Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Aviso: Este fic participa en el reto "¡No al romance!" del foro Secreto en el valle del fin.


Lo primero que notó fue que Temari dejó de entrenar; y después poco a poco fue engordando. Comía mucho y en ocasiones vomitaba, no aguantaba el perfume de su desmaquillante, ni la loción que le había regalado en navidad a Gaara. Era como otra persona; una Temari ajena, alguien que había tomado prestada la figura de su hermana y estaba haciendo locuras en su nombre.

—Estoy embarazada —dijo una mañana, mientras desayunaban. Gaara ya lo intuía y no se sorprendió, Kankuro se enfadó mucho, y del coraje se soltó a llorar.

Eran las cinco de la mañana cuando regresó a casa y la vio, en el sofá, durmiendo con el gato de Gaara sobre las piernas y un libro boca abajo encima de la mesita de la sala. Suspiró, sin saber qué le dolía más, el que Temari se fuera a mudar y dejarían de ser una familia de tres, o que Gaara se hubiera acabado el helado de menta.

—Vete a la cama —susurró Kankuro mientras la movía. No quería cargarla y lastimarla.

—¿Sigues enfadado, idiota? —preguntó con voz adormilada.

—Nah.

Sí lo estaba. Temari se iría y los dejaría solos; no era justo. Pero quién era él para decirle lo que debía hacer o no. Un día tenía que irse, dejar el nido; eso es lo que hace la gente. Se embaraza y se va, y forman otra familia. Tendría que estar emocionado, como se supone que se emocionan los tíos, pero el se sintió traicionado, como si a nadie le importara su opinión. Y realmente a nadie le interesaba lo que tuviera qué decir; pero no por ello dejaba de doler.

—Despiértame a las once, iré al mercado por fruta y helado.

—¿De menta?

—De lo que sea.

Temari sonrió y Kankuro admiró el gesto. La fortaleza de un titán se desvanecería si Temari le mostrara la dentadura.