¡Hola!, este un pequeño pedacito de drabble, por el mes SasuSaku.

Recuerdo las lágrimas bajando por tu cara,

Cuando dije que nunca te dejaría marchar,

Cuando todas aquellas sombras casi matan tu luz.

Recuerdo que dijiste,

No me dejes aquí solo,

Pero todo aquello está muerto y pasado esta noche.

Somos una familia

El corazón le golpeteaba desbocado en el pecho, con las ansias haciendo que sus piernas adquirieran una velocidad increíble, a pesar de que aún faltaba un millar por recorrer. Había esperado lo que parecía una eternidad para esto, pero en tan solo un año sentía que lo superaba; tanto sacrificio y soledad. Solamente quería este día, como los anteriores tres años; en que pudiese, por menos de doce horas, tener lo que se había negado desde hacía tanto. Todo un año por unas horas del cielo, o lo que podía obtener de él.

Después de un par de horas, vislumbro finalmente la torre de canto, y en un intento por relajarse comenzó una lenta caminata hacia allí; tomo lentamente aire por la nariz, tratando de relajar sus músculos tensos y componer su mejor cara de seriedad. Esperando que por lo menos le dudara más de dos segundos.

Abrió lentamente, y la oscuridad de la torre le dio la bienvenida, con el tronador sonido de la nada. Paseo por el pequeño espacio, mientras encendía algunas lámparas y contenía el tornado de impaciencia que se formaba como un nudo en su estómago ¿le habría pasado algo? ¿No vendría a verle? ¿Ella…?

-Sasuke-kun –escucho la cantarina voz seguida por pasos apresurados hasta el rincón sin iluminar en el que se encontraba; con una sonrisa imperceptible en sus labios, vio como la estancia se aclarecía, no con las lámparas, sino con la suave presencia femenina y dulce, de su diminuta, pero tenaz esposa.

-Sakura- musito

Los delgados brazos le rodearon el cuello y su fragancia inundo su nariz, y como hace casi un año, la tomo vacilantemente de la cintura con el único brazo que tenía.

-Tardaste –la acuso

La chica compuso una mueca con sus labios y le miro a los ojos, aunque probablemente ella no le viera con tanta oscuridad.

-Lo siento, Sasuke-kun –Tomo su rostro entre las manos, elevándose en la punta de sus pies- Deje a Sarada con Hinata; sabes que aún es muy pequeña para viajar. Y también sabes cómo se pone Naruto respecto a esto.

-Ese idiota- Su esposa le sonrió y le condujo suavemente a la parte más clara del cuarto, sacándolo de las sombras. Pasaron a sentarse tímidamente contra el muro central de la torre, con la delicada espalda de Sakura apoyada en su pecho. Le gustaba mirarla a los ojos, pero a ella parecía inquietarla por momentos; y ese era una de las más grandes cargas que le había dejado el escabroso pasado.

- ¿Haz estado bien? –Pregunto preocupada; después de parlotear sin parar sobre su pequeña hija. Le encantaba escucharla.

-Estoy bien, Sakura- respondo descansando su cabeza sobre la coronilla rosa.

-Es solo que, debe ser todo muy difícil sin tu brazo, quizás estas herido y no quieres decírmelo –Le dijo de repente molesta- Deberíamos hacer una exploración de rutina, además tus ojos…

-Basta –la detuvo frunciendo el ceño.

Ella se levantó y lo miro con molestia.

-Yo puedo quitar el sello, y tu brazo, también puedo…

-Es algo por lo que tengo que pagar.

-¡Deja de castigarte!

-Sakura; no puedo con todo ese poder, ¿entiendes?

-Naruto…-empezó a decir.

-¡No soy como él! –levanto la voz.

Los ojos verdes, se desviaron de los suyos al suelo con tristeza. Trato de relajarse y calmar la furia que lo poseía al escucharla hablar de Naruto. Él que era Hokage, él héroe de los niños y ancianos, él que podía convivir con sus esposa y abrazar a sus hijos.

-Lo siento…yo no quería decirlo-le susurro, con los ojos brillantes.

-No importa, Sakura- abrió su brazo en una señal que ella entiendo en seguida, acurrucándose de nuevo en su pecho –Gracias por estar conmigo.

-Siempre estaré –vacilo un momento- siempre estaremos; somos una familia.

-Lo somos

Se dejó, entonces inundar por su aroma, sentir las suaves y tibias curvas contra los duros y fríos planos que eran los suyos. Tomo ese recuerdo para que fuese eterno, como guarda cada uno desde hacía tres años, y se sumergió en el pedacito de cielo que se permitía a través de tanta guerra y dolor. Ellas también sufrían, pero por un solo día quería cerrar sus ojos, olvidar y sanar con sus caricias cada herida que dejo marcada en el corazón cálido de su esposa.