Susurraré tu nombre.

I

Por Naymco.


¿Sabéis ese sentimiento, que te lleva a lo más alto? Cada vez que ves a esa persona cada mañana en el instituto. Caminando por los pasillos, con el sol de la mañana entrando por los ventanales de estos. El suave aroma del aire. El delicado color del suelo de madera, ya desgastado por el paso del tiempo. La puerta del aula se abre y... ahí está.

El calor que notas en las mejillas al verla. Y las mariposas en el estómago. Su olor... la mirada sonriente de cada mañana. Su precioso pelo en cola, tan brillante y cobrizo. Ese modo de andar hasta su mesa. Su sonrisa.

Podría seguir horas describiendo cada uno de los detalles al verla cada mañana. Pero hay algo más en todo esto. Y es que aunque yo la observe tanto cada día, ella no sabe ni que yo existo.

Supongo que me conocerá de algún modo pues no es como si yo fuera de las que se esconden. Por suerte o desgracia, suelo ser bastante popular. No se me da mal los estudios y por otro lado, en los deportes voy demasiado bien. Se me da bien eso de correr.

El atletismo ahora mismo es de lo que más hago. Pero cualquier juego de este tipo que se me cruce se me da bien.

A todo esto ni me he presentado, y tampoco he dicho para que estoy aquí. Decidí hace poco que debería contar mi historia. Aunque sólo sea una más de tantas que hay en este mundo.

Mi nombre es Fate Testarossa Harlaown. Sí un nombre no muy común. Generalmente la gente en Japón no suele poner nombres de este tipo, y tampoco tener apellidos tan extraños. Pero sinceramente, no soy de este país. ¿Será por eso?

Pese a la fama que yo pueda tener en este instituto, tan sólo porque me consideran guapa, tal vez por eso de ser rubia y tener unos ojos algo característicos, ella ni me mira. Es posible que sea por eso. Quién sabe...

A lo que iba, a mucha gente le da por seguirme sólo porque llamo demasiado la atención. Sí, es una tortura a veces. Desde el día que llegué siempre fue así y después de algunos años, me he acostumbrado a este tipo de 'acoso' aunque la palabra no sea esa exactamente. Es algo así como un tremendo griterío cuando me da por hacer algo con determinación. Ya sea pegar el mayor salto, o correr más rápido que nadie.

Y eso que el atletismo no es mi verdadero deporte. Realmente lo que me gusta es el kendo pero no había club aquí en Unimari y finalmente me decanté por correr. Bueno sí que hay clubs pero la verdad cuando fui, pasó algo muy chocante.

Era el segundo día que había llegado a este país. Concretamente desde Alemania. Supongo que es por eso del idioma, aún no tenía casi idea de hablar japonés, así que supongo que me habré confundido con algunas palabras. Mas no fue eso lo que yo comprendí. Tenía trece años y entré con decisión al dojo. En él había varios chicos con katanas de madera practicando, supongo. Al verme entrar se me quedaron mirando, y recuerdo que a uno de ellos se le cayó aquella arma de las manos.

Puse cara de susto. El lugar no era muy grande y olía a esa madera que tanto me gusta. Al fondo se encontraba el que se supone era el profesor. Estaba sentado en una silla con una revista pornográfica y roncando.

Como pueden ver, ni aunque me dijeran y me rogaran, me quedaría allí. Es evidente que los chicos parecían babear demasiado y aunque yo ya estaba acostumbrada a que todos me vinieran detrás, aquello me inquietó demasiado. El aura que se respiraba, a parte de la madera, no me gustó ni un pelo.

Como decía es evidente que salí a más no poder de allí. Ahora entendía cómo era posible que no hubieran sino tres chicos. Está claro que más que una escuela de kendo era más bien un club de pervertidos. Personalmente no me suele dar miedo los pervertidos. No me defiendo mal pero evidente, no me iba a quedar a descubrir hasta cuanto aguantaría, sin meterle algún tortazo a alguno.

El tercer día de estar en aquella ciudad, entré al colegio. Y lo más normal del mundo, me tocó educación física. El profesor de aquel entonces, nos dijo que corriéramos un rato a ver qué tal lo hacíamos. Sin proponerme nada corrí normalmente. Era algo que hacía cada día. Es más, os diré que todas las mañanas me levantaba temprano a correr un rato. Supongo que me gustaba esa sensación de ver la calle vacía y tan sólo yo en ella. Así que simplemente corrí. Cuando llegué a la meta, el profesor parecía que tenía dos estrellas en los ojos. Me señaló enérgicamente y dijo algo como "Tú... de cabeza al club." No es como si me diera demasiadas posibilidades, ¿no?

Así que de esa forma entré a este sitio y en él, conocí a varias personas. Como por ejemplo, a la capitana que nunca aparecía y que siempre iba dando saltos por ahí.

La que luego se convirtió en una de mis mejores amigas pues, a pesar de lo poco que se la veía a la hora de atletismo, después siempre estuvo conmigo. En clase un día se presentó. No sé qué decir respecto a esto. Fue un tanto insólito.

"Mi nombre es, Yagami Hayate" Me extendió la mano esperando a que la saludara.

Su expresión era algo así como de pervertida y a la vez feliz. Sinceramente, no pude contener mi pregunta.

"¿Y tú quién eres?" La miré algo confundida.

Yo recuerdo que estaba sentada en mi mesa. Aún tenía la cartera con mis libros sobre ella. Siempre me sentaba al lado de la ventana. No sé por qué elegí ese sitio. La verdad me solía gustar ver el cielo de vez en cuando. Mis manos las tenía sobre aquel pupitre algo desgastado, con los dedos entrelazados. Aparentaba tranquilidad o eso era lo que siempre me decían. 'Testarossa-san siempre parece que no le afecta nada.' No es que yo lo diga, es lo que siempre me dicen. Así que imagino que esa era mi postura común, que daba la sensación de que nada me dañaba.

Mi rostro interrogante hizo que la chica de pelo castaño y corto por el cuello, quedara un poco extrañada. ¿Acaso tenía que saber quién era?

"Soy la capitana de atletismo." Dijo con firmeza. Su mirada de nuevo parecía que estuviera en una batalla y hubiera tomado la decisión que salvaría el mundo.

"¡Ah! La capitana que nunca está…" Comenté por lo bajo. Sonreí pensando cuanto tiempo pasaría hasta conocerla. Recuerdo que una de mis compañeras me hizo un comentario sobre ella.

"Dicen que nunca viene porque le tiene miedo a perder. Ya sabes, es que es algo bajita y claro, una chica bajita tiene las piernas cortas y…" Mis ojos se habían quedado a cuadros.

Pero mi mayor pregunta era… ¿Cómo demonios se había hecho capitana de atletismo, siendo que no parece tener características para eso y por otro lado nunca va?

"A mí me comentaron una vez que su hermana mayor se había liado con el entrenador. Y por eso es que ella se hizo capitana."

Eso tampoco es que me convenciera. Y volviendo ya a la realidad, ésta seguía esperando mi presentación con la mano extendida y con la otra sosteniendo una carpeta. Recuerdo que iba con un pantalón de chándal y una camiseta del club. Ahora que me fijaba era cierto. No parecía ser una muchacha muy alta. Pero creo que su mirada pervertida daba un poco de inquietud. Me recordó no sé por qué al profesor de kendo. Si es que a aquello se le podía llamar profesor.

Finalmente la miré fijamente, me puse en pie y agarré su mano con fuerza. También le sonreí y creo que eso fue una total equivocación.

"Vaya chica, sí que eres alta. Pero por favor, no me sonrías sino quieres que te acose…" Su mueca alegre se extendió aún más.

Abrí los ojos sorprendidas. Y pensé 'dios mío en esta ciudad no debe haber nadie normal.' De eso hace ya por lo menos cuatro años. Ahora tengo diecisiete sí, si saben contar esa es mi actual edad. Y estoy a dos años de acabar el instituto. A todo esto sigo sin ser nadie en el corazón de la persona que me quita el sueño cada noche. Pero supongo que ya me acostumbré a sólo verla.

Creo que con eso simplemente soy feliz. Por el momento no necesito nada más o eso espero. Y eso que a esta edad las hormonas… bueno ya saben. Pero me controlo bastante bien.

Siguiendo con la línea del instituto, al poco de conocer a la capitana que jamás aparece por atletismo, conocí a Arisa Bannings. Y junto con ella a Suzuka, su amiga del alma. Arisa era una chica con un carácter bastante fuerte. Además era una persona que se alteraba por cualquier cosa. Así que era mejor nunca llevarle la contraria sino querías morir en el acto. Claro que por alguna extraña razón ella y yo nos llevábamos muy bien. Hasta el punto de decirme que le gustaba alguien de su clase. Aunque nunca me dijo quién era. Supongo que en algún momento me diría de quién se trataba. Pero si había algo que me solía destacar bastante, y es que yo no era una persona muy habladora pero si observadora. Casi todo el tiempo me lo pasaba mirando y comprendiendo lo que veía. Esto me hizo entender muchas cosas sobre Arisa. También sobre la Capitana. Parecía que tuvieran un aura incomprensible entre ellas. De hecho se pasaban el día discutiendo y llevándose la contraría.

Sobre todo a la hora del almuerzo.

"¿Eh? ¡Eh! Esa era mi última salchicha, Hayate." Dijo Arisa con cara de pocos amigos.

"Ahora es mía." Decía la castaña, con una sonrisa mientras se la llevaba a la boca.

"Te vas a enterar…" soltó la rubia.

Saltó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas. Hayate sin poder evitarlo, empezó a reír a carcajada. Pero a la vez me di cuenta de una cosa. Arisa estaba totalmente sonrojada y Hayate puso esa mirada pervertida que tanto miedo daba.

"Deja de mirarme así…" Comentó Arisa mientras la sostenía de los dos brazos.

De repente las dos se quedaron totalmente serias mirándose a los ojos. Fue cuando lo comprendí todo, mi lámpara detectora se encendió. No he explicado eso de la lámpara, ¿verdad? Lo haré en algún momento, no se preocupen. Volviendo al tema… así que esa era la persona importante de Arisa. Y por la mirada de Hayate diría que no le era indiferente. Tal vez estas dos tengan algo. Sin embargo Suzuka se había quedado callada y con la cabeza baja.

¿Es posible que a Suzuka también le guste Hayate? Quién sabe…

Bueno es una chica muy alegre. Siempre está saltando de aquí para allá y tiene una gran parte de fans tras ella. Aunque tampoco sé por qué. Será que el no aparecer por el club la hizo famosa. La capitana desertora. Un día tengo que preguntarle el motivo por el cual nunca va…

Por el momento los días en el instituto pasaban sin más y ya comenzaban las lluvias. Aún recuerdo esa tarde. El olor a la tierra húmeda y el sonido de las gotas golpeando los ventanales. No sé por qué me daba melancolía todo aquello.

Ese día después de clase me encontraba en la salida, rezando porque dejara de llover y me diera tiempo de ir corriendo hasta mi casa. Nunca pensé que llovería, así que no llevaba paraguas. Y aunque muchos chicos se ofrecieron a compartir su paraguas conmigo, dije un 'No' rotundo. La verdad es que mi timidez no me permitía algo así.

Mi excusa era que esperaba a alguien. Alguien que nunca llegaba, evidentemente porque era mentira.

"¿No trajiste paraguas?" Una suave voz me preguntó por la espalda.

Quedé paralizada, pues sabía de quién era. Mis manos comenzaron a temblar y pensé que aquello era un sueño. La persona que menos esperaba estaba allí, y no sólo eso, era la primera vez que me dirigía la palabra en todos los años que llevaba allí. De repente estaba en el cielo y las campanas del amor sonaban a mí alrededor. De nuevo las mariposas y mi sonrojo era más que evidente. ¿Cómo volverme a mirarla? Si mi primera reacción era salir corriendo.

"¿Harlaown-san?" De nuevo su voz.

Me llamaba por mi segundo apellido, pero sonaba tan maravilloso que yo seguía en el cielo, con los angelitos que tocan el arpa. Y todo era soleado y maravilloso y…

"¡FATE-CHAN!" Gritó Hayate de lejos.

Eso me hizo caer desde el cielo como una bala de cañón. Me giré y allí estaba. Me miraba esperando una respuesta. Yo intentaba hablar, es más parecería una estúpida porque me puse a hacer muecas extrañas. Todo era un intento de que las palabras llegaran a mi boca.

"Fate-chan, toma, mi paraguas, yo tengo otro de reserva." Dijo Hayate que corría desde lejos.

Nanoha, al ver aquello sólo me sonrió y continuó su camino. Se quedó en la puerta un momento. Sacó el artefacto para no mojarse y lo abrió. No me pregunten a que viene esa palabra de artefacto, llevo como cinco minutos sin cerebro, es lo mejor que he podido decir para describir tal cosa. Finalmente como llegó se fue. Si hasta parecía que por donde andaba no lloviera. Todo era soleado por donde pasaba.

Qué cosas tiene la mente. Te hace ver verdaderas maravillas sin existir. Miré a Hayate con rabia. Me había estropeado mi plan. Aunque tampoco es como si yo lo tuviera previsto, pero cuando Nanoha me habló no sólo estaba dando saltos en el cielo, mi poca señal del cerebro me decía que era buena idea, ir bajo el mismo paraguas que Nanoha, sería un verdadero sueño. Y llego mi mejor amiga, la capitana desaparecida a fastidiar todo intento de por lo menos, observar sus preciosos ojos, y el reflejo de sus pestañas sombreando sus mejillas…

Mala suerte. Pensé que sería un día genial sólo por eso. Se ve que no pudo ser. Tomé con rabia el paraguas de una Hayate que se había quedado a cuadros por mi reacción.

Con los ojos entrecerrados me puse en la puerta y lo abrí. Y comencé a caminar. Sin darme cuenta por el camino, más que eso parecía que casi iba corriendo. Y entonces pensé. Qué demonios, lo necesito.

Y eso hice. Sin tener ningún lugar definido fui por todas las calles de aquella ciudad. Corría sin parar, pisando los charcos y pensando en lo estúpida que es mi timidez. De no haber sido por eso, tal vez ahora mismo estuviera yo también en el cielo con un arpa. Un momento. Ahora que lo pienso, ella jamás me había hablado nunca, ¿cómo es que hoy lo hizo?

Me detuve en seco. No sabía a qué venía que me hablara después de tantos años. Yo ya había perdido la esperanza de que en algún momento, tuviera aunque fuera una mínima conversación con ella. Creo que debo analizar mejor la situación. Miré a mí alrededor y vi una cafetería. No sería mala idea tomarme algo allí, y pensar en todo esto.

Sí, eso será buena idea. Entré a la estancia, bastante acogedora, por cierto. Sacudí mi paraguas antes de entrar y lo dejé en el casillero. Me quité mi abrigo y lo colgué. Miré el lugar, había varias mesas y me decanté por una en el fondo. Me senté y al momento de nuevo esa voz.

No… esto tiene que ser mi imaginación. Sonreí como idiota de nuevo.

"Bienvenida a Midori…ya…" Su frase también se quedó en el aire, o eso fue lo que parecía.

Miré a la camarera y allí estaba. Aún con el uniforme del colegio y una pequeña libreta. Me miraba de una forma que no pude definir. No… no…

Al final aquello no fue buena idea.

Por dios, igual se piensa que yo la estaba siguiendo… no… no, no, no y no…

De la vergüenza me tapé con la carta de pedido, deseando que aquello no fuera real. No estaba preparada para verla de nuevo… hablándome. No…

Veréis, cuando estoy en el instituto, digamos que llevo una especie de sensor que me permite verla sin morir en el acto. Pero cuando salgo ese instinto se apaga y ahora sí que no me lo esperaba… esto no puede estar pasando…

¡Angelitos por favor, que tocáis ese arpa, sacadme de aquí!


N/A: bueno, sé que es una severa caca, pero ahora mismo sino me animo un poco más jamás escribiré nada de nada. Estaba con los siete pecados capitales y se me ocurrió escribir el tercero. Para mi sorpresa cuando empecé a ver, me di cuenta de que esto no tiene que ver con lo que escribía así que me dije, demonios, mejor lo seguiré a ver hasta dónde llega. Y aquí está. Supongo que no será del agrado de nadie, ya que es una historia de tantas que hay. Así que no espero mucho, lo único que sé es que va a ser un buen culebrón. :D