él, y no lo deja de mirar a los ojos en ningún momento. Jacob jadea, como un cachorro herido. Y Alice sonríe, como un duendecillo cruel. Le gusta su juguete y lamentablemente él no puede dejar de serlo.

—Lo prometiste, Jacob —susurra en su oído, y lo vuelve a morder. Suave, pero de todos modos sangra y ella sólo mira correr la sangre, sin hacer amago alguno de beberla—. Prometiste que ibas a jugar a quererme.

—No es un juego —masculla él—. No lo es, Alice, no lo es.

—¡Para mí sí! —replica ella, alejándose unos cuantos centímetros. No se tocan, pero ella siente su calor y él su frío. Muerte y vida, coqueteando. O peleando, porque hay diferentes maneras de luchar—. ¡Para mí es el juego más divertido del mundo!

Su risa se eleva en el aire, campanillas furiosas. Ella no lo quiere y él tampoco, pero no puede evitar desearlo porque siempre pensó que sólo haría eso con alguien a quien amara. Ahora el deseo luce como una idiotez, pero aún está ahí, vago y presente.

—Tú no me importas —lo lastima, las palabras son armas y Alice es una asesina—, tú nunca me has importado, nunca lo harás. No eres irrepetible, necesario, indispensable. Podría dejarte ir en cualquier momento.

Una lengua pequeña, de gato, le recorre el pecho. Le gusta su calor, le ha dicho. Como fuego, como cenizas y aire pesado, tan denso.

—No voy a hacerlo, porque me gusta jugar contigo, Jacob —se ríe una vez más. La odia y la desea, aunque eso no vaya a cambiar nada.

Después de todo, las cosas no siguen adelante, están atascados en un punto medio porque Alice siempre lo amenaza, «yo puedo matarte, pero tú no puedes conmigo». No es amor, eso lo tiene claro, sólo un deseo enfermizo, una necesidad constante y las cicatrices que se borrarán al poco en su cuerpo como una muestra muda de todo lo que quiere tener.

—¿No te diviertes? —se burla ella—. ¿No es esto tan divertido, Jacob?

—¡No! —los ojos se oscurecen más, repentinamente—. No lo es, Alice.

—Y aún así, no sé para que te quejas.

Él tampoco lo sabe. Las campanillas lo persiguen cuando resbala al suelo, y Alice lo abraza una vez más. Fuerte y fría, con el cabello de noche y los ojos de sol. Etérea, infinita, horrible, perversa.

Perfecta.