¡Hola! Bueno aquí de nuevo con esta historia que espero esté más extensa que, bueno los mini fics que he publicado :D. He de aclarar que los personajes que aquí aparecen no son mios, son de la propiedad de las chicas de Clamp, y estan adaptados a una nueva historia de mi propia autoría.

Disfruten el texto si es posible con un chocolate en barra. Al final y si no es mucha molestia, dejen un review, ¿si? Gracias.


Debilidades

Tenía tanto en mi cabeza y a la vez nada. Volví a sacudirla por enésima vez en el día, tratando de despejarme un poco. Estaba deprimida. Sumida en un mar de dolores, no físicos, ni emocionales sino golpes bajos directos al ego. Ese pequeño me había estado atormentando desde hace mucho. Era fácil fracturarlo, y más con mi poca inteligencia.

Suspiré y cambié de posición en mi cama, ahora dándole la espalda al cuadro de mi madre en el que lucía su largo y sedoso cabello negro y sus relucientes ojos esmeralda, llenos de vida al contrario de ella. Si aún estuviera en este mundo tal vez sería de lo más cariñosa conmigo y me apoyaría en todo lo que necesitara. Pero no podía dejar de frustrarme, la estaba decepcionando y de la manera más vil en que una hija puede decepcionar a sus padres.

No sé cómo mi padre Fujitaka aún confiaba en mí, y aunque Touya mi hermano a veces se pasa de bestia también es muy bueno conmigo. Y yo que debería ser la hija modelo estaba aquí en el revoltijo de colchón esperando que un rayo cayera del cielo y me partiera en dos.

Cogí la cobija apretándola más contra mí rostro. Había vuelto a reprobar el examen de matemáticas. Más simple no pudo ser dicho.

Y es que esa materia era la que me venía atormentando desde la secundaria, con sumas y restas algebraicas, las potencias, raíces y demás. No la entendía y dudaba que algún día me llegara como por arte de magia ese preciado conocimiento.

Me la había pasado las últimas dos horas maldiciendo silenciosamente a todos los grandes sabios de la antigüedad que iban desde Aristóteles, Platón, hasta a Pierre de Fermat. Todos ellos eran los causantes de mi sufrimiento. Esperaba que desde el lugar donde se encontraran deseaba que recibieran el poder de mí karma.

Continuaba recriminándome el no haberle prestado la adecuada atención al profesor de mate cuando un extraño sonido surgió de mi estómago.

Resignada y recordando que mi apetito seguía ahí decidí no seguirme torturando así que opte por levantarme. Lo hice tan lentamente que si hubiera sido comparada a uno de esos videos alterados que van más lento de lo normal, de seguro habría conseguido ir más aprisa que mi ser.

Bufé algo molesta al darme cuenta que solo había una pantufla al pie de mi cama.

-Kero – grité esperando respuesta, a la cual una figurilla peluda salió del cuarto de baño mordiendo lo que vendría siendo el objeto de diversión de ese momento.

Lo miré acusadoramente y sin decirle nada pareció entender perfectamente mi estado de ánimo, hasta me temía. Dejó la mordisqueada pantufla junto a mí pie y salió corriendo en dirección a las escaleras.

-Me las pagarás- susurré dibujando una sonrisa diabólica en mis labios.

Así como me había levantado continué el proceso de bajar. Un escalón tras otro, despacio, como si temiera perder el equilibrio de un momento a otro y caer desplomada al suelo.

Una muerte sencilla pensé.

Sacudí la cabeza de inmediato y continué descendiendo. Ya al pie de las escaleras alcancé a divisar dos sombras que salían de la cocina.

-¿Monstruo, eres tú? – inflé las mejillas.

Aún a mis diecisiete años mi hermano seguía diciéndome así cosa que en lugar de alegrarme me incomodaba de sobremanera pues ya no era la niña torpe de hace siete años por qué…

Y de nuevo la cámara lenta se activó. Pude sentir el viento moverse a la par de mi caída. La alfombra se veía tan acogedora, esperándome con los brazos abiertos. Cerré los ojos casi sintiendo tocar el suelo con la punta de mi nariz. Cosa que nunca sucedió pues alguien me había salvado como siempre, de lo más peligroso en este mundo… mi torpeza.

-¿Estas bien pequeña? – esa voz dulce que conocía demasiado bien y que obivamente no era la de mi hermano, me acabada de salvar.

Fui abriendo los ojos de a poco, aún con la sensación que de un momento a otro me estrellaría contra el suelo. Lo primero que vi fue un par de orbes dorados que destilaban amabilidad y cariño.

No hice más que sonreír como idiota y asentir. Aunque ya había pasado mi etapa de enamoramiento por Yukito aún lo seguía queriendo mucho. Era como otro hermano para mí, como el hermano bueno claro. Touya y el eran como dos polos opuestos. Uno era tierno y amable mientras el otro osco y gruñón. Y yo seguía sin entender cómo podían ser tan buenos amigos. Pero eso no era de importancia por ahora.

-Claro que está bien Yuki – el aludido se giró hacía la cocina - los monstruos son muy fuertes, ¿verdad Sakura? – y comenzó a carcajearse.

Me puse colorada ante la acusación e hice lo primero que me vino a la mente, patearlo.

-Auch- ¡bingo! Había dado justo en el clavo. No evite para nada el placer de sonreír ante la evidente cara de dolor de Touya que ahora mismo se estaba retorciendo en el aire y maldiciendo por lo bajo.

Recordé por un instante a lo que había bajado y presa del hambre mi estómago rugió en todo su esplendor.

-Vaya sí que tienes apetito –dijo Yukito, y aunque estuviera dándome la espalda sentí como extendía por todo su rostro una radiante sonrisa.


Notas: Well hasta aqui el primer capítulo, espero les haya gustado, nos estamos leyendo. Dejen Reviews porfis.

Cosas sin sentido