Adrien siente que se está quemando, que su habitación se está incendiando y que su corazón está en llamas. Todo porque se encuentra pegado contra la pared, mientras siente el cuerpo de su Lady aplastando el suyo. Mientras ella se encarga de devorar su boca y meter su lengua en su cavidad bucal, sacándole gemidos.

Entretanto él enrosca las piernas en la pequeña cintura de su Lady disfrutando la sensación, por el momento, ya que pensaba tomar el control, quien entretanto goza de cada beso que le riega su Lady por su cuello y su clavícula. Deleitándose al oír la mención de su nombre por sus deliciosos labios marcados por el deseo y el amor que le tiene.

En un principio estar en una situación así con Ladybug, era nada más que un sueño. Uno de los más candente. Sin embargo ahora era la realidad. Una que fue posible por la confesión alocada y de lo más inesperada que realizo Adrien a la heroína de Paris diciéndole cuanto la ama y la admira.

Esas palabras fueron el inicio de todo, fue la chispa, que luego se iba a convertir en un fuego. Difícil de apagar y que lo dos no iban a dejar que se extinga.

Porque Adrien ama a Ladybug y Ladybug ama a Adrien.

¿Y que importa si ellos están cegados por la admiración?

Ellos no quieren ver, quieren aparentar que un humo hay en su alrededor y como en un verdadero incendio ellos se están incinerando en el proceso.

Y lo hacen.

Cada noche desde esa declaración. Entre jadeos, sudor y gemidos, ellos se entregan mutuamente en cuerpo y alma.

Sintiendo el ardor, el fuego abrasador que los quemaba vivos.

Para Adrien, Ladybug es como una llama ardiente y todo lo que él desea, es arrojarse a ella y ser consumido.

Y todas las noches lo logra.

Aunque ella al estar con él, siente que él es la llama ardiente porque todas las caricias que el modelo le hace queman su piel y hacen hervir su sangre.

Pero ¿Que importa quien es en realidad la llama ardiente?

Ya que al final, los dos, terminaban quemados.