Harry Potter, personajes, universo y todo lo que reconozcan pertenece a J.K. Rowling. Yo simplemente soy una lectora cualquiera que escribe por mero placer, de modo que no obtengo ningún beneficio económico por esta historia.

Personajes: Draco Malfoy/Hermione Granger.

Género: Romance/Angustia/Tragedia.

Rating: +18

Beta: FanFiker-FanFinal.

Capítulos: 1/5


Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2013-14" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

Dedicado especialmente a Alesz, mi Amiga Invisible.

Porque para recordar cómo vivir también es necesario aprender a llorar.


CONFESIONES PARA AMARTE

Por:

PukitChan

…y disculpa si por un instante te hice sonreír.

Primera confesión: Susurros en la oscuridad

Fue la melodía suave y melancólica la que logró sacar a Hermione del ensimismamiento en el que había estado sumergida la última media hora. Levantó el rostro y sus ojos, incapaces de dejar de lado aquella tristeza, recorrieron atentamente el lugar, como si quisiera hallar la fuente de donde provenía aquel sonido, aunque de antemano supiera que no era necesario hacerlo. Los murmullos a su alrededor aumentaron y, repentinamente, ella comprendió dónde se encontraba y qué es lo que se suponía, estaba haciendo. Resopló y sus dedos se aferraron con fuerza al libro que hacía mucho rato no leía, pero el que conservaba sobre sus piernas porque sólo de esa manera podía sentir que no estaba perdiéndolo todo por la decisión que tomó.

―¿Estás bien?

Abrió los ojos y miró de soslayo, notando cómo el largo mechón ondulado que se mecía y cubría su rostro era recogido por unos largos dedos hasta colocarlo detrás de su oreja. Él no era afecto a ese tipo de contacto o, al menos, no lo había sido con ella hasta entonces, por lo que se encontró preguntándose si acaso él sabía algo que ella ignoraba y que le animaba a realizar acciones como ésa.

―No lo sé ―respondió en un susurro que apenas logró escucharse por las pláticas que transcurrían a su alrededor. Hermione tragó saliva y, al mirarle una vez, descubrió una fugaz preocupación reflejada en los ojos de su amigo. Quizás aquello fue lo que la animó a enderezar adecuadamente la espalda y encararlo, tal y como siempre lo había hecho―. Estoy… estoy asustada, Harry. ¿Y si no son ellos? Puede que en realidad mis investigaciones han sido erróneas y esté cometiendo una enorme equivocación. Tal vez debería dejar las cosas como están…

Harry permitió que ella se explayara, escuchando cada una de sus preocupaciones y la manera en la que hilaba las situaciones para que éstas resultaran en una catástrofe. Si bien Hermione estaba en lo cierto de que aquello no podía ser más que una falsa ilusión, no sería él quien lo dijera, porque Harry sabía mejor que nadie lo que significaba aferrarse a la esperanza, por mínima que ésta fuera, de volver a encontrarse con sus padres.

―Aún podemos acompañarte en este viaje ―dijo lleno de firmeza―. Y creo que Ron mantiene la ilusión de que no vayas sola y le permitas estar a tu lado.

Ella sonrió con tristeza, girando su rostro para mirar hacia la izquierda: ubicado algunos asientos más allá, un silencioso Ron, que no hacía más que mirar al suelo con una expresión de incomodidad y nerviosismo dibujada en su rostro, no se animaba a enfrentar su mirada. Es más, si no fuera porque Hermione sabía cómo habían ocurrido las cosas, creería que su presencia distaba mucho del deseo de acompañarla incluso hasta en ese momento de su vida.

―No ―murmuró, regresando a su antigua postura para encontrarse los con los ojos de Harry―. Esto es algo que tengo que hacer por mí misma.

―Alguna vez mencioné que tenía que continuar mi misión solo ―exclamó, con una enorme sonrisa dibujada en sus labios―, pero entonces dijiste que ustedes me acompañarían. ―Luego, aunque su sonrisa se desvaneció, Harry añadió con tranquilidad―: No tienes por qué estar sola en esto, Hermione. No queremos que te pase algo; sobre todo Ron, está preocupado.

―No me pasará nada ―dijo animada, aunque su forma de hablar parecía ser forzada―. No voy a cazar mortífagos ni a enfrentarme contra el mal. Sólo voy a buscar a mis padres.

Harry quiso decir algo, pero ninguna palabra pareció salir de su mente, al menos no una que pudiera contradecir la firmeza de Hermione. Por alguna razón se encontró pensando en Neville y en el dolor de su compañero cuando hablaba de sus padres, quienes eran incapaces de reconocerlo. No quería eso para su amiga, aunque sabía también que ella había sufrido el dolor de no tener a quién llamar cuando necesitaba de ese único calor que solo una familia podía brindar.

―Además ―continuó la mujer, ajena al debate interno que ocurría en Harry ―…ya he hablado con Ron. No sé cuánto tiempo me tome hacer todo esto: encontrarlos, modificarles una vez más sus recuerdos, explicarles… hacerlos entender. Sé que él desea estar conmigo, pero debo enfrentarme a esto sola como cuando tú decidiste ir al Bosque Prohibido y enfrentarte a Voldemort. No se compara en absoluto, pero…

Él resopló, cuestionándose por qué motivos intentaba persuadir a alguien que definitivamente no cambiaría de decisión. Pero la sola idea de decirle adiós a Hermione durante un tiempo impreciso, comenzaba a pesar de manera insistente en su mente. Entonces, al verla sonreírle, supo cuánto echaría de menos a su amiga y a sus interminables regaños.

―No le pedí a Ron que me esperara ―confió Hermione en voz baja, agachando el rostro para no ver la expresión asombrada de Harry―. No puedo pedirle algo tan egoísta cuando todo lo que ahora estoy haciendo es así. Haciendo las cosas a mi manera, incluso al irme de esta forma…

Y para ilustrar su oración, sonrió sin alegría al invitar a Harry a mirar a su alrededor: sentados en un aeropuerto, a la espera del próximo vuelo, no podía dejar de ser una curiosa situación. El mundo muggle era ahora un elemento extraño para Harry, casi tanto pero nunca de la misma manera en la que seguramente lo estaba siendo para Ron. Tal vez por eso el pelirrojo no se animaba a mirar a ningún lado, por miedo de toparse con alguna situación que no podría controlar.

―No eres egoísta ―dijo Harry, empujando los lentes que habían resbalado por el puente de su nariz―. Y quizás esto sea lo mejor, ¿no? ―Se encogió de hombros, rascándose la barbilla―. Además, ¿te imaginas llegar con tus padres y presentarles a Ron?

Hermione rió. Y aunque no se trató de una risa que le devolvería toda su alegría, Harry se alegró al comprobar que al menos era sincera. Se había propuesto no meterse en la relación de ellos dos, manteniéndose al margen: por el bien de sus amigos y de sus decisiones, aprendió a no cuestionarlos en ese sentido. Además, no existía nadie mejor que Hermione para saber contemplar racionalmente cuál era el mejor camino que se debía seguir.

Ambos se mantuvieron en silencio durante un rato más hasta que Hermione, tras oír una dulce y fémina voz anunciando el número de su vuelo, se levantó del asiento acompañada por Harry. De inmediato, y al notar el movimiento de los otros dos, un desganado Ron los imitó y se acercó a ellos, entendiendo que era el momento de decir adiós.

―Será un vuelo bastante largo ―murmuró Harry, mirando a su alrededor―. ¿Estarás bien?

―Sí… después de todo, tengo muchas cosas en qué pensar. ―Fue todo cuanto dijo antes de sonreír y rodear con sus brazos al moreno, siendo correspondida de inmediato. Ambos permanecieron así durante un rato, antes de que Hermione, con lágrimas en los ojos, se animara a soltarlo y a darle un suave beso en su mejilla izquierda.

―Salúdalos de mi parte ―murmuró Harry, alejándose hacia otro lado, concediéndoles a Ron y a Hermione un poco de privacidad.

Ron bufó y con las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón, finalmente se animó a levantar el rostro. Hermione, enfundada en ese grueso abrigo negro y con su cabello cayendo por sólo un costado se veía preciosa, de ese tipo de belleza que sólo podía otorgar una despedida. No quiso preguntarse cuánto tiempo pasaría antes de que volviera a verla y si de verdad estaba haciendo lo correcto al dejarla ir. Recordó cuando ella le anunció su decisión: se había enojado, estaba irritado por su marcha, por no poder acompañarla, inclusive había pateado lo primero que se atravesó en su camino cuando ella ya no estuvo presente. Había caído en el abismo de los celos y la inseguridad… pero Ginny y Harry llegaron a recordarle que había cosas que debían ocurrir sólo porque sí. Y quizás, ella alejándose era una de ésas cosas.

―Entonces… eso es todo ―murmuró Ron, desviando su mirada a hacia un lado, cuando la visión de Hermione se hizo insoportable.

―Sí ―dijo, agachando su cabeza―. Lo siento.

Hermione cerró los ojos porque realmente temía que llegaran unas justas recriminaciones; sin embargo, todo cuanto sintió fue una mano cálida apoyada en su mejilla que la incitó a mirarle. Entonces se encontró con la mirada azul de Ron, despistada, y terminó sonriendo al ver que el pelirrojo lo hacía.

―¡Qué más da! ―exclamó Ron, alejando su mano. La alegría que brillaba en sus ojos daba una abismal diferencia a la apariencia tan desolada que hasta hacía unos momentos presentaba―. ¡Pues bueno, que tengas buen viaje! ¡Anda, vete ya en una de esas cosas, que mi padre no me perdonará cuando le cuente que pude ver uno!

―Deberías traerlo para que lo conociera ahora que ya sabes cómo llegar ―sugirió ella con naturalidad. Ron entrecerró sus ojos y asintió.

―Sí, posiblemente lo haga.

Hermione apretó su libro cuando las palabras quedaron olvidadas y ellos se enfrascaron en un dulce y doloroso encuentro de miradas. No obstante, Hermione compuso una sonrisa sincera antes de suspirar y girarse.

―Hasta luego.

―Adiós ―dijo él.

Harry se acercó y con un ademán también se despidió, mirando la figura de Hermione avanzar con un paso lento e inseguro, como si no creyera lo que hacía. A su lado, Ron, sin pronunciar palabra, parecía querer correr y detenerla, aún a sabiendas de que ella no deseaba que alguien la siguiera. Harry sabía que su amiga no miraría atrás porque eso la haría vacilar y quizá hasta hacerla volver.

―De verdad se va ―dijo Ron. Harry colocó la mano en el hombro de su amigo y resopló.

―Ésa ha sido siempre su forma de ser ―comentó.

―Lo sé ―afirmó con la sencilla convicción de alguien que había tenido demasiado tiempo para averiguarlo―. Es tan irritante. ¡Una verdadera pesadilla!

Harry rió.

―Realmente lo es.


Hermione recargó con suavidad sus brazos sobre el barandal blanco que separaba el camino entre asfalto y arena. Miró atentamente el suave ondular de las olas del mar que, unos metros más allá, provocaban un suave sonido que siempre lo había relacionado con la nostalgia. El atardecer estaba cayendo e iluminaba el cielo con sus colores ocres mientras que el mar, aquel inesperado y tranquilo mar, lentamente iba derramando oscuros colores que le daban una sensación de tristeza. No hacía frío y sin embargo, envuelta en ese blanco vestido veraniego y aún con las mejillas sonrosadas, ella creía que en cualquier momento moriría congelada. Cada suave brisa marina que sacudía los pliegues de su vestido y la obligaba a sujetar su sombrero, le hacía pensar en miles de dagas enterrándose despacio y de la forma más dolorosa posible dentro de su piel. Era una pena que desgarraba su alma. Era cruel.

Se abrazó a sí misma y por un instante se permitió cerrar los ojos. Sabía que pronto sucedería y que quizá la forma escogida para acercarse a ellos era la más insensata posible, pero también la única que se atrevía a enfrentar. No pudo evitar preguntarse dónde había quedado toda aquella valentía que había sacado adelante en la guerra. Realmente anhelaba volverles a encontrar.

―¡Vaya! Pero si eres tú una vez más.

Hermione compuso una sonrisa y abrió los ojos. A una prudente distancia de donde se hallaba, una pareja había detenido su caminata a la orilla de la playa para saludarla. El hombre era mayor y su pelo entrecano, en lugar de envejecerlo, sólo resaltaba el porte agradable que ostentaba con orgullo. En su brazo sujetaba la mano de una mujer delgada y de una mirada tan triste, que ni siquiera la más brillante de las sonrisas habría podido ocultar. Ambos la miraban apaciblemente.

―Buenas tardes ―saludó Hermione, quitándose el sombrero blanco para que ellos pudieran ver su rostro con más atención, quizá con la falsa e inútil esperanza de que la reconocieran―. Qué gusto volver a verles.

La mujer, alejándose de su marido, dio unos cuantos pasos hacia Hermione. Avanzó con un andar armonioso que casi le hizo creer que su vida no podía ser más perfecta de lo que ya era; que caminar todas las tardes del brazo de su marido era lo más dichoso a lo que una pareja estable podría aspirar.

―Oh, sé que te debo parecer rara, pero desde que te vimos por primera vez hace tres días, le he dicho a mi marido que me recuerdas a alguien, aunque no puedo precisar a quién. ―La mujer ladeó el rostro y examinó las facciones de Hermione, quien se sonrojó ante el intenso escrutinio al que estaba siendo sometida. Al percatarse de ello, la mayor sonrió a manera de disculpa y estiró su mano―. Disculpa mis modales, querida. Mi nombre es Monica Wilkins.

Hermione sujetó la mano y esbozó una tímida sonrisa. Al soltarla, descubrió que el hombre se había acercado a ellas y también hacía un ademán de saludo que se apresuró a contestar, antes de escucharle decir:

―Yo soy Wendell Wilkins.

―Hermione Granger ―contestó, mordiendo sutilmente su labio inferior.

―Es un hermoso nombre ―comentó Monica―. Tus padres han escogido muy bien. Te queda perfectamente.

―Muchas gracias ―musitó, ruborizada.

Wendell la miró con ternura antes de tocar el hombro de su esposa, quien giró a verlo y asintió. Monica se permitió posar su mano en el brazo de Hermione para conseguir su atención. Al mirarse, esa sensación de pérdida se acrecentó en el pecho de ambas, pero supieron dejarla de lado cuando el sol terminó de ponerse a sus espaldas.

―No te interrumpimos más. Ha sido un placer conocerte, señorita Granger.

―Hermione ―dijo rápidamente paseando su vista por ambos―. Por favor, llámenme Hermione.

Aunque pareció dudarlo por unos segundos, finalmente la mujer pareció estar de acuerdo con aquella situación. Era lógico, pensó Hermione, porque no podía entregar toda su confianza con una práctica desconocida. Sin embargo, Monica encogió sus hombros mientras se acomodaba el corto cabello apenas alborotado por el viento.

―De acuerdo. Entonces, encontrémonos de nuevo, Hermione.

―Hasta luego ―dijo el hombre. La chica asintió.

―…Adiós.

Bajó sus manos mientras la pareja se perdía de vista, despacio, de una manera que la hacía pensar que quizás, después de todo, en realidad no querían despedirse. Pero Hermione sabía que aquellos pensamientos no eran más que los desesperados frutos de sus anhelos. ¿Quién mejor que ella misma para entender lo que era inevitable? Para Monica y Wendell, no era más que una chica solitaria que había decidido pasar sus vacaciones en Australia, pero para Hermione, aunque ellos no lo supieran, siempre serían papá y mamá.

Sus padres, a quienes con el afán de protegerlos, les había hecho olvidar su existencia, borrando a su única hija de sus memorias, aunque no para siempre. Esperaba poder recuperarles.

Realmente lo deseaba.


Cuando Monica y Wendell Wilkins se mudaron unos pocos años antes a la imponente ciudad de Melbourne, en Australia, jamás hubieran creído que una chica desconocida cambiaría tanto su vida. Porque desde el primer momento en el que sus caminos se cruzaron aquella desolada tarde, Monica supo que las cosas no volverían a ser las mismas, aunque no podía explicarse ni siquiera el por qué de aquella profunda aseveración. Era algo que simplemente sabía y para lo cual, de una manera casi inconsciente, se había estado preparando. Tal vez por eso, cuando esa noche el timbre sonó mientras cenaban tranquilamente, ella se incorporó con suavidad y vaciló un momento antes de acercarse a la puerta. Wendell debió percatarse de su indecisión porque, tras limpiarse las manos, se puso de pie y caminó hacia el pasillo que lo llevaba a la puerta, lugar donde su esposa había parado sin razón alguna. Al abrir, la sorpresa de ambos fue notoria cuando ante ellos, una joven mujer los miraba mientras apretaba entre sus manos un pequeño papel.

―¿Hermione? ―preguntó, intentando descubrir si era la misma chica a la que habían visto los días anteriores. Ella alzó su rostro, confirmando sus sospechas, y apretó sus labios sonrosados antes de asentir.

―Buenas noches, señores Wilkins ―dijo suavemente―. Sé… sé que esto no es normal y que no soy más que una desconocida para ustedes y que se estarán preguntando muchas cosas, pero juro que no soy de ninguna manera una persona que pretende dañarles, sólo… es decir, siento interrumpirlos ahora y…

Ella guardó silencio cuando sintió una mano reposar en sus hombros. Hermione levantó la vista para ver cómo Wendell le sonreía y con un ademán de su mano la invitaba a adentrarse a la cálida casa de aspecto hogareño que se presentaba ante ella.

―¿Tienes hambre, querida? ―preguntó Monica con ternura maternal―. Espero que te guste el risotto. Wendell lo detesta, pero lo come sólo porque soy su adorada esposa.

―Eso no es cierto ―dijo Wendell, riendo mientras guiaba a Hermione―. Siempre me ha gustado cómo cocinas.

Hermione se maravilló de lo bien que se llevaban sus padres y su consciencia le hizo preguntarse si estaría bien hacer eso, arrebatarles esa felicidad que no tenían reparo en demostrar, ni siquiera cuando una desconocida hubiera llegado prácticamente a instalarse en su vida. Sólo cuando llegaron a la cálida cocina y los esposos giraron para verla, ambos con una sonrisa en los labios, Hermione entendió que aquello no era más que una locura. Dios, ¿qué clase de persona era? ¿Cómo podía hacerles algo así? Los conocía mejor que nadie y sabía que si descubrían la verdad quedarían destrozados.

―¿Hermione?

La castaña, con unas lágrimas empeñándose en escapar de sus ojos, empezó a temblar. Un sollozó escapó de sus labios y en un vano intento para contenerse a sí misma, cubrió su boca y dio unos pasos hacía atrás, confirmando sus temores: para ellos no era más que una desconocida, y aun así Hermione podía ver sus ojos angustiados y preocupados. Destruirles ese mundo perfecto, donde no habían tenido una hija por la cual preocuparse, una hija que sólo llegaría a causarles molestias, era cruel hasta para ella. Pensó en todo lo que habían perdido durante la guerra y los horrores que les evitó. ¿Por qué llenar las mentes de sus padres de recuerdos dolorosos? Ellos, que habían dado todo por apoyarla….

―Lo siento ―dijo la voz temblorosa de Hermione, mirando a su madre y a su padre―. ¡De verdad lo siento!

Girando sobre sus talones, la gryffindor ignoró las voces del matrimonio que la llamaban asustados, y simplemente salió de la casa lo más veloz que pudo, sin mirar atrás; no se atrevía a hacerlo porque, cualquier cosa que estuviera a sus espaldas, le rompería el corazón. De algún modo logró encontrar un camino lo suficientemente oscuro y al girarse, se alegró (y también se decepcionó) al comprobar que no había nadie siguiéndola. Se limpió los ojos con el dorso de su mano izquierda mientras hundía la derecha en su bolsillo. Sacó su varita y la miró durante unos instantes antes de buscar con la mirada algún objeto cualquiera: halló una olvidada y vieja peineta cerca de un contenedor de basura. Se colocó en cuclillas para mirarla, y al darse cuenta de que aún temblaba, respiró profundamente. Pensó en lo más conveniente para ella y supo que tenía que tranquilizarse y volver a pensar las cosas; ya sabía que nada de esto iba a ser fácil. Recordó la Central de Trasladores que sabía que existía en Australia y, con ello en mente, señaló el arruinado objeto con su varita.

Portus ―susurró.

La peineta emitió un profundo brillo azul que arrancó a Hermione una sonrisa de amargura a través de sus lágrimas. Ella estiró sus dedos hacia el traslador creado, sabiendo que lo que más necesitaba en ese momento era alejarse y huir. No es como si ella fuese una cobarde. Pero Hermione acaba de descubrir que no era suficientemente fuerte para enfrentar a sus padres sola. Le aterraba la idea de sus rostros tristes y decepcionados. Le dolía tanto que fueran tan felices sin ella…

Cuando su mano tocó la peineta, lo último que alcanzó a pensar antes de trasladarse fue que Harry tenía razón al intentar disuadirla. Quizá no debería hacerlo todo ella sola…

La alegre pareja que venía abrazada, y que se dirigía al mismo traslador que ella, logró que Hermione sintiera una ternura que había olvidado hacía mucho tiempo. Sólo hasta ese momento, cuando estaba dispuesta a escapar de Australia con un destino escogido al azar, ella se permitió pensar en el calor de una pareja y en el hondo cariño que encontró, pero que nunca pudo terminar de comprender en Ron. Pensó en cuánto tiempo tuvo que pasar antes de que pudiera ponerle orden a sus sentimientos y que eso, el no estar juntos, parecía más natural de lo que en un inicio creyó que sería. Sonrió con nostalgia al pensar en esa decisión acertada, aunque al principio no parecía así. ¿La que tomaba ahora resultaría igual? El alejarse por un tiempo de Australia, de la felicidad de sus padres… ¿estaría bien? ¿El tiempo volvería a enseñarle que sólo se necesitaba encontrar el momento adecuado? Tal vez…

―Sujeten el traslador, por favor ―murmuró una voz a la que Hermione no dudó en obedecer. La familiar sensación que le hacía revolver el estómago le hizo pensar que tal vez se había vuelto a equivocar. Sin embargo, esa noche, cuando Hermione llegó al lugar indicado por el traslador y sus ojos miraron alrededor, lo último que esperó que la vida le ofreciera era la visión de un hombre conocido que llegaba al mismo tiempo que ella.

Atractivo, alto, de mirada fría y poseedor de un cabello rubio casi platinado que acentuaba sus rasgos afilados, quien también giró su rostro, logrando el inevitable encuentro de sus miradas. Draco Malfoy entrecerró sus ojos cuando reconoció a la mujer castaña que lo miraba paralizada, hasta que sin motivo alguno ella derramó una lágrima de la cual no pareció consciente.

Hermione salió de su momentáneo shock y se preguntó si acaso ésa era la respuesta de la pregunta que se había formulado antes de trasladarse.

―Bienvenidos a Nueva Zelanda ―dijo una voz lejana, ajena a ella, pero que alcanzó a escuchar. La gryffindor levantó su mano y tocó su mejilla, ahí donde Malfoy la miraba con insistencia y se sorprendió al descubrir que estaba llorando. Bajó la mirada hacia la palma de su mano, cuestionándose por qué él, de entre todas las personas, tenía que ser el que viera la parte más rota y frágil de ella.

…fue entonces cuando un pañuelo blanco, con las letras D. M. bordadas en plata fue colocado en su mano. Hermione levantó su vista y descubrió a Draco Malfoy, a unos pasos de ella, mirándola en silencio. Cuando sus miradas se conectaron, ella por un instante temió que él se burlaría… pero Malfoy simplemente le dirigió un último vistazo y giró lentamente, alejándose de ella y perdiéndose entre la multitud de viajeros llegados a la zona de trasladores.

La noche en la que Hermione tomó la decisión que cambiaría su vida no tenía nada de particular. Muchos la llamarían una noche cualquiera y algunos otros, los curiosos, dirían que había sido especialmente brillante. Para Hermione, que siempre había creído en el poder de la voluntad, fue la noche en la que descubrió que dos caminos distintos entre sí y separados por un pasado adverso, tal vez estaban buscando el mismo lugar: el de la paz.


Autora al habla:

Para el Amigo Invisible 2013-14 me ha tocado escribir las peticiones de Alesz; en una de ellas pedía de ser posible un Draco/Hermione. No diré toda la trama, pero Alesz, puedo confirmarte (jurarte) que respetaré hasta el final lo que has pedido exclusivamente para esta historia. He de admitir que estoy un poco nerviosa ya que es la primera vez que escribo sobre esta pareja. Vamos, que ni siquiera he leído en su totalidad un Dramione, para qué mentir. Sin embargo, me he dedicado de corazón a pensar en esta historia y a narrarla con con cuidado. Espero de verdad que sea de tu agrado y que disfrutes leyendo tanto como yo he disfrutado al escribirla. Así que ya sabes, con mucho amor para ti el fic Confesiones para amarte.

Sobre este capítulo: Tenemos la presentación de la historia y el contexto sobre el que girará. Estamos hablando de un momento especial y particularmente doloroso tanto para Draco como para Hermione, aunque en el siguiente episodio será donde se pueda ver por qué Draco ha llegado donde está. Escogí Nueva Zelanda, un escenario que me parece nostálgico y hermoso, creo yo, ideal para la historia. Espero que este primer episodio haya sido de su agrado y también haya llamado su atención y no haberles aburrido de ninguna manera.

Agradezco a FanFiker_FanFinal, fantástica amiga, maravillosa escritora y excelente Beta, que me ayudó un montón con este fic y ha tenido la paciencia de un santo conmigo. No sé qué haría sin ti, cariño. ;)

Ahora, muchas gracias a todas las personas que se animen a acompañarme en esta historia. Es un cambio diferente para mí, pero de antemano les agradezco su tiempo. Muchas gracias por animarse a leer y más gracias si les nace un review para esta humilde historia. Un beso enorme y un saludo a todos de parte de PukitChan, la escritora perdida.