Yamamoto Takeshi era una persona a la que sus amigos molestaban como "friki del baseball", pero Yamamoto nunca pensó que realmente le gustarían las cosas frikis. Ahí, sentado frente a él en el tren bala, estaba un joven de cabello plateado.. ¿Plateado? Ese color no se ve más que en los acianos, era muy joven para tener el cabello asi, de hecho, se notaba que era natural, su piel era clarísima, y parecía extranjero, pero vestía el uniforme de un instituto vecino del propio beisbolista.
Esta vez, por suerte se lo topo en un vagón medio vacío, ya lo había visto antes, pero siempre el vagón estaba demasiado lleno como para dirigirle la palabra, porque Yamamoto era tan curioso que quería saber quién era ese joven que destacaba por su piel clara y su cabello opuesto al propio y el de todos los japoneses. La primera vez que lo vio, el vagón estaba tan lleno que sentía los cuerpos de los que le rodeaban, completamente pegados a si mismo; Traía el cabello húmedo, había entrenado desde las 5 a las 7, y tras bañarse, espero a esta hora encontrar el vagón vacío, pero se equivocó. Ahí, sentado justo frente a él, estaba él; pudo notar que sus ojos eran verdes, completamente hermosos, y aunque su tenida era algo punk, portaba el uniforme de un instituto. Cuando se dio cuenta, el joven se puso de pie y se colocó a su lado, acoplándose como podía entre tantas personas, cediéndole el asiento a una anciana que apenas podía estar de pie.
"Gracias, hijo" Dijo ella, y Yamamoto no vio expresión en el joven, más que un asentimiento por su parte. Sus manos se rozaron cuando agarraron el mismo soporte en las barras del vagón, y sintió la frialdad de ella, evitando ser tan notorio al observarle, más el joven de cabello platinado no se inmuto, al parecer no sintió el roce que había entre sus manos, y se conservo quieto viendo el camino pasar frente a sus ojos.
-¿Na, cuando se es friki? –Cuestionó un día cualquiera el beisbolista a sus amigos, y estos carcajearon.
-Mírate al espejo y lo sabrás, Takeshi –bromearon, eso no ayudo a Yamamoto para nada.
Ahora estaba ahí, temprano, y con el vagón medio vacío. A su lado asientos más lejanos habían dos chicas, estudiantes del mismo instituto al que iba, al otro lado en la punta un hombre de traje leyendo el periódico, y frente a si, estaba el joven, para terminar al lado de este, más hacia acá, un anciano medio dormido, y aunque eran casi las 7 de la tarde. Yamamoto tragó saliva y finalmente se atrevió, se puso de pie y con una sonrisa un tanto nerviosa caminó hasta el joven de ojos verdes, medio inclinándose para que le notara.
-¡Hola! –Okay, no podía decir algo mejor, estaba muy nervioso. El joven alzó una ceja cuando lo notó, y lo miro sin mucho interés
-Piérdete –Fue lo único que salió de su boca, su voz era ronca, y esos ojos verdes se fueron nuevamente al libro que estaba leyendo. Yamamoto quedo boquiabierto, nadie le había rechazado de tal manera, era popularísimo en su instituto, todas las chicas morían por él, los chicos lo adoraban como amigo, y aunque Yamamoto no tenía ese orgullo de popular, ni fanfarroneaba, ni mucho menos era vanidoso mirando en menos a los demás, le pareció que algo se encendió en su interior al escuchar aquel rechazo.
- ¿No eres japonés, verdad? –Rio suavemente, con cara avergonzada, todo lo había pensado lentamente, y con los mismos movimientos lentos se sentó al lado del que parecía extranjero.- Tu..
- Estás mirando mi cabello, ¿verdad? No molestes, es natural…
-¡Genial! –Exclamó sonriendo abiertamente y le miro con algo más de confianza, cuando el aludido frunció sorprendido.- ¡Me parece genial! ¡Es un color muy exótico! Tus ojos tambie-
- ¿Qué es lo que quieres? –le interrumpió, con disgusto, evidentemente incómodo con la forma en la que el otro había reaccionado con la apariencia del peliplateado.
Yamamoto parpadeó sintiendo la defensiva del que tenía a su lado y le sonrió de manera suave, para inspirarle confianza.- Quería hablarte. –Fue completamente directo aunque sentía que el corazón le palpitaba con mucha fuerza.- T-te vi a comienzo de primavera, y quería hablarte, me pareces genial… todo tu
El joven sintió su cara enrojecer cuando el otro le trato de manera más allá de lo amable, tierna, tirando a lo coqueta. Desvió su mirada cerrando el libro de golpe y guardándolo en su bolso, dispuesto a moverse de ahí, ya le habían tocado chicas y tipos raros que le habían hecho lo mismo durante toda su vida, y cuando iba a defenderse, el japonés estaba cada vez más cerca de si, ¿qué acaso los japoneses no eran más... reservados?
-¿Puedo saber tu nombre? –Pidió Yamamoto con su tono de voz aniñado, suave, reconociendo que el otro no lo toleraría mucho.
El joven guardó silencio un momento, frunciendo el seño, para finalmente voltear hacia el japonés y examinarlo fugazmente, era muy simple, tenía los ojos café, y el cabello oscuro, su piel era ligeramente tostada, y era más alto.- Claro que no, idiota –sentenció el extranjero, poniéndose de pie, pero el japonés, le sostuvo de la muñeca, aun sentado, colocando una mano como si rezase, en forma de ruego con una sonrisa cautivadora
-Por favor –Ciertamente Yamamoto no iba a perder la oportunidad que aprovechó de hablar con él, y también era cierto que la personalidad del otro era tan exótica como su aspecto.
Y entonces no se pudo contener, repartiendo una paliza en el japonés, junto con un pack de madrazos e insultos que nadie querría recibir.
-Gokudera Hayato, y no te vuelvas a acercar a mí, o te mato –Amenazó sin dudarlo ni un poco en la voz, cuando salió del tren bala, mientras Yamamoto se quitaba la sangre que se escurrió de sus labios, no era un pervertido, mucho menos un acosador, sencillamente era una persona curiosa.
