Han pasado casi dos años desde que decidí borrar todas mis historias, y sé que probablemente nadie me recordará, pero eso no importa. Mejor, nuevo comienzo. O algo así. No sé si escriba otros Fanfics. Todo depende de como me vaya con éste. Será corto, no creo que más de siete capítulos. Y estoy decidida a terminarlo (aunque mal momento para empezar a escribirlo, ya que estoy en finales).
Espero que les guste. c:
Summary: AU. Empezó con un fuego… literalmente. Y también con una mujer rara. Él fue su salvación y destrucción. Y entre todo eso, ambos se quemaron.
Disclaimer global: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima.
CAPÍTULO I. "Entre el fuego y las sombras".
Empezó con un fuego.
Para él, casi todo empezaba con fuego, destrucción o gritos, se recordó. Cuando la alarma inundó su oficina a media noche y todos los bomberos empezaron a correr para subirse a los carros, Natsu saltó alegremente, como si algo estupendo hubiese pasado. Podían llamarlo insensible o despreocupado por su actitud feliz cuando los incendios empezaban, pero estaba en su naturaleza amar el fuego. Era parte de él. Tanto como la destrucción y los gritos de los desesperados que quedaban encerrados entre cortinas de fuego. Su vida también había empezado entre el fuego, después de todo. Casi todo en él lo hacía.
Lo que no esperó fue encontrar a una mujer con los ojos cerrados, lágrimas cayendo como cascadas sobre sus mejillas, en posición relajada sobre un cama que empezaba a llenarse de llamas.
Por un momentó pensó que estaba muerta, que el fuego la había matado antes de que él pudiera rescatarla. Quiso seguir adelante y continuar con su búsqueda: estaba encargado de encontrar al gran magnate Jude Heartfilia, y cualquier distracción innecesaria podía costarle la vida, incluso si se trataba de un cuerpo aún reconocible.
Luego notó el ritmo relajado de su pecho y el contínuo río de lágrimas.
Estaba viva.
—¡Hey! —gritó, pero su máscara apagó el sonido.
Con cautela se acercó a ella. No pudo evitar detallarla; aún entre las sombras del fuego y el humo que ensuciaba todo su cuerpo, su pelo dorado resplandecía, o al menos a él le parecía. Estaba sucio como todo el resto, y sin embargo, le pareció hermoso. Vestía ropa reveladora, con un estilo de cosplay que le pareció gracioso, pero que de todos modos le agradó, al igual que todo su ser.
La tomó del hombro y la sacudió, esperando una reacción que no ocurrió hasta largos segundos después.
—¿Puedes caminar? ¿Estás bien? —le preguntó con total seriedad. Era parte de su trabajo. Le extendió un pañuelo mojado para que se lo pusiera en la nariz.
Ella abrió los ojos. Chocolate. Natsu pensó en aquel chocolate a medio beber que dejó en su escritorio al salir corriendo.
En vez de alivio, encontró sorpresa reflejada en su expresión.
—Pues si notas que mis piernas están quemadas, entenderás que no puedo —dijo ella con obviedad. No supo si fue por las sombras o su imaginación, pero creyó ver que rodó los ojos.
Natsu soltó una risa ante su actitud.
—Pero no pareces preocupada por el incendio.
Ella calló durante unos segundos, para luego alzar los hombros en sigo de despreocupación.
—Si voy a morir, mejor que sea ante el fuego que ante la humanidad.
Era la primera persona que pensaba como él, pero no lo dijo. Se encontraba demasiado sorprendido para reaccionar. O tal vez fuese ese picor de ojos que empezaba a tener por culpa del humo. Sintió la piquiña del calor en su piel. Las llamas casi envolvían por completo las sábanas de la gran cama, y ella en el medio junto a él.
—Muy agradable y todo, pero creo que si charlámos acá más tiempo, ambos moriremos hechos carbón —dijo Natsu.
—No me parece tan mal final.
—Lástima, yo aún tengo trabajo que hacer.
Ella alzó las cejas y sonrió de lado.
—Lucy —dijo, extendiendo su mano. Sus lágrimas habían dejado de salir.
Natsu tomó su mano y la sacudió.
—Natsu.
—Que agradable manera de conocerte, Natsu —rió ella—. ¿Cómo el verano, no? En japonés.
Sin pedir permiso siquera, la alzó en sus brazos y saltó fuera de la cama, atravezando las llamas. Lucy soltó un grito y le dio un puño en el pecho.
—¡Suéltame!
—¿Y caminar con esas piernas?
Ella torció el gesto.
—Sí, como el verano —siguió Natsu al tiempo que zigzagueaba entre el fuego de los pasillos. Estaba tan acostumbrado a aquel escenario que no tomó nota del olor a ceniza ni de su ropa carbonizada.
Pronto dejó de patalear como una niña pequeña, y hasta parecía estar disfrutando de su viaje.
—No pareces japonés —comentó Lucy.
—No lo soy, fui adoptado por una familia japonesa —dijo con la voz entrecortada.
—¿Y por qué el pelo pintado?
—¡No lo es! —exclamó.
Lucy se aferró a su cuello cuando casi la dejó ir ante la exhaltación.
—Vaya forma de desquitarte. A la próxima mejor que me manden a alguien que no me tire intencionalmente al fuego.
—¿De casualidad no sientes miedo? —cuestionó Natsu. El humo era demasiado espeso y no le dejaba ver. De nada ayudaba que la mansión Heartfilia se asemejase más a un laberinto que a una casa de verdad.
Ella no respondió su pregunta, pero señaló con la mano a la izquierda.
—Yo te guío.
Natsu asintió.
—Como odio este humo —gruñó.
Hubo un momento de silencio en el cual Lucy no dijo nada. Bajó la mirada a revisarla, y notó que había empezado a llorar de nuevo.
—No hay fuego sin humo —dijo ella con voz entrecortada por el pañuelo—. O amas ambos, o no lo amas.
—Buen momento para ser filosófico.
Pudo notar que Lucy sonrió levemente.
—Está en mis venas.
Natsu alzó la vista y se mantuvo en un silencio profundo, sin moverse. La salida estaba bloqueada. Solo él sería capaz de atravezar por su traje resistente y su habilidad de soportar el calor, pero Lucy se veía débil y a pesar de mantener una actitud fuerte, sus piernas tenían un desagradable color rojo y estaban chamuzcadas, envueltas en algunas capas de carbón. Ella no sería capaz de soportar más quemaduras. Solo sus piernas se veían lo suficientemente dolorosas como para preocuparse.
La dejó suavemente en el piso, con cuidado de no lastimarla, ante la mirada expectante de Lucy.
—No te vayas a mover.
Ella volvió a rodar los ojos.
—Si pudiera, claro.
—Tú entiendes el punto —soltó Natsu. Se quitó su máscara, y en seguida el humo penetró sus pulmones con dolor. ¿Cómo podía Lucy haber resistido tanto? Dejando el pensamiento de lado, deslizó la máscara sobre su cara y tomó el pañuelo que ella sostenía—. El fuego no debería de alzarte aquí hasta dentro de unos minutos. Volveré por ti antes de que eso suceda.
Vio desconfianza en sus ojos chocolate. Ella lo miraba fijamente, como si estuviera aceptando su destino.
Natsu tomó sus manos entre las suyas, ambas igual de mugrientas y ásperas.
—Confía en mí.
No respondió, pero alcanzó a asentir antes de dejar que Natsu saliera corriendo.
.
Solo fueron unos pocos minutos, no los sufientes para que el fuego la alcanzara. O al menos eso creyó, porque Natsu no había tomado en cuenta las vigas de madera que el fuego empezó a tumbar segundos después de haber logrado salir de la mansión Heartfilia.
Un grito se oyó en la lejanía.
Todas las miradas se dirigieron a él, presos del pánico. Pero Natsu ya había empezado a correr a coger los extinguidores y demás parafernalia para entrar de nuevo a la mansión.
Fue Romeo, el jóven nuevo del cuartel, el que lo paró al tomarlo del brazo.
—No puedes entrar ahí, es muy peligroso.
Natsu quitó su mano bruscamente.
—No me importa.
—Pero a nosotros sí —dijo, cortándole el paso.
—Hay una mujer allá adentro a la cual prometí salvar —gruñó Natsu.
—¡Ambos pueden morir!
Nada de lo que decía lo detuvo, ni siquiera la barrera de personas que formaban fue suficiente para evitar que entrase. La atravesó sin pensarlo, y sin importarle las quejas de sus subordinados.
El corazón le latía con rapidez.
Mucho tiempo había pasado desde la última vez que eso había ocurrido.
—Eres un idiota —escuchó que decía Romeo, pero por el rabillo del ojo captó su sonrisa.
—¡Mejor idiota que cobarde! —gritó Natsu antes de perderse en la oscuridad del humo.
.
Lucy no había recibido ninguna herida grave por la caída de las vigas, y sorprendetemente, su daño pulmonar por el humo no fue lo suficiente para traerle repercusiones a largo plazo. Sin embargo, la quemadura en sus piernas eran graves y le impedían moverse. Había tenido mucha suerte; más de la que Natsu alguna vez en su vida hubiese visto en un sobreviviente de incendio como aquel. Las llamas habían consumido todo. La gran propiedad había quedado reducida a escombros y una estructura dañada casi en su totalidad que se erguía donde antes había estado la imponente mansión antigua.
Nadie sabía por qué había empezado, ni quienes murieron entre el fuego. Era imposible de reconocer algún ser vivo entre todos los escombros y cenizas.
Fue una repentina tormenta la que ayudó a apagar el incendio que amenazaba con expandirse montaña abajo, donde la ciudad de Magnolia se situaba. Apenas Natsu logró salir casi a rastras con una Lucy inconsciente en sus brazos, las gotas de agua empezaron a bañarlo, arrastrando las cenizas consigo. Recordó mirar hacia el cielo con alivio y respirar el aire que lentamente volvía a ser agradable por el efecto de la lluvia. Se mantuvo ahí quieto, las piernas temblándole y sus manos aferrándose al cuerpo de Lucy hasta que los paramédicos lo obligaron a soltarla.
Luego él cayó también.
Despertó en el hospital central de Magnolia, solo unas pocas horas después. El sol de la mañana le quemaba la cara. Pero estaba limpio y el olor de aire lo embriagó por su pureza.
—¡Natsu! —exclamó Erza, entrando a su vista. Se sorprendió al verla vestida formalmente, en vez de con su usual traje oficial—. ¿Cómo te sientes? —le preguntó.
Hizo una mueca.
—Como si me hubieras dado una paliza.
—Muy gracioso.
—Es la verdad —dijo, encongiéndose de hombros.
Hubo un silencio en el cual Erza lo miró fijamente. Tenía una expresión seria y complicada, como si estuviese debatiendo algún tema mentalmente.
—Natsu…
Él alzó la vista de nuevo.
La expresión de Erza se suavisó, al tiempo que negaba con la cabeza para si misma. Alargó el brazo y le tocó el hombro, a lo cual Natsu solo reaccionó con dolor.
—Tuviste quemaduras de tercer y segundo grado en algunas partes de tu cuerpo, por lo que tendrás permiso de ausencia para un mes —mencionó—. No podrás volver al trabajo hasta que estés en máximas condiciones de nuevo.
Natsu hizo una mueca de desagrado, pero no se quejó. El dolor que tenía en el hombro y brazo era suficiente para callarlo.
—¿Cuándo podré salir de acá?
—Hoy mismo.
—¿Y quién reemplazará mi puesto?
Erza sonrió.
—Gray.
—¿Qué? —exclamó Natsu, casi saltando en su pies. Soltó una maldición cuando sintió el dolor recorriéndole todo el cuerpo. Con cuidado, se dejó descansar en la cama de nuevo—. ¿Por qué tenía que ser él? —lloriqueó como un niño pequeño.
—No seas bebé, él es el mejor bombero luego de ti en el cuartel.
—Pero sigo siendo mejor —dijo con orgullo.
Erza lo miró mal, pero le dio la razón.
Ella era su jefa, la directora de esa región de la ciudad. Y a pesar de tenerle miedo la mayoría del tiempo, Natsu la consideraba casi como de familia. El cuartel era su familia, incluyendo a aquellos que no eran bomberos pero pasaban gran parte del tiempo allí, como Levi o Lisanna. No podía decir que estaba solo en el mundo; al menos no desde que entró a aquel lugar.
Y de repente, a su mente llegó la imagen de un cabello dorado opacado por las cenizas y el carbón.
—¡Lucy! —exclamó, asustando a Erza por su repentino grito—. ¿Dónde está Lucy?
Ella lo miró con confusión.
—¿Quién es Lucy?
—La chica del incendio —se apresuró a contestar—. La que salvé.
—Ah, la Heartfilia —razonó Erza con expresión seria—. Está en cuidado intensivos. Dicen que no podrá caminar en bastante tiempo y tiene que tomar terapias respiratorias para ayudarla a respirar bien de nuevo. De resto está bien —dijo, pero dudó en la última parte—. O algo así.
—¿Qué quieres decir con eso?
Erza apretó los labios.
—No quiere hablar.
—¿Ah?
—Debió de tener algún daño psicológico —explicó—, y ahora se niega a hablar con cualquier persona. Incluso Mira es incapaz de empatizar con ella.
No tenía sentido. La Lucy que él alcanzó a conocer en esos pocos de minutos entre las llamas era decidida y fuerte, con un lengua sarcástica e inteligente. No parecía temer la muerte ni el fuego, casi incluso parecían una broma para ella. Un daño psicológico no podía ser a causa de un incendio que ella misma no aborrecía.
Natsu estaba seguro de que había más por contar.
Si es que Lucy decidía hablar de nuevo.
—¿Sabes que pudo haber pasado? —preguntó Erza.
Negó suavemente, un poco indeciso. Prefería guardar a aquella Lucy de sus recuerdos como un secreto.
—Estaba llorando cuando la encontré —dijo.
Erza se inclinó en su dirección.
—¿Supiste la razón?
—No pregunté.
Ella soltó un suspiro frustrado y se pasó la mano por el cabello, desordenando la pulcritud de su pelo. De repente, parecía cansada e impotente.
—Natsu, escúchame —soltó ella luego de unos segundos—. Nadie entiende que pasó, y se estima que murieron varias personas. La ciudad está conmocionada por la incógnita y el desastre que ese incendio dejó. Así que si sabes algo, deberías de decírmelo enseguida.
Natsu asintió.
—Entiendo.
Mentalmente cruzó los dedos por su mentira. Por alguna razón, creía que la actitud de Lucy podía estar relacionada, pero no era capaz de delatar aquello.
Erza se levantó y alisó su falda.
—Espero que te recuperes, Natsu. Si necesitas algo, puedes llamarme.
—¿A dónde vas? —preguntó, fijándose de nuevo en su traje formal. Estaba vestida casi completamente de negro, y aunque su cabello escarlata debía de resplandecer entre esa opacidad, no lo hacía.
Todo se transformó a lúgubre en ese momento.
—Hoy empieza el velatorio.
Natsu dejó caer la cabeza hacia atrás, sintiéndose pesado de nuevo.
—Jude Heartfilia fue encontrado muerto en el incendio.
