¡Hola! ¿Cómo están? Espero que super-super-super bien. Ha pasado un buen, pero muy buen tiempo desde la última vez que publiqué alguna historia (o leí y/o comenté las historias que sigo). Mis razones: estaba en la etapa final de mi formación profesional (mi último año, mis últimas prácticas, mis últimos exámenes y partir a una localidad rural a aplicar todo lo que he aprendido en estos añitos) y mi computador (que me había acompañado a lo largo de todo este tiempo) sucumbió a mis exigencias y se apagó, sin siquiera darme oportunidad de recuperar mis archivos (las historias que estaba escribiendo y todos –absolutamente todos– mis documentos, trabajos, libros y demás que tanto me había costado conseguir y hacer). Aún no puedo recuperar mis archivos (primero porque sé sólo lo básico de computación y segundo porque en mi ciudad me cobran horrores por arreglarlo y/o recuperar los archivos dentro de él), pero apenas lo haga, trabajaré en mis historias cuando tenga tiempo.
Sin embargo, no pude resistirme a escribir esta pequeña –muy peque– y simple historia sobre esta pareja que me ha gustado desde hace mucho tiempo. ¡Espero les guste! Un especial saludo a los fans del Naruhina (¡sí se puede!) y a todas las personas que leyeron, leen y/o comentaron alguna de mis historias. ¡De verdad muchas, muchas gracias! Me anima a seguir escribiendo y compartiendo con ustedes algunas de las locas ideas que plasmo en estas páginas. Bueno, ¡a leer y nos volvemos a leer más abajo!
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Y ahí estaba. Ahí, a sólo dos pasos de distancia de la puerta principal. Suspiró. Jamás pensó que tendría la oportunidad de conocer a la inigualable familia de su futuro esposo.
– Aquí voy. – Se dijo para darse un pequeño empujoncito a pesar de estar completamente nerviosa. Se acercó a la puerta y golpeó levemente. – "La primera impresión lo es todo". – Recordó las palabras de su hermana cuando la despidió en el taxi. Aprovechó de peinar con su mano sus largos cabellos negros-azulados y esperó a que la puerta se abriera.
...
¿Cuántos minutos habían pasado? Ya había pedido la cuenta. Golpeó por enésima vez y nadie, absolutamente nadie apareció por la puerta. La casa se veía tranquila, así que después de meditarlo un poco supuso que tal vez la casa estaba vacía. Buscó su celular en su bolso y trató de marcar a su novio. Quizás él se había olvidado avisar que ella llegaría dos días antes que él.
– Su llamada será transferida a un buzón de voz…
– Rayos. – Maldijo en un susurro la morena, cuando sintió una mano sobre su hombro. – ¡Aaaaaaah! – Gritó lo más fuerte que pudo y no supo cómo había terminado de bruces en el suelo. Mientras se sobaba la cabeza, levantó su mirada y se encontró con una peli roja bastante hermosa.
– ¿Estás bien? – Preguntó la mujer que aparentaba unos cuarenta años a lo máximo.
– Kushina, con esa caída no creo que esté bien. – Dijo una persona que se acercaba a ellas. – Deberíamos llamar a un médico. – La chica dirigió su vista hacia el hombre rubio recién llegado.
– Ah… eh… no se preocupen… siempre me pasa lo mismo… – Trató de tranquilizar a los señores frente a ella. La peli roja comenzó a reír y le ayudó a levantarse.
– Creo que deberías tener más cuidado… no creo que tengas una cabeza de metal, ¿cierto? – Preguntó la señora. La morena sonrió un poco incómoda.
– Kushina… deja de intimidar a la señorita, además hay que preparar la cena para la novia de Naruto. – Dijo el hombre. La chica abrió sus ojos como platos y ahí comprendió todo. ¡Ellos eran los padres de Naruto! Kushina Uzumaki y Minato Namikaze… ¡sus futuros suegros! O sea ¡sus suegros! Su respiración se agitó un poco y es que ahora sí que estaba nerviosa.
– ¡La cena! – Chilló la peli roja. – Oye, pasa a la casa para que nos aseguremos que no tienes alguna herida, ¿vale? – Le dijo a la morena. Tomó al hombre del brazo y lo arrastró hasta la puerta. – Minato, ¿te imaginas si nuestra nuera fuese así de despistada? – Susurró la peli roja a su esposo, mientras éste sacaba las llaves de su pantalón. La joven chica los observó sin moverse. Había escuchado todo.
– Kushina. – Regañó el rubio, suspirando.
– Minato, sabes que yo quiero lo mejor para Naruto y él necesita de una chica con carácter, fuerza y que cuide de él, no que él tenga que cuidar de ella. – Dijo la mujer, cruzando los brazos. La morena tragó saliva.
– Kushina, creo que ya hablamos de esto. Además, la señorita no tiene ganas de escuchar estos temas. – Minato abrió la puerta y entró junto a su esposa que seguía hablando. La joven chica estaba inmóvil. Ella no era la persona que esperaban. Un nudo se formó en su garganta.
– Oye, pasa. – Llamó la mujer desde la puerta de la casa con una sonrisa. La chica la miró y de sus ojos querían escapar algunas lágrimas. – ¿Qué sucede? – Preguntó Kushina. La morena negó con la cabeza y se limpió rápidamente los ojos color perla.
– Gracias, pero no quiero causar problemas. Es mejor que me vaya. – Respondió. Kushina salió de la casa y se acercó rápidamente.
– Kushina Uzumaki jamás recibe un no como respuesta. – Tomó a la chica del brazo y la jaló suavemente hacia la casa.
...
– Así que vienes de Santa Bárbara. – Habló Minato, mientras revisaba la cabeza de la chica. – Mi hijo dice que es un lugar muy lindo. Además, ahí conoció a su novia.
– Es muy acogedor y tranquilo.
– Me imagino. Oye, ¿cuál es tu nombre? Perdón por no preguntar antes.
– Ah… yo… yo me llamo… – La chica no sabía que responder. Hace algunos segundos había descubierto que no era la nuera que sus suegros esperaban, además que la "primera impresión lo es todo" y ella ya lo había arruinado. Así que pensó en una mentira piadosa. – Me llamo Hanabi.
– Y yo Minato y ella es Kushina, mi esposa. – Señaló el rubio. – Y creo que no tienes alguna herida. ¡Qué bueno! – Rió el hombre. La imagen de Naruto se le vino inmediatamente a la mente. Los dos eran demasiado parecidos y guapos.
– Muchas gracias, señor Minato.
– No hay de qué.
– ¿Está bien? – Preguntó Kushina, entrando a la habitación.
– Sí, nada de qué preocuparse. – Respondió el rubio.
– ¡Qué bueno! – Exclamó la peli roja. Hanabi vio cómo la personalidad de Naruto se reflejaba en la de su suegra. ¡Qué parecidos! Sonrió inconscientemente y luego se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Ahora sí que sus suegros no le aceptarían. Su primera impresión fue la peor y ahora había tomado el nombre de su hermana para que no le reconocieran. Lo único que le quedaba era salir de aquella casa, llamar a su novio diciendo que su vuelo se había cancelado y que tendrían que posponer la visita para otra oportunidad, y rogar que sus suegros olvidaran su rostro por completo. ¡Qué buen plan! Pensó irónicamente. Sin embargo, era mejor que ser rechazada en ese mismo instante. Suspiró.
– Muchas gracias, pero debo irme. – Hanabi se levantó del sofá en el que estaba sentada y sonrió a los presentes. – De verdad, muchas gracias. – Volvió agradecer la chica, cuando su celular comenzó a sonar. Hanabi buscó en su bolso un poco nerviosa y cuando cogió el aparato, éste se resbaló de sus manos, cayendo a los pies de su suegra. Kushina se agachó y cuando lo tuvo entre sus manos vio el número que llamaba.
– 788933334… Naruto. – Leyó la peli roja. Miró a la chica enfrente de ella. – ¿Conoces a mi hijo? – Preguntó. Hanabi tragó saliva y de sus ojos nuevamente querían escapar pequeñas lágrimas.
– Yo… eh…
– ¿Acaso hay algo que no nos has contado? – Supuso la peli roja, mirando a la chica nerviosa frente a ella. Minato se acercó a Kushina y miró el número en el aparato. Efectivamente era el celular de su hijo. – Es mejor que le contestes. – Kushina le acercó el celular a Hanabi. La chica lo tomó con su mano que temblaba sin parar.
– Naruto… – A Hanabi no le quedó otra que contestar, mientras Minato y Kushina le miraban. – Sí, ya llegué. Estoy bien… ¿qué? ¿Qué en dónde estoy? – La chica miró a su alrededor con nerviosismo. – Yo… eh…
– ¡Naruto! – Kushina le había arrebatado el celular a la morena en menos de un segundo. – Sí, sí. Ella está aquí. Sí, cayó por nuestra entrada. ¡Es demasiado despistada! – Kushina rió y la joven vio todo a su alrededor dar vueltas.
– Creo que nos debes una explicación, señorita. – Minato le miró con ojos bondadosos y sonrió amablemente. La chica asintió con mucha vergüenza.
– Okey, okey. – Kushina finalizó la llamada y miró a los presentes. – ¿Y bien? – Dijo para señalar el sofá de la sala. Minato se sentó y ella tomó el lugar junto a él. – Te escuchamos.
– Ah… eh… yo… – La mujer de cabello rojo elevó una ceja y se cruzó de brazos.
– Puedes empezar diciendo tu verdadero nombre, ¿no crees, nuera? – Kushina le miró con seriedad.
– Ah… s-sí. – La chica jugó con sus dedos. ¡Todo estaba acabado! ¡Sí, todo! ¡Jamás le aceptarían ahora! Había quedado como una mentirosa y sólo porque no quería que sus suegros la odiasen antes de conocerla realmente. "La primera impresión lo es todo". Las palabras de su hermana menor volvieron a resonar en su mente. Ella tenía razón y demasiada. Sus ojos se volvieron vidriosos y se mordió el labio con fuerza. – S-siento m-mucho… – Su voz sonaba como si fuera a punto de quebrarse. – Y-yo… yo s-sólo… yo… – No podía creerlo… no podía hacerlo. Quería salir corriendo y ya. Naruto se sentiría realmente decepcionado por esto. Por mentirles a sus padres y por no ser lo suficientemente fuerte para afrontar las consecuencias de sus actos.
"¡Hey! No muestres esa cara, Hinata. Mis padres van a amarte como si fueras una más de la familia. Yo los conozco. Y te conozco a ti. Así que no te preocupes. Sólo muéstrales una sonrisa y sé tú misma. Quedarán rendidos ante ti, como yo lo hice."
Creyó escuchar las palabras de su novio. Mordió aún más su labio inferior. Naruto tenía tanta confianza… no como ella. Ella apenas hace unos meses había logrado hablar sin bajar la mirada a la persona frente a ella y hace unas semanas a no tartamudear en exceso. Estúpida timidez.
– ¿Y bien? No tenemos todo el día. – Kushina había interferido sus pensamientos con brusquedad. La entendía, toda madre desea lo mejor para su hijo… y ella deseaba lo mejor para Naruto. Lo amaba desde el fondo de su alma y eso no lo negaría ante alguien. Naruto era demasiado importante para ella. Tal vez eso podría compartir con la pareja sentada en frente.
– Y-yo… – Inspiró profundamente y levantó su mirada que llevaba buen rato en el suelo. – Mi n-nombre es Hinata Hyuga… t-tengo veintitrés años… soy bastante tímida y creo que jamás llegaré a ser cómo las demás chicas… – Los mayores le miraron atentos. – Lamento haber mentido y no ser la persona que esperaban, pero… pero amo a Naruto con todo mi corazón y si… y si… me dieran una nueva oportunidad, m-me gustaría q-que pudiesen conocerme. – Hinata se volvió a morder su labio y no dejaba de jugar con sus manos.
– Hinata Hyuga, ¿eh? – La mujer de cabello rojo cerró sus ojos con lentitud. – Creo que es un buen nombre para nuestra nuera, ¿no crees, Minato? – La morena abrió sus ojos con sorpresa.
– Bonito nombre, señorita Hinata. – Y la aludida sonrió con felicidad, dejando caer pequeñas lágrimas en sus mejillas.
...
Hanabi se encontraba frente a su laptop. Su largo cabello castaño caía hasta un poco más abajo que media espalda. Se estiró con lentitud y tomó un poco de su café con leche. De repente vio un nuevo correo en su bandeja de entrada.
– La primera impresión lo es todo. – Leyó con curiosidad. Hizo "click" en aquél y sonrió con sinceridad.
"Querida Hanabi:
¿Cómo estás? Lamento no haber llamado, pero sabes que siempre olvido la recarga para llamar. He llegado bien y ya he conocido a la familia de Naruto. Tenías razón, Hanabi. La primera impresión lo es todo… aunque la segunda también es bien recibida.
Saludos a todos y te adjunto una pequeña foto.
Te quiero mucho."
Hanabi guardó la foto en sus documentos y la imprimió con rapidez.
– Te lo dije, Hinata. La primera impresión lo es todo, pero tú eres capaz de hacer que te quieran a pesar de todo. – Hanabi recortó la foto, escribió algo detrás de ella y la dejó sobre el velador de la cama de su hermana.
"La primera impresión quizás no lo es todo".
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Bien. Este pequeño corto sobre una situación que es más común de lo que esperaba. En realidad, algo así me pasó una vez con la familia de mi ex novio. Yo no mentí como Hinata, pero su madre no esperaba que yo fuese la indicada para su hijo. Él era el primero de su clase, respetuoso y salía con chicas con más personalidad que yo. La primera vez que la conocí me miró con esa mirada de asesina en serie y creo que jamás pude hacer que cambiara de opinión… bueno hasta que terminamos y ella por fin aceptó que yo era una buena chica. ¡Bien por ella y por mí! No me gusta tener malos entendidos con alguien. Además, uno no debe tratar de ser alguien quien no es, ¿cierto? En fin, la historia se me vino a la mente cuando hace una o dos semanas atrás hablaba con mi ex novio y recordábamos viejos tiempos. ¡Vivan los buenos recuerdos! ¡Y los malos también porque nos hacen aprender de ellos y ser mejores personas!
Esperaré con muchas ansias sus comentarios y/o sugerencias.
Les mando mis cariños y espero que nos leamos pronto.
¡Saludos!
PD: ¡Viva Chile!
PD2: ¡Ese no es el número de celular de Naruto! Jajajajaja…
PD3: Lamento si hay errores ortográficos o gramaticales.
