Hola corazón de chocolate.
Os traigo una nueva historia YuuYu. Esta historia será un omegaverse y un A.U. por lo que es evidente que muy posiblemente contenga OOC, así que me disculpo por adelantado.

Otra cosa, pese a ser un YuuYu contendrá varias parejas, como el Victurio y otras que son muy crack? Así que, si no son de su agrado podéis desistir de leer, por otra parte puede que si le dais la oportunidad realmente la disfrutéis.

También podéis encontrar la historia en wattpad bajo mi seudónimo: missbutterfly02

En fin, os dejo con el prólogo.

Disclaimer: Yuri! On Ice © Production MAPPA, dirigido por Sayo Yamamoto y escrito por Mitsuro Kubo. Todo lo que diverge del canon es mío y esta hecho sin fin lucro. ¡Di no al plagio!


Last Flower

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by Miss. Breakable Butterfly

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Prólogo.

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.X.

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La nieve caía. El abrigo amplio y pesado apenas y le dejaba moverse con libertad; estuvo apunto de caerse un par de veces cuando sin quererlo pisaba el abrigo.

— Mamá… ya… no… —jadeó mientras tropezaba por sexta vez — ¿o era la novena?— a causa del abrigo. Sintió el tirón en su brazo que le puso en pie adecuadamente y gimió cuando su madre le instó a apresurar el paso.

— Vamos Yura —susurró. La voz aunque intentaba ser confortante tenía un matiz nervioso—. Falta poco.

Se mordió el labio e intentó apresurar el paso. El latido de su corazón era rápido y se negaba a pensar en lo que hace apenas un par de minutos había sucedido.

El aullido de un perro seguido por un montón de ladridos los sobresaltó. La mano de su madre apretó la suya tan fuerte que comenzó a sentir como sus dedos se adormecían.

— ¡Mierda! ¡Mierda! —El murmullo suave y tembloroso de su madre llegó a sus oídos y como un flash la sangre tiñendo la nieve, el olor a pólvora y los ojos sin vida que lo observaban se presentó ante sus ojos. Su respiración se aceleró y mordió su labio inferior con tanta fuerza que el sabor acre de su sangre llegó a sus papilas gustativas. Tropezó de nuevo con el abrigo pero esta vez su madre no pudo estabilizarle y cayó junto a él. Las lágrimas surcaban su rostro y resplandecían a la luz de la luna.

— Lo siento, lo siento —se disculpó con la voz temblorosa al ver las lágrimas decender sin tregua por las mejillas de su progenitora. La sangre fluyendo a través de su labio y barbilla, tiñendo la nieve roja.

— ¡Oh, querido! —Exclamó su madre con una sonrisa temblorosa posándose sobre sus labios. Intentaba borrar sus lágrimas con la manga de su propio abrigo, sin embargo, era inútil, seguían fluyendo sin tregua a través de sus mejillas. Desistió y de entre su abrigo sacó un pañuelo. El sonido de los ladridos se intensificaba y junto con ellos el sonido de voces. Se puso de pie y luego ayudo a levantarse a él. Su mano en su mejilla. Limpió con el pañuelo sus propias lágrimas y luego la sangre sobre su labio y barbilla.

El sonido de los perros y las personas cada vez más cerca. El sonido de disparos escuchándose de vez en cuando.

— Ma-mamá —tartamudeó al ver el mutismo en el que su progenitora parecía haberse sumergido mientras acariciaba su cabello. La caricia, sin embargo, no le daba la confianza y calidez que el gesto estaba destinado a transmitir. El latido de su corazón cada vez más fuerte. Su respiración cada vez más acelerada y el sonido de sus perseguidores cada vez más cerca—. ¡Mamá!

Gimió con desespero mientras se aferraba a los brazos de su madre. Sus ojos azules se clavaron en los suyos y le sonrió.

— Yura —comenzó—, fuiste el más preciado don que jamás pude pedir. Eres todo, todo de lo que me siento orgullosa. Así que mi querido hijo —lo levantó en sus brazos y besó su mejilla. Él enterró su rostro en su cuello; aforrándose con fuerza mientras inhalaba el olor a jazmines y abedul apenas perceptible entre el olor a pino que el abrigo de su abuelo poseía. Cuando su madre intentó alejarlo de ella, él se aferró con tanta fuerza que cuando su madre aplicó fuerza para liberase, las marcas de sus uñas quedaron marcadas en la tela. Ella lo metió en un contenedor—. Escóndete, sobrevive y florece, mi querido. Nunca te detengas ante nada y nadie, eres un Plisetsky y eso es todo lo que importa, recuérdalo.

Bajó la tapa e inhaló antes de echar a correr. El aroma de jazmines y abedul llenando toda la calle, así como el sonido apresurado de pasos y ladridos de perros pasando delante del contenedor sin darle un segundo vistazo.

Se hizo un ovillo dentro del contenedor y gimió cuando el sonido de disparos resonó a la distancia. El olor de jazmines y abedul difuminándose con el viento.