Disclaimer: Los personajes de Kingdom Hearts le pertencen a la desarrolladora, Square Enix.

EL VACÍO


—¡Roxas! —gritaba Sora, preocupado, mientras buscaba a su hermano al no encontrarlo en casa—. Roxas, ¿dónde te has metido?

Últimamente, pensó el muchacho, su hermano gemelo desaparecía todos los días durante varias horas y nadie le encontraba hasta que volvía a casa por su propio pie. Sora le asaltaba y le preguntaba dónde había estado y que le había tenido muy preocupado, pero Roxas le miraba con unos ojos que no parecían ver nada y subía a su habitación. Y Sora estaba angustiado pensando en que le podía suceder algo malo, y se sentía impotente. Pero aquel día todo iba a cambiar. El chico de pelo castaño fue a todos los lugares que solía frecuentar, ya fuera solo o con su hermano, para ver si estaba. No le encontró en ninguno de ellos y le invadió la desazón.

—Roxas...tonto, ¿dónde estás?

Iba a volver a su casa, dispuesto a llamar a la policía, cuando en el tejado de uno de los bloques de apartamentos de la calle descubrió a alguien sentado justo al borde. Presa de una corazonada, entró en el edificio y subió a saltos las escaleras, llegando rápidamente a la azotea. Un vistazo le bastó a Sora para reconocer a aquella persona. Era él. Roxas. Avanzó, enfadado, con ganas de sacudirle un par de pescozones por tenerlos tan preocupados en casa, pero se cortó cuando, al acercarse, vio que su hermano estaba llorando.

—Roxas... —Sora se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro. Su hermano se volvió a mirarle. Tenía los ojos enrojecidos y varias lágrimas le caían por las mejillas—. ¿Qué te pasa?

—So-Sora... —Roxas se alejó un poco de él, casi como si le tuviera miedo—. Perdón si os preocupé, es que...

Puso cara de amargura y miró al frente con cara seria.

—Últimamente siento como si...no sé explicarlo, pero cuando te veo es como si tú fueras real, de carne y hueso, y yo sólo fuera una especie de fantasma, de sombra tuya, que no debería vivir como una persona...

Sora se alarmó por lo que estaba escuchando. No tenía ni idea de lo que estaba hablando Roxas, pero no le sonó nada bien.

—¿Por qué dices eso? —se volvió para mirarlo, repentinamente angustiado—. Tú eres una persona como las demás, siempre lo has sido.

—Quiero creer que así es, pero... —el chico rubio se llevó una mano al corazón y cerró un poco el puño— ...siento vacío. Y no sé por qué, Sora.

Abrazó a su hermano reanudando su llanto. Sora cerró los ojos y le palmeó la espalda.

—Escucha, Rox, no sé quién te habrá metido eso en la cabeza, pero no son más que tonterías. Tú eres un chico normal como yo, eres mi hermano y seguiremos así.

—Normal... —murmuró Roxas—. Ojalá lo fuera.

Continuó llorando a lágrima viva, mojando así el hombro de su hermano, y le abrazó con más fuerza, como queriendo confirmar que realmente existía, al poder tocar a Sora.

Sora, por su parte, no sabía que hacer con el rubio. Le acarició el pelo con ternura, mientras le susurraba al oído:

-Tienes razón, no eres normal. Eres muy especial. Sobre todo para mí.

Entonces le cogió la cara suavemente con ambas manos y le besó, algo sonrojado. Roxas abrió desmesuradamente los ojos y un leve rubor apareció en su cara, pero luego los entrecerró y correspondió a su hermano, mientras las últimas lágrimas caían al suelo y los surcos desaparecían de su cara. Cuando el castaño retiró sus labios, Roxas balbuceó:

—S-Sora, ¿por qué...?

El chico le puso un dedo en los labios, callándole, y luego le susurró:

—Porque...te quiero, Roxas. ¿No es ésa razón suficiente?

Volvió a besarlo, y Roxas se sintió extraño, como si la sensación de vacío desapareciera y fuese sustituida por otra de inmensa felicidad. Ojalá, pensó mientras le devolvía el beso a su hermano, durara mucho, mucho tiempo.