Hola aquí estoy de nuevo, a pesar de que no me mandan reviews, les traigo esta adaptación de la novela de Deborah Simmons, con los personajes de JKRowling.

Espero lesguste.

BODAS ARISTOCRATICAS

Capítulo Uno

El marqués de Godric estaba inquieto.

Decidió ir caminando a su casa londinense y despidió al cochero con un gesto. Ya era medianoche, pero el vecindario elegante todavía reverberaba con el sonido de los carruajes que transportaban impecables pasajeros de un baile a otro. Harry James Potter Evans, cuarto marqués de Godric, agradeció la oportunidad de estirar las piernas tras una hora de aburrimiento en compañía de lo más granado de la sociedad.

Por desgracia, el ejercicio no sirvió para aplacar la extraña sensación que llevaba meses atormentándolo y aquel día, con ocasión de su vigésimo sexto cumpleaños, se había hecho más acuciante. No veía razón para aquel desacostumbrado hastío. Desde que entrara en posesión de su título, a la temprana edad de quince años, había conseguido todo lo que se había propuesto, logrando una posición de riqueza, poder y prestigio que era la envidia de sus pares.

Al principio, había achacado aquel vago descontentó a una carencia de desafíos en su vida. Llegó tan lejos como quiso políticamente, ejerciendo una influencia enorme, más entre bastidores que en la propia Cámara. Aunque sus diversos negocios marchaban viento en popa, podía confiar su dirección a uno de sus muchos y capaces empleados. Los logros en la caza, boxeo y las carreras en su coche habían palidecido con los años, incluso el juego parecía poco emocionante.

Cuando aquella enfermedad sin nombre persistió, Harry pensó seriamente en sentar la cabeza y tener descendencia. Ya era hora de que dispusiera de un heredero y la idea de retirarse a la campiña se le hacía extrañamente atractiva, siempre que pudiera encontrar una esposa adecuada.

Sus amigos se hubieran reído al oírlo, ya que, desde la adolescencia, título y riqueza le habían garantizado una incesante corriente de mujeres y, a pesar de su reputación de rompecorazones, las madres seguían empujando sus hijas hacia él. Poco hacía Harry por infundirles esperanzas. Sus aventuras eran más a menudo con mujeres casadas, atraídas por el relumbre de su posición, o con mujeres de vida alegre, a quienes su propia reputación traía sin cuidado. Cualquiera que fuera su procedencia, las damas no mantenían su interés demasiado tiempo y no había considerado el matrimonio... sino recientemente.

Su nombre era Ginebra y había irrumpido en la temporada londinense como una bocanada de aire fresco. Hermosa, inteligente, inocente y simpática, era hija de un vicario y Potter se encontró irremisiblemente atraído por su sinceridad única. Sin embargo, no tardó en quedar claro que Ginebra se hallaba enamorada de una especie de padrino suyo, el mezquino conde de Slytherin.

Cuando descubrió hacia dónde se decantaban sus afectos, Harry hizo lo que pudo por asegurar su felicidad y ella había acabado casándose con el conde. Qué desperdicio, pensaba y, sin embargo, era innegable que aquellos dos compartían algo muy especial. Harry aceleró el paso, invadido por un extraño remordimiento, y siguió adelante. ¡Maldición, no estaba celoso del cabeza cuadrada de Malfoy! Era lo que compartía con Ginebra lo que él codiciaba.

Tampoco era que creyera en el amor ni en esas zarandajas, pero el noble y la condesa obviamente compartían una amistad basada en intereses comunes, un compañerismo y un afecto sencillo que era raro entre los matrimonios de buen tono. Potter aminoró el paso. Eso era lo que él quería, pero ¿dónde encontrarlo?

Parecía que todas las mujeres de Londres, o bien estaban dominadas por la avaricia y el tedio, o no había una sola idea en sus cabezas. Al mismo tiempo, tenía la impresión de que las de la buena sociedad rural eran lentas de entendederas y hogareñas. La misma hija del vicario era tan diáfana como el cristal, pero no por ello menos excitante. No parecía haber otra como Ginebra y Harry se preguntaba si no había perdido su oportunidad y ahora tendría que conformarse con morir sin herederos o aceptar a una de las avaras mujeres de su círculo.

Y no estaba acostumbrado a conformarse.

El humor melancólico persistía mientras se aproximaba a su, ahora a oscuras, casa de la ciudad. Había concedido a los sirvientes la noche libre tras la improvisada fiesta de cumpleaños que habían celebrado aquella tarde, pero no tenía reparos en irse a la cama sin la asistencia del mayordomo, el ayuda de cámara y los lacayos que normalmente pululaban por las habitaciones. En realidad, prefería disfrutar de la soledad oscura que lo recibió.

No era la primera vez que recorría la penumbra de los salones solo y, desde luego, no se sintió inquieto cuando se quitó los guantes y los arrojó sobre la mesa de caoba. Su reputación de adversario implacable se extendía desde los ambientes políticos a las calles, de tal modo que incluso los carteristas lo dejaban tranquilo.

Con todo, no había ganado su renombre bajando la guardia y al llegar a su despacho todos sus sentidos entraron en alerta. Una presencia sutil le provocó un hormigueo en la nuca y le hizo acercarse con naturalidad a su escritorio para sacar la pistola del cajón.

—¡Alto ahí, caballero! —estalló una voz confirmando sus sospechas.

Una figura salió de entre las sombras de las gruesas cortinas. Harry se hubiera echado a reír al ver aquel golfillo mugriento, sólo que no había nada gracioso en el arma que lo apuntaba. El rapaz, o era muy valiente o muy estúpido para asaltar al marqués de Godric en su propia casa.

Potter se sintió intrigado. Alzó una ceja desdeñosa y contempló a aquel bribonzuelo de aspecto lamentable.

—¿Piensas atracarme? —preguntó, incrédulo.

Las palabras parecieron desconcertar al pillastre, cuyas ropas desastradas y cabellos enmarañados necesitaban un buen lavado.

—No soy un criminal. Es usted quien debe responder de sus fechorías.

¿Fechorías? Harry olvidó por un momento la pistola, sostenida por una mano sorprendentemente menuda y firme, e inclinó la cabeza con interés.

—¿A qué te refieres exactamente, joven? ¿A mi oposición a la ley de...?

—No me refiero a sus politiqueos. Hablo de su moralidad, o de su carencia de la misma.

¿Carencia de la misma? El habla de aquel jovenzuelo lo sorprendió lo bastante como para que lo estudiara con más detenimiento. A pesar de su aspecto andrajoso, el chico se mantenía erguido, los pies separados, listo para disparar. No obstante, había en él algo sumamente extraño que Harry no acababa de identificar.

—A mí nadie me amenaza, mocoso.

Aunque no alzó la voz ni cambió su tono, lanzaba una advertencia aterciopelada, famosa por hacer que hombres hechos y derechos se echaran a temblar.

El golfillo ni siquiera pestañeó.

—He venido para vengar a mi hermana, a quien usted sedujo y dejó embarazada —dijo el rapaz.

Esta vez, a Potter no le pasó por alto el acento ni la frialdad de su voz. Aquel no era un ratero corriente. ¿Quién demonios era? ¿Y qué era eso de su hermana?

—Puedo asegurarte, mocoso, que no me mezclo con hembras de tu ralea —dijo serenamente.

—¡No emplee ese tono displicente conmigo! Ella sí le gustaba lo bastante como para arruinar su vida. Ha llegado la hora de saldar cuentas.

—Y supongo que eres tú el encargado de saldarlas, ¿cierto? —dijo Harry, inclinando la cabeza en un gesto desdeñoso que hizo sonrojarse al joven.

Era un tipejo extraño. Potter no pudo sino admirar su heroísmo, por muy extraviado que fuera, ya que no tenía la menor intención de dejarse alcanzar por sus balas.

—Escucha, no sé qué te habrán contado de mí, pero no abuso de vírgenes de ninguna clase. Quizá tu hermana sólo trate de protegerse a sí misma...

—¡Mi hermana no miente! —exclamó el chico, dando un furioso paso al frente.

Era lo que Harry estaba esperando. Se lanzó contra él, derribándolo al suelo con la velocidad que hacía de él un boxeador excelente. Le arrebató la pistola, pero el bribón peleaba como una fiera y, de un golpe en la mano, el arma salió girando por el suelo. Tampoco pudo el marqués recuperarla con facilidad. Tenía las manos demasiado ocupadas tratando de someter al chico que tenía bajo su cuerpo, que pataleaba y se debatía como un animal salvaje.

Sólo cuando optó por descargar todo su peso sobre él comenzó a sospechar la verdad. Con un sobresalto, contempló la cara que tenía debajo. Se retorcía de miedo y rabia y estaba tiznada de hollín, pero bajo aquella mugre había una tez clara, mejillas suaves, unas pestañas espesas y largas y unos ojos de caramelo. ¡Por todos los diablos! Metiendo una mano en la harapienta chaqueta, Potter obtuvo su respuesta cuando cerró los dedos sobre un seno pequeño, aunque perfectamente formado, ¡Una mujer!

El sorprendente descubrimiento lo distrajo a la vez que la muchacha, obviamente ofendida por sus manoseos, le clavaba los dientes en el brazo. Le mordió tan fuerte que la soltó con una maldición y, a partir de ese momento, el marqués no supo bien qué sucedió. Vio que ella levantaba la pistola, pero antes de que completara el gesto, disparo.

Harry sintió el desgarro lacerante del metal en su carne, pero se las arregló para ponerse en pie y andar tambaleante hacia el cajón donde guardaba su propia arma. No teniendo intención de morir a manos de aquella mujer peligrosa, tampoco debía darle la oportunidad de recargar.

No hubiera necesitado esforzarse, la asaltante se puso en pie de un saltó y soltó la pistola como si de repente le resultara insufrible. Mirándolo con una expresión horrorizada en sus rasgos delicados, gritó.

—¡Dios! ¡Estás herido!

Parecía que la mocosa tenía habilidad para constatar lo obvio.

—-Sí —dijo él antes de caer desmayado a sus pies.

Bien este es el inicio y la ire actualizando rápidamente mientras mi inspiración regresa para continuar con las historias de mi autoría, hasta pronto. Cuídense.