Capítulo I
Conociendo a Lily
-Lily Potter- una voz inexpresiva y mecánica dijo su nombre, era su turno. Caminó nerviosa a sentarse para ser colocada en una de las casas, el sombrero seleccionador se veía muy viejo y corroído por el tiempo. No era para menos, según su tía el sombrero estaba en Hogwarts desde sus inicios.
Mientras se acercaba podía escuchar los susurros de las personas sentadas en las diferentes mesas "¿Esa es la hija de Harry Potter? Pensé que sería tan pelirroja como la madre, ya sabes sangre Weasly," dijo un chico castaño y pecoso de Ravenclaw. "Sí, es cierto. Al parecer ha sacado todo de su padre." Eso no era del todo cierto, pensaba Lily, ella se parecía algo a su madre, al menos en la forma de ser. Se hubiera reído de no estar tan nerviosa. Tomó asiento y el director, que era un señor de pelo grasoso y negro, con piel cetrina ropa totalmente negra y nariz graciosa, le colocó el sombrero esperando que anunciara a qué casa iría.
-Hm, ¿qué haces de nuevo aquí?- dijo el sombrero de modo que solo ella lo escuchara. Lily no contestó, no estaba segura si debía dirigirse al sombrero o si había hablado con ella.
-Espero respuesta señorita Potter-
-No sé a qué se refiere, jamás había estado en Hogwarts antes-
-Me parece que no jovencita, pero te colocaré donde lo hice la vez pasada- Lily no supo porqué, pero se aterró ante la idea de quedar en otro lugar que no fuera Gryffindor y aunque además estaban Ravenclaw y Hufflepuff, sentía que era a Slytherin que se refería. Comenzó a pensar furiosamente, al igual que su padre una vez hiciera, "En Slytherin no," repetidas veces.
-No puedes negar que eres igual que tu padre, espero que esta vez te quedes en esta casa para bien- luego de unos segundos gritó lo que tanto había esperado- GRYFFINDOR!!!- y la mesa de los leones estalló en aplausos por tener entre ellos a la hija del niño que vivió.
Luego de sentarse con sus compañeros y recibir sus felicitaciones y abrazos vio como su amiga Ginevra, Ginny, ya que odiaba que la llamaran por su nombre completo, acababa de ser seleccionada para Gryffindor. Ella se sentó a su lado, le sonrió y empezó a comer. Pudo escuchar que alguien le preguntaba a la pelirroja en tono muy sorprendido algo como "¿Eres la hija de Ron y Hermione Weasly?" Y ella solo asintió ante la interrogante del chico. Ese era su primer día en Hogwarts.
Los años habían transcurrido sin la agitación del tiempo de la guerra, Lily Potter tenía ya 16 años, conocida por todos como la princesa de Gryffindor y la mano derecha del dragón. Era una chica de larga cabellera negra, con rizos al llegar a las puntas, cuyos ojos verdes, al igual que su padre y abuela, denotaban una afilada inteligencia y profundidad, también se le consideraba como una de las chicas más lindas de todo Hogwarts.
De los apelativos que poseía, el primero, princesa de Gryffindor, se lo ganó al ser la estudiante más inteligente de su generación, "al igual que Hermione Weasly cuando estudiaba en Hogwarts," decían algunos. Superó a todos desde primer año.
Esto fue lo que hizo que se ganara su segundo apelativo, la mano derecha del dragón, ya que desde el inicio mostró unas aptitudes extraordinarias hacia las pociones y el profesor de dicha asignatura que era también jefe de la casa de Slytherin, la convirtió en su asistente ese mismo año. Los Slytherins no podían entender porqué el profesor Malfoy, una vez conocido como el más grande de los Slytherins, pudiera favorecer a una Gryffindor y más la hija de su antiguo enemigo.
Lily realmente no entendía muy bien estos rumores, su padre jamás le había hablado en mal tono de su profesor de pociones, ni siquiera sus tíos, Hermione y Ron, le comentaban algo. Aunque sí podía percibir ese cierto brillo de complicidad entre los cuatro, incluida su madre, cuando hablaban de él, pero no era algo por lo que ella debiera de preocuparse.
Estaba tumbada en su cama, en la mansión Potter, pensando en el buen año que había tenido. Su habitación estaba decorada de tonos pasteles y verdes, que muy a pesar de las riñas de su padre, ella había escogido pues porque ese color era su favorito. "Hija pero ese es el color de Slytherin," le dijo en una ocasión, a lo que ella contestó que no era su culpa que un color tan bello perteneciera a las serpientes. Después de un suspiro de frustración y unas palmaditas en su espalda provenientes de su madre, su papá se calmó y dejó que eligiera con tranquilidad los colores de la habitación.
Las vacaciones le sentaban de lo más bien, solo en mes y medio empezaría su sexto año en Hogwarts y se esperaban grandes cosas de ella. Extrañaba muchas aspectos de la escuela, pensaba mientras se acomodaba un poco para mirar los terrenos a través de su ventana, el día era perfecto, la brisa suave le acariciaba el rostro y los rayos del sol iluminaban todo y en conjunto creaban sombras danzantes con las hojas de los árboles.
Volviendo a sus pensamientos, una de las cosas que extrañaba era estar con su mejor amiga y prima, Ginny Weasly. Le pusieron ese nombre porque sus tíos adoraban a su madre. La pelirroja resultó ser muy inteligente, con la madre que tenía no era de menos esperárselo, pero ella la superó en todas las asignaturas, no era que a ambas les importara eso, solo disfrutaban de la mutua compañía, la escuela era solo la escuela.
Otra cosa que extrañaba era a su profesor de pociones, Draco Malfoy. Se dedicó a enseñarle tanto. En su primer día en Hogwarts, después de ser seleccionada por el sombrero y se sentara a la mesa con los Gryffindors, notó como unos ojos se posaban sobre ella. Cuando empezó a buscar la mirada, se topó con los ojos azules grisáceos que provenían de la mesa de los profesores. Era un señor rubio platinado, que debía rondar por los 28 o 29 años y la miraba con cierto brillo en los ojos, sin saber porqué ella le sonrió y este le respondió con una leve inclinación de cabeza.
Luego descubriría que aquel profesor era el jefe de la casa de Slytherin y maestro de pociones. "Pociones," pensó sonriendo para sí misma mientras se pintaba las uñas de las manos de rosa pálido, esa era su asignatura preferida. En las demás ella ponía el mismo esfuerzo, pero no las disfrutaba tanto como esa y aunque ser la asistente para todas las clases de todos los años del profesor era algo que sin duda la agotaba de vez en cuando, no podía negar que se sentía feliz de hacerlo. Además de que eso le generaba puntos a su casa por servicios estudiantiles.
Si alguien conocía al profesor de pociones, ese alguien en definitiva era ella. Con el tiempo fue aprendiendo sus costumbres, las diferentes muecas que hacía cuando un estudiante fallaba u obtenía un aceptable y el brillo en sus ojos cuando un estudiante triunfaba, pero jamás les sonreía. Solo lo había visto sonreír cuando trabajaban. Pasaban largos momentos discutiendo los trabajos que tenían que calificar, luego ella preparaba el té y lo bebían en silencio. No está demás decir que el profesor también la conocía muy bien, pero jamás como su prima Ginny, ella era su confidente.
En más de una ocasión Ginny le preguntó si ella no sentía nada hacía su profesor de pociones, "claro que no Ginny, es un gran maestro y me agrada su compañía pero no me involucraría con un profesor," fue tanta la sinceridad que se dibujaba en su rostro cuando le dijo esto que la pelirroja no tuvo más que aceptar que su amiga le decía la pura verdad y así era, "disculpa Lily, es que se te ve tan radiante cuando hablas de él o estamos en la mazmorra que bueno solo dejé que mi imaginación volara."
Ginny sobresalía en algo en lo que Lily no podía y era en ser buscadora, los puntos de los partidos eran una fuente sustancial para la copa de las casas, ambas parecían una mezcla de las personalidades y aptitudes de sus padres y tíos. Hablando de la copa de las casas, Gryffindor la había ganado año tras año, era como una repetición de cuando sus padres y tíos estudiaban en Hogwarts. No está demás decir que también eran odiadas por Slytherin, aquella rivalidad entre leones y serpientes jamás había sido olvidada y mucho menos ahora cuando el jefe de los Slytherins mostraba preferencia hacía una Gryffindor. Aunque nadie podía negar que ese puesto ella se lo mereciera, pero no por eso dejaba de ser molesto para las serpientes.
El año pasado a las chicas le ofrecieron ser prefectas, Lily aceptó al instante, pero Ginny rechazó la oferta, "no es que no sería divertido," le dijo a su amiga, "pero es que yo adoro el Quidditch y no lo dejaría por nada." Eso era algo que ella sabía con antelación, pero había guardado las esperanzas de que su amiga quisiera ser prefecta junto a ella.
Dictery, uno de los elfos domésticos de la casa, apareció en ese instante sacándola de sus pensamientos. Los tres elfos que estaban bajo las órdenes de los Potter tenían las mejores condiciones de trabajo, estaban también Mitsa y Pelro, debía ser así si su padre no quería morir a manos de su tía Hermione.
-Señorita la comida está servida, sus padres la esperan en el comedor-
-Gracias Dictery- le dijo sonriendo y el elfo desapareció. Lily se puso unas sandalias antes de bajar a almorzar, cuando llegó al comedor vio a sus padres mirándose y sonriendo. Después de tantos años se veían tan enamorados como si se declararon su amor el día anterior.
-Hola papi, mami-
-Hola Lily cariño- dijo su madre, una mujer pelirroja con algunas pecas, de pelo largo y sonrisa cálida, era bellísima.
-Ven toma asiento- le dijo luego su padre, un hombre fornido y cabello alborotado negro y lentes, su cicatriz se veía por entre los mechones de cabello que tapaban su frente. Aquella cicatriz de la que ella había oído hablar tanto tiempo.
-Tu primita Ginny viene mañana a pasarse el resto de las vacaciones contigo- dijo su madre mientras empezaba a servirse la comida.
-¿De veras?- dijo Lily muy emocionada- es genial- y empezó a servirse su comida también. Le encantaba que Ginny se pasara las vacaciones con ella y ya se estaba comenzando a preguntar cuando iría en ese verano. Se querían mucho y eso era algo que se notaba desde lejos.
-Hija, ¿acaso no te cambiarás el peinado?- le preguntó su madre en lo que debía ser la vez número 150 en dos años, ella la miraba expectante para luego recibir la misma respuesta de siempre.
-Mamá, ya te he dicho que me gusta mi cabello así y me siento cómoda llevándolo de esta manera, si tengo la necesidad de cambiármelo lo haré- y con esto dio por concluido ese tema de conversación, a lo que su madre inhaló un tanto exasperada.
-No sé qué haremos contigo Lily Alexandra Potter- dijo su madre mirándola severamente.
-Quererme- dijo ella inocentemente, a lo que su padre no pudo evitar dejar escapar unas risitas, atrayendo la mirada enojada de su esposa que tanto le acordaba a las miradas de su suegra. Con lo que Harry se calló al instante y trató de adoptar una postura seria delante de la situación, pero el brillo de picardía nunca dejó sus ojos.
A decir verdad Lily no se había quitado su peinado desde el inicio del 4to año, ella se hacía media cola con un lindo listón verde, el cual ataba en forma de moño navideño. Ese peinado en definitiva la caracterizaba. Muchos pensaban que el color era algo sugerente, pero la verdad era que después de que el profesor de pociones le regalara ese listón el día de su cumpleaños en tercer año, que coincidía con el último día antes de las vacaciones, jamás se despojó de su peinado. Era, para ella, una manera de demostrarle a la persona que más admiraba que le agradaba su regalo.
-Supongo que saldrán de compras juntas- le dijo su padre antes de terminarse su zumo de calabaza.
-Si por supuesto papá-
-Traten de no excederse esta vez- dijo su madre con el típico tono de reproche.
-Sí, lo sé, no volverá a ocurrir- dijo un tanto despreocupada recordando la vez en que ella y Ginny se excedieron al comprar unas túnicas y ropa muggle en un mismo día. Ambas madres las reprendieron por tales gastos. No era que a la familia Weasly o a la Potter le faltara dinero, en realidad después de la guerra esto era lo que menos les faltaba, pero los padres de ambas querían que ellas aprendieran el valor del dinero. Y vaya que lo aprendieron después de todo un verano de castigo en el cual no se pudieron comprar ni un dulce sin el permiso de sus benefactores.
Al día siguiente Ginny llegó a la mansión Potter a eso de las 10 de la mañana, Lily ya la estaba esperando, vio como llegaba con un montón de libros además de sus maletas.
-Veo que la tía Hermy te ha obligado a estudiar este verano-
-Te ha nada, nos ha obligado a estudiar, también te ha dejado tarea - ambas se miraron unos segundos, la pelirroja estaba vestida con unos pantalones de mezclilla azules, top blanco y zapatos deportivos, su pelo lacio le llegaba por debajo del busto y tenía unos ojos de color miel preciosos. Lily por su parte tenía puesto unos shorts crema y una camisa azul cielo con sandalias azules a juego, su cabello le llegaba hasta la cintura.
-Sabes con ese lazo hace que se pierda el juego de colores en tu vestimenta- dijo la pelirroja, mirándola divertida, luego ambas se rieron antes de darse un cariñoso abrazo.
-¿Cómo has estado Ginny?-
-Bien no me puedo quejar, pero ya deseaba poder visitarte-
-Deja que te ayudo con esto, Dictery- llamó al elfo que no tardo dos segundos en aparecerse- Por favor lleva las maletas y libros de Ginny a su habitación-
-Como desee amita- dijo el elfo y desapareció con el equipaje de la chica.
-¿Ya desayunaste?-
-Sí, mamá no me deja salir sin hacerlo-
-Así es la tía Hermy, bueno Ginny vamos a mi habitación tenemos que planear cómo nos pasaremos este verano-
-De esa forma es que me gusta oírte hablar, ¿a qué hora llegarán mis tíos?-
-Sabes que papá trabaja como Auror así que depende de la asignación, y pues mami también-
-Sí sí, lo había olvidado, espero que lleguen pronto-
-No te preocupes, nada le pasará al gran Harry Potter- dijo con una voz gruesa fingida, ambas se rieron de la broma y subieron a la habitación de Lily.
Ya había pasado una semana desde la llegada de la joven Weasly, tenían sus días planeados entre visitas a algunos lugares de interés del mundo mágico y del mundo muggle.
-¿Y cómo van las cosas con Frederic?- le preguntó la morena a Ginny, haciendo que ella se ruborizara, mientras tomaban el té en el jardín de la mansión.
-Nada sucede entre Frederic y yo- dijo nerviosa.
-¿Ah no? Pues como estaba de cariñoso la última vez que los vi juntos pues pensé que ya eran novios-
-¿Pero de qué hablas?- preguntó Ginny alarmada- además cómo van las cosas con tu querido profesor- contraatacó la pelirroja.
-¿Cómo va qué cosa Ginny? Ya te he dicho que es mi maestro y no puedo verlo como algo más- dijo serena, se estaba cansando de tener que aclararle a su prima ese tema una y otra vez.
-Pero eso no evita que él te escriba en vacaciones-
-Ginny- dijo tomando aire- me escribe con el programa de clases y las actividades que se realizarán en el año siguiente-
Ginny no pudo más que hacer un puchero al verse derrotada, luego miró a su amiga y le sonrió. –Lo que pasa es que quisiera verte enamorada y como el chico, o mejor dicho el único del sexo opuesto, tan cercano a ti es el profesor, pues pensé, no sé-
-Está bien Ginny, ya sé lo que quieres decir. No te preocupes cuando el día llegue seguro me enamoraré con locura-
-¿Qué quieres hacer el día de hoy?- preguntó la pelirroja para luego beber un poco más de té.
-¿Qué te parece si vamos al callejón Diagon? Quisiera visitar a los tíos-
-Esa es una gran idea- saltó Ginny de su silla- me muero por ver a los tíos Fred y George, y a nuestros primitos-
-Sí, quiero ver a Susan y a Thomas, ya entrarán a Hogwarts este año- dije contenta – Pues dame un segundo para avisarles a los elfos que vamos a salir, nos preparamos y listo-
-Perfecto- dijo Ginny mientras ambas se dirigían dentro de la casa.
