Era una noche fría, sin estrellas. Una rubia despampanante iba paseando por una calle desierta de Londres. La mujer era realmente preciosa, su pelo rubio y rizado le llegaba por la mitad de la espalda, tenía un cuerpo escultural, su cara ers perfecta y sus ojos eran de color dorado.

Iba caminando con paso tranquilo cuando de repente se quedó parada; había escuchado un grito de dolor en medio de un sollozo, enseguida le llegó el olor de la sangre.

Se acercó a la casa donde se escuchaba los sollozos, los gritos y golpes de un látigo. Miró por la ventana y se quedó petrificada, nunca llegó a pensar que en Privet Drive podría ocurrir algo así al ver los jardines tan perfectos y cuidados.

Dentro del N°4 vio a un hombre obeso que parecía una morsa con un cinturón en la mano golpeando la espalda de un pequeño niño de no más de dos años, si llegaba a esa edad. Una mujer con cara de caballo veía todo eso con satisfacción.

No pudo aguantarlo más, destrozó la puerta de entrada de un empujón violento y con tanta rapidez que no se vio hasta que no llegó al lado del hombre cogiéndole del brazo.

- Vuelve a golpearle y te sacaré las tripas- le dijo enseñándole los dientes.

- ¿Q... Quién eres tú?

- Tu peor pesadilla.

- Rose, tranquilizante. Sé que es horrible pero no vale la pena- dijo un hombre rubio con los ojos dorados también, de unos 30 años.

- Carlisle...

- Rose, sabes que tengo razón. Suéltale.

La rubia llamada Rosalie soltó el brazo del hombre. Carlisle era su padre, miró atrás y vio a toda su familia allí: Esme con el cabello caoba, rizado y largo, era su madre; Alice, su hermana y cuñada, era como un duendecillo, pequeña con el pelo corto, negro y con las puntas que iban a todos lados; Jasper, su hermano, rubio con el pelo rizado hasta los hombros; Edward, cabello cobrizo y corto, su último hermano; y Emmet, su amado esposo, con el pelo rizado y corto también negro, parecía un oso.

Todos en la familia tenían los ojos dorados, debido a su condición de vampiros, pero más por su alimentación de beber sangre de animales.

Carlisle se dirigió al hombre con repugnancia.

- ¿Cómo puedes tratar así a tu hijo?

- Ese fenómeno no es mi hijo, es el hijo de la hermana de mi mujer

- Tu sobrino. ¿Por qué le pegas?

- Porque un monstruo como él se lo merece.

- Ha cogido el juguete de mi Dudders- dijo la mujer indignada.

- ¡¿Cómo te atreves a hacerle eso a un niño por coger un juguete?!- rugió Rosalie. Su marido la cogió por la cintura antes de que pudiese tirársele encima a ese intento de mujer.

- Tranquila Osita.

- ¿Y sus padres?- siguió Carlisle.

- Muertos. Donde se merecen estar.

- Bien. Ahora nos vamos a llevar al niño y vosotros no vais a decir nada.

Rosalie se soltó del agarre de su marido y se acercó al pequeño, el cual sollozaba en el suelo. Intentó cogerle pero el pequeño se alejó del contacto temeroso.

Una mano se posó en el hombro de la mujer.

- Déjame a mí, hija. Tranquilo pequeño, no voy a hacerte daño, al revés quiero curarte y protegerte.

El niño le miró con sus grandes ojos verde esmeraldas anegados en lágrimas y se dejó caer, aunque temblaba de miedo.

Carlisle le cogió con cuidado para no hacerle daño o el menor daño posible.

- ¿Tiene algo este pequeño? ¿Alguna ropa?

- No- dijo entre dientes la morsa.

Edward, que leía las mentes, se acercó al armario debajo de las escaleras, allí cogió una manta con el nombre tejido del pequeño, después se acercó al cubo de basura y sacó un peluche de un ciervo.

Arropó al pequeño con la manta y los siete vampiros más el menor salieron de allí con rapidez.

Ellos cuidarían del niño y le darían todo el cariño que pudiesen porque un ser tan inocente no debería de sufrir de esa manera.

Y sin ellos saberlo, cada uno de los integrantes juraron proteger al niño: Harry Potter.