DISCLAIMER: Todo pertenece a JK y blablalba (lee la historia ya)
Este fic participa para el reto especial de aniversario "Lo bueno viene de a cuatro" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
PRIMAVERA
La primera vez que me di cuenta que Lily Luna Potter me gustaba era primavera, ella tenía catorce años y yo dieciséis. Y bueno, no me di cuenta de que me gustaba, solo me puse cachondo cuando la vi en el césped tumbada; no me había percatado de que ese año ya parecía una tía y todo. Estaba echada boca abajo y prácticamente todo el que pasaba le miraba el culo y las piernas. Eso me enfureció; ¿podía ser más guarra la hija de Potter?
Fue algo extraño, como si hasta ese momento nunca me hubiera fijado en su cuerpo. Ahora no paraba de mirar lo ajustado que llevaba el uniforme o como se colocaba el pelo rojo detrás de las orejas. Para mí siempre había sido la irritante Lily Potter que quería quitarme a mis amigos y que había acabado en Slytherin solo para fastidiarme. Era pequeña, pecosa, pelirroja y una creída: una Potter/Weasley de manual. Pero ahora tenía algo nuevo, y era como si hubiera aparecido de la nada delante de mí. Había dejado de ser una niñita de trenzas y mirada asquerosa; ahora tenía los ojos astutos y provocativos.
Ese fue el año que Lily Potter llevó a Slytherin a la locura. Toda la casa estaba de acuerdo: era increíblemente sexy. Aunque no lo admitiría ni bajo cruciatus, a mí también me tuvo que afectar. Lo peor de todo es que ella lo sabía y se aprovechó. Ese fue el año en el que decidió encoger tres tallas sus uniformes, decir adiós a los calcetines por la rodilla y soltarse la melena (en todos los aspectos).
Esa primavera para mí estalló en mil pedazos cuando Lily decidió que todos los hombres del mundo tenían que caer a sus pies. No hacía como muchas chicas y escondía esa belleza por vergüenza, no. Ese día me di cuenta por primera vez que ahora llevaba los labios ligeramente pintados de rojo, unas zapatillas rojas también y los ojos marrones más grandes a causa del maquillaje. La camisa de la escuela estaba tan apretada que no sé cómo no se le salían los botones y la falda rozaba casi sus muslos cuando movía mucho las piernas. No preguntéis cuanto rato estuve mirando para darme cuenta de todo eso. Solo sé que pude sentir cómo me hervía la sangre. Era une mezcla de vergüenza y rabia. Me estaba cabreando un montón darme cuenta de todo el poder que tenía solo por estar ahí tumbada, el control que estaba ejerciendo en mí.
Siempre había sido al revés. Ella era la niña tonta que intentaba parecer una Slytherin cuando no lo era, y yo el chico que siempre la ponía en ridículo. Estuvo tres días en la enfermería cuando se emborrachó por primera vez y no aguantó nada bien el alcohol, pero todo el mundo sabe que no tendría que haber aceptado pociones de un Slytherin, ¿verdad? A veces la ponía en dilemas éticos, porque sabía que le costaría decidirse entre apoyar a su casa o a su familia, a pesar de afirmar que Slytherin era muy importante para ella. También la hice llorar al decirle que no tenía capacidad para ser una serpiente. Y no, no sentí ni una pizca de remordimiento al hacer todas estas horribles cosas. Cuando vives rodeado de Potter y Weasley que buscan ridiculizarte a cada paso, te miran por encima del hombro y te tachan desde que te ven de mortífago, aprovechas cada oportunidad para vengarte.
Pensaba en todo ello cuando se giró y me miró, apoyando la mejilla en su mano. Me dedicó una sonrisa que podría haber derretido el mismísimo Ártico. Su mirada me decía: ‹‹Lo vas a pagar››.
Lily me guiñó un ojo y supe que ahí comenzaba mi infierno personal. Todas las veces que la había fastidiado me iban a ser devueltas con creces.
