Buenas noches, aquí traigo una nueva historia. Cómo es nirmal en mi es totalmente AU. Rick no es escritor, ni rico ni famoso. Kate sí es policia. No hay una trama sobre la muerte de Johanna. Espero que os guste y espero no liarlo mucho ( aunque eso siendo yo será pelín dificil, jajajjaj). Ya sabeis si os gusta comentad, y si no os gusta también.


Un día más el reloj marcaba la hora de levantarse. Debía llevar a su hija al colegio antes de ir a trabajar. Salir de la cama, cuando hace pocas horas que has logrado acostarte, se hace duro. Arrastraba los pies, se sentía incapaz de levantarlos del suelo. Salió de su dormitorio, caminó por el pasillo hasta llegar al servicio. Vio su imagen reflejada en el espejo, debía afeitarse, la barbaba comenzaba a ser espesa. Abrió el grifo de la ducha y mientras esperaba a que saliese el agua caliente, se desnudó.

Mientras las gotas de agua iban mojando su cuerpo, intentaba pensar en la forma de lograr la custodia compartida de su hija. De momento lo único que había logrado es que la niña pasase dos días en semana con él. Y un fin de semana cada quince días. Su ex esposa, se valía de sus horarios laborales para mantener junto a ella a la pequeña.

Salió de la ducha, se secó y se vistió. Vaqueros desgastados, camiseta de manga corta, deportivas. Finalmente había decidido dejarse un día más la barba. Salió del servicio y fue a preparar el desayuno. Cuando las tortitas, el zumo y el café estuvieron listos fue a despertar a su hija.

Abrió la puerta, y nada más entrar se quedó parado mirando a su pequeña. Una sonrisa se dibujó en su rostro al comprobar cómo la niña había dormido abrazada al peluche que le había regalado el día anterior.

Se acercó hasta la cama de la pequeña, se sentó y comenzó a acariciarle la cara.

-Cariño es hora de levantarse – Le decía mientras continuaba acariciándole la espalda. La niña emitió un pequeño ruidito de protesta- Vamos, es hora de despertar o llegarás tarde el cole.

-Cinco minutos – Dijo con voz soñolienta- Papi, sólo cinco minutos – Repitió hundiendo su cara en la almohada.

-Vale, te espero en la cocina. No tardes más o las tortitas se enfriarán – Rió al ver como su hija saltaba de la cama al escuchar la palabra tortita.

-Vamos papi, corre o se quedarán frías – Le dijo la niña mientras salía corriendo de su dormitorio.

Desayunaron entre risas, cada uno contándose las anécdotas del día anterior. Mientras su hija terminaba de vestirse, él recogía lo del desayuno.

-Ya estoy – Se giró secándose las manos en el paño de concina.

-¿Lo llevas todo? Recuerda que hoy te vas a casa de mamá – Se acercaba hasta la niña y le colocaba bien la chaqueta.

-Sí, lo llevo todo – Levantaba su bolsa, con la ropa y el peluche- Papi ¿no puedo dormir hoy también aquí?

-No cariño, ya te lo he explicado – Miraba como la sonrisa que su hija tenía desde que se había levantado iba desapareciendo- Pero sabes lo que voy a seguir intentando. Lograré que puedas hacerlo- La tomaba de la mano y juntos salían de la casa.

-¿Será pronto? – Levantaba la cabeza para poder mirar la cara de su padre y ambos vieron tristeza en los ojos del otro.

-Espero que sí cariño.

Media hora después el coche de él llegaba hasta el lugar de la entrega. Su divorcio no había sido del todo amistoso, y la lucha por la custodia continuaba. Así que las recogidas y entregas de la pequeña se hacían en un punto de mediación.

-Richard Castle, vengo a entregar a Alexis Castle a su madre – Ese era el ritual de cada vez. Llegar al mostrador, identificarse, identificar a la menor. Esperar a que la mujer del mostrador teclease los datos en el ordenador, firmar la entrega y después despedirse de su hija.

En aquel momento comenzaban los llantos, las súplicas de la pequeña, el no querer soltarse de su padre. Los gritos cuando le niña veía alejarse a su padre. El dolor de él por dejarla así. Lo frustrante que era para él, el sentirse incapaz de hacer que su pequeña dejase de llorar. El esperar dentro de su vehículo hasta que veía salir a su hija de la mano de su ex, siempre acompañada de su nuevo marido. Ver como metían a la niña en su coche, cómo guardaban su bolsa en el maletero y cómo el coche arrancaba, alejando de su lado a la persona que más quería.

Después él también se marchaba de allí dirigiéndose a su trabajo. Tocaba esperar quince días para volver a tener a su lado a Alexis durante cuatro días. Llegaba la hora de trabajar.


Los detectives Esposito, Ryan y Beckett, por fin habían cerrado el caso que durante una semana les había llevado de cabeza. Y cómo siempre que lo lograban aquella noche tocaba salir para celebrarlo. Junto a ellos estarían la forense y la novia del detective Ryan.

Cuando comenzaron con esa especie de ritual tan solo eran Esposito y Beckett, al poco tiempo fue el detective Ryan el que se unió al equipo, pasando a ser un trío. Unos meses después de la llegada del detective Ryan a la comisaría 12, un nuevo integrante se les unió la doctora Lanie Parish.

Desde el principio la forense y Beckett habían congeniado. Espo se alegró de que su compañera por fin tuviera una amiga. No es que a él no le gustase salir con Beckett pero pensaba que a veces ella necesitaba un apoyo femenino que él no le podía ofrecer.

Lanie y Beckett eran totalmente opuestas, o eso es lo que se podía pensar nada más conocerlas. Lanie era abierta, simpática, extrovertida y segura de sí misma, mientras Beckett era mucho más seria, cerrada y un poco insegura. Pero eso era sólo la primera impresión, porque cuando realmente se las conocía, se descubría que muchas de esas cosas eran sólo fachadas.

-¿ The Old Haunt? – Preguntó Espo con la cazadora ya puesta. Sus compañeros asintieron- Bien avisaré a Lanie de que pasamos a recogerla a la morgue.

-Yo iré avisando a Jenny para encontrarnos ya en el local – Ryan sacaba su móvil del bolsillo y llamaba a su chica.

The Old Haunt se había convertido en su local favorito para tomar unas cervezas, y desconectar el duro trabajo. El grupo lo había conocido gracias a Lanie. La forense mantuvo una relación con uno de los camareros del local y el primer día que el grupo propuso salir ella comentó que conocía un local con mucho encanto.

De aquella primera vez, habían pasado un par de años, y casi siempre aquel era su lugar de esparcimiento, al menos cuando salían en grupo.

El sonido del Jazz llegaba a sus oídos tan pronto como abrieron la puerta del local, Ryan dibujó una sonrisa al comprobar que Jenny les esperaba sentada en "su mesa". Uno de los camareros les saludó con un movimiento de cabeza cuando les vio pasar. Algunos clientes también saludaron al grupo. Para cualquiera estaba claro que eran clientes habituales.

-Estás cada día más guapa – La cara de Espo se transformó al escuchar aquellas palabras y ver cómo Lanie sonreía a su ex.

-Lo sé. A ver si me dices algún día algo que no sea obvio – Lanie y el camarero comenzaban a reír.

-¿Os traigo lo de siempre? – Todos asintieron – Detective Esposito, destense la mandíbula o terminará en el hospital. Tras decir aquello el camarero se fue hacia la barra para servir las cervezas para el grupo.

-No sé qué pudiste ver en ese tío, es idiota – Lanie y Beckett rodaban sus ojos al escuchar aquella frase.

Lanie y Beckett se excusaron y fueron al servicio, Jenny las siguió. Tocaba charla de chicas, sobre todo después de lo dicho por Esposito.

-En serio, estoy hasta el gorro de Javi – Lanie casi no esperaba a estar las tres dentro del servicio para comenzar a hablar- Ni come ni deja. Pues o se decide a dar el paso o me lio con David que cada vez que venimos insiste en que nos vayamos juntos.

-¡Lanie! Dijiste que Javier te gustaba, que habías empezado a sentir cosas por él – Jenny regañaba a la forense por insinuar que se iba a ir a la cama con su ex.

- Jenny no seas mojigata, no tiene nada que ver lo que sienta por Javi con tener buen sexo con otro tío. No voy a esperar toda la vida a que Espo se decida – Jenny miraba a Beckett esperando que ella hiciera entrar en razón a la forense.

-Kate, dile algo – Decía finalmente viendo que la detective guardaba silencio.

-Igual deberías dar tú el paso – Lanie miraba sorprendida a su amiga. Hasta ese instante Kate nunca se metía en su vida amorosa- Si él no hace nada y a ti te gusta, lánzate. Todos sabemos que él está loco por ti, así que no hay miedo a que te diga que no. Y ahora regresemos a por esas cervezas – Jenny reía viendo la cara de alucinada que se le había quedado a Lanie.

Cuando las chicas regresaron a su mesa se encontraron una botella de vino. Kate la tomó entre sus manos y silbó al ver la etiqueta.

-Chicos ¿sabéis cuánto cuesta esto? – Todos negaron – Es caro, muy caro – dijo alargando el muy- ¿Por qué la habéis pedido?

-No hemos sido nosotros. David vino y la dejó aquí. Por lo visto es un regalo del jefe por lo buenos clientes que somos – Ryan explicaba todo - ¿Cómo de caro?

-Como 200 pavos la botella – Escuchar aquello hizo que todos se quedaran mirando el líquido que contenían sus copas.

-Joder no sé si beberlo o salir corriendo y vender mi copa – Rieron con ganas ante la ocurrencia de Espo.

La noche continuó, Ryan y Jenny se despidieron los primeros. Algunos minutos después se marcharon Lanie y Espo. Finalmente la forense había seguido el consejo de Kate y había dado resultado. Kate también se fue tras dar las gracias a David por la botella de vino.

Esperaba en la acera que algún taxi apareciera – Buenas noches detective – Giró la cabeza y saludó a la persona que le había hablado.

-Gracias por el vino. Pero no tenía que haberse molestado – Él tan solo sonrió.

-Estáis en mi lista de clientes vips – Kate alzó la ceja.

-¿Tanto venimos? – Él rió.

-No, más bien es por lo que gastáis – Kate se puso seria al escuchar aquello.

-¿Nos estás llamando borrachos? – Levantó la mano parando al taxi que se acercaba- Tal vez ha llegado la hora de cambiar de local.

-Perdón detective, estaba intentando hacer una broma – Se excusaba él- No quise ofenderla.

-Pues no ha tenido ninguna gracia señor Castle – Kate se montó en el vehículo y cerró la puerta. Observó como Castle se quedaba en la acera viendo cómo el coche se perdía por las calles de la ciudad.

-Vaya metedura de pata – Se dijo Castle mientras apagaba el cigarrillo y regresaba al interior del local.