-¿Qué hacemos con la niña, mi señor?-Preguntó la mujer, profiriendo ligeras admiraciones de respeto ante la presencia de la voz de su amo.
-Prepárenla bien, la necesito cuanto antes, igual que al niño-Contestó la voz fría, que no era más que una simple voz- Ya saben cuál es la misión que se les ha asignado.
-El niño aún no nace-Repuso el hombre de cabellos rubios, en tono respetuoso, pero apremiante; sabía que no podía mantenerlos ahí más de 10 minutos sin que el conjuro sufriese daños permanentes, o que, lo que era mucho peor, se enterara el ministerio.
-Cuando nazca-Replicó a su vez la voz fría, con un deje de molestia ante la interrupción totalmente innecesaria-, espero que empieces apenas puedan recordar los entrenamientos; mucho antes de los 11- Añadió, antes de que el ligero hilillo que conectaba la voz con el mundo de los vivos se sacudiese y él desapareciera.
El rubio casi pudo sentir la expresión consternada de la mujer ante la desaparición de su señor. Esbozó una muy ligerilla sonrisa ante la idea.
-Llevará tu apellido-Le dijo a la mujer, que no respondió de ningún modo ante aquello.
Se sabía perfectamente que lo que menos quería esa mujer eran hijos, y esa pequeña no representada en ningún modo la excepción. Pero habían sido órdenes, y ella las había cumplido, igual que todas las otras órdenes.
-¿Cómo quieres que se llame?-Agregó el rubio, apresurando el momento de la partida de 'la voz' de la mujer.
-No me importa-Contestó ésta a su vez, sin ninguna inflexión presente en la voz- Puedes llamarla como te plazca.
El rubio volvió a extender un pequeñísimo amago de sonrisa con la idea que se le había levantado.
-Podríamos llamarla como ella-Sugirió, sin poder evitar que la 'sonrisa', si se le podía llamar así, se extendiese un poco más- Pero, se llamará Azkarahi.
