Ella se desliza y me atropella

Y, aunque a veces no me importe,

Sé que el día que la pierda volveré a sufrir

Por ella, que aparece y que se esconde,

Que se marcha y que se queda,

Que es pregunta y es respuesta

Que es mi oscuridad, estrella.

Ella se encontraba entre sus brazos, dulcemente dormida. La miró; adoraba cada centímetro de cuerpo, aquel cuerpo tan suave y frágil como el cristal. Le encantaba la paz que le transmitía cada célula de su morena piel a la blanquecina de él. Sabía que le encantaba, lo sabía desde hacía ya mucho tiempo… Pero también sabía que era una locura, una locura estar junto a ella

Desearla en silencio era su destino, sin que siquiera ella se enterara alguna vez. Pero no le importaba que no lo supiera, sabía que se lo demostraba cada noche que la hacía suya. Porque la castaña era suya y de nadie más. Ella era suya, simple y eternamente suya. Su obsesión Si bien Draco sabía que no la amaba, sentía una cierta obsesión por tenerla junto a él cada noche.

El sol anunciaba el amanecer. ¡Cuánto odiaba que amaneciera! Cada amanecer significaba verla despertase y verla partir. Cada mañana ella se iba, dejándolo sumido nuevamente en su solitaria vida.

Poco a poco la muchacha comenzó a despertar; Draco adoraba verla de esa manera. Siempre lo mismo: arrugaba su frente y nariz levemente, mientras que después abría y cerraba los ojos en reiteradas ocasiones.

-Malfoy, ¿qué día es hoy?- le preguntó.

-Sábado- dijo fríamente.

-¡Por las barbas de Merlín!- el muchacho adoraba que esa fuera su frase más insultante. Era tan inocente, tan pura, tan bella… tan perfecta. –Malfoy, ¿qué hora es?- volvió a preguntar.

-Las once.-

-¡Bendito Merlín! ¡Te dije que me despertaras temprano!-

Le fascinaba verla enojada; frunciendo esa pequeña nariz pecosa.

-Harry me matará, ¿sabes? Y todo… ¡Por tu culpa, maldito Malfoy!-

-Nadie te obligó a pasar la noche acá, ¿no?- respondió herido en su orgullo.

Ella me peina el alma y me la enreda

Va conmigo pero no sé dónde va

Mi rival, mi compañera, que está tan dentro de mi vida

Y, a la vez, está tan fuera, sé que volveré a perderme

La pequeña lo miró de reojo indignada. Siempre lo mismo, cada mañana terminaban discutiendo, pero a la noche ella volvía a ser suya, solamente suya.

El chico vio como su amante se levantaba apresuradamente y recogía sus ropas, mientras torpemente se las colocaba.

Él lo sabía; al terminar de abotonar su túnica lo miraría. Y acertó como siempre; la muchacha abotonaba su último botón y se volteó. Negó con la cabeza, bufó y se fue.

La conocía tan bien, y le excitaba cada virtud y más aún cada defecto. ¿Tenía algún defecto? Imposible, ella era perfecta… ella era Hermione Granger

Suspiró, y decidió no levantarse en un rato más. Cada sábado y domingo se levantaba más tarde, ya que cada sábado y domingo ella pasaba la noche junto a él. Fundió su rostro en la almohada; aún conservaba el característico olor a vainilla de Hermione. Sonrió levemente, mientras olía de nuevo, provocando que miles de descargas eléctricas se desenvolvieran en su cuerpo. Pero lo tenía decidido: hoy sería la última noche. Y sí que lo sería…

Hoy debía decirle que todo había sido producto de las hormonas juveniles, todo había sido un juego. Más que mal, eso era ¿no?. Sí, eso era. Una relación carnal, sin nada más.

"Claro que sí", se dijo.

Desde mañana debía tener ojos solamente para su futura esposa: Pansy Parkinson. Debía forzarse a amarla… Pero, ¿cómo? Si él nunca había sentido amor por nadie.

-¿A quién quiero engañar?- se dijo. Muy bien sabía que aunque el lazo marital la uniera a la rubia chica, su cuerpo y pensamientos lujuriosos siempre serían de ella, de Hermione… Su Hermione.

Draco sintió unos pequeños golpes en la puerta.

"Imposible… ella nunca vuelve en el día. Solo la noche es de nosotros."

Y la encontraré de nuevo

Pero con otro rostro y otro nombre diferente y otro cuerpo

Pero sigue siendo ella, que otra vez me lleva,

Nunca me responde si, al girar la rueda...

Ella se hace fría y se hace eterna

Un suspiro en la tormenta, a la que tantas veces le cambió la voz

Gente que va y que viene y siempre es ella

Que me miente y me lo niega, que me olvida y me recuerda

La conocía tan bien…

-Buenos días, Draco.- saludó Pansy. La chica no era fea, para nada: rubia, esbelta, de ojos celestes profundos… Pero la belleza de Hermione no tenía comparación. Ella era única, únicamente de él.

Draco hizo una pequeña reverencia; no podía ser descortés tampoco con Pansy. Más que mal, sería su futura esposa. Debía acostumbrarse a la idea de tenerla cada mañana en su cama, en su casa, en su vida…

La chica se acercó a la cama, y se recostó junto a su futuro marido. Draco pensó en echarla inmediatamente… Arruinaría el olor que Hermione había dejado impregnado. Pero se dio cuenta de que no era necesario, él olía como ella… Como su Hermione

Comenzó a pensar en su perfecta Gryffindor. Desde el primer momento en que la vio quedó estupefacto con tal adonis cuerpo. Y desde instante trató de llamar su atención: al verla junto a Potter, trató de amistarse con éste. Pero su actitud no había sido la adecuada… Más que mal, un Malfoy siempre es un Malfoy… Un Malfoy siempre es un arrogante engreído.

Ahí fue cuando se ganó la enemistad del trío dorado Pero no le importó, por lo menos la chica sabía quién era… Y así pasó casi toda su colegiatura, llamando su atención mediante insultos que salían de su boca, que no meditaba: su destino era ser el heredero Malfoy junto a su esposa, Pansy Parkinson.

Pero desde principios de año su suerte había cambiado: él y ella habían sido escogidos premios anuales. Ambos compartían las labores que correspondían y se topaban en la sala común de los Premios Anuales. Eran los únicos momentos en que se topaban sin discutir. Siempre sentados distantes, con un libro en la mano pero mirándose de reojo.

Flash Back

-¿Qué lees, Granger?-

Hermione se sintió sorprendida. Por primera vez de la boca de Draco Malfoy no salía un insulto dirigido para ella. Lo miró incrédula, a lo cual el chico se rió…

-Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket- dijo insegura. - ¿Y, tú?-

-Una muerte catastrófica de Hermione Granger.- se mofó.

Hermione rezongó. "Era de esperarse… Malfoy, siempre será igual".

-Aburres, Malfoy. Siempre lo mismo… ¿No sabes hacer nada mejor?- le preguntó sin quitar la vista de su libro, aunque realmente no procesara ninguna palabra en él.

-Pruébame…- dijo en un susurro, mientras Hermione notó como la miraba. Tenía una ceja levantaba y los labios a medio curvar. Su mirada era penetrante, más de lo que ella hubiera deseado. Bajó la vista rápidamente, mientras sus mejillas tomaban un cálido color rojizo.

-¿Nerviosa, Granger?-

Hermione sintió un leve cosquilleo. Alzó su mirada y casi se desmayó al encontrar a Draco a su lado, susurrándole al oído.

-Quítate, maldito hurón…- dijo entrecortadamente. Le ponía nerviosa la pequeña distancia que provocaba entre ambos el Slytherin.

-Quítame…- la retó mirándola a los ojos. Hermione, que aún no lo miraba, tanteó buscando su varita.

-¿Buscas esto?- dijo alzando lo que buscaba.

La chica decidió enfrentarlo con la mirada. Aquellos ojos grisáceos eran oscuramente profundos y brillaban, más que cuando la luna se reflejaba en el mar.

La Gryffindor vio como poco a poco Draco se acercaba a su rostro. Quería correr la cara, pero esos ojos la tenían hipnotizada. No podía, no quería…

No supo cuándo, cómo, ni por qué… Pero sintió unos mentolados y a la vez dulces labios posados en los suyos. Cerró los ojos, dejándose llevar por el momento y olvidándose del pasado y futuro. Nada le importaba en el presente, su presente… El presente de los dos

-¿Estás segura?- le preguntó.

-Más que nunca, Malfoy.- asintió.

Eran dos cuerpos, pero una sola alma unida profundamente. Un deseo incontrolable escondido durante años, pero que ahora se estaba sincerando bajo una rebosante luna llena que iluminaba el cuarto del Slytherin. Era la primera vez… La primera vez de él… La primera vez de ella.

Fin flash back.

Comenzó a arder en fiebre. Recordarla y saber que nunca más podría estar con ella le hacía mal. Podía sentir su perfume inundando su respiración, sus besos en sus labios, el frágil cuerpo sobre su propio cuerpo… Podía sentirla a ella.

-Draco, te amo- decía la chica mientras su respiración se agitaba aún más.

Podía escuchar la dulce voz de Hermione, confesándole por primera vez su amor.

Pero, si mi boca se equivoca

Pero, si mi boca se equivoca

Y al llamarla nombro a otra

- Hermione... Hermione-

Sintió como una mano se posaba con fiereza en su mejilla.

-¡¿Hermione!- gritó. -¡Draco, abre los ojos! ¡Soy yo, Pansy!-

A veces siente compasión por este loco, ciego y loco corazón

Sea lo que quiera Dios que sea

Mi delito es la torpeza de ignorar que hay quien no tiene corazón

Y va quemando, va quemándome y me quema

Y, ¿si fuera ella?

Abrió los ojos y se consternó. Bien podía ver que era Hermione quien estaba encima de él.

-¿Pansy? Ni en broma, Granger.-

Otra bofetada fue proporcionada por la destrozada muchacha. Era primera vez que conseguía que Draco la tocara… Pero no esperaba que nombrara a otra mujer.

Lo agarró por las mejillas fuertemente y le gritó:

-¡¡¡Mírame, Draco, mírame!- comenzó a llorar. -¡Dios mío! ¡Ardes en fiebre!-

Ella me peina el alma y me la enreda

Va conmigo... digo yo

Mi rival, mi compañera, esa es ella

Pero me cuesta cuando otro adiós se ve tan cerca

Y la perderé de nuevo, y otra vez preguntaré

Mientras se va y no habrá respuesta

Y, si esa que se aleja...

La que estoy perdiendo...

Y, ¿si esa era, y, ¿si fuera ella?

-Hermione, no te vayas hoy…- le decía suplicantemente a Pansy mientras la abrazaba como si fuera a caer por un precipicio. –Te lo ruego, Hermione. ¡Quédate conmigo!... ¡Quédate conmigo para siempre!.-

La futura esposa de Draco se vistió raudamente. Luego, tomó una bata del rubicundo y se la puso, a pesar de la negación de él.

-¡No, Hermione! ¡Quédate conmigo!- deliraba.

A duras penas logró levantarlo, para así, llevarlo donde la Sra. Pomfrey.

-Harry, lo siento. Es que anoche me dormí tarde. Y hoy me quedé dormida y …-

-Hermione, a mi no me tienes que mentir. Sabes que te conozco demasiado como para comprender cuándo me eres sincera.- replicaba el niño que sobrevivió. -¿Estuviste otra vez con él?-

No le podía mentir. Durante todo el tiempo que tenía como la amante de Draco Malfoy, Harry había sido único confidente. Tenía razón, la conocía demasiado. Por eso mismo tuvo que confesarle la clandestina relación que mantenía con el Slytherin…

Flash Back

-Hermione, ¿por qué miras tanto hacia la mesa de Slytherin?- susurró Harry.

La aludida dio un respingo. Desde la vez que había pasado la noche con Draco, las miradas entre ambos se acentuaban cada día más. Sus ojos clamaban el brillo grisáceo de los de él, su cuerpo anhelaba el calor que solo el cuerpo de él podía entregarle, sus labios suplicaban por un solo beso de él

-¿De qué hablas?- mintió titubeante.

Harry la miró ceñudo, levantando luego una ceja.

-Vamos, Herms. Te conozco, y sé que algo te traes con ese.- dijo apuntando con la cabeza a Draco. –Además, ¿por qué también te mira? Y, digamos, no es primera cena que sucede. Desayuno, almuerzo y cena… Siempre lo mismo. Siempre las cómplices miradas. Sabes que soy tu amigo, ¿cierto?-

Fin Flash Back

Hermione asintió sin mirar a los ojos a su amigo.

Harry suspiró. –Solo espero, Herms, por tu bien… Que cumplas la promesa que me hiciste.-

"Sí, Harry. Te prometo que no me enamoraré de él. O sea, es imposible. ¿No? Él Malfoy, yo sangre sucia… una estupidez que pienses que esto va más allá de lo carnal. Así que no te preocupes, Harry. Te prometo que jamás me enamoraré de Draco Malfoy".

-Pero bueno, cuéntame… ¿Cuándo te dan de alta?- dijo cambiando raudamente de tema.

-No lo sé, pero espero que sea ho…-

Las palabras de Harry Potter fueron interrumpidas súbitamente al abrirse las puertas de la enfermería.

-¡¡Señora Pomfrey!- chillaba Pansy, quien a penas podía cargar el musculoso cuerpo de Draco.

Hermione fue rápidamente a auxiliar al casi desfallecido cuerpo que tanto añoraba cada día, cada atardecer, cada noche…

-Quita tus asquerosas manos de él, sangre sucia.- espetó iracunda la rubia muchacha cuando Hermione tomó por los hombros a Draco.

Como si hubiese sido el cuento de la Bella Durmiente, siendo despertada por su primer beso de amor, Draco (al sentir las manos de Hermione) abrió los ojos.

A veces siente compasión por este loco, ciego y loco corazón

¿Era? ¿Quién me dice si era ella?

Y, si la vida es una rueda y va girando y nadie sabe cuándo tiene que saltar

Y la miro... y, ¿si fuera ella? y, ¿si fuera ella?

Y, ¿si fuera ella?

-Hermione… ¡No me abandones nunca!- le decía el chico sollozando mientras se arrodillaba y abrazaba su cintura.