PRÓLOGO.

Silencio. Que bello es el silencio cuando no está roto por gritos de dolor, sangre al salpicar y balas resonando entre las paredes. Nunca se me pasó por la cabeza que llegaría tan lejos; que tendría a mis pies al hombre más importante de Alemania en este tortuoso siglo XX. Pero ahora que estoy a punto de ganar y a punto de apretar el gatillo de mi pistola, no pienso echarme atrás. Venceré y pondré fin a este genocidio en masa que creía que más de una vez me llevaría a la locura.

Este es el fin, has perdido. Aunque, lo cierto es, que en esta guerra nunca hubo un ganador, solo vencidos.