Aclaraciones: South Park es de Matt Stone y Trey Parker, por lo tanto yo todo lo que hice fue crear esta historia en base a sus personajes. Espero que la disfruten.

- ¿Sabes lo lindo que te ves mientras duermes mi chocolate? – susurré al joven que dormía plácidamente a mi lado mientras mi mano desenredaba su rojiza cabellera.

Hace bastante tiempo ya que le llamaba así, pero ¿por qué? Ayer no habría podido responder… Tan solo intuía que aquel sobrenombre le quedaba bien, más no comprendí el porqué hasta hoy en la mañana.

- Eres cruel Kenny – había pronunciado con un deje de desprecio en la voz tras ver como trataba a Tammy. El pelirrojo se había enojado a sobremanera y eso me hizo más que merecedor de una cachetada. Aquel chico era compasivo, alegre y muy blando e corazón. Un chocolate dulce… Pero eso no fue lo único que Tammy me ayudó a comprender.

Después de aquél episodio las cosas fueron como siempre. Besos, caricias, algo de sexo y el chico de bucles cobrizos se derritió a mis pies. Más un pensamiento no abandonó mi cabeza en toda la tarde. Yo era un chocolate amargo…

Si cualquiera me viera no se daría cuenta pero… ¿acaso no lo había comprobado ya? Cualquiera que a mí se acerque pasara amargas experiencias, pero, aún así, soy tan adictivo como cualquier otro tipo de chocolate…

- ¿Kenny? ¿Qué te sucede? ¿por qué tan pensativo?

Kyle... se había despertado y las bellas esmeraldas que ahora reposaban sobre su rostro lo comprobaban. Sus ojos verdes, su rojizo cabello y su delicada y pálida piel lo hacían parecer morbosamente delicado, y eso me gustaba… Un escalofrío recorrió mi espalda mientras un mal contenido impulso me acercaba a él lentamente, para luego, de manera inconsciente, sacar mi lengua y lamer su mejilla con suma delicadeza.

- ¡¿Qué crees que haces? ¡¿Acaso te has vuelto loco? – después de eso no escuché más. Su rostro se había transformado en un tomate a causa de la rabia y eso tan solo le hacía ver más adorable, embobándome y produciendo que mi lengua cosquilleara por volver a lamerle la mejilla.

El suave sabor de su piel aún descansaba sobre mi lengua sacándome un suspiro de placer que Kyle pareció entender como resignación. Aquella sensación era la prueba que faltaba para comprobar mi hipótesis sobre el bello pelirrojo que ahora, ya más calmado se levantaba de la cama para irse a duchar.

Ya no cabía duda, Kyle era, y siempre sería, el más dulce de los chocolates.