Desafío lanzado por Elia Greyback y su pregunta, de que pasaría si Khal Drogo hubiera dado un ejército a Viserys y las Casas de Poniente se hubiesen puesto de su lado. No sé si me he excedido mucho con el final o con la línea argumental que he tomado. Espero que cumpla tus expectativas y que sea de tu agrado y del agrado de la gente del foro Alas Negras, Palabras Negras y del post de DESAFIOS! Espero que os guste y no me decapitéis XD Espero que no me haya ido mucho de madre, Soly!


LA MANO DEL DRAGÓN

Desembarco del Rey. Después de la carnicería en la Batalla del Septo de Baelor, dónde habían muerto decenas de miles de personas, había un nuevo rey, con un nuevo Consejo. Y allí se encontraban todos sus miembros, esperando al rey para debatir los problemas que acuciaban al pueblo, el castigo a los traidores del Usurpador y a este, y quién debía ser la nueva Mano del Rey. Ahí estaba el eunuco, Lord Varys, "La Araña", Consejero de los Rumores, con su sonrisita de saber algo más que los demás y que ya servía a su tercer Rey; Oberyn Martell, hermano del príncipe de Dorne y comandante de las tropas dornienses que ayudaron al nuevo rey a Conquistar Roca Casterly y luchar contra Robert y los Lannister; Mace Tyrell, Señor de Altojardín, que al ver que el venado y el león iban perdiendo y que venía una horda de salvajes a sus tierras, cambio de bando; Iliryo Mopatis, comerciante de Pentos, protector del nuevo rey, conspirador para la vuelta de este y nuevo Consejero de la Moneda; Ser Barristan Selmy, Lord Comandante de la Guardia Real, el cual se rebeló al Usurpador, cuando este le pidió que matará a la niña-mujer nacida de la Tormenta, y que volvía a servir a la Casa en la que realmente creía y a la que había jurado lealtad; y Jon Connington, antigua Mano, uno de los mejores amigos de Rhaegar Targaryen y protector del supuesto Aegon Targaryen, que al morir este, puso toda la Compañía Dorada del lado del reconquistador de Poniente.

Allí estaban los seis hombres, esperando al último hombre que formaba ese Consejo, el cual había entregado el verdadero y más grande ejercito jamás visto en los Siete Reinos y que siempre acompañaba al Rey.

Varys e Ilyrio cuchicheaban en voz baja y reían; Mace Tyrell y Oberyn Martell estaban cada uno a un lado del Salón sin ni siquiera mirarse; y Connington y Selmy, conversaban sobre la situación de las defensas de la ciudad.

En ese momento, se abrieron las puertas y entraron dos personas. Una, era un gran hombre, alto, piel cobriza, pelo negro, larguísimo y trenzado, del cual se oían las campanillas que había en este. Tenía anchos hombros, barba negra y larga, ojos oscuros. No vestía jubón pero sí unos pantalones de piel de caballo. A ojos del pueblo ponienti, era un salvaje, pero un salvaje con un ejército de 100.000 hombres que decantaron la batalla a favor del nuevo rey.

A su lado, con jubón negro, alto, de pelo plateado y suelto, con ojos violeta brillándole de gozo y gloria, con andares de autosuficiencia al recibir la reverencia de todos, iba otro hombre, que se puso al frente de la mesa con su dragón rojo de tres cabezas en su jubón.

Por fin he vuelto a mi trono; Ya no soy el Rey Mendigo, todos van a tener que respetarme. Era Viserys Targaryen, el tercero de su nombre. Hizo un gesto con la cabeza y los siete hombres que estaban con él, se sentaron.

Empezó a mirarlos a todos, si no fuera ahora su rey, me venderían al primer postor. Vio que el Señor del Grifo se ponía nervioso cuando lo miraba, ya te hubiera gustado que fuera Rhaegar o su hijo Aegon, pero yo soy el rey. Tyrell también empezaba a sudar mientras Varys y Mopatis lo miraban divertidos y sonriéndole, traman algo, pero los necesito, Ser Barristan y la Víbora Roja lo miraban serios como Khal Drogo, sin sus hombres no hubiera podido ganar esta batalla, pero he tenido que venderle a Dany, y ella tenía que ser mi esposa y tener mis hijos. Respiró hondo y se dirigió a Oberyn Martell.

- Oberyn, ¿qué nuevas tenéis de Dorne? ¿Dónde se encuentra la caravana de vuestra sobrina, Arianne? – preguntó aparentando curiosidad-. ¿Han llegado mis tropas para cuidar el viaje de mi futura esposa?

- Sí, majestad – respondió el dorniense sonriendo -. Mi sobrina está en camino con tropas de Dorne y vuestras. Desea de todo corazón casarse con vos y tener hijos. Y de Dorne – se puso serio-, mi hermano no podrá venir a vuestro matrimonio. Tiene problemas de salud, achaques –hizo gesto de fastidio y chasqueó la lengua.

- Entiendo - está tan gordo que no lo puede cargar nadie-. Decidle a vuestro hermano que espero que mejore y pueda venir a Desembarco del Rey.- Entonces se dirigió a Lord Mace, ¿cómo va el cargamento de provisiones procedentes de Altojardín? Necesitamos los alimentos para alimentar a la gente.

- Bien, majestad. Me ha llegado un cuervo diciendo que ya están cercanos al Bosque Real. Si no hubiéramos tenido que esperar a que los Martell pasarán por Altojardín, seguramente ya estarían aquí y…- dijo serio y mirando a la Víbora Roja con rabia-.

- ¡Ja! – interrumpió rugiendo Oberyn-. ¿Y qué tú seas idiota también es culpa de los Martell? – sonrió.

- ¡Maldito bastardo! – se levantó Mace Tyrell rojo de rabia-. Voy a…

- ¡Silencio! –levantó la voz Viserys -. Lord Mace, sentaos. Lord Oberyn no quería llamaros idiota - aunque realmente lo seáis y lo admita hasta vuestra madre, y se dirigió a Martell-. Oberyn, Lord Tyrell no quiso echaros la culpa de su retraso, las últimas lluvias también tienen la culpa – dijo con fastidio, son peor que niños llorones, pero consiguió hacer sentarse a Mace.

Entonces se dirigió a Ser Barristan

- Ser Barristan, ¿cómo se encuentran las defensas de la ciudad?

- Majestad se están arreglando las defensas de la Puerta del Lodazal y de la Bahía del Aguasnegras, estarán listas en unos días – respondió serio.

- Perfecto. Haced que trabaje más gente para acabar lo más pronto posible. Si no quieren trabajar o alguien se rebela, encerradlos o matadlos - así demostraré al pueblo que debe respetarme y cumplir mis órdenes.

Miró a Jon Connington y esbozó una sonrisa, que rápidamente disimulo.

- Lord Connington, siento mucho la muerte de mi "sobrino" Aegon. Sé que estabais muy unido a él. Khal Drogo ya se ha ocupado de matar al dothraki que cometió tal crimen - por matar a ese impostor Targaryen tenía que haberle dado Roca Casterly; y si era el auténtico Aegon, me hubiera quitado mi trono -. Espero y deseo que sigáis aquí con nosotros y que algún día podamos tener una amistad como la que teníais con Rhaegar – sonrió levemente. Pero no a tanto, grifito.

- Gracias, majestad. Como vos deseéis – respondió nervioso.

- Bueno – sonrió más abiertamente y miró al hombre con una mirada divertida y de estar pensando una maldad -. ¿Qué tal vuestro matrimonio con Lady Sansa? ¿Acerté al escogerla como vuestra esposa?

- Sí, majestad –dijo Jon más serio -. Va bien nuestro matrimonio.

- ¿Y ya la habéis desflorado? – preguntó de nuevo el Rey.

- Sí.

No te lo crees ni tú; a ti te gusta meterla por otro lado

- ¿Creéis que ya le habéis hecho un hijo? Debéis continuar vuestro legado y el de vuestra Casa – dijo disimulando a duras penas las risas.

- No lo sé, majestad –contestó el otro hombre, nervioso e incómodo. Empezaba a sudar -. Es muy pronto.

- ¿Os puedo hacer una pregunta? Más bien es algo que da vueltas en mi mente

- Claro, majestad.

- Si tuvierais un hijo varón, ¿qué nombre le pondríais?

- Eh… - empezó a responder el Grifo anonadado, confundido y con la boca abierta -…supongo que el nombre de mi difunto padre.

- Lástima. Yo que pensaba que le ibais a poner Rhaegar – remarcó el nombre de su hermano y vio al otro hombre con los ojos como platos -. Bien, Ilyrio, ¿cómo están las arcas reales después de la guerra?

- Realmente, están totalmente vacías. La Corona debe decenas de millones de dragones al Banco de Hierro de Braavos. Meñique ha hecho muchos tejemanejes para obtener el dinero y nos ha endeudado para años.

- ¿Y cómo podemos solucionarlo?

- Yo tengo bastante dinero y podemos hacer negocios con otras ciudades.

- Bien, Ilyrio. Lo dejo en vuestras manos. Haced lo necesario -. Mejor no habló de querer comprar más soldados. Entonces se dirigió al eunuco rechoncho -. Lord Varys, ¿qué dicen vuestros "pajaritos"?

- Mis pajaritos dicen muchas cosas, ji,ji,ji – sonrió el eunuco y lo miró divertido -. El pueblo y las otras Casas piden la cabeza del Rey Robert y todos los Lannister. Los quieren a todos muertos: Robert, Cersei, Tywin, Joffrey – remarcó el nombre del último.

- Majestad – habló la Víbora Roja -. Antes de decidir vuestro castigo, recordad que mi hermano Doran quiere al pequeño Tommen y Myrcella como pupilos. Hará que crezcan respetándoos y de vuestro lado. Ellos no intervinieron en esta guerra.

- Pero son hijos de Robert y Cersei –replicó Varys.

- ¡Pero son niños! – replicó Oberyn.

- Mis sobrinos eran bebés y la Montaña estampo sus cabezas contra una pared – respondió Viserys con el ceño fruncido.

- Lo sé, majestad. También eran mis sobrinos. Pero nosotros no somos Lannister. Debemos mostrar misericordia. Al pueblo le gustará ver que su rey perdona la vida a los hijos del Usurpador – continuó la Víbora.

- De acuerdo – concedió el joven dragón con un suspiro -. Pero, entonces, ¿qué debo hacer con Joffrey? También es hijo de Robert.

- Pero ha intervenido en la guerra. Cuando capturamos a Robert, se puso él en el trono e intentó calcinarnos ¡con fuego valyrio! Habría que achicharrarlo a él – respondió Oberyn -. Además andan diciendo que es hijo del difunto Matarreyes.

- ¿Y? Mis padres también eran hermanos.

- Sí, pero ellos eran Targaryen y el chico también quiso hacer arder la ciudad entera. Es un peligro para todos y para vos en especial – dijo Connington -. Martell tiene razón. Hay que matarlo, sino tarde o temprano se sublevará.

- ¿Estáis todos de acuerdo? – preguntó y exigió el Rey.

Todos los hombres asintieron menos Ser Barristan y Drogo.

- De acuerdo. Pensaré su castigo – dijo con fastidio-. Podemos finalizar ya el Consejo.

- Pero, majestad, ¿aún no hemos decidido quién será la Mano? – preguntó Ilyrio.

- Está tarde ante la Corte, diré el castigo para el Usurpador y quién será mi Mano. Ahora, marchad. Deseo estar sólo para decidir.

Los hombres empezaron a marcharse, cuando entró Daenerys Targaryen con el pequeño Rhaego, su hijo con Khal Drogo, y se acercó a este.

Ese niño tendría que ser mío; mi heredero; debería estar yo casado con Dany; la vendí a este salvaje por mi ejército; si no lo hubiera hecho, no estaríamos aquí y seguiría siendo el Rey Mendigo; pero es tan bella y dulce; no me merezco a alguien como Dany, ni un hijo de pelo plateado y ojos violeta.

- Viserys, Viserys – notó que alguien le llamaba y le tocaba el hombro.

Él dio un respingo sobre la silla y miró con fiereza y miedo a quién le tocaba. Al ver que era Dany, suavizó su mirada.

- ¿Estás bien, Viserys? – peguntó ella preocupada.

- Sí – respondió secamente, no debe saber que pensaba en ella.

- ¿Quieres comer con nosotros?

- No tengo hambre. Debo tomar decisiones importantes y no puedo perder el tiempo en comidas.

- Pero…

- ¡Pero nada, Dany! – respondió nervioso y puso ojos de enfado -. ¿Quieres despertar al dragón?

- No…Viserys. Lo siento. Te dejamos – se dio la vuelta y se llevó a Drogo, que lo miraba con furia, y a Rhaego.

Maldita sea, ¿por qué me hace ser así?; debí de haberte protegido mejor y haberte hecho mi esposa.

Estaba agotado, pero tenía que tomar dos decisiones trascendentales. Una era su futura Mano del Rey y, otra, el castigo al Usurpador. Ya había decidido que muerte les iba a dar a Robert, Cersei, Tywin y sus seguidores. Pero no sabía qué hacer con Joffrey, era un peligro para él, podría en un futuro rebelarse contra él, pero había algo que llevaba días que no dejaba de pasársele por la cabeza. Debería matarlo, pero…

Y en ese momento, su mente regresó a su visita a un león en una celda negra…

El león enjaulado

- Abrid la puerta – dijo el Rey.

- Majestad, ¿estáis seguro de querer entrar ahí dentro? No olerá muy bien – dijo Lord Varys con su risita.

- Sí. Quiero ver si ese niñato aún quiere chamuscar al verdadero dragón. Podéis marcharos.

- Muy bien, majestad – sonrió e hizo una reverencia y se dio la vuelta para irse.

- ¡Abrid la puerta! – exigió Viserys y cogió una de las antorchas.

Los guardias pusieron la llave en el cerrojo, la giraron lentamente y la abrieron. El hedor que se desprendía de dentro era nauseabundo, y el dragón tuvo que taparse la nariz con una mano. Le dijo al guardia que cogiera la otra antorcha y entraron.

Iluminaron la celda y oyeron a las ratas corretear por ella, el cubo lleno de excrementos y vieron unos pies descalzos, sucios, llenos de excrementos. Viserys fue levantando su antorcha hasta que vio dos ojos verdes que le miraban con rabia, odio, furia. Tenía la cara manchada y el pelo andrajoso. Le pareció raro que no tuviera ningún parecido con Robert. Este crío es auténticamente Lannister.

- Poned la antorcha en el pebetero y dejadnos solos. No creo que este leoncito pueda hacerme nada.

Los guardias se miraron entre sí extrañados e hicieron lo que les pidió su nuevo rey.

- Bueno Baratheon, ¿te gusta tu nueva habitación? – preguntó divertido.

Joffrey lo miró a los ojos con odio, pero no dijo nada.

- ¿Te ha mordido la lengua el gato? ¿O las ratas? Está habitación es digna de un príncipe Baratheon.

- Yo no soy un príncipe – dijo el chico dorado apretando los dientes -. ¡Soy el Rey de Los Siete Reinos!

- Tú no eres rey, ja, ja, ja. Tú eres el hijo del Usurpador, así que, tú no eres nadie. El dragón ha vuelto para ocupar su sitio.

- ¿El dragón? ¿Y tú eres el dragón? Yo creo que tu sobrino Aegon estaba por delante de ti, pero lo mató uno de tus salvajes "por error". Yo también lo hubiera hecho – respondió Joff con descaro y altanería.

- ¡Yo soy el dragón! – respondió rabioso – y el que mató a mi sobrino ya está muerto. ¿Cómo sabe que fui yo?

- Obvio, si está muerto no puede hablar.

- ¡Maldito crío! – le abofeteó la cara el dragón al león -. ¿Sabes que podría matarte ahora mismo y todos me lo agradecerían? – lo miró furioso y vio que Baratheon le desafiaba con la mirada y con el rictus de su rostro tiene carácter y agallas.

- Sí, pero un Baratheon y Lannister no tiene miedo a nadie y menos a un dragón. Una vez ya desaparecisteis, puede volver a pasar.

- Ja, ja, ja, eso en tus sueños. El dragón ha vuelto para quedarse para siempre, llevándose a quien sea por delante. Pero he de admitir, chaval, que tienes carácter. Eres muy Lannister, aunque nada Baratheon, pero eso es normal al ser tu padre…

- ¡Mentira! ¡Hijo de puta dragón! ¡Yo soy Joffrey Baratheon, hijo de Robert Baratheon y rey de los Siete Reinos! Y quien diga lo contrario, le arrancaré la lengua antes de hacerlo arder.

- ¡Ja, ja, ja! – río a carcajadas -. De acuerdo, Baratheon. Pero recuerda que sólo el dragón puede hacer arder – y acercó su antorcha al rostro de Joffrey.

- ¡Hazlo! ¡No te tengo miedo! ¡Puto dragón! Suéltame los grilletes y te meteré tu antorcha por el culo.

La mano izquierda del Rey Mendigo agarró con fuerza la mandíbula de su enemigo y se la apretó con fuerza. No me tiene miedo, este crío no me tiene miedo. Acercó su rostro al de él y con la furia a punto de salirle, dijo siseando:

- Aquí yo soy el rey. Soy de la sangre de dragón, el fuego es mi amigo y no me hace ningún daño. Como vuelvas a decir otra imbecilidad más, te meteré la antorcha por la boca mientras todo mi ejército te da por culo. ¿Has entendido?

- S-s-sí – respondió Joff con dificultad y Viserys lo soltó.

- Tienes agallas y la boca muy grande. Pero es lo único que me gusta de la gente. Tengo curiosidad por algo, ¿qué harías por la libertad?

- Lo que hiciera falta.

- ¿Lo que hiciera falta? ¿Matarías a tu propia sangre? ¿Limpiarías la mierda que dejan los demás? ¿En serio?

- Haría lo que hiciera falta por la libertad, el poder y el respeto. Quiero ser rey - habla con seguridad y sin ningún miedo; es capaz de todo; un hombre así necesitaría a mi lado; pensó Viserys al oír las palabras del Baratheon -.

- Lo de ser rey, jamás lo serás, pero ¿qué harías si fueras rey?

- Tendría a todas las Casas de Poniente bajo mi yugo. Nadie montaría ninguna rebelión ni nada así, porque mi ejército los aplastaría y les haría pagar con sangre y dolor a los culpables y a sus familias. Haría lo mismo que hizo mi abuelo con los Reyne de Castamere. También sacaría el oro de donde fuera y como fuera y conseguiría con ello el mejor ejército jamás visto. El pueblo me respetaría y me tendría miedo. Quiero que sepan bien quien manda y que deben cumplir todo lo que les ordene. Deseo respeto, deseo que mi abuelo tenga que postrarse ante mí. Quiero infundir respeto, temor, y ser su rey. Quiero que el pueblo me ame y me tenga miedo al mismo tiempo.

Piensa igual que yo; yo también quiero que todos me respeten y me teman; es cómo yo pero en crío; podría servirme, es una locura, pero sí podría; él también busca que le quieran y le teman; es como yo, pero es un bastardo del Usurpador; no puedo dejarlo vivo, pero hay algo que me dice que le deje vivo.

- Bueno, chaval. Ya tengo suficiente cháchara por hoy. Me has hecho pasar un buen rato. Puede que te deje vivo y seas mi bufón – Viserys empezó a reírse mientras el antiguo rey empezaba a gritar e insultarlo -. ¡Guardias!

Se oyeron pasos y se abrió la puerta. El dragón salió y cuando uno de los guardias iba a coger la otra antorcha, el rey Targaryen dijo que la dejarán allí. Insulta, insulta lo que quieras, leoncito, pero creo que me servirás bien, y ya sé cómo…

….

- Majestad, majestad.

El Rey Mendigo despertó de su ensoñación y vio a uno de los criados a su lado.

- ¿Qué sucede? – preguntó enfurruñado.

- Majestad, le está esperando la Corte en el Salón del Trono.

- Cierto. Traedme mi corona y traed también lo que os pondré en un papel – se levantó de la silla y se acercó a otra mesa dónde habían hojas, pluma y tinta. Empezó a escribir lo que necesitaba y sé lo dio al criado -. Cuando tengas todo preparado, ves al Salón del Trono y cuando te diga, haces entrar todo, - el chico empezó a leer las cosas y se quedó sorprendido.

- Pero, majestad, esto…

- Tú, tráelo. Es una orden de tu rey – dijo mirándolo con ira.

- Sí,…majestad – y se marchó raudo.

Vaya sorpresa se van a llevar todos. Pero con ella, todos sabrán quién es su rey y a quién deben respetar y temer; va a ser realmente divertido; es una locura lo que voy a hacer, pero creo que es lo justo para todos; es lo que realmente creo y un rey no se equivoca.

Al poco rato, vino otro criado con su corona de oro con dragones de ojos rojos. Se dirigió al Salón del Trono, dónde ya le estaban esperando todas las Casas de Poniente o lo que quedaba de ellas. Tyrell, Tully, el nuevo Lord Frey, Karstark, Stark, con su nuevo Señor de Invernalia, Robb Stark, que al morir su padre en la Batalla del Septo de Baelor batallando del lado del Usurpador – siendo la única casa con Baratheon y Lannister que lucharon de su lado-, supo hincar la rodilla y jurar lealtad al rey dragón. Chico listo, pero si te equivocas, te mataré como a un perro y tus huargos no podrán hacer nada. También estaba el Lord Comandante Mormont, que vendría a pedir hombres para el Muro. Estos cuervos quieren todos los días hombres. ¿No te es suficiente con el traidor de tu hijo? Da las gracias a mi hermana de que no lo haya matado.

Fue a su Trono de Hierro, dónde le esperaba todo el Consejo y Dany con su bebé y los huevos de dragón, ¿qué coño hacen los huevos aquí?; Dany, el único dragón vivo soy yo; esos huevos están más muertos que la Antigua Valyria.

Se sentó en el Trono y con voz alta y clara, empezó a hablar:

- Señores de Los Siete Reinos, estáis presentes para ver la justicia que da la Casa Targaryen a los traidores y usurpadores del trono, que ha pertenecido a mi casa desde la llegada de Aegon el Conquistador y sus hermanas. Hoy podréis ver mi misericordia y mano dura, con la que también pienso regir sobre todo Poniente, yo, Viserys Tercero Targaryen – sonrió, ahora vais saber quién soy yo y lo que hago a los traidores -. Guardias, traed a los traidores.

Se abrieron las puertas y entraron llenos de cadenas Robert, Cersei y Tywin. Joffrey, Tommen y Myrcella llevaban simples grilletes. Los pusieron delante de Viserys. Los tres mayores, lo miraban con odio, rabia, furia. Joffrey lo veía serio y con ira. Los dos pequeños, lo observaban con miedo.

- Tommen, Myrcella, no me miréis con miedo. Vosotros no habéis hecho nada malo. Sólo sois unos críos, como lo eran mis sobrinos. Doran Martell ha pedido tomaros como pupilos y yo he aceptado. Marchareis inmediatamente a Dorne y puede que cuando seáis mayores, os devuelva Roca Casterly y Bastión de Tormenta, - se dirigió a todos -. Aquí, os demuestro la misericordia de la Casa Targaryen con los inocentes. Nosotros no reventamos cráneos contra piedras – los presentes murmuraban asintiendo; los tengo dónde yo quería, pronto sabréis como castigamos -.

- ¿Vendrá Joffrey con nosotros? – preguntó Tommen asustado.

- No. A vuestro hermano le espera otra cosa. Guardias, llevad a los chicos a preparar su equipaje.

Dos guardias se llevaron a los niños fuera del Salón. Entonces el dragón miró a Tywin Lannister.

- Tywin Lannister, por alta traición, asesinato y todos vuestros horripilantes crímenes, os condeno a muerte…

- Bien. Decapitadme rápido – interrumpió Lord Tywin.

- Ja, ja, ja, Lord Tywin. Sois realmente muy divertido – río Viserys y habló de forma lenta y clara-. Vuestra muerte será lenta. Os condeno a ser ahorcado, pero antes de que muráis, se os soltará para que el verdugo os abra en canal y os saque las tripas, a ver si hay oro en ellas. Luego seréis descuartizado y vuestros trozos serán clavados en picas por toda la ciudad hasta que se pudran. Los huesos serán echados en cualquier lugar. Así todos sabrán lo que pasa a los traidores.

Se oyeron varios gritos ahogados, uno detrás del dragón. Seguro que ha sido Dany, pero no debe gritar, lo hago por nosotros. Pensé que le gustaría que muriera así y pagarán todos ellos.

- Majestad, ¿no creéis que es un castigo excesivo? Con ahorcarlo sería suficiente – dijo Lord Connington, hablando al oído del Rey.

- Yo soy el rey y yo decido el castigo – respondió con furia y siseó -. No volváis a querer darme clases sobre cómo ser rey – Jon Connington lo miró aturdido y no dijo nada. Entonces Viserys volvió a mirar a Lord Lannister.

- ¿Queréis decir unas últimas palabras? – lo miró con disfrute.

- Sí. Estáis más loco y enfermo que vuestro padre, pero sois digno hijo suyo.

- ¡Llevároslo! ¡Quiero su cuerpo en picas antes del anochecer! – varios guardias se llevaron al león y dijo a todos -. Muy bien, aquí habéis visto cómo se castiga a los traidores de manera justa.

Nadie dijo nada, serán estúpidos. Pensaban que iba a ser clemente con ese maldito traidor. Pues no saben lo que les queda por ver.

- Cersei Lannister, por alta traición, fornicio, intento de regicidio, aunque no fuera del auténtico rey y por otros crímenes horrendos, a la muerte… - empezó a decir el nuevo rey.

- ¡Ja! Por follarme a mi hermano me vais a matar. Entonces deberían haber matado a casi todos los Targaryen.

- Los Targaryen nos regimos por leyes diferentes a las vuestras y mucho más antiguas. Cada una de vuestras extremidades será atada a un caballo y cada uno tirará de un lado, hasta que se os salgan todos los huesos, músculos y órganos. Así os encontrareis pronto con vuestros hermanos. Llevárosla

- ¡Hijo de perra! ¡Soy Cersei Lannister! ¡La Reina! ¡Estáis loco! ¡Loco! – gritó ella mientras se la llevaban arrastras.

Los presentes miraban todo anonadados, si entender nada, asustados, los más adultos recordaron tiempos pasados. Viserys disfrutaba con sus rostros, pero también sentía algo que no entendía, debo acabar esto pronto, debo vengarme, debo hacer justicia a mi Casa. Entonces vio al criado al que le había pedido que trajera su "sorpresa". Lo miró y este asintió con su cabeza.

- Bueno, sólo nos queda el Usurpador, Robert Baratheon. Yo Viserys Targaryen, el tercero de mi nombre y verdadero y único Rey de Poniente, te condeno a ti, Robert Baratheon a muerte – entonces se dirigió al criado -. Criado, trae lo que te ordené –el criado salió y cerró la puerta.

- Ja, ja, ja. Maldito crío, crees que me vas a asustar a mí con tus chorradas. Tenía que haberos matado a ti y a tu hermana con mis propias manos. Putos dragones de mierda, os creéis mejor que los demás y no sois NADA – dijo riéndose Robert.

- Habla lo que quieras, pero tu castigo va a ser el que más disfrute de todos, eso te lo puedo asegurar – lo miró a los ojos.

- ¡Soy Robert Baratheon! Suéltame y pelea como un hombre contra mí, o necesitas para todo a tu ejército, crio de mierda. No eres nada sin todos esos salvajes. ¡Argg! – gritó cuando le golpearon los soldados la espalda y lo tiraron al suelo.

Entonces, se volvieron a abrir y entraron seis criados que cargaban una jaula enorme, otro llevaba cuerdas largas y había otro más que llevaba troncos hasta casi no poder con ellos.

- Levantad al condenado – ordenó el Rey Mendigo y los guardias lo levantaron y Viserys le habló -, ahora vais a saber cuál es el castigo para un asesino de dragones y rogareis que os hubiera matado rápido.

- ¡JA! – rugió el venado coronado -. Crees que con una jaula me vas a asustar, - entonces se dirigió a todos los presentes -. ¿Esto es lo que habéis escogido de rey? ¡Yo le doy millones de vueltas a este crío! ¿Queríais otro loco como Aerys? Pues aquí lo tenéis. Más loco que su padre, y os matará a todos tarde o temprano. Corre por sus venas la sangre del Rey Loco, seguro que pronto quema todo Desembarco con fuego valyrio. Un dragón que no hecha fuego no es un dragón, es una mierda – y escupe en las botas del Rey Dragón.

- ¡Habla todo lo que quieras, pero hoy vas a morir y te aseguró que será un dragón lo que te comerá! – gritó exasperado Viserys, y se dirigió a los guardias -. ¡Metedlo dentro de la jaula!

Los guardias lo cogieron y lo metieron a duras penas dentro de la jaula. Robert iba maldiciéndolos a todos e intentando escapar. En el momento que cerraron la jaula, el joven Targaryen volvió a hablar.

- Atad un trozo de la cuerda a la jaula e id levantándola del suelo, cuando este levantada tres palmos, atad el otro extremo en la columna más cercana – entonces miró al criado que llevaba los troncos – Tú, pon los troncos debajo de la jaula.

Los criados cumplieron todo lo que les pidió su Rey sin decir nada. Levantaron la jaula entre los siete criados y otros siete guardias. Cuando lo levantaron los tres palmos, ataron la cuerda en una de las columnas y el criado que faltaba, puso los troncos debajo de la jaula.

- Dadme una antorcha – pidió Viserys -. Ahora vamos a demostrar como huele un venado chamuscado.

- Majestad, ¿qué estáis haciendo? – le preguntó nervioso Oberyn Martell -. Esto es una locura.

- ¡No es una locura! ¡Es justicia! ¡Voy a vengar a toda mi familia con fuego y sangre! Si os consideráis amigo mío y de mi casa dejadme hacer lo que debo, sino, ¡marchaos! – La Víbora se le quedó mirando con ¿miedo? Y se retiró dónde los otros miembros del Consejo. Uno de los criados le trajo una antorcha.

Vamos a ver si quieres más el poder y el respeto que a tu familia.

Entonces se acercó a Joffrey Baratheon.

- ¡Soltadle! – dijo a los guardias -. ¿Aún quieres ser libre y alguien en Poniente?

- Sí – respondió Joffrey con tono desconfiado, mientras le soltaban los grilletes.

- ¿Quieres a tu padre?

- Es mi padre.

- ¿Y lo quieres más que poder ser alguien con poder en Poniente? ¿Y aunque él nunca te haya querido?

Joffrey no dijo nada y Robert dejó de maldecir. Ya te tengo.

- Tengo una oferta para ti, chico. Si coges está antorcha y prendes fuego a los troncos, te convertirás en mi Mano del Rey. Tendrás el poder y el respeto que tanto deseas, hasta puede que antes de que muera tu abuelo, haga que se postre ante ti. Eres listo y no tienes miedo a nada ni nadie, sabes decir las cosas claras y cómo solucionar los problemas.

- ¿Y si no lo hago?

- Si no lo haces, vivirás, pero serás caballerizo en las cuadras reales. No es trabajo para un antiguo Rey.

- ¡Joffrey! No escuches a ese loco, ¡soy tu padre! – le dijo Robert.

- Es tu decisión, chico – continuó Viserys -. Me gusta tu forma de ser, tu carácter y queremos ambos lo mismo para Poniente. Si te unes a mí, tendrás poder y respeto.

En ese momento, los norteños se fueron del Salón enfadados y echando pestes, aún deben recordar a Rickard Stark, pero me dan igual.

Joffrey miró fijamente la antorcha, a Viserys y luego a Robert, y se acercó a este con la antorcha en la mano.

- ¿Qué haces, Joffrey? ¡Joffrey! ¡Soy tu padre! No hagas eso, ¡no lo hagas! – gritaba Robert con miedo en sus ojos.

Joffrey miró a su padre y le sonrió antes de acercar el fuego a los troncos y que prendieran.

- ¡Joffreeeeeeeeyyyyyyyyy! – gritó Robert -. ¡Eres igual que la puta de tu madre!

- Y tú eres un cabrón muerto. Aquí tienes todos los desaires, las veces que me has gritado, las veces que me has ignorado cuando quería jugar contigo, las veces que le has hecho más caso a las putas que a mí. Aquí llega tu final, cornudo.

- ¡Maldito niñato! ¡Argg! – chilló Robert, al notar las primeras llamas acariciando sus pies -. ¡Estás loco! ¡Estas igual de loco que ese puto dragón! ¡Estáis todos locos permitiendo esto! ¡Os maldigo! ¡Argg! ¡Os maldigo a todos! ¡Espero que ardáis todos! ¡Que los Otros os lleven! ¡Maldigo el reinado de los Targaryen! ¡Argg! – las llamas empezaban a arder por sus piernas y subían rápidamente - ¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhh! – y el dolor ya no le permitió decir nada más.

- Joffrey, ven conmigo – dijo Viserys, mientras veía con devoción, agrado y sintiéndose henchido de felicidad como ardía el Usurpador y cómo iban a morir todos sus perros.

Joffrey se acercó a él con una sonrisa y fueron hacía el Trono de Hierro. Vio como Dany tapaba a Rhaego y ella se escondía en el pecho de Drogo para no ver todo lo que estaba sucediendo. ¿Por qué no mira?; debería estar disfrutando con ello; lo he hecho por nosotros y nuestra familia; Dany, te necesito ahora de mi lado; no me abandones tú también.

Al llegar al trono, se sentó en él y notó como algo lo pinchaba. Miró su mano y vio que salía sangre de ella. Me he pinchado con el trono, igual que le pasaba a mi padre; a mí no me pasará como a él; yo seré el mejor Rey que pueda tener Poniente.

Entonces, con voz firme dijo mirando a todos:

- Yo, Viserys Targaryen, rey de Poniente, nombró como mi Mano del Rey a Joffrey Baratheon – anunció el nombre de Joff mirándolo y sonriéndole.

Y se hizo el silencio.

FIN