Hola, fanfiction 2018.

¿Quedan aún lectores en esta época? Yo empecé en Fanfiction en 2013 y Dios. Que lo he dejado. Simplemente vengo a publicar esto por el gran amor que tengo por los Harvest Moon y por el hecho de que existen poquísimos fanfics en español de esta pareja.

Harvest moon no me pertenece, todos los derechos son de Natsume y Nintendo respectivamente 3 ~

Y si alguien está leyendo esto, espero que les guste.

Abismo.

Desde pequeña sus padres siempre le habían dado todo. Todo aquello que cualquier otra niña podría haber anhelado; juguetes, chucherías, cosas bonitas, amor, cariño y comprensión. Pero pese a eso, a ella parecía no importarle.

Ella no sonreía. No se inmutaba, no lloraba, no demostraba nada. Sólo asentía, daba las gracias y proseguía.

Incluso cuando cumplió los dieciséis, nada parecía importarle, no llevaba amigos a casa, no salía, sólo se quedaba estudiando en su habitación, y salía únicamente para ir a la escuela o al trabajo.

-Estamos juntos desde la primaria, y aun así nunca me ha saludado. -Comentó uno de los compañeros de clase de la chica.

-Rachel Smith, ¿no? La rarita esa.

La rubia los escuchaba, pero no le ponía atención a ninguna de sus palabras. Siempre había sido así, y ella se había dado por vencida. No se esforzaría más, no sonreiría.

Se negaba a ser igual que los demás.

Ella no dedicaría sonrisas hipócritas, no hablaría a no ser que fuese necesario y tampoco se acercaría nadie.

A través del rabillo del ojo les echó un vistazo. Genéticamente todos eran lo mismo: ojos claros, piel pálida y cabello lacio. Psicológicamente, era exactamente lo mismo. Vacío. Y emocionalmente... hueco.

-Hueco... -musitó, cuando un recuerdo se pasó fugazmente por su cabeza.

*Flashback*

Era el primer día de la primaria y allí estaba ella, arrancándose el pellejo de los dedos. Tal vez era una niña de seis años, pero para su edad, era bastante acomplejada. A medida que su ritmo cardiaco aumentaba, bajaba su mirada hacia su cuaderno.

Siendo una niña, pensaba que todo surgiría con normalidad, lograría hacer amigos, pese a su excéntrica personalidad, ¿verdad?

Y a medida que sus compañeros de clase se le acercaban, ella hacía lo posible por agradarles, sonreía mucho, intentaba ser chistosa...

Y parecía ser que estaba intentándolo con demasiadas ganas, lo que hizo que llegara a verse extraña.

Ello causó que, en lugar de apreciarla, sus compañeros acabaran viéndola con cierta repulsión.

-Vamos a comenzar la clase de baile, niños. Tómense de las manos.

-Asco. -Dijo uno de los niños ante el roce de ella y terminó alejándose.

Ella bajó la mirada y tragó saliva, decidió ignorar el comentario y sonreír como siempre lo hacía, pero ello sólo causó que el niño la mirara con disgusto.

Al salir de clases, abrió su pequeño casillero y lo vio. En un pliego de papel muy arrugado relucía en letras mayúsculas la palabra "fea" junto con un dibujo en el que se suponía estaba ella, en sus típicas coletas que siempre llevaba.

Era normal que en las escuelas hubiese acoso, era común que alguien terminase siendo molestado, pero ella nunca imaginó que terminaría en dicha posición.

Aguantó todo tipo de frases y palabras. Desde las más grotescas, véase "Puta" hasta las más moderadas como "Fea" la cual, ya no impactaba tanto.

Y sin embargo, ya no era la misma, y lo notó a medida que crecía. Su problema es que era muy diferente. Pese a su apariencia. A su estúpida piel paliducha y a su asqueroso cabello rubio.

Y aquellos ojos azules que cualquier persona llamaría "Bendición" para ella sólo era lo contrario.

~Fin Flashback~

-Hueco-. Volvió a decir, garabateando en su cuaderno, llenándolo de espirales, hasta el punto de haber dañado completamente la hoja.

-Disculpa... -una voz desconocida la llamó, sin embargo no volteó a mirarlo.

-¿Qué? -espetó.

-Es un poco vergonzoso, la verdad... pero... ¿podría trabajar contigo en el proyecto de investigación? Bueno, ya sabes, es en parejas, y nadie quiere trabajar conmigo, así que...

-No.

-De acuerdo, lamento haberte molestado.

Rachel se sorprendió un poco ante su actitud mezquina y rápidamente volteó, pero lo único que vio fue la espalda de aquel pelirrojo alejándose y por un momento, se arrepintió.

Poco tiempo después ella se enteró que aquel muchacho se había retirado de la escuela.

Apretó los labios, haciendo lo imposible por contener sus lágrimas. ¿Por qué estaba llorando? Ni ella misma estaba segura. Por segunda vez en su vida estaba sintiendo algo: culpa.

Había descubierto que ese chico era acosado por sus compañeros. No tenía amigos, y nadie quería juntarse con él. Igual que ella: le ponían apodos y las chicas del salón decían que era "poco hombre". Pero, ¿había decidido marcharse únicamente por ella?

Miles de pensamientos vagaban por su mente esa noche, mientras se miraba al espejo, frustrada. Podía saborear una amarga mezcla de sentimientos en su boca, odio, dolor, frustración. Ante todo aquello, había tomado una decisión. Tomó el frasco que tenía delante de ella y se lo vació en la cabeza.

-Pronto será su cumpleaños, ¿qué crees que vaya a pedir? -preguntó la madre de la chica.

-Pedirá lo mismo de siempre, que no nos preocupemos por ella, y que seamos felices. -Contestó el hombre.

Ambos padres se mantuvieron en silencio al oír los pasos de la chica sobre la escalera. Le dedicaron una mirada perpleja e intercambiaron miradas.

-Buenos días. -Saludó la muchacha-. Lamento decirles que sí pediré algo en mi cumpleaños. Cumplo la mayoría de edad... entonces.

-Sí, querida. -Asintió su madre, sin poder ocultar la inmensa felicidad que estaba sintiendo. Habían pasado tantos años desde que había visto a su pequeña mostrar esa expresión en su rostro... y no era sólo eso.

-Mamá, papá... Aún es muy pronto, pero quiero decirles que tomé una decisión. En cuanto cumpla la mayoría de edad, me mudaré.

La expresión de ambos cambió de un momento a otro, las palabras cayeron ante ellos como un balde de agua fría. Rachel les tendió un folleto y pudieron distinguir una frase en lo alto de él. "Un nuevo hogar, un nuevo comienzo. Villa Echo te espera."

-Pronto voy a terminar la secundaria, entonces, cuando la termine, me mudaré. Espero que les parezca bien.

-Lo pensaremos. -Dijo el hombre.

La joven asintió y salió de la casa. La mujer soltó un suspiro, mientras el hombre se recostó en su sofá, tratando de calmar la repentina exaltación que estaba sintiendo.

-Primero se aparece ante nosotros con el cabello negro, y ahora... se quiere mudar. ¡Es la primera vez que la veo tan interesada en algo! -Expresó su madre.

-Adolescentes. No son capaces de entenderse a ellos mismos, no cubren gastos, ocasionan problemas... y aun así son tan prepotentes como para creer que son lo suficientemente independientes como para vivir por su cuenta.

-¿Qué rayos dices? -La mujer frunció el ceño-. Te recuerdo que ella trabaja en la granja contigo, se encarga de los envíos y de las ventas e incluso de la escuela, y nunca nos ha causado ningún problema.

-Lo sé. -El hombre recostó su cabeza sobre sus brazos, y soltó un suspiro despreocupado-. Sólo quería sentirme como un padre, por primera vez en mi vida. Creo que esta es la primera vez que veo a Rachel tan animada.

-¿Le darás el voto de confianza?

-Por Dios, Claire. Eso es como preguntar si amo a mi hija.

~Dos años después~

Poco después del cumpleaños y la graduación de la chica, todo estaba preparado. La mayoría de sus cosas ya estaban en su nuevo hogar, así que se llevaría unas cuantas maletas consigo en el tren.

-Este es el teléfono de la casa, llámanos cuando llegues. Llámanos todos los días, en cuanto tengas tiempo libre. Si tienes dudas sobre algo, mándame un texto. Y si quieres regresar... Sabes que puedes hacerlo cuando quieras, Rachel. -Instruyó su madre.

-Gracias, mamá. -Le dedicó una pequeña sonrisa.

-Es la primera vez que te veo tan feliz, Rachel. Me pregunto qué te hizo cambiar. ¿Fue el color castaño?, ¿fue porque decidiste broncearte la piel?, ¿o porque usas lentes de contacto cafés?

-Admito que no lo sé. Creo que me encontré a mí misma. -Confesó, cerrando su mochila, mientras se preparaba para subir al tren-. Una última cosa, ayer fui al registro, y...

-¿Y...?

-Ya no soy Rachel Smith.

Su madre abrió la boca, pero antes de que pudiera siquiera decir algo, la muchacha soltó una risa y prosiguió.

-Estás hablando con Rio. Rio Smith. Me tomé la molestia de dejar mi apellido intacto.

Antes de que frunciera el ceño y se mostrara indignada, se dio la vuelta. Deseaba que lo último que le dijera a su hija no fuera "Ese era el nombre que con tanto cariño escogimos para ti, y te lo cambiaste por algo tan absurdo."

Así que respiró y contuvo sus emociones.

-Hija, te amo y lo sabes. ¿Verdad? Por más locuras que hagas, tu padre y yo siempre estaremos de tu lado.

Esta vez fue ella quien tomó el siguiente paso y abrazó a su madre, susurrándole un "Lo sé, gracias." Antes de que las puertas se cerraran. Se despidió de su madre, observándola a través de la ventana, mientras que su figura se hacía más y más distante.

-¿Y ahora cómo le digo esto a Gray? -murmuró la mujer para sí misma.

Rio observó su reflejo en la ventana. La lluvia lo había empañado, así que ahora podía escribir y hacer dibujitos, algo que siempre le había gustado, tuviera la edad que tuviera.

Ella sabía que estaba rota. Que lastimaba a los demás, y a sí misma, por odiarse, pero había decidido que eso iba a cambiar.

Había cambiado su largo cabello rubio, por uno castaño claro y ondulado, e incluso había ocultado sus ojos azules, sustituyéndolos por lentillas color café.

Ya no se reconocía, frente a ella ya no estaba ese triste ser humano, ya no existía rastro de ella, ahora sólo estaba la nueva versión de ella.

Contempló la vía llena de piedras, con una sonrisa, mientras observaba las montañas y veía el paisaje distante, de un momento a otro, alguien se sentó a su lado.

-Perdón, espero no estorbar.

"Esa voz... Ya la he escuchado" –Pensó.

Rio levantó la vista y lo contempló. Lo primero que pudo sentir fue compasión, pues aquel muchacho que estaba sentado a su lado tenía el rostro amoratado, el labio hinchado y el ojo levemente morado. Se quedó contemplándolo por unos minutos y bajó la mirada.

"¿Por qué se sentó aquí? Pero sobretodo... ¿Qué rayos le pasó?"

Él desvió sus ojos azules hacia ella y le sonrió, cosa que a ella le sorprendió.

-¿Son muy horribles mis heridas? Lo siento, si tanto molesto, me iré...

"Perdón, lo siento... ¡No hace más que disculparse!"

-Está bien. -Tartamudeó-. Quédate aquí.

El pelirrojo obedeció y volvió a sentarse, mostrándose un tanto sorprendido ante la reacción de la chica. Pronto, desvió su mirada hacia sus manos, sus dedos jugueteaban con lo que parecía ser el medallón de un collar de perro. Estaba ansioso. Discretamente, volteó a mirar a la chica y la observó mirando a través de la ventana.

"¿Qué decir...?" -pensó el chico.

-Muchas gracias... por no echarme.

Rio volteó el rostro y lo miró confundida.

-La gente tiende a... echarme de ciertos lugares, como mi padre.

El joven se miró los pies. Ella no estaba segura de si el gesto era para esconder su tristeza o si aquello lo había hecho porque algo se le había caído.

-Lamento mucho oír eso. ¿A dónde piensas ir entonces?

-Me voy a un sitio llamado "Villa Echo".

Ella se sobresaltó un poco, pero sin embargo, supo ocultar muy bien su asombro.

-Ya veo. Somos dos.

-Imposible... ¿Tú...? ¿Vamos a ser vecinos?

-Eso me ofende un poco. ¿Tiene algo de malo eso?

-¡No, no, no! Es que... eso suena genial.

El chico bajó la mirada al suelo, con tristeza.

-Por Dios... -dijo la chica-. Deja de hacer esa mirada, pareces un cachorrito-. Se rió un poco.

El chico, por otro lado, asintió. Luciendo verdaderamente como un cachorro abandonado.

-Me llamo Rio. ¿Cómo te llamas tú?

-Rod.

Y ante la pronunciación de esa palabra, una secuencia de recuerdos llegó a la mente de la chica. Quien, al ver la sonrisa de aquel chico, sintió un cosquilleo en su estómago. Pero, ¿qué era esto?

~Continuará~