Hola~~

Es algo pronto como para estar subiendo historias navideñas, pero no pude resistirlo *-* la inspiración me atacó hace unos días y retomé esta historia que llevaba meses en el fondo de mi baúl de ideas.

Espero que les guste el SuFin uwu no tanto como a mí, porque eso sería difícil xDDD pero ojalá les agrade mi segundo fic shonen-ai y esta adorable pareja de nórdicos ^^


Llegó el día en que se realizaría la fiesta navideña que Tino había estado preparando para todos sus amigos y conocidos. Envió tiernas invitaciones en tarjetas navideñas a los bálticos, a los norteamericanos, a los que vivían en la zona del Mar Mediterráneo, a los del centro de Europa, a los asiáticos y, por supuesto, a los demás nórdicos. La fiesta prometía mucho, ya que Tino aseguró que todos recibirían regalos de la mejor calidad hechos por los esforzados duendes que trabajaban en el taller de Santa Claus, que la comida sería preparada por los mejores cocineros de su nación y que la música sería interpretada por famosos músicos finlandeses.

En ese preciso momento se encontraba revisando la larga lista de regalos que había estado elaborando desde los primeros días de noviembre. Berwald lo observaba con un ligero rubor en las mejillas. Secretamente, adoraba ver al finlandés cuando trabajaba arduamente por aquella fecha para que todas las navidades fuesen espectaculares.

—Veamos —dijo Tino para si mismo, sumamente concentrado en su labor—, las partituras de piano para Roderich… listo —murmuró colocando una marca de corrección junto al nombre—; el libro de mitología finesa para Arthur… listo; el vestido rosa con encajes para Feliks… listo.

Y cuando llegó al final de la lista, se percató de que no estaba escrito por ninguna parte el nombre "Berwald". Para asegurarse de que no había ningún error, la leyó de principio a fin con mucho cuidado, tratando de no saltarse a nadie, pero el nombre no apareció… y sintió como si el cielo se le hubiera caído encima.

—¡Rayos! —exclamó, volteando para ver a la única persona que había estado a punto de quedarse sin un regalo esas navidades— Su, te pido mil disculpas —dijo entrelazando sus dos manos y agachando la cabeza frente a él—, pero estaba tan ocupado haciendo los demás pedidos que ¡olvidé preguntarte qué querías para navidad!

Mientras Tino continuaba disculpándose desesperadamente, Berwald recordó que a él tampoco se le había ocurrido pedir un regalo, ya que nunca tuvo nada en mente para esa fecha tan especial… Bueno, "especial" más que nada para Tino, porque si no fuera por él, a Berwald no le haría ilusión celebrar la navidad cada año.

—Tendré que pensarlo —respondió.

—Si hoy no se te ocurre nada, te haré un regalo mañana por la tarde, ¿sí? —sonrió, pero aquella sonrisa comenzó a desdibujarse— Sólo espero que no te moleste si resulta ser un poco improvisado —dijo con la mirada baja, avergonzado de si mismo.

El sueco lo observó con sus ojos claros. Se acercó a él, colocó las manos en los hombros de su compañero de hogar y le dijo:

—No me importa si es improvisado. Con que sea un regalo de Tino estará bien.

A pesar de que había vivido con él durante décadas, no lograba acostumbrarse a sus acercamientos repentinos: su rostro impávido e inexpresivo aún le daba un poco de miedo, al igual que esas grandes manos que eran capaces de triturar rocas.

—E-Está bien —respondió.

Tino se sentía realmente mal. Nunca, en todos los años que llevaba viviendo con Su, había olvidado tenerle un regalo para navidad… ni siquiera los años en los que había tenido más trabajo, o aquellos en los que uno de los dos estaba involucrado en algún conflicto con otra nación. Por ello, debía darle un excelente regalo, para así enmendar su error, pero ¿qué cosa? Berwald no tenía claro aún qué deseaba y él tenía miedo de escoger algo que no fuera de su agrado.

—Bien, Tino —se dijo a sí mismo minutos después, mientras intentaba comprobar que no se le hubiese escapado ningún otro detalle relacionado con la fiesta—, tranquilízate… desesperarse con el tema no te ayudará —suspiró—… Seguro que Berwald no pedirá algo muy complicado… ¿o sí?

Y cuando el joven comenzaba a hacerse un lío él solo, Berwald se acercó a él.

—Ya pensé en lo que quiero.

—¿Sí? —preguntó, sintiéndose más tranquilo— ¿Y qué es?

Las mejillas del sueco se encendieron.

—Quiero un regalo —musitó.

Tino lo observó extrañado.

—Ya sé que quieres un regalo, Su, pero…

—Quiero algo que esté hecho por ti —aclaró, interrumpiéndolo.

—¿Eh? ¿Algo hecho por mí? —repitió, abriendo los ojos más de lo normal— ¿o sea que no quieres nada en concreto?

—Ya lo dije: con que sea un regalo de Tino estará bien —le recordó, manteniendo la vista fija en los ojos violetas de su compañero, causando que éste se tensara.

—E-Está bien… —murmuró, bajando la mirada.

Tras haberse arrellanado en un sofá de la sala de estar, meditó sobre las palabras de Berwald.

"Bueno —pensó—, lo que dijo debería aliviarme, ya que no quiere algo difícil de conseguir… pero, al mismo tiempo, me aleja de encontrar un regalo adecuado para él…

Pensó en todas las cosas que podrían hacerle falta en esos momentos, pero Berwald era muy ordenado y siempre se encargaba de reponer todo lo que ya no sirviera en su hogar. Hizo un recuento de todos los presentes que le había hecho en las navidades anteriores, hasta que cayó en la cuenta de que nunca le había regalado alguna prenda de ropa hecha con sus propias manos.

"¡Es verdad! —recordó— Su ha usado, prácticamente, la misma ropa invernal durante décadas… Podría tejerle algo rápidamente.

Corrió hacia uno de los closets que había en el pasillo principal y rebuscó dentro de él hasta dar con un canasto que contenía madejas de lana y palillos para tejer.

—¡Fantástico!

"Si me concentro, tendré su regalo listo en un par de horas, e incluso podría hacer algo más. Sólo tengo que buscar la forma de distraerlo…

En ese momento recordó que Peter siempre estaba dispuesto a dar un paseo, especialmente si eso significaba comer algo sabroso fuera de casa. Llamó al pequeño inglés y le explicó que necesitaba su ayuda para darle una sorpresa a Berwald. Segundos después, Peter se encontraba brincando frenéticamente por el cuarto del sueco mientras pedía:

—¡Papá, quiero un helado de cheesecake!

—Peter, no sé si encontremos eso un veinticuatro de diciembre…

—¡Vamos, papá! —insistió, tironeándole la manga del chaquetón— ¡Son las tres de la tarde! ¡Debe haber alguna heladería abierta a esta hora!

—Está bien… —asintió, resignado.

—¡Síiiiii! —exclamó alegremente, corriendo hacia la puerta principal con los brazos en alto.

"Perfecto —se sonrió Tino—. Ahora, manos a la obra.