Soledad. Pura y angustiante soledad era lo que él sentía en ese momento.
Su mente era una trampa que vivía por sí misma, una especie de trampa letal, de aquellas que para matar toman su tiempo, demoran en herir a su objetivo, lo hacen continuamente por un largo tiempo. Hasta que el sujeto abandona, no porque quisiera, sino porque no podía seguir.
Ese era el tipo de mente que poseía cierto chico guapo de ojos avellana, sonrisa cálida, y rizos que enamoraban.
El no poder dormir por tener la mente llena de ruido era común, pero los segundos, minutos y horas pasaban... Y esa noche realmente sólo quería dormir, pues había sido un día demasiado agotador.
Flash back
Todo ese infierno había comenzado por esa llamada que tuvo la desdicha de contestar.
-... Sé que no te gustan las fiestas, cariño. Pero realmente DEBES venir- Le dijo su madre desde el otro lado de la línea.
-¿Y cuál sería tan especial ocasión como para que mi padre acepte abrirme las puertas de su casa y tú te dignes a hablar con el marica que tienes por hijo?- Soltó. Y es que era doloroso que tu madre, al salir del clóset, te regalara todos aquellos insultos que diariamente oías en la escuela, te pusiera en un internado, no la veas por una gran cantidad de tiempo, y luego como si nada llama para que asistas a una fiesta.
Que gran broma de la vida.
La mujer del otro lado suspiró. -Escucha bien lo que te diré ahora, porque no lo repetiré y debes tener claro ésto- No le gustaba al pelinegro el tono de voz que había adoptado la mujer... -Vendrás a esa fiesta quieras o no, ¿entiendes? ¿Qué querías estudiar?, ¿música? Adivina qué, para estudiar necesitas dinero. Dinero que tu padre y yo te damos sin pedir nada a cambio. Y ahora te estoy pidiendo un favor, y como tú sabes que si tus padres no estuviesen felices contigo no pagarían tu carrera... No sé, tú eliges, mi amor. Ahora colgaré y espero mañana verte a las ocho aquí en casa, para que nos ayudes a preparar todo para el día siguiente. Adiós.-
Cortó. Ni siquiera pudo articular palabra en contra de lo que había dicho su madre recién.
En ese momento sólo tuvo una verdad en su mente, iría a casa de sus padres. Sabía que podían no pagar su educación si se les daba la gana, pero también sabía que si no estaban felices con algo, eran capaces de más, mucho más.
Y no estaba seguro de ser capaz de enfrentarse a eso.
Fin flash back
Otra semana, genial.
Lunes. Ni siquiera debía esforzarse en detestar aquel día, pues por sí mismo se bastaba para que todos lo odiaran sin tener que poner nada de su parte en lograrlo.
Se giró en su cama para ver si su compañero de habitación, Kyle -colorín, 1.73, ojos marrones casi negros, contextura delgada-, dormía u ocupaba el baño. El cual para su no-sorpresa y suerte, seguía enredado en sus sábanas.
Se duchó, se puso el uniforme de Dalton y un poco de gel para controlar sus rulos. Miró al espejo y al considerar que ya podía mostrarse al mundo, salió de su habitación rumbo a la cafetería a por unas tostadas y un jugo para desayunar, combinación de alimentos que lo acompañaba cada lunes desde que entró al internado.
Fue hacia afuera a sentarse bajo un árbol para comer su desayuno, mientras intentaba despejar su mente para ir lo más relajado posible a la clase que odiaba con toda su alma, aquella que impartía el Sr. Nichols.
Desagradable.
Era todo lo que podía decir de ese profesor. Cómo había gente a la que le agradaba para el pelinegro era un misterio, pues él simplemente sentía que cada minuto con él era como un maldito castigo.
-Blaineyyy- Fue lo único que oyó antes de quedar atrapado bajo el ataque de Jeff, mientras Nick sólo observaba y reía de lo que su novio hacía.
-Quí... Ta... Te- Le dijo mientras lo corría de encima suyo ya que lo estaba aplastando.
-Niiiiick, Blainey ya no me quiere- Dijo el rubio mirando al castaño con un notorio puchero.
Rió antes de contestarle -Sí te quiere, pero hoy no, es lunes, y los lunes odia a todos. Incluso a alguien tan adorable como tú- Y le revolvió suavemente el cabello.
-Siento que si sigo hablándoles terminará dándome diabetes algún día-
-Amargado...- Susurró el rubio, pero lo suficientemente fuerte para que Blaine lo oyera.
-Déjame en paz, Sterling- Se levantó desde donde estaba, tomó su bolso, y comenzó a caminar al interior del edificio -Me encanta pelear con ustedes... Pero creo que deberíamos ir a clases, o llegaremos tarde y nuestro amado profesor nos castigará. Y de paso Wesley nos mataría por no ir al ensayo ésta tarde-
El castaño ayudó a su novio a levantarse para luego comenzar a seguir al pelinegro hacia el salón de clases.
Aló, mundo.
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Gracias por tomarse un tiempo para esto.
