Capítulo 1: Despertar
Lexa
En paz puedes dejar la orilla. En el amor que encuentres la siguiente. Pasaje seguro en tus viajes hasta nuestro último viaje a la tierra ... Que nos volvamos a encontrar...
Lexa se encontraba con los ojos cerrados. Aquellas palabras no dejaban de repetirse una y otra vez como una especie de conjuro o mantra. La natblida abrió los ojos sin saber donde se encontraba. Estaba en lo que parecía un bosque con árboles de hojas cafes, troncos sin vidas y marchitos, algunos ardiendo. No se asemejaba en nada al bosque que rodeaba el territorio Trikru, lleno de vida y con ese olor tan distintivo que Lexa amaba desde que era pequeña. En el cielo un sol rojo que no calentaba, sino más bien quemaba. No cabe duda que era el responsable de tal tétrico paisaje.
La comandante se levantó con algo de dificultad. Aún podía escuchar las palabras en la voz de la rubia.
-Clarke.- Dijo casi en un suspiro.
No recordaba cómo había llegado a tal lúgubre lugar. De momento sus pensamientos eran como una espesa neblina que poco a poco se disipaba, pero no lo suficientemente rápido, no como quisiera la castaña.
Comenzó a caminar bajo el candente sol, el cual no ayuda en nada a la condición de la chica. Sentía un dolor punzante, casi incapacitante, en la boca del estómago. Al llevar su mano a esa zona, un pantallazo en forma de recuerdo se manifestó en su confusa mente.
Titus disparando, Clarke a su lado asegurando que todo estaría bien.
Así que eso era, la opción más viable es que Lexa estaba muerta y este era el skafa o infierno que su gente hablaba.
Impotencia, enojo, frustración; era lo que sentía en ese momento la castaña. No era posible que después de tantas batallas ganadas, su vida siempre en juego, fuese a sucumbir por un arma enfundada por quien fuese su consejero, su guía, su profesor, Titus. Ni siquiera había sido intencional, solo estar en el lugar equivocado en el momento incorrecto. Pero ¿Podría decirse incorrecto si eso había salvado a Clarke?
-Clarke.-Volvió a repetir el nombre de la rubia.
No, valía la pena si con ello había logrado salvar a la skai prisa. Sin embargo le hubiese gustado más tiempo con la chica. Clarke dijo que la necesitaba a ella, no a otro comandante, Clarke necesitaba a Lexa.
Deambulaba sin rumbo. No sabía cuánto tiempo había caminado ¿horas, días, semanas? no se podía diferenciar, el sol estaba siempre presente y no cambiaba en ningún momento. Parecía propicio para tal lugar, la ausencia de tiempo solo lograba confundirte más, despojarte de toda esperanza, fortaleza e identidad.
-Ai laik Lexa kom Trikru.- Repetía una y otra vez como un rezo para no perderse a sí misma.
En su caminata sin sentido pudo divisar otras personas. Todas y cada una de ellas en completa agonía. Algunas, seguramente las de más larga estadía, estaban en estado de descomposición. Como si hubiesen sido expuestos a lluvia radiactiva. Sus caras o alguna extremidad derretidas, mostrando los músculos o en algunos casos hasta los huesos.
Los gritos de lamento, dolor y desesperación estaban presentes a cada momento. Con tal escenario era fácil perder la cordura si no se tenía una mente fuerte.
-Ai laik Lexa kom Trikru, en paz dejaré la orilla. En el amor encontraré la siguiente. Pasaje seguro en mis viajes hasta mi último viaje a la tierra. Que nos volvamos a encontrar, Clarke.
Luna
El ardor en su piel y el bombeo de su corazón, su sangre hirviendo, que molesto era, no le permitía dormir en paz. Podía escuchar sus órganos funcionar perfectamente y segundos después empezó a sentir una agonía y desesperación. Sentía que se ahogaba a pesar de querer aferrarse a vivir, algo había confuso porque lo recuerda muy bien y sabe que murió.
Podía sentir como aquella sed le consumía y el deseo de matar a su asesina crecía, el miedo recorrió su cuerpo al sentir esa sed que le invadía, abrió los ojos y tomó una bocanada de aire que aceleró su pulso. El golpe de esa luz roja intensa de aquel sol que sus ojos presenciaban le quemaba, trato de cubrirse un poco con sus manos, observó un mar que hervía como su sangre y que parecía rojo por color del sol, el vapor y el calor que había en ese lugar era insoportable; personas descomponiéndose y agonizando, mirándole a los ojos y pidiendo ayuda.
El olor a podrido y a sangre, árboles con hojas cafés al otro lado, un bosque lleno de sombras. Después de un momento lo entendió, era eso, estaba en el infierno.
La ropa que llevaba era la misma con la que murió, tenía sangre por todos lados y su herida punzaba un poco. Miró a su alrededor ¿Qué se suponía que debía hacer? Notó en el suelo las dos espadas que usó al final, las tomó y caminó sin rumbo hacia el bosque; vacía, solo con un pensamiento que le molestaba tanto y a la vez parecía alejarla de su propia oscuridad, Raven. Se la imaginaba en sus brazos, tratando de calmarla, no permitiendo que el alma de aquella chica se volviese como la suya.
-Me entrego al milagro del mar.-Susurro al recordar a la morena.
Lincoln
Su cabeza dolía tanto y el recuerdo de su muerte se seguía repitiendo una y otra vez. En el recuerdo de los ojos de su pequeña salvaje, aquella chica que siempre se sintió como él, fuera de lugar, lo que lo mantenía con fuerzas para repetir ese día y no perder la locura. Era increíble como ambos pudieron encontraron paz en los brazos del otro, tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo.
Abrió sus ojos nuevamente para empezar esa lucha, peleaba con demonios que querían consumirle. Podría ser un alma condenada, pero ni el mismísimo señor del abismo se apoderaría de su vida. Si era necesario volverse dueño del infierno lo haría, cualquier cosa menos servir a un ser que le obligaría a dañar y a lastimar.
Una parte de él quería rendirse. No se mentiría, pero el recuerdo de ella no se lo permitía. Él sonreía cada vez que la recordaba y eso era una ofensa para ese señor.
Los demonios seguían llegando uno tras otros y él seguía destruyéndolos, ellos no morían, su condena era vivir una y otra vez como un sirviente asqueroso, morir constantemente y agachar su voluntad si es que acaso quedaba algo y no eran solo bestias sin razonamiento. Lincoln seguiría luchando porque ella haría lo mismo si estuviera en su lugar.
-Ge smak daun, gyop op nodotaim. Si te derriban, te vuelves a parar.-Proclamó.
Lexa
Lexa transitaba por el bosque, cada vez más y más recuerdos llegaban a su mente. Intentaba alejarse de los árboles en llamas que no hacían más que empeorar la calidad del aire de ese lugar.
-Heda.
Escuchó una voz que le resultó bastante familiar. Se dio la vuelta y ahí le encontró mirándola con arrepentimiento.
-Lo siento tanto Heda.- Dijo bajando la mirada apesadumbrado.
-¡Titus! ¿Qué haces aquí? te pedí que cuidaras de Clarke, me lo prometiste.- Exclamó Lexa desconcertada.
El fleimkepa conectó su mirada con su antigua pupila y en ese momento la castaña pudo ver una gran compunción en los ojos de este.
-¿Qué fue lo que sucedió Titus? Habla la verdad.- Pidió con toda calma usando su máscara de comandante, aunque no fuese así como se sentía en ese momento.
-Ontari, Heda. Asesinó a todo el noviciado mientras estos dormían. Luego reclamó el trono. Cumplí mi promesa Lexa, le entregue la llama a Wanheda junto con el diario de Becca Pramheda y le ordené salir de la ciudad. Wanheda cree saber dónde se encuentra Luna e intentará llegar a ella para que sea la nueva comandante. Luna es una desertora, pero es mejor que tener al peón de Nia en el trono.
Lexa arremetió con furia contra Titus. De un solo movimiento lo estampó contra el suelo y se puso sobre él con ambas manos apretando su cuello.
-¡Es todo tu culpa!-Gritó en cólera.- Si hubieses confiado en mí, si no hubieses ido tras Clarke e intentado matarla nada de esto hubiese pasado. Ahora Ontari no descansará hasta encontrar a Clarke y arrebatarle el espíritu de los comandantes. No cumpliste con tu promesa, lo empeoraste todo, Clarke y nuestra gente está en más peligro que nunca.
Titus estaba rojo a causa de la falta de respiración, pero no luchaba contra el agarre de la castaña. Lexa se percató que este no intentaba zafarse o defenderse y le soltó.
-Mátame Heda, por favor. Me lo merezco.- Suplicó.
-No haré tal cosa. No se puede asesinar lo que ya está muerto y no gastaré mi energía en ti. El infierno es tu condena, al igual que el mío. No me sigas fleimkepa, que nos volvamos a encontrar.- Se despidió antes de salir corriendo.
La noticia no le había sentado nada bien. El poco consuelo que tenía, que su muerte no había sido en vano, se había esfumado como el agua entre los dedos de las manos. En su mente maldijo una y otra vez a Titus, a Skaikru y Azgeda. Debió haber matado a Ontari junto con Nia cuando tuvo la oportunidad, pero había prevalecido más la sangre negra que corría por las venas de la chica. Lexa siguió las reglas, pero era obvio que la mascota de la reina de Azgeda no iba a tener tal cortesía. Habían sido unos ingenuos y gracias a su error esa forastera aniquiló a todos los natblidas en sus lechos. Sus pupilos, sus niños a los cuales Heda había dedicado tiempo educando, entrenando y sin darse cuenta los había llegado a querer a todos y cada uno.
-Ontari no es digna de ser la nueva comandante. Es una cobarde que pelea sin honor y no conoce los tres pilares fundamentales para ser Heda.- Gritó Lexa al bosque. Sabía que no tenía sentido y que este no le respondería, pero la frustración pudo más. Después de todo en este lugar no tenía que ser Heda, no debía usar su máscara constante y esconder sus emociones.
Sentimientos y emociones son estados propios del ser humano, de un alma inquebrantada, lo cual desprende un olor característico y apetecible para las criaturas del infierno, cuyas almas hace mucho tiempo fueron despojadas de amor, satisfacción, ego, frustración, anhelo; llenando todo vacío solo con dolor. El olor a humanidad les atrae, sentimientos y emociones son un alimento difícil de encontrar entre tanto ser quebrantado, lo cual convierte a la castaña en un vaso de agua en medio del desierto. Su amor por Clarke y sus pupilos desprende un aroma dulce, una fragancia codiciada, esencia humana.
Los gritos frustrados de Lexa provocaron el interés de algunos de los demonios y ripas aledaños. Al aproximarse poco a poco comenzaron a percibir un fuerte y apetitoso aroma que los hizo moverse con mayor rapidez. Con desesperación, guiados más que nada por instinto, los demonios y ripas llegaron donde se encontraba la natblida. Eran quince en total, la tenían rodeada por todos lados.
La castaña se dio cuenta inmediatamente de las intenciones de las criaturas. Su entrenamiento le había enseñado a observar su ambiente, analizar y planificar. No tenía un arma con que defenderse y tampoco podía correr, el único lugar al que podía ir era arriba. Retrocedió un par de pasos, agarró velocidad y de un salto se aferró al tronco del árbol más cercano y comenzó a escalar.
Las criaturas impulsadas por pura voracidad se arrojaron también al árbol e intentaron seguir a su presa, sin embargo Lexa era Trikru y desde pequeña le enseñaron a usar los árboles a su ventaja en la batalla, había sido una de las primeras lecciones que Anya le había dado 'Usa tu entorno a tu beneficio, tu entorno es un bosque Lexa, debes poder moverte por los árboles como lo harías en el suelo.'
Se movía entre las ramas y las copas de los árboles. Algunos de los seres intentaban escalar, otros la seguían desde el suelo. Intentó esconderse ayudada por las hojas, pero las criaturas siempre la encontraban aunque fuera lo más sigilosa posible. Se percató que los seres no se guiaban por la vista o audición, más bien por su olfato. Eran capaces de olerla, por tanto esconderse no serviría, tenía que buscar otra estrategia, de alguna u otra forma debía acabar con ellos, de lo contrario no se detendrían.
Eran cinco los que estaban más cerca, pero se encontraban en el suelo, por lo que aún poseía ventaja sobre ellos, el resto había quedado atrás, aunque no por mucho. Había llegado el momento de contraatacar.
Lexa se sujeto de una de las ramas superiores y con sus pies golpeó repetidas veces con fuerza una de las ramas inferiores hasta que esta se estrelló contra el suelo, noqueando de paso a uno de los cinco ripa. Rápidamente descendió del árbol, cogió la rama caída y la utilizó como arma para derribar al demonio más cercano. El ripa que se le acercaba por detrás fue golpeado en la cabeza con la rama, lo que lo envió a dormir tumbando de paso al que estaba al lado, oportunidad que Lexa aprovechó para ocuparse del que venía por su flanco derecho y luego terminar por atravesar con la rama al que aún estaba consciente.
Por un par de segundos todo estaba en silencio, fue en ese momento que escuchó el sonido de agua, lo que significaba que había un río cerca. Los seres que la perseguían no tardarían en alcanzarla, debía crear una distracción para darle más ventaja. Rasgó la camiseta que llevaba puesta, por la parte empapada con su sangre, dejando a la vista todo su abdomen; la despedazó en tres tiras, volvió a escalar y colgó cada una en diferentes árboles. Habiendo terminado de colocar el cebo distractor, se marchó a toda prisa en dirección al agua.
Cuando por fin llegó al río se dio cuenta que no había agua, era un río de sangre. El asombro no le duró mucho, a lo lejos podía escuchar los gruñidos de los seres que seguramente ya se habían dado cuenta que la esencia que sentían eran nada más que un par de trapos. Sin pensarlo más se lanzó al río y dejo que este le arrastrara, rodeada del olor a óxido de la sangre era imposible que pudieran rastrearla.
La corriente era más fuerte de lo que había imaginado, acarreando a la castaña río abajo por varios metros antes de que pudiera acercarse a la orilla y salir. Ya en tierra firme comenzó a caminar hacia unos árboles que le servirían de escondite de momento, cuando vio un ripa acechando el mismo lugar que ella planeaba utilizar. Cogió una roca cerca de la orilla y se acercó silenciosamente por detrás. Cuando estaba a punto de atacar la criatura se dio la vuelta y pudo ver su cara, pero eso no importaba, si no hubiese sido por la sangre del río el ser ya la habría olido e intentado atacar como lo habían hecho los anteriores. Levantó la roca dispuesta a golpearle, cuando el ripa en vez de atacar retrocedió y levantó las manos en forma rendición.
-Heda.- Dijo la criatura, lo cual desconcertó a Lexa. Los otros no habían hablado, parecían guiarse solo por instinto.
-Heda, soy Lincoln.
La castaña lo inspeccionó con la mirada y se dió cuenta que sí era quien decía ser, pero eso no cambiaba mucho. Lincoln vestía como un ripa y era un traidor de su gente, aunque ¿importaba eso en este lugar? Con Titus sí, porque era personal, pero Lincoln no había dañado a nadie, había ido contra sus órdenes para salvar a Octavia, la chica de la cual estaba enamorado. A ella le hubiese gustado haber tenido la libertad del chico e ido a la montaña a ayudar a Clarke.
-¿Qué haces vestido como un ripa?- Cuestionó Lexa.
-De esta forma mi olor se mezcla con el de ellos y les confunde.- Explicó.
-¿También te persiguen?
-Sí, he peleado con varios, pero siempre hay más. De esta forma puedo pasar desapercibido.
Lexa contempló la respuesta del guerrero y decidió que la unión hace la fuerza, si se aliaba tendrían más oportunidad de "sobrevivir" en este lugar.
-Tuvimos nuestros altercados y diferencias cuando estábamos en la tierra, pero aquí eso ya no importa. Desde ahora ¿puedo considerarte un aliado Lincoln kom Trikru?- Lexa lo miraba expectante. Lincoln avanzó hasta quedar frente a la castaña y se arrodillo.
-Sha, Heda.- Respondió solemne.
-Lexa.-Dijo la natblida. El guerrero la miró inquisitivamente.- Llámame Lexa. Aquí somos iguales y no tienes que arrodillarte. Oso throu daun ogeda, peleamos juntos.- Explicó ofreciéndole la mano para que se levantara. Lincoln asintió, tomó la mano ofrecida y se paró.
-Este es un buen lugar para descansar por un momento.- Expuso el chico.
-Entonces descansemos mientras podamos y luego aniquilamos a nuestros enemigos.-Declaró la comandante.
