(Disclaimer: bla, bla, bla, bla: por favor busca " Creepy Music Box (Extended Ver.)" en youtube y luego prosigue.

¿Sabes porque fue el origen de su maldad? ¿Lo sabes tú? Yo personalmente creo que su crueldad aquella noche no era otra cosa que la necesidad de compensar un sueño roto….

La zona en medio de las montañas Byankala es una zona especial dentro de la República Popular China, y los bosques que se encuentran en el valles custodiados por sus pétreos centinelas es de una belleza sin igual. La taiga nevada se extiende sin fin por aquellos paisajes en épocas de invierno, y la zona dura y aparentemente pobre es la cuna de varias aldeas y varios pueblos, todas hogar de un sinfín de combatientes con genes y habilidades especialmente privilegiados tras generaciones de práctica. Las montañas y colinas se yerguen agrestes, y los la selva sobre ellos es de una espesura casi impenetrable y ciertamente intimidante.

Y lo que es peor, para todo aquel forastero que se adentre en ella en tiempos de invierno imprudentemente, la Selva siempre tiene hambre.

Aunque eso al parecer a alguien no parecía importarle.

Tap, tap, tap.

"Maldita sea" un jinete de larga cabellera cabalgaba por aquella Taiga, completamente furioso por haberse dejado sorprender por aquel frente invernal "¡Si no llego pronto a la aldea voy a morir de frío!"

El caballo sobre el que iba montado pisó una roca floja y resbaló, pero el jinete permaneció impertérrito y el caballo pudo recuperarse sin dificultad alguna. Un rayo trono en el cielo, y luego otro; el caballo saltó sobre uno de los arroyos que se habían cruzado en su camino y siguió enterrando sus pezuñas en aquel terreno. Pero aquel animal estaba exhausto, y su jinete lo sabía: o llegaba a su destino pronto o su montura iba a reventar.

Aquel jinete se quitó la capa que cargaba, y dejó ver su abundante cabellera; bajo su frente un par de ojos hermosos color marrón salieron a relucir. Aquella mujer dejó la capa sobre la crin de su caballo y desenfundó su espátula, un instrumento de cocina bastante enorme para todos los estándares y con el que empezó a cortar las ramas que se interponían en su camino a diestra y siniestra. Pero el camino se volvía más y más impracticable, hasta que a ella también la sangre se le empezó a helar en las venas y la luz en medio de la arboleda desapareció completamente. La Aldea ("aquella aldea de horribles y creídas mujerzuelas" como le gustaba llamarla su madre) sin duda seguía fuera de su alcance, y si su montura y ella misma no conseguían refugio en menos de una hora iban a morir de frio. Y tampoco podían detenerse a descansar: el sudor sobre sus cuerpos se congelaría inmediatamente…. Con funestas consecuencias.

—¡Ia! ¡Cambio de planes, preciosa! ¡A la cabaña de Máximo y Zajar!

Desde el cielo caía una lluvia finísima aunque tan fría como el hielo; habiendo sido esa la última señal que necesitara para decidirse, aquella mujer convertida en jinete alzo las riendas y le ordenó a su cabalgadura cambiar de dirección. Pero en lugar de alejarse de aquellos parajes y acercarse a la civilización, se acercó más y más a aquella selva todavía virgen, y con determinación y confianza seguras enfiló por un camino que esperaba recordar. La adolescente hincó sus tacones en los ijares de su caballo y volvió a alzar la fusta. Era un espectáculo digno de ver: aquella niña con una larga cabellera ceñida fuertemente en una cola de caballo, manos envueltas en guantes, con una espátula de metro y medio blandida como un machete y cabalgando en medio de la selva era la viva imagen de una Amazona.

La chica volvió a espolear el caballo aún más fuerte, y éste, cansado y a punto de reventar, lanzó un relincho de protesta. Pero ya habían llegado; la cabaña de los guardabosques se dejaba entrever ya entre la espesa arboleda. La mujer volvió a espolear a su caballo y saltaron sobre la cerca, describiendo una curva más o menos amplia y posicionándose sobre lo que parecía ser un cobertizo más o menos grande que sin duda fungía como un establo.

—Hemos llegado, ¿ves?—la jinete apoyó una mano sobre su montura y trató de calmarlo, aunque el caballo no dejó de piafar agitadamente—Ya está.

La chica abrió aquella puerta e intentó entrar. Aquella espátula gigantesca se atoró con algo nada más pasar, así que soltó una maldición y sacó su linterna.

Aquel lugar ciertamente era bastante amplio. Era un cuarto de madera, fuertemente construido, y asentado en parte sobre una oquedad en el suelo de aquella colina. Las paredes estaban llenas de aparejos y herramientas, y Ukyo se quitó aquella cuerda que le había caído encima. Tranquilizó al perro levantando la espátula lo suficientemente en alto para recordarle quién era quien mandaba y metió al caballo. Lo limpió y lo secó con una de las jergas adentro y le extendió suficiente pienso como para que se llenara el estómago. Aquel perro le pasó la lengua por encima.

Ukyo respondió al gesto y después cerró la puerta. El clima había empeorado aún más de lo imaginable. La Selva—toda aquella masa de bosques nevados— se movía al vaivén del viento como si éste tratara de arrancarlos. La chica se detuvo en su camino a la cabaña. Le parecía que algo—o alguien—andaba libre aquella noche.

La niña se deshizo de aquellos pensamientos tan rápido como había llegado. No tenía tiempo para especulaciones y se estaba muriendo de frío, así que golpeó la superficie de madera tres veces y abrió la otra puerta. En su interior encontró a alguien. Aunque no exactamente a quien esperaba.

—¡Abuelo! ¿Es usted? ¿Cuánto tiempo ha pasado ya?

—¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí?

Ukyo se acercó a aquel anciano junto a la chimenea. `Era un hombre viejo, muy anciano y enfermo, y que por alguna razón Z… y M… habían dejado sólo aquella noche. ¿Dónde estaban aquellos guardabosques? En una de las paredes de aquella cabaña habían dejado colgadas sus armas de fuego.

—Soy la nieta de Ukyo, ¿me recuerda? Aquella que se casó con…

El anciano (que Ukyo había llamado abuelo como gesto de cortesía) siguió con una expresión tan desconcertada como la que le había visto en un principio. Aquella adolescente soltó un suspiro de resignación mientras se llevaba una mano a la espalda y alzaba unos pocos centímetros aquella que era su arma principal e instrumento de cocina.

—La nieta de la chica de la espátula, ¿recuerda?

—¡Ukyo!—el anciano soltó una sonrisa de satisfacción al recordar aquel nombre—Si, la recuerdo muy bien…Y si no me falla la memoria, tú te llamas exactamente igual, ¿no es así? Siéntate… Z… y M…tardaran en llegar esta noche.

Ukyo puso una tetera en el fuego y después se sirvió un café. Aquel viejo giró su silla y ambos se sentaron frente a frente.

—Ha pasado mucho tiempo—el viejo parecía mirarla, pero sus ojos estaban bastante nublados—¿A que debemos el honor?

—Bueno, iba de camino a la Aldea, y como la tormenta no me dejó seguir…

El viejo soltó una carcajada.

—Debí suponerlo… Ninguna chica particularmente hermosa se desviaría por otra causa del camino principal.

El anciano se quedó en silencio, y Ukyo tampoco dijo nada ante el temor de ofenderlo. Pero el viejo volvió a hablar.

—¿Lo oyes?

Ukyo pensó que el anciano estaba loco.

—¿El qué?

El anciano agachó la cabeza y por un momento no dijo nada. Pero luego alzó la mano y se señaló el oído.

—Yo ya no tengo buena vista, pero aún tengo buen oído. ¡Escucha!

La hija de Ukyo presto atención por un momento. Al principio no oyó nada, pero tras unos minutos de escuchar detenidamente pudo notar como un siseo proveniente de la Selva llegaba hasta ella. Era un sonido quedo, constante, que no pudo identificar por mucho que tratara de adivinar cuál era su causa. No parecía ser producido por el agua, ni por el viento sobre los arboles…. Era algo más.

—Es el demonio, el demonio de la Selva—el viejo interrumpió el silencio amodorrado que se había impuesto—El demonio, que otra vez está enojado y vuelve a hacer de las suyas….

—¿Un demonio?—la chica se llevó una mano a su espátula— ¿No vendrá hacia aquí, no es cierto?

—Despreocúpate chiquilla—la tranquilizo el viejo— No es la primera vez que causa destrozos de este lado del bosque. Golpeará las rocas y romperá los árboles, pero no irá más allá. No, en realidad el demonio de la Selva no es malo.

—¡Como que no! Si rompe rocas, quiebra árboles y hace destrozos, ¿cómo no va a ser malo?

—Pero solo lo hace cuando está enojado—puntualizó el anciano—Sólo en ese caso.

El viejo tomo una pausa, como si luchara por recordar lo que planeaba decir o como si quisiera convencerse a si mismo de contarlo, Agarró aire y continuó:

—En cambio aquí en la Selva la gente ha hecho cosas peores, puedes creerme. Cosas que realmente te pondrían los pelos de punta.

La tormenta arreció. A la hija de Ukyo no le hubiera extrañado que la pequeña cabaña se desbaratada hecha pedazos, pero ésta estaba sólidamente construida y resistió el impacto del viento. El silbido que poco antes el viejo le había atribuido al Demonio de la Selva se acercó aún más; el viejo sonrió. ¿Era porque le divertida la reacción de la pequeña o porque había recodado algo que le hacia gracia?

—No tienes curiosidad por saber que paso con Shampoo y con Mouse?—un rayo cayó del cielo cerca de ellos, dejándolos sordos por unos instantes— Nadie en Nerima se preguntó alguna vez porque Shampoo o Mouse nunca regresaron a Japón?

—Bueno eso es obvio,¿ no, abuelo? —repuso la joven— No tenían nada porque regresar…

—Eso solo fue cierto en el caso de Shampoo—contestó el viejo, mirándola con sus ojos empañados— Pero en el caso de Mouse….Bueno, te diré que su mente no estaba muy clara, en especial para los ojos de la vieja Colonia. Porque nunca regresó teniendo en cuenta como lo veían las demás mujeres de la aldea de la Supremacía Femenina es algo que no entenderé jamás….

El viejo se inclinó hacia Ukyo, haciendo que su mecedora fuera con él.

—Yo ya estoy muy viejo—el viejo se mesó la barba—pero cuando la Selva respira agitada mi memoria vuelve a mí con una fuerza especial. Y recuerdo esos sucesos como si hubieran sido ayer….Quieres que te los cuente?

Ukyo no contestó, en su lugar, acercó aún más su silla y se puso cómoda. Afuera, la tormenta seguía haciendo de las suyas.

—Por supuesto abuelo—Ukyo se agazapó sobre su asiento y se inclinó hacia adelante—Me encantaría.

A lo lejos, en la selva, el demonio seguía causando destrozos.

—Yo tenía seis años cuando me quede huérfano—aquel anciano se recostó sobre su silla y echó su cabeza hacia atrás— Mi madre acaba de morir por culpa de una terrible enfermedad, y a mi padre jamás lo conocí. Cuando mi mamá murió pensé que el mundo se me había caído encima.

"Desgraciadamente, eso significaba que no tenía a nadie en el mundo. Mi madre había emigrado hacía poco a las Byankala y era nueva en el lugar. No era una Amazona. Había recibido la ayuda por parte de las Joketsuzoku solo porque era una mujer y se notaba extraordinariamente fatigada por el viaje. De qué o de quién huíamos, no lo sé. Sencillamente no lo recuerdo. Tal vez Colonia lo supiera….Aunque nunca tuve ocasión de preguntarle.

Ahora bien, cuando mi mamá murió, la vecina que la había estado atendiendo me llevó al centro de la plaza para que me vieran todos los demás. No tenía una idea clara de que hacer conmigo. No podía cuidarme. Ya tenía siete hijos y su marido no tenía ganas ni ánimo para alimentar ni una boca más. Así que me dejó en medio de todos ellos con la esperanza de que para cuando callera el sol alguien se compadeciera de mí y me acogiera en su familia. Pero ninguno de los presentes se atrevió a hacerlo.

—¿Por qué?—le pregunto la Niña—Las Amazonas son unas maleducadas con pésimo gusto, pero siempre pensé que por lo general tenían buen corazón.

—La decisión no tenía nada que ver con ellas—repuso el anciano con voz cabizbaja—La mayoría de ellas no cuidaban el hogar, así que la decisión recaía sobre sus maridos. No dudo que si no se hubiera llegado a un acuerdo sobre lo que pasaría conmigo alguno de ellos hubiera dado un paso al frente, pero la situación de las Montañas Byankala empeoró drásticamente después de la batalla en el Monte Fénix…

—¿Tan grave fue la pelea con Saffron?

Aún a través de las épocas y un sinfín de generaciones, la pelea entre Ranma y el alado señor del Monte Fénix seguiría siendo motivo de muchas leyendas y especulaciones.

—Lo fué—confirmó el viejo—La respuesta fue aún peor de lo que las mismas ancianas osaron esperar. Beijing mandó tropas y funcionarios para mantener a la región absolutamente bajo control. Al lugar se le quitó su estatus como zona semiautónoma y de la capital llegó la orden de esclarecer cuales habían sido las causas de aquel desastre…—el anciano se encogió de hombros— Supongo que nadie puede tener una pelea épica en un lugar tan cercano a la frontera con Rusia y esperar que tal cosa pase desapercibida.

"Ahora bien, con la llegada del control del partido la zona se empobreció severamente. La debacle duró varios años. Mi madre siempre me había descrito el lugar como una región bella y próspera, pero cuando llegamos a este lugar procedentes desde C... la pobreza corría rampante y las detenciones arbitrarias habían alcanzado su punto más álgido a pesar de que ya habían pasado más de siete años. No era un buen lugar para vivir.

"Por fortuna, los controles fueron cediendo y todo volvió a ser como antes, aunque no sin que los lugareños tuvieran que asumir un modo de vida más o menos "normal" para despistar a las autoridades. Pero el equilibrio del valle había sido severamente roto, así que aun cuando aquellos funcionarios se marcharon, el hambre dentro de la zona siguió corriendo rampante.

—Así que por eso dudaron en acogerlo—Ukyo lo miró de hito en hito mientras bebía de su taza de café—Ni siquiera tenían ellos lo suficiente como para evitar morirse de hambre.

—Exactamente—respondió el viejo contento de que aquella adolescente comprendiera el punto—Aquellos hombres tenían una responsabilidad que atender, y sus familias estaban primero. Pero…

"¿Quién es este niño?" a través de las brumas del tiempo aquel recuerdo volvió a su memoria "¿Qué sucede? "

El Anciano reclino su cabeza sobre el respaldo de su silla. Aquello había sido tantos años atrás…

"Se ha quedado huérfano" le contestó el aldeano a aquel jinete proveniente desde la Selva "No sabemos qué hacer con él."

El jinete arreó a su cabalgadura y rodeó al niño varias veces mientras le dirigía una mirada pesada. Una luz brilló en sus ojos fríos y muertos.

"¿Cuántos años tiene?"

"Seis."

Aquel jinete pasó una mano sobre su cabalgadura, que por alguna razón había empezado a piafar ruidosamente.

"Pues está decidido. Vendrá conmigo."

Aquel aldeano trató de prevenirlo.

"Estás soltero. Y no eres rico. Tarde o temprano te casarás, tendrás tus propios hijos y este niño en lugar de ser una bendición será un estorbo."

"¿Casarme yo? ¡Válgame el cielo!" el hombre soltó una carcajada en medio de las miradas de reproche de la poca población femenina congregada en el lugar "Las mujeres no son más que una carga y un incordio. ¿No es así, hermanos? "

Aquellos hombres soltaron una risa. La mayoría se había casado por obligación. Incluso los felizmente casados rieron…aunque algunos no pudieron evitar recibir un zape.

"En eso tienes razón, Mousse."

El jinete bajó de su montura y se acercó al niño que lo miraba completamente intimidado.

"¿Cómo te llamas, niño?"

"Dimitri"

"Muy bien Dimitri" Mousse alzó al niño y lo colocó sobre uno de los caballos que venía jalando con el suyo "A partir de hoy vivirás conmigo. "

Así que empezó a vivir usted con él—Ukyo dejó de beber, entre asombrada y apenada, mientras aquel anciano regresaba al presente y volvía a mirar hacia adelante— Debió de ser muy duro para usted. Mousse siempre tuvo fama de ser un imbécil.

Los ojos de aquel anciano estaban nublados, pero por sus labios cruzó una sonrisa de añoranza.

—Todas pensaban lo mismo—el viejo soltó una carcajada—Las mujeres lo odiaban: ante ellas, Mousse solo abría la boca para decir un insulto. Ni siquiera la vieja Colonia…Y ciertamente mi estancia con él no fue un paseo. Pero nunca me pegó. Era duro, insultante y frecuentemente cruel, pero nunca descargó su frustración contra mí, aunque a veces tampoco dudó en castigarme…

El anciano alzó el brazo y le mostró la cicatriz de una quemadura.

"Al principio no comprendí porque era así. No era un mal tipo. Era callado y reservado, y su puesto como guardabosques y guardián de las montañas Byankala lo habían condenado a una vida solitaria alejada de todos los demás. Dicen que el mismo había solicitado ese trabajo. A veces bebía. Pero los demás hombres de la aldea lo adoraban porque el hacía y decía todo lo demás de lo que ellos no eran capaces, aunque en las fiestas del pueblo no era de ninguna manera el más locuaz. Algunos decían que era por lo que había visto y oído cuando había pertenecido a la Legión extranjera, y otros decían que algo en las batallas que había pasado junto al señor Hibiki y el señor Saotome había dejado su marca. Las mujeres sencillamente opinaban que sólo en esos momentos se daba cuenta que debía mantener su boca cerrada. A las Ancianas las sacaba de quicio.

—¿Y no lo castigaban?—Ukyo soltó una expresión de asombro—Tenía entendido que en la aldea de la Supremacía Femenina el beber alcohol era un delito capital.

—Y aún lo sigue siendo—respondió el anciano—Beber puede provocar fallos e imperfecciones en la descendencia, algo que ninguna Amazona que se precie de serlo puede aceptar. Pero las mujeres pensaban que era un imbécil y sabían que ninguna Amazona querría casarse con él de todas modos, así que… ¿para qué preocuparse? Además, Mousse las despreciaba intensamente. A todas y cada una de ellas. Especialmente a Shampoo.

Ukyo no se pudo contener: aquella mesita frente a ella crujió bajo su puño.

—¡Eso no es posible!

El Anciano alzo una ceja y le dirigió un gesto sarcástico.

¿Qué?—contestó entre dientes aquel anciano—¿De verdad ustedes las mujeres creen se pueden meter indefinidamente con el corazón de un hombre impunemente? ¿En verdad siguen creyendo allá en Nerima que su amor estaba más allá de toda redención?

"Lo que te dijo la Anciana Colonia en verdad fué muy cruel."

"¿Oh, en serio? Palabras de una vieja pedorra" aquel jinete perdido en la bruma del tiempo ni siquiera se molestó en mirar al niño que cabalgaba detrás de él "Tengo mejores cosas que preocuparme de ella."

El niño volteó a verlo sin podérselo creer. Aquellas palabras, dichas con una maldad viperina lo habían afectado también a él.

"Pero…¿En verdad no te lastimaron?"

El niño huérfano pudo percibir un dejo de burla en aquella sonrisa.

"Por supuesto que no, Dimitri. He convertido mi cuerpo en piedra y mi alma en hielo. ¿Quién puede ahora lastimarme? "

Bueno, aquí está. Había pensado en este fic desde hacía mucho (en realidad desde que vi otra vez uno de aquellos capítulos donde Mousse volvía a quedar como un imbécil, que sorpresa) y al llegar navidad y ver los desafíos navideños pensé que sería una buena ocasión para terminarlo. Como se podrán dar cuenta, la navidad ya pasó, pero la estación sigue siendo invernal y esta temporada siempre se me hace más tétrica que el día de muertos (donde todo es diversión).

He de confesar que está en una adaptación muy personal de otro cuento más viejo, El Demonio de la Selva, del escritor ruso Vladimir Korolenko, cuento que tuve el privilegio y el honor de leer en una de las revistas de mi madre de la colección Novelas Inmortales (las cuales compro siempre que puedo, por si quieren venderme las suyas). El ánimo me llegó después de leer Cuentos navideños de fantasmas (o algo así) de Charles Dickens, en la misma editorial.

Mi intención es incluir dos capítulos más a esta historia y así descansar así un poco de las demás historias. He estado trabajando en Y Ranma volvió de la Guerra casi sin parar, pero hay veces en que por más que me esfuerce la historia se vuelve en desabrida, y eso sin contar que me da la impresión de que con esa historia me centro mucho en aspectos un poco más profundos que se alejan más de la trama de Rumiko Takahashi (que se pudra: todavía no me recupero del final del manga. malvada). Al menos en esta historia trataré de acercarme más a las consecuencias que Takahashi no supo prever o no quizo mostrar sin tener que recurrir a cargas Banzai, la unidad 731, la invasión soviética a Manchuria o la batalla de Luzón o la invasión a…

En cuanto a Y Ranma volvió de la Guerra, ( y en respuesta al mensaje de DIG), diré que no voy a dejar de actualizar la historia hasta que termine o me muera y que estoy reescribiendo la historia. La última vez que la actualicé fue al publicar Te será dada una señal, y toda la trama ahora empieza desde antes de la desaparición, justo después de la boda fallida y antes de que Ranma, Ryoga y Mousse desaparezcan de sus vidas. El problema es que empezar desde antes me ha forzado a replantear toda la historia, agregar personajes nuevos y a incluir nuevos puntos de vista. Lo que sí puedo asegurar es que actualizaré antes de que acabe enero, Dig.

Una última advertencia. No soy anti Shampoo, así como no soy anti Akane ni anti Ukyo ni anti nada. Mi intención no es hacer que sientan lástima de Mousse. Sientanse libre de odiar a cualquiera de ellos como más gusten (no porno)

Saludos :3