Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece enteramente a J. K. Rowling y yo lo utilizó sin ánimo de lucro. Por otro lado, los personajes de Ruby Boot y Adhara Zabini me pertenecen a mí y me reservo su uso.
Este fic participa en el "Amigo Invisible Navideño 2013" del foro "Amor de Tercera Generación".
Dedicado a yrim.
Esta es la primera petición: un Scorpis M. / Rose W.
Capítulo I: Un idiota encantador
Viernes por la tarde, 15 de Octubre de 2022, aula vacía
No se llevaban tan mal.
—¡Por Merlín, Malfoy, has hecho trampa!
Bueno, no tan mal.
El joven Scorpius Malfoy, de dieciséis años vio cómo su alfil destrozaba el rey blanco de Rose Weasley, que lo miraba como si estuviera furiosa. Con esos ojos azules entrecerrados, los labios fruncidos en una mueca muy poco favorecedora y las mejillas medio rojas. Malfoy sacudió la cabeza y empezó a recoger las piezas de ajedrez desperdigadas por todas partes.
—Tuvo que haber sido una trampa —le espetó Rose.
—Lo que quieras, cariño. —Scorpius le guiñó un ojo, a modo de juego, viéndola enfurecer un poco más—. Lo que te deje dormir por las noches.
No notó el modo en el Rose se sonrojaba por un momento, o fingió no notarlo bastante hábilmente mientras seguía recogiendo las piezas que se volvían a unir para jugar otra partida. La joven Ravenclaw hizo lo propio recogiendo las piezas blancas y guardándolas.
No dijo nada, aun sintiendo en la boca del estómago el dolor de su derrota y su orgullo mancillado.
—La verdad es que eres el único oponente digno… —dijo, vacilante, en dirección a Scorpius. Bueno, eso podía traducirse como «eres el único oponente que no he conseguido vencer en ajedrez».
Pero le ganaría. Estaba segura. Llevaba casi un año intentándolo, desde que en quinto se había esparcido el rumor de que no había nadie capaz de ganarle a Rose Weasley en ajedrez y el muchacho rubio con el que nunca había cruzado más de dos palabras se había plantado enfrente de ella y le había dicho, con voz petulante, medio arrastrada: «Soy tan bueno como tú en ajedrez». Rose había pensado que en realidad Scorpius Malfoy no soportaba que alguien fuera mejor que él en cualquier cosa.
Pero la verdad es que Scorpius no era sólo tan bueno como ella jugando al ajedrez mágico: era mejor.
—Sólo dices eso porque no me has ganado, Weasley —espetó él. Aún la llamaba por su apellido, a pesar de que jugaban una partida bastante seguido. Cada dos semanas, o a veces antes.
—Te venceré la próxima vez, Malfoy…
—Lo que te deje dormir, Weasley.
Terminaron de guardar las piezas y Scorpius dobló el tablero por la mitad y se puso de pie. Siempre era lo mismo. No cruzaban más de un ciento de palabras cada que se veían porque Rose estaba obsesionada con ganarle y él con demostrar que no podría.
El orgullo hablaba. Y los dos tenían de sobra.
Pero… ¿siempre tenía que ser así?
—¡Scorpius!
El joven, que ya había comenzado a caminar, se volvió sorpresivamente hacia Rose. Para empezar, la chica nunca lo llamaba por su nombre. Nunca. Podían juntarse a jugar ajedrez una o dos veces cada quince días porque se habían aburrido de ganarle a los demás, pero eso no implicaba que fueran amigos o algo parecido…
—¿Qué? —alzó la ceja, una pequeña arruga se formó en su ceño. Rose se quedó viéndola antes de reaccionar apropiadamente.
—Hay una excursión a Hogsmeade… en dos semanas…
La ceja de Scorpius subió, mostrando una incredulidad que casi parecía ensayada. Sus ojos azules miraron a Rose como si la estuvieran examinando y entonces Rose empezó a sonrojarse un poco. Frunció los labios, frustrada por la reacción de la piel de su cara, sin poder creer que a sus dieciséis años, siguiera sin controlar eso.
—… pensé que… quizá… podríamos… —titubeaba mucho, pero nunca había hecho aquello antes. Y si tuviera que hacerlo de nuevo… ¿a dónde se había ido toda la seguridad con la que le había gritado a aquel chico que había hecho trampa? Respiró hondo y decidió terminar aquello con más aplomo—: Ya sabes… podríamos vernos por ahí.
La ceja de Scorpius empezó a subir. Lentamente, pero a subir y algo dentro de la cabeza de Rose, su parte más analítica, le dijo que aquello no iba bien y que lo más sano era olvidarlo… momentáneamente. La incredulidad de Scorpius no cabía en su cara, quizá porque nunca, jamás, ninguna chica pelirroja con pecas y cabello desordenado le había dicho algo sobre «salir juntos» de aquella manera tan poco elegante.
—¡Oh! —medio gritó Rose. Que una cosa era saber lo que quería y otra que aquello funcionara—. ¿Sabes qué? ¡Olvídalo!
Y se dio la vuelta y se marchó caminando a paso demasiado fuerte hasta su sala común mientras su sonrojo bajaba y ella volvía a tener el control de su piel. Pensaba, quizá sin razón, que Scorpius Malfoy era un idiota y que eso se ganaba porque le gustaba un chico con cabello rubio repeinado hacia atrás y rasgos tan… tan… ¡tan Malfoy!
Sábado por la mañana, 16 de Octubre de 2022, Gran Comedor
Había tres cosas que Rose apreciaba de Ruby Boot: una, que tuviera los pies en la tierra y no le diera soluciones descabelladas a sus problemas; dos, que fuera lo suficientemente buena en pociones como para evitar que Rose hiciera desastres en esa clase, la única materia que se le daba rematadamente mal, y tres, que se atreviera a cosas a las que Rose jamás se atrevería. La mayoría de ellas tenían que ver con chicos. Las de Rose, en particular, con chicos rubios presumidos, con el orgullo y el ego igual de crecido que el de ella, y Slytherin.
—Sí es que no lo puedo creer, Rose. —Ruby parecía a punto de estallar en carcajadas durante el desayuno del siguiente día, aunque Rose le agradeció infinitamente que no se riera—. Que lo hicieras así…
—¡No había otra forma! —le espetó ella.
—Es que… —empezó Ruby, sonriendo—, eso demuestra que la analítica, inteligente, habitualmente tranquila Rose Weasley, también puede perder los estribos cerca de Malfoy. —Enseñaba los dientes al sonreírle abiertamente—. ¿Qué harás ahora? —Rose Weasley negó con la cabeza, y Ruby chasqueó la lengua, impaciente—. Oh, con tu carácter fuerte está prohibido esconderse, Rose, —se encogió de hombros—, total, ya sabes lo que quieres y… como dicen por ahí: «el no ya lo tienes, lo de menos es volver a intentarlo».
—Ya. —Rose Weasley se cruzó de brazos, enfurruñada—. Mi dignidad no piensa exactamente así…
—¡Linda, no creo que tú…! —Ruby no llegó a acabar.
—Weasley —fue la voz que la interrumpió. Una voz monótona, casi sin inflexiones, que pronunciaba las cosas con claridad y pertenecía a Scorpius Malfoy.
Rose contuvo la respiración un momento, sin saber si enterrar la cabeza en un hoyo, pero, finalmente, levantó la cabeza con resolución, bastante segura de sí misma.
—Malfoy —saludó—, ¿qué quieres?
Scorpius Malfoy se tomó su tiempo para responder, se sentó en la mesa mientras le dirigía a Ruby una mirada clara y entendible: «la conversación no es para ti». Ruby resopló antes de alejarse un poco, quedándose donde aún podía oír algo de lo que aquellos dos decían.
—Sólo quería saber algo…
—¿Qué? —ladró Rose.
—Nada…, sólo… —Miró hacia abajo y a Rose le pareció que lo hacía de manera total y completamente deliberada, como si quisiera esconder algo de nerviosismo. Pero eso era una tontería, aquel chico nunca se ponía nervioso con nada—. ¿Por qué sugeriste aquello de Hogsmeade?
Rose enarcó una ceja.
—¿Qué? —preguntó, asegurándose de que había oído bien.
—Lo de Hogsmeade… —insistió Scorpius—. Ya sabes… «vernos por ahí» —parafraseó, encogiéndose de hombros casi a propósito, como si con eso le quitara hierro al asunto—. Como… como invitándome a salir…
Rose Weasley parpadeó incrédula.
—En serio, Malfoy… —empezó.
—Ya sabes… —la interrumpió él—. Yo soy un Malfoy… tú… eres una Weasley… no estaría bien…
—¡Oh, maldita sea! —explotó Rose—. ¡Eres un imbécil!
Se puso en pie de mal humor, y, haciéndole una seña a Ruby, se encaminó hacia la salida, dejando a Scorpius solo. No sabía cómo, pero le iba a demostrar que podía salir con una Weasley como ella.
Aunque él fuera un idiota.
«Un idiota encantador», se corrigió.
